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Tinta:

¿Cuál es el riesgo cuando se hace literatura seria? Bueno hay dos, uno el primero, no estar suficientemente compungido. Por eso y en ese sentido; si esto es así, hay una fuerza que choca contra el lector que espera respuestas. No sabemos a qué, pero espera respuestas. Justamente oí una severa suerte de desazón sobre ese punto. La usaremos, “La literatura no sirve para la vida”, no puedo precisar a que altura de insomnio me dijeron estas tan repetidas palabras pero que eran deliciosas en ese momento porque uno siempre esta afectado por la circunstancias. Ahora, como una especie de digresión y espero no ofender, hay poco de calle a veces en lo que uno intenta escribir. Termina siendo la introspección en un monoambiente o un living, en un mundo convulsionado. Donde la luz eléctrica nos bendice y será San Edison el que nos libre de las tinieblas. El Bordeaux, es un gran color. Asistirse con el vino para la vida es bueno. Igual no lo considero, decadencia; no lo considero siquiera molestia. La compra de dos vinos de calidades diferentes es funesta, siempre el berreta llega a dar dolor de cabeza. Como bien se sabe en estudios literarios recientes, esta clase de narraciones son una berretada (y esto esta confirmado por críticos que probablemente sean igual de berreta que los escritores que critican o aman criticar). Claramente lo leí en una sección cultural de un diario que por la ética de la buena “escritura” o literatura, no se que termino puede resultar más ofensivo. Las narraciones minimalistas y con detalles absurdos, ya casi enferman. Por eso trataremos de evitar eso. Aunque caeremos en el absurdo de decir: “En la pared no había un reloj de pared”. Pero superando ese obstáculo. Recuerdo que (mientras uso la primera persona cometo uno de los errores fundamentales para que una historia no se venda que es no masticar las cosas para el eventual lector); caminaba apurado. No me gusta caminar pensando que tengo que llegar a un lugar con el tiempo justo. Eso parte de un trauma infantil inducido que se conoce como puntualidad, el cual es terrible. Producción tiempo de producción y no pertenecer a la nobleza feudal son las cosas que quitan todo sentido a estas cosas. Los pies corren siempre.

Podría decir que he traicionado mis textos anteriores por lo que por esta altura del año, hace doce meses atrás había comenzado un gran elemento discursivo caótico y desperado que se mostraba desesperante pero críptico. Sin duda que ahora, es mucho peor. Ahora que soy mucho más libre, culpa de seguir escribiendo, el demonio de la jaula no se queja tanto como antes. La verdad quema los nervios. Sin embargo este quietismo no debería ser permanente, cuando la indulgencia llega, cuando el relativismo llega todo se aquieta. Me acuerdo que contaba la historia apasionante de una mujer con su seudónimo y predije grandes cosas para ella que ahora se están cumpliendo. Aunque eso a nadie le importa.

Por ahora, como digo, no tengo café de filtro y sólo instantáneo. Porque escribo o me inspiro a la madrugada esto lleva a la crisis. Patológicamente, reconstruyo mi memoria por medio de lo que voy escribiendo creo que es algo que me pasado ya desde hace un buen tiempo para atrás, dejo de imaginar y trato de recordar que estaba habitando en el cerebro en ese momento. Hay veces que por eso me dijeron que eso da pie a la vulnerabilidad ya que expone las razones, de las observaciones ya hechas.

Porque uno al final, está medio loco. Y tiene dos personalidades, las combina, y ahí andan. La conversación en soliloquio es parte de la existencia. En ella ausente de abogado, soñé, en una especie de mañana demasiado celeste que estaba dentro de una naranja. Desprendiéndome ya de una poesía particular creo que me quede impactado de todo lo que paso pero sólo si invierto los acontecimientos. Sólo si viajo al pasado rebobinando. Profundamente conmovido, por encontrar en la realidad una de las imágenes, más recurrentes de delirios anteriores, ojos, desprovistos de fijeza. Y así he descripto ya inútilmente como me puedo conmover con una idiotez, pero es que en el fondo es inevitable que eso pase así. Cuando uno pierde rigores anatómicos y el cerebro se le va saliendo la tapa, termina consiguiendo aquellas cosas. 

El segundo riesgo es creer lo que uno se dice. Si esto pasa la vida deja de ser actos y movimientos para convertirse en palabras e ideas. Sólo queda el páramo donde millones de ideas explosionan como si de un gran yacimiento de petróleo se tratase. Ahora buen porque cuesta a la gente notar que sus palabras todas esas cosas que expulsan no son más que casi una respiración mental escuchan y siguen buscando fugarse del ahogo de la propia mente. Cuando el interlocutor de uno tiene una memoria que casi se parece a la de un mosaico en plena destrucción, uno se da cuenta que en realidad esta hablando con un punto en el tiempo. Con un inmortal pero es uno el que ha envejecido, uno termina por ser la suerte de autómata civilizado que esconde un asesino serial y caníbal. ¿Quién no devoraría por afecto? Si Sade propuso que el hombre en su búsqueda de satisfacción como la mujer puede hacer cualquier cosa porque no habría de hacer cosas como devorar a los otros. Pasajes proustianos, robos a personas conocidas de ideas, y guerras entre plagiadores no hacen más que aumentar la bilis negra de la melancolía, esa forma burda pero poética de entender la salud. No ya si seguir la regla de la depresión existencial. Cuesta ser humano, porque esto se ha convertido en una interrogante por eso uno esta más cerca de cualquier otra cosa. Ahora quien no duda, que estamos presos de una sentencia muy mala. Yo trato de correr contra la velocidad del diario, cuando yo escribo uno ellos escriben cien. Por eso, la poesía, la poesía está en la bomba atómica, imaginen que en un rapto de emoción violenta, uno en medio de serotonina y lleno de presión alterar a la vez que estalla su cerebro y suda sangre como el mesías tuviese una revelación nuclear. Eso sería maravilloso.

Claramente que esta alma de tipógrafo indecente quiere volver a la mezcla de sus vicios, irracionalidad, híper racionalidad formal, canibalismo, y por supuesto no saber como hacer un registro de la propiedad. La burguesía que se pudre no se llena de humo sino de smog pero por eso, para depurarse se llena casi de más humo y los pulmones parecen panales de abejas, todas muertas, y ovejas todas las que tienen abejas muertas, degolladas al costado de la ruta. Por esas causas, se queda entredicho lo que ya se pretende sabido. Pero por otra parte, creo que hay todo un esfuerzo que se continúa. Una esfuerzo que se fascina con los ojos de pupilas grandes en un mundo de orbitas diminutas. Casi se los podría arrancar y meter en un vaso con agua para poder cambiarlos con los propios y así compartir dos visiones del mundo. Pero es violencia bastante poco común como cuando hacían vivir la cabeza del perro muerto inundándola de sangre con oxigeno. Esta es la suerte de quienes esperan estar entre nosotros, la mujer, es la decadencia, y sus pelos son como cables pelados, con toda la poesía del cobre. Cuando duerme su sueño es parte de lo que sería un precioso zombie, siendo de esa manera una imagen contradictoria y fascinante. La enfermedad nuestra, serían geniales. Por esa suerte de ahogamiento, hay una gran paciencia. Un mecer sobre telas de araña, ahí colgando de cabeza. Esperando y esperando, con dientes como navajas, despedazando depósitos de piel tal cual fueran hojas.

Por eso la paz y la guerra, serían geniales, la idiotez, la inservible idiotez. La quietud y el quietismo, rompiendo las espaldas, destrozándolas para dibujarlas. No hay deber, no hay deber alguno que no entienda las cosas que explico. Cuando veo las mismas maneras, las nuevas maneras, y así como estoy colgado ahora de una silla; mis pies podrían sangrar si caminase. O podrían ser solo pies y mantenernos en un vil plano vertical mientras es el frío de la muerte el que toma el cuerpo de a poco y no espera la fama. Porque la vida y las palabras, el buscar el fin, fue el nacimiento de un engranaje que sería la rebelión. Sería triste pensar que no se le pueda dar una corona de acero. Una pequeña corona de acero. Una corona que se pueda meter en un bolsillo para hacer uso indecente de las letras. No existe ciertamente el cura, vacío si lleno de gusanos, donde los cuervos, sean grandes personajes. Por eso esta princesa inventada, en medio de olor de avellanas, justificados. Si la tiranía, a las patadas, todas las copias caen por las escaleras a medida que se rompen los cráneos. Por eso, por eso y por verdad, escribo ya por dos personas por estas que no escriben y por las que publican demás como yo. Los que no hacemos otra cosa que competir contra la novedad con una especie de delirio.

Es una belleza rara cada vez más lejana, más lejana que todo lo demás. Lo demás queda entonces libre, libre de toda presencia, nadie necesita un nombre cuando tiene un aroma, y uno tono de voz y unos huesos. Un hombre se puede olvidar, más el espacio robado por la gente, la ausencia, la perífrasis poco sana de los textos viejos, inventados que forman esa cultura inmunda que no será alimento para el nuevo mundo. Un mundo que no debería estar hecho los signos de los tiempos, muertos los dioses, hay que hacer de los humanos más cercanos, un nexo más fuerte, habrá que postrarse, una y otra vez, en los mismos puntos. Los cuales no son otra cosa que ese invento sostenido de no tener razón de ser, por fin se puede hacer sofistica completa. Una mujer hecha de madera y marfil, y apretada por los roedores, serían asustadizos ellos. Pero no nosotros. Estaría ella tirada como si fuera una manera casi dura. Pero no sería dura, sino que el tiempo se detendría por el mismo frío. A la vez, la luz azul, a la vez azul pero demasiado oscura. Una virtud, poco común. Una visión una visión como siempre de lo que se busca un drama de una generación escrita por todos los instrumentos posibles.

Creo que hundida en una almohada, ha quedado por fin libre. Como si el blanco, robase a la sombra. La presión de los hombres de la gente la ahoga como una llama, pero es justamente la ausencia del oxígeno lo que no deja sea libre. Pero en la mañana cuando se tiene la imagen quieta, quieta, con el reloj detenido. Un corazón que podría ser derrotado. Una manera de sentir extraña, una manera de rendirse, una manera de tener los dinteles complicados, cediendo, de a poco. Sin fuerza y ahora sin gracia. Nunca fueron los mejores lo que intentaron buscar lo mejor. No es romántica sino patética, la fuerza de lo obvio en lo necesario lo que le recorta la cabeza y permite que en una bandeja pueda ella hablar con desenvoltura. La belleza de la que hablo es mortal y fenoménica y no pertenece a nadie, siempre y cuando no se deje dominar, siempre y cuando sea plástica como un juguete, y no desee otra cosa que morir. Pero no lamentando ni haciendo una  especie de morisqueta. No buscando un paraíso cargado de todas las carnes deseables como si pudiésemos recolectar los derechos de caza de la ciudad y la amplitud y bastedad de aquella impunidad. Todo a la multitud para escribir desde un monoambiente sin pena ni gloria algunas, sin otro miedo que aquel. Esa suerte de aburrimiento suena como a un gran globo de pus demasiado delicado para romper del cual podrían salir flores. Y de esas flores miles de ojos, ojos que desearían perversas imágenes que buscarían la esencia misma de la indiferencia ante el bien y el mal, ojos incestuosos entre ellos, cada vez más negros y deformados, ojos que son multitud y no tienen sentido en el concierto de las filosofías. Esas son las cosas que reemplazan al amor burgués que hoy causa, una especie de urticaria entre los mortales que se tratan de sacar todo lo que les han educado y que buscan venderse de maneras nuevas. Esa distancia entre tortura y premio no resuelto. Por aquello así que nadie es fiel a sí mismo y eso no es malo porque de alguna manera, hay tantas mascaras como ojos perversos, y la gente se esfuerza porque su historia quiera ser creída. Entonces nos entretenemos, pero intentamos estar de lo más drogados e idos en nosotros para que los otros no nos pregunten cosas que no quisiéramos darnos cuenta. Nuestra piedad se va por el caño constantemente si fuéramos desatados deberíamos ser criminales. No importa quien ate a quien, no importa quien mate a quien, no importa quien quede en cuestión y a quien el escupitajo le adorne la cara. Esto es lo que se escribe desde la historia de un monoambiente mezclada con otra a medio contar, siempre de madrugada.

Confusa, y en otro ritmo, tal vez lento, y sin vida como si tuviera una suerte. Una suerte de interiores de paredes, mucho más limpias, de cuadritos, de anecdotarios. De fardos, se observaciones de garabatos que no pueden ser leídos. De distancia de gente mira por debajo de las ropas que ya ha creado debajo de la piel nuevas ropas y así hasta el infinito. Colgando y sin división entre los huesos para jugar contra las tripas ajenas para que el otro suene intervenido por uno, una voz distorsionada. Estas son las cosas que suplen al modelo idealizado, el modelo distorsionado. No menos amable por cierto, porque lejos de estar a punto de tocar el cielo, este unido a la baba y el sudor se hace como cristal muy brillante y frágil. Es la cuestión de un diamante orgánico que habría que patinar para hacer desde los ojos a los pies, sin perder detalle.

Es así, sin seriedad, lleno de molestias burocráticas y perversas como quien fuese un taxidermista que negociaría entre un alma y un cadáver, entre una oficina y el mar abierto. Por eso libero a los grillos y a toda esta clase de santos oficios para que quien los lea se arañe la piel si no estoy. Eso sería lo que debería llenar el espacio de los acentos como digo, la piel que se abre para dejar que las cosas nuevas, las nuevas impresiones, surjan y termine siendo un mapa ajado. Por un momento se traslada con fuerza la idea. La idea de unos ojos con la ternura de un cuerpo que no responde a nada ni a unos ojos, ni a una voz ni a un nombre. Sólo responde a mis ideas sobre lo que son los cuerpos, extensiones placenteras, extensiones que allí posan en el espacio para que las manos quieran hacer de ellas una y otra vez, torciéndolas para su buen uso. Estas son las clases de cosas que me resultan divertidas pensar cuando pienso que comercio con un cuerpo y no con un alma, en el otro caso, prefiero la foto quieta, el espacio, la versión ajena la opinión. Creo que esta en el afecto no ser loco degenerado miserable que haga la cuenta de que no sabe. Siempre es lindo detenerse ante cosas de ese estilo como quien viendo dormir a alguien quiere que siga durmiendo en un acto de despreocupación. Nuestra vigilia es la que genera monstruos cuando hace de la belleza y el crimen la misma cosa. En parte esta mujer es criminal, porque inspira al crimen y lo digo de la manera que siempre tengo que decir las cosas. Atropelladamente como si me cayera de las hojas. En fin, estas cosas que se hacen únicas porque alguien se toma el trabajo de contarlas, y así podría unir todo a la persona, los libros a sus sabanas y ella podría morir aplastada por sus ideas o por el desgaste con el cual no se puede entregar al sueño. El desenlace fatal es que no nunca se puede creer en serio. Una risa es una risa en el cerebro una risa escrita es una infame muestra de imbecilidad quien escribe lagrimas cuando debería escribir llorar o gemido cuando debería escribir gemir. Todo lo que escribe a fuerza de su falta de seriedad es una expoliación a los otros, es la manera que tenemos de invadir su alma que busca entre otras cosas placer y significados. Que significativo que entonces puede ser el placer de lo anecdótico. Imaginen un río demasiado ribeteado u entonces imaginen es un altar donde se ha chorreado toda la tinta.

Que entonces la obra maestra, el cuerpo inerte, la vida flotando, y las palabras, ya hechas letras en la bóveda, el observador no tiene nada y tiene todo. Tiene la ausencia porque tiene el texto pero no tiene ni el olor ni el sabor, no tiene ni las cenizas ni la letrina, en el momento del arte, el arte no está. Arte es aquello que vive y que nos invade a escribir, esta mujer me invadió y me hizo escribir a su manera y no a la mía. Porque uno debe aceptar la pasividad de la inspiración. Así que me gusta pensar que todo esto es su culpa, su más sincera culpa. Yo no me hago responsable, ella ya firmo. Cuando los jueces son así, las rimas de mierda quedan bien. Ellos demandan ellos fuerzan, ella tiene los ojos la gravedad mis ojos quieren estar allí instigando a que el negro me diga que son las celular que perciben todo lo fotosensible pero es una distancia muy cercana a la cara, y el combate entre la resolana y la lluvia.

Todo el docentismo racional que tiene es una mezcla poderosa, una tinta alargada que pica mi nariz. Es en sí un olor fuerte e incomodo pero apasionante, termina siendo otra manera de buscar la belleza. Una belleza fija, una linda mujer.  

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