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Nuestro lento retraso desmenuzado.

Ana estaba ya dispuesta a hacer su propia guerra. No tenía muchas ideas de cómo iba a terminar pero eso es lo que caracteriza justamente la naturaleza de las guerras. Una vez que estamos metidos decidimos sobre la marcha. El estilo desgastado tiende a sufrir cuando se quiere hacer eso, hay que renovar. 
Este era el día donde empezaría a tender la tela, las moscas chicas, las personas como Ramiro tienen que ser atrapadas así; mientras vuelan, mientras deliran. Ella supone con razón que una parte de las acciones que el realiza son movidas por el orgullo. Nadie hace nada gratuitamente, (tal vez, tirarse un pedo sea gratuito pero podemos dudar de ello justamente por la naturaleza incómoda de contenerlo). Por las razones que muchas veces se dijeron, una parte de ella quería ya dejar esa oficina, a la cual ya la había agarrado una completa animadversión y seguir su vida por otros caminos, cortar amarras no iba ser fácil. Eso no era algo molesto, ella se peinó, no se miró esta vez nuevamente al espejo, salió al fin a cazar. 
Pasear de un lugar a otro, oliendo el futuro. Se puede pensar que algunas veces se peca un poco de surrealismo porque se asalta a la burguesía desde lugares bastante caprichosos, bueno eso es porque la burguesía nos domina haciendo uso de esos elementos caprichosos. El fetiche, lo bello en lo inútil, la caras de taradas. Pero en la libertad la gente va conociendo su destino. La “libertad” de consumir, la libertad de respetar las ideas de un grupo al cual no se pertenece. Por eso pensar lo a que a uno se le cante es un lujo en verdad, y lo es en cuanto a que nos muestra que el mundo tiene poco valor y nosotros por consiguiente tenemos menos. La censura, la idiotez y las fuerzas encontradas son las que definen al mundo humano. La cara de los porteros, mientras miran como eternos centinelas el culo de Ana, el cual va pasando cuadra a cuadra. Ciertamente Borges podría censurar esto, decir que esta forma de escribir es parte de una naturaleza baja y escandalosa, tal cual lo hizo con el tango. El mundo tiene mucha gente y por eso, la variedad, la disposición frente a la creación, la interpretación frente a la aparición.
El hombre que se sabe ofender es el que cree en su valor, sino ¿qué sentido tendría? Mientras la petulancia impide el mundo del crear, en una suerte de ponzoñosa comedia ocurre. Algunas veces recuerda Ana, gente que la despreciaba simplemente la desestimaba por esa “timidez” que antes habíamos narrado. No obstante no midieron la fuerza del resorte, la secretaria así se fue haciendo cada vez más ambiciosa. Creo que si hoy se topase con su prima la mataría con una sartén o con lo que pudiese encontrar. Si de esa manera no haría el cambio del pasado por lo menos quitaría la sed de sangre que posee. Esta es la manera en que ella desafía de una forma u otra su destino pero no ya como la tarea que no se hizo sino como la venganza de lo ocurrido. Este sentimiento por lo hecho, este obstáculo que se genera en la vida del pensamiento que hace grandes embrollos, bueno justamente es lo que la secretaria pretende cortar. Mucho filisteo de la cultura se pasea con el garrote oliendo aquellos procesos mentales en decadencia, y da con ellos tantos golpes que deja cráneos fracturados.
La violencia existe desde siempre, la simple manifestación de ella en la eliminación de sus sujetos es parte de la radicalización del pensamiento. Es decir ideas que proponen aún más que las imágenes más osadas, invitaciones a orgías que pueden más que las orgías mismas. Se podría decir que la promesa, la venta; la publicidad como agente que mata a la realidad. Esta es una voluntad de creer, es un camino en el que hombre pretende que escupiendo para arriba nunca le llegue su saliva. Ana estaba en esa vía, yendo hacia su oficina quería negar su estado de empleada sin dejar de serlo. Pretendía ser mucho más, es decir tener los medios, las herramientas para que su ego según soplara el viento, hiciese lo que quisiese.
Esta es la verdad del pensamiento operativo, la esencia de lo cotidiano, el escritor pasquines (es decir ¿el autor de esto?). El lenguaje ese motor infame de desgracia esta en todos, pero es el pensamiento, que trata de dominar a la materia. La idea ya pensada por alemanes y explotada por yanquis. En el fondo claro esta es un canto a la derecha. Pero porque esta novela tiene virus zurdos, dice que no es suficiente eso. Es el hambre antes que su representación, es el capricho antes que la su desmantelamiento psicológico lo que mantiene a las personas alertas. Por eso hay que polemizar con esa generalidad que se quiere morir en “la maquina de garchar” como si el cobarde ese tan temido “no consumidor” pero asistente. Ese pajero, ese Voyeur que termina por ser el cosmopolita universal ¿no fuese la pieza más valiosa? Lo es la cultura es un hedonismo mental y lo complicado, símbolo de lo sublime.
Ana es tanto más bella cuanto más mala, su maldad es su patética existencia como la de todos. Cosa que nuestras moscas más populacheras, nuestros basureros recuperadores odiarían. Dirían eso: “ya fue escrito”, a lo que dicen los buitres: “Si ya fue escrito pero sigue cierto tendrá que volver a ser escrito e incluso reescrito”. Es decir un burgués casi esta mejor entre personas burguesas, y si son lindas mejor. La propia clase quiere esos canes ladradores, pese a no ser de los optimates. Pretendo decir que esta es la burguesía que se resiste a pensar en la secretaria ambiciosa que le enferma que de alguna manera le recuerda que ellos viven educando “dueños frustrados”. Ana con todas sus facultades sólo aspira a eso a ser dueña y para eso tiene que ir contra alguien, su enemigo por medio de la fortuna termina siendo Pablo. Es tipo que parecía interesante, no puede ser le mismo que ahora siga en su “interés”. La envidia es el método dialéctico por el cual el ego se va sacando las escamas. La envidia existe en medio de la timidez, o en la negación del fracaso. Es decir, la impotencia se hace envidia se purifica. La envidia de Ana ahora le da armas para cargar, la revancha siempre es la reacción. Es la manera en que Ana va sanando de los abusos que ella misma se había cometido. Auto vejarse es una idea absurda aún hoy pero es lo que ocurre.  Si este es el mundo gris porque se planta como el tercero, el mundo donde los fachos aún se ven en caballo. Esa idea absurda de conquistar. El orgullo peronista es la sanación de todo este embrollo por eso algunos dicen que arruino al país, a los ojos oligárquicos esto tiene sentido. La figura que se hace ausente del perdedor cuando este se convierte en el demandante.
Ana es otra mujer que quiso pegarse a algo para ser cuando vio que esto era basura, pensó  que si vida estaba devaluada y ahora como todo buen burgués va en busca de aires nuevos. Este superhombre, este sentido va gastado del buen Nietzsche. No es por su culpa, no sabía que el consumidor era el súper burgués, su tipo de bestia que término siendo algo así como el oficial de SS perdió contra soldados del Missippi. Esta idea es una cosa que Ana desconoce completamente ella se dedico a vivir su vida, no dedico a ver que estaba pasando con todo eso del escenario. El autor, ese que juega a ser un dios báquico pero termina siendo una rata desconcertada es él que puede hacerse las preguntas. 
Ana entonces entró detentando histéricamente. Heredamos de nuestro enfermizo enciclopedismo esa idea. La idea de que podemos hacer de nuestras ideas concepciones generales. Nuestro sentido de la generalidad, Ana ahora veía sus cosas como más importantes. Esa suerte de mirada al ombligo también era una evasión. Así se mantenía trabajando en la computadora, mientras ansiaba que el salame de Ramiro dejara de ser lo que ella pensaba que era. Si de esta manera podría conseguirlo lo conseguiría pretendería hacerse primero su amiga para poder asaltar su mente sórdida. Alguna gente fanática no resiste la débil persistencia de la gota, un trabajo mínimo pero consecuente obra maravillas en estas personas.
De esa manera, Ana se iba a acercando a Ramiro de manera tal que fuera un nudo, mediante la torpeza de Ramiro en cuanto al manejo social iba ajustando una y otra vez sus lazos con la secretaria de manera que involuntariamente (cosa que pasaba de forma frecuente en su vida) se veía implicado en tener que responder. Ramiro es una clase de persona que nace en este siglo, una persona en la cual la negación de la representación se hace presente. La hipocondría que viene de aquello es lo que vive con desesperación. Es claramente el prototipo del proletario deseado, el proletario mental. Esa manera de ir cercenando la vida humana según los fines. La tecnología es el arma por excelencia. La ideología de la tecnología. Pero no nos pongamos tremebundos. La manera en que esta forma se repite da con el cuadro de pajero compulsivo de Ramiro. Es decir, si lo tomamos como lo que es, tenemos por fin la idea de una era de las imágenes. El consumidor de realidades pornográficas que existe también como un ser disponible en algunos casos para el delirio y en otros no. Estos platonismos sexuales de la idealización de la fisiología, parten de una constitución que se vuelve sobre sí misma. 
Ramiro no leyó a tiempo las advertencia, nadie lo sabía el futuro viene servido. No podes increpar, porque el futuro se esta haciendo y no a todos le toca la misma parte. Esa maquina en malfuncionamiento permanente, bueno eso es Ramiro, su gen es el gen de la decadencia de una manera de producir. ¿Por qué se le suelta la mano ahora al pequeño burgués? Simple, se lo quiere destruir.
Sí ellos los grandes, los verdaderos dueños se molestan porque saben que esto de la nada corroe. Nadie tolera del todo el Castillo. Por eso existen los Ramiros, como existen toda suerte de decapitaciones. Ramiro es el nuevo medio esclavos. El escritor muchas veces cuando escapa de las grandes ventas no tiene la voz de los héroes sino más bien la de los libertos. Esos esclavos petulantes, sí esos esclavos que una vez leídos, ya no quieren odiar al amo sino que quieren ser amos, quieren que la propiedad de aquello se fraccione antes eran las tierras, hoy son los medios.
Nuestra Eva se llama Ana, ella quiere que de alguna manera Ramiro conozca algo del pecado original quiere que se haga parte de ese mundo del cual se autoexcluye una y otra vez. ¿Dónde esta la serpiente? Hoy en día, en el mismo Ramiro sólo que la engaña con cosas que no se materializan. Suele molestar que la cultura no libresca meta sus pezuñas en el mundo de los cultos, aunque ya les dije es la razón de los libertos. La razón de los antiguos, la razón de los que no entienden como se puede haber llegado a tal desarrollo o tal otro. Ramiro sin embargo esta atado en parte a Número uno. Eso como siempre a los valores patas para arriba, aún se tiene la actitud y se la conserva que uno es el verdadero adelantado en las cuestiones de juicios de valor, cuando se da a la inversa asumimos que el mundo esta podrido. Nuestro moralismo de la patria perdida, es parte de aquello que apenas podemos reconocer, nuestra incapacidad de empeñar la palabra. La cabeza de Ramiro es un ejemplo bastante formidable de eso, si ponemos como seña no la moralización pero si su vida ¿qué obtenemos? Pareciera quedar en el fondo del tarro una suerte de datos, entre ellos, la dependencia de la convención.
Ahora bien pensamos que no existe tal cosa fuera de nosotros, bueno la verdad es que  sí. El juego de espejos es sofisticado, casi conlleva un peso extraordinario en nuestra vida. El mandato a la satisfacción tiene que ser constreñido y en medio del dolor estomacal, reanimado el sujeto, aún en vida se hace predecible. Ramiro es predecible aunque no pueda ser confiable de esa manera no se confía en él, sino que se lo insta de antemano a repetirse. Esta clase de cinismos son los que en parte se dan día adía, Ramiro se lava los dientes por mecánica, compra papas fritas por mecánica y casi piensa lo que piensa de sí mismo por mecánica. Esto es la nata del pensamiento consumista diario, este es el evangelio nuevo. La suerte de cosa que le hace pensar a gente como Pablo que las cosas son inútiles. La irresistible pasión de número dos a las emociones fuertes.
Una novela hoy, alejándonos del diccionario y tomando el astrolabio tiende a plantear cosas, hace y tira abajo cosas. Nos mete en vidas en formas de vida. Es decir hoy hasta el infierno merece un decorador de interiores, es decir, su estética mística, es Kitsch. ¿Ustedes creen estar lejos? Bienaventurados, porque aquellos que encuentren que sus vidas no terminan el mismo autopista que los demás podrán perecer en paz. Ahora no se por cuanto tiempo, el siglo demanda un amor por el tumulto. Es que el mundo se encamina a esa clase de socialización. Si se s puede, todo tiene su metáfora, el corazón oprimido de mucho laburante, su sensación fatal que desatada en medio de la publicidad como quien abraza una cruz, es la clase de poesía que inunda todas esas ranuras.
Ramiro es el hombre del siguiente, si es que este siglo tiene éxito. Esa educación que manda mensajes intermitentes es la que tiene por fin, gente de este tipo. No sería raro que entonces, la prensa y sus amigos, ataquen a las causas extrañas. El fanatismo como resistencia es una realidad. La resistencia desesperada, la cual esta entre la burguesía y en los lugares más insólitos, recreando una y otra vez una serie derrames. Ramiro estaba siendo poseído por toda suerte de imágenes. Demasiados santos llevan al hastío.
En ese momento entra Carlos, su expresión de general cansado. Su falta de condescendencia con lo demás, esta vez no necesitaba combatir con Ramiro. Todo lo hecho ya estaba planificado, su vida como una suerte de falta había desaparecido. Por primera vez estaba conciente de lo que había negado el azar en su vida. Esa pretensión quedo entonces ya declarada. El odio entre los pares se toma un descanso, después de todo; los enemigos muchas veces son enemigos en cuanto que tienen vidas similares y parece que se estorban mutuamente.
Esta manera de manejar los asuntos esta signada por todo lo que ocurre. Carlos se dio cuenta que pudo ser el tipo que justamente engaño a su enemigo, se metió con la mujer que le había encargado perseguir. Por ello, darse cuenta fue un hecho feliz, casi risueño, era la mejor de todas las cosas absurdas que había hecho porque no tuvo la mínima intención de hacerla. Se pasaba el tiempo pensando en otras cosas, como el dinero, la fuerza del dinero en la vida humana. Las murallas y las mareas del dinero, esas explicaciones que parecen darnos. El callejón sin salida en el cual un tipo en que ha trabajado demasiado no quiere luchar. El trabajo hace la mente del hombre, lo condiciona día a día, casi al final, las cadenas por más podridas que están poco peso tienen. Muchas veces parece que siguen necesitando al amo, la desprotección de haber entregado todo a la causa ajena los deja muy vacíos. Por eso Carlos esta cansado, piensa que el mundo tiene que tener algo de honor. Claro esta idea le viene después de sus días desesperados donde quiso largar todo. Contradictorio ¿no? 
Siempre la felicidad se mece del deseo, muchas veces la prohibición no merma esas ansias de felicidad ni de rebelión. Mucha irresponsabilidad entonces corre por las venas. Carlos Negrín de alguna manera intenta que en su exista esa tormenta permanente que lo despegue de lo completamente predecible. Es un pecador, es un pecador que sólo se puede redimir si sigue pecando. La historia del individuo muchas veces va en contra del beneficio general, la mente de este trabaja sólo para sí. Ojos cerrados para con el resto, Carlos, pretende seguir con su mentira, quiere disfrutarla. Es más le dijo a Ramiro que un tal Matías era el hombre que andaba con número uno. Ramiro estaba demasiado rabioso pero coherentemente con su carácter demasiado impotente. Ana oyó esto y le puso bastante feliz, iba a ser bastante fácil. No obstante hay que tener en cuenta que lo que estamos viendo acá son las tendencias de Ramiro el cual de alguna manera u otra se puso en el peor lugar para él, el lugar de juez.
No hay que ser despreciativos sin embargo, toda buena influencia de la adrenalina puede ser medianamente positiva para las personas. El juego siempre se torna engañoso, Ramiro ahora parte de un premio para la secretaria y un asunto de preocupación para número uno, en cambio en Carlos, si en el hombre este estaba la idea que lo que menos importaba era Ramiro por lo que él iba seguir haciendo lo que quisiese. Pablo en la periferia se iba desligando de su papel fundamental en la vida de Ramiro, ser el puente de este con el mundo. Esas preocupaciones ahora habían sido dejadas de lado, Número dos y su aliento constante lo habían metido en un viaje totalmente distinto. La experiencia era otra. Mientras el jefe no aparecía y eso era la mejor parte.
Gran parte del desprecio que tenía número uno sobre Ramiro era el arma más eficaz para retenerlo, ella lo sabía, la voluntad de hacerse notar en cuanto lo ignoraban era fuerte, la indiferencia hasta el cordial odio podrían mantenerlo atado a la mujer. No obstante la secretaria pensaba asaltarlo por lo medios más primitivos. Si eso era regalarse mediante estratagemas que la emparentasen con una puta que así fuera. Después de todo no era eso lo que habían buscado ambos cuando pretendieron dibujarla y no esperaron otra cosa que se dejará hacer lo que fuera. Bueno en eso consistía todo, en ese juego, juego que ocurre porque la gente tiene tiempo y medios, juego porque la gente se ha quedado sin grandes cosas por hacer. Un manera de auto consentirse. La crítica social podría condenar todas estas acciones pero la poética en la anécdota puede ser lo suficientemente poderosa para no tener eso a resguardo.
Sí, la vida de esta gente era una especie de telenovela con tintes algo alejados de ella. No habría salidas grandes, no habría mucama con millonario, no habría una trama de suspenso que tuviese por fin mantener a cada uno, incluido al lector lleno de expectativa. Estas vidas son las que pasan, aquellas que no se envidian tan fácilmente. Esto es en parte porque escapa un poco a la imaginación, no hay nada brillante al otro lado del túnel. La conciencia de aquellos fenómenos hay que tenerla en cuenta. Sí Carlos Negrín es la antitesis de Pablo sólo fue porque en la mayor parte de su vida se tomó la vida en serio. Por eso, cuando al final tuvo la sensación de que el fracaso era demasiado terrible optó por la vida de los contemporáneos donde en valor se tiene por flotante. Sí era no era la mejor manera de terminar poco podría importar la clase de fatalismos fundamentales se miden así. Si uno se pone en la piel del otro puede hallar o va a hallar con otra clase de fatalismo, y si la imagen fatal del otro es brillante eso podría hacernos casi llorar. La valoración de lo fugaz puede ser parte de ese estilo que ya hemos fundado del hombre anti humano. Suena paradójico pero sirve en cuanto a que la vida es absurda. ¿Qué cáncer podría no unirse al cigarrillo? ¿Qué desperdicio sería vivir en un mundo sin veneno? 
Valor hepático. La sentencia del conjunto sigue a la tendencia del poder, “Si tuviera un poco de cinismo”- piensa Carlos- “lo agregaría en mi café”. Carlos debería irse un poco por el tiempo un poco por su propia vida para descubrir cuando creyó que era Atlas y luego con un astrolabio medir el momento donde creyó entender que nadie valoraría eso. Con esos dos puntos podría verse de nuevo. No hay crimen sin memoria. De alguna manera el personaje se va digiriendo una y otra vez, conforme a que pasa el tiempo. El olvido no hace de él sino otro, siempre inocente para poder hacer eso que desea. Viva la falta de conciencia es una persona que esta entre las personas, es Cupido es la química del cerebro que se estruja para pasar en la cabeza de una aguja. Carlos Negrín tiene la marca que siempre supuso esa que un analista no le pudo sacar, porque le dijeron que hacía todo lo que hacía para tratar de ocultar las cosas. 
¿Dónde terminan sus dominios? Ya nadie lo sabe. Unas veces, todo tiene un sentido de desecho, el pastiche y su aceleración. No ser especial es partir de este mundo. Sí por ello se ve un pecado, mejor lamer un cuchillo. Carlos Negrín estaba ante su nueva campaña esa que había esperado, esperaba morir en medio de un quilombo que tendría que ser asumido por otro. Ser parte de un gran problema sería su ilusión, esta sinceridad para consigo era bastante molesta si uno la mira a secas. ¿Dónde esta el talento? El arte de la higuera estéril es seguir frustrando a la gente año tras años, prometiéndole la hoguera. No poder cumplir, tener que cruzarlo todo para quedarse con poco esas son realidades completamente auténticas. 
El ser humano es bastante contradictorio y no conoce en la piedad una suerte de nudo, el poder determina la huella. El poder que pone de rodillas a los que deberían levantarse. Carlos es el ser más negro de esa oficina entiende que su vida era una suerte de dramas simplemente porque no había sido y mejor hijo de puta, no podría decir sino que su ego hubiese salido herido tantas veces. Siempre entonces ronda la noción de moral derrotada en cada una de las cosas que ve, una de ellas la credulidad de Ramiro. El podría ser de los tipos que hacía todo por interés, si se le sacaba el peso de esa mochilla del deber, no quedaría casi desnudo. Es obvio que esta la razón inversa del convento, es la razón inversa, es la pervertiría a las monjas. Nuestra imagen del convento ardiente, nuestra suma idea de ataque al edificio del deber. Nuestra cruz en el piso. Nuestro no sacrificio. 
Carlos no era particularmente religioso, pero intuía esas imágenes tal vez de una débil educación confesional. La idea de mirar hacia arriba y ver a un tipo que sufre y no hizo sufrir debe ser suficiente. La razón del poder, la razón del propio obispo que tiene por prendas cuando llega cardenal, el mismo color de lo que trata de evitar que inunde las calles. Este hombre, le rompería la cara a su mujer hasta que viese sólo los dientes, para los otros sería la imagen morbosa, para la ley sería un error, en el filósofo se vería como un exceso. En el caso de Carlos se vería como un placer. Ahí esta la carga negra de la vida, la potencia del crimen. Sí la idea que anida en un oficinista, un tipo que ha de cruzar la ciudad con deseos de matar, con deseos de venganza porque lo que más le pesa es el orgullo. ¿Imaginan a esa persona libre de tensión? Imposible.
La imagen de la muerte que desea dar. La imagen de otra vida que pudiese tener, si se embarra en su nueva vida ¿Qué importa la vida anterior? Esa era la idea, hoy no superamos cosas, las dejamos, parece que el tiempo las deshace o pudre, en una forma casi misteriosa. Esa es la irresponsabilidad universal de la que se puede disfrutar sólo si carece de un norte. Ver las olas porque esto en el caso de Carlos es un delirio completo, ver las olas que va trepando una y otra vez. Él quiere perder la vista de todas las costas porque sabe que la muerte entre los conocidos no sería más que eso. Una suerte de compilación, una manera de sentir lo aberrante, lo fracasado de su vida. Recuerda el la verdad fatal, la tiene presente de la manera en que hoy la puede sentir. Todo fatal, incendiar su casa de playa eso sería ideal porque pese a que la perdió en medio del juicio del divorcio aún es su casa, libre está él a su juicio de hacerla humo. Casi no puede contenerse al pensar que se vería iluminado por llama portando una sonrisa tan amplia como la misma costa. La imagen de su mujer viendo arruinada una de esas cosas que tanto deseaban, ese sadismo mediatizado era delicioso.
El sujeto perdía parte del contacto concreto, el único que le podría hacer contraste es Pablo para quien la mentira es una suerte de luz, una alma pasajera, por medio de la cual se va despegando una y otra vez de sus deberes. Pero ¿vivir mintiendo? Efectivamente vivir metiendo en la premisa de que los otros lo hacen a su manera, cuando le creen se miente a sí mismos. Mitomanía megalómana y con cierto grado de insensatez, la idea de que se hizo artista poniendo a la llama sin el soporte. La presencia de él es el engaño ideal de la vida humana, la eterna representación. Inconcientemente, Pablo tolera el vacío con la ficción es decir, es una imagen para los demás, es un verdadero personaje, un verdadero consumidor de sí mismo. Tal cual sus propias uñas no le permitiesen desenvolverse de su cobertura.
De esta manera la vida puede pasar, día tras día con la sensación de que no se ha completado nada. No existe miedo como tal en esos planteos mientras que las gentes que critican como siempre van perdiendo espacio por imitación, muchos dedos levantados contra Pablo sólo ofician de jueces por aburrimiento, envidia o falta de inspiración. Los tres; Pablo, Carlos y Ramiro representan estados en el mundo, Pablo la actividad de quien no puede terminar de creer, la actividad de quien han creído demasiado y el último la actividad que cree lo que le dicen una y otra vez. Todos rodeados de intereses que apenas pretenden ver. Pero que al final existen.
Cada uno de los personajes pelea por su criterio, pelea por su manera de hacer la vida. Porque esto tiene un sentido mediano, hay varias fatalidades en el camino. El otro el que nos justifica es nuestra más terrible dependencia porque nuestro ego quiere utilizarlo y para eso necesita predecirlo. Vivir en un mundo de juegos, lleno de insensibilidad para con el otro a menos que este nos reporte un placer, al que se odia se le quita el titulo de humano y entonces, a morir, como cucaracha si es necesario. En esta lógica se ha vivido y las imágenes de la mañana sobre todo pueden ser la más reveladora, condenados por la luz, cada personaje busca refugiarse en la suerte donde no se puede ver. En la oficina las cosas siguen sobre sus propios ejes Carlos prepara un balance, espera que sea el último balance de su vida. Muchas veces mientras se mantiene en su tarea mira el calendario en vez del reloj con la esperanza de desvanecer el tiempo y las fatigas que parece que se prometen una y otra vez. Estaba en el delirio pensaba que ese iba a ser el último año de su vida. Por eso tenia una idea de que estaba aliviándose cada día. Si eso es cierto estaba metido en un planteo bastante difícil de reconocer consagraba a cada minuto la labor de ser más liviano que el anterior le era sencilla y de esa manera la cadena era la que se iba a aflojando a medida que cada cosa bien o mal hecha estaba perdiendo sus consecuencias.
Si este era el sentimiento por algo Carlos estaba de alguna manera entregado a la fatalidad como quien toma un calmante en forma sumamente despreocupada. Sí esta era la verdad que sostenía al asunto. No era una simple sucesión de asuntos, esa voluntad de desprenderse era la virtud autentica. Su intuición le decía que muchas cosas entre ellas deudas quedarían sin pagar, su oda a la irresponsabilidad sería su obra maestra. Como si se tratarse de una ecuación moral, una que tuviera por fin poner patas para arriba la existencia de un hombre frustrado por esos bienes que había abrazado por engaños y miedos. Es decir la historia de una persona que ya se había entregado a una suerte de fatalidad que lo excedía. Su destino si es que lo podemos entender así estaba marcado a fuego por esta sensación, se escapa al fin. Se escapaba su ego había tenido esa gran derrota de ver un sueño derrotado, como un telón que se arruina no pudiendo poner entre el otro y él un descanso necesario entre escena y escena. Su cara era el testimonio necesario. Tomaba el camino inverso al de Ana, la cual pensaba trepar y trepar ahora sin miedo para lograr su cima. Carlos parecía ver en el espejo al último hombre, a la piltrafa la cual no puede siquiera oficiar en el desinterés de objetivo. Nuevamente son las cargas las que muestran a la infelicidad como un síntoma y no como una realidad. 
La oficina es la tumba imaginaria del niño que no puede hacer nada más, sus juegos, sus ideales que vienen a remplazar la fantasía como construcción egoísta hacen que cada idea trepe muy lejos. Las ideas lejanas, esa dificultad que tiene el sujeto para respirar. Carlos ya la había entendido, la gente que perdió primero el capricho y luego el ideal, hasta que al final iba por el beneficio, aunque al fin una vez dañados daban todo por dejar de lado cada una de aquellas cosas. Las caras que portaban o desinterés general o frivolidad eran las que reemplazaban a la atención o la piedad. Esto era una imagen que iba impresionando a  Carlos cuando observaba que esto se iba dando en personas cada vez más jóvenes. Las cuales cerraban sus ojos ante otras posibilidades, el mundo de los concreto de lo que cabe en un bolsillo estaba a su servicio. Aunque claro, Carlos no era un poeta, no podría decir lo imposible de esas caras, no podría ver lo que se encontraba más allá del hastío.
Mientras Carlos pensaba inútilmente en la generalidad terminaba pesando que esta era la sensación de la psicología de la especie, la cual llegado un momento incluso cuando tiene conciencia va perdiendo su capacidad creativa para la supervivencia. La decadencia vital en ese caso sería muy importante. De repente el universo invirtiendo su pulgar daba a la razón un patada maestra llevándola a un mundo de sombras, allí las ratas eran protagonistas con los hombres de la vida de la ciudad. La lejana idea de paraíso se convertía en la vitrina la cual poseía más elementos mortuorios cuales los maniquíes. Estos eran los nuevos santos, con todos sus atavíos. Pero la gente sabía que estos santos tenían corta vida, al mes o cuatro meses perdían sus deberes y poderes.
De alguna manera el consumidor puede mascar el aire, porque ya se basa en su nada. La nada que el conocía en parte cuando estaba casado y pensaba que por malo que fuera no podría cambiar. Ese no poder cambiar, ese necesitar de servicio y asistencia era la crónica del consumidor. El consumidor que de alguna manera se tiene por aterrado cuando siente que la necesidad primaria podría invadirlo de repente frente a un mundo de sueños no menos aterrador pero en parte nihilista. Nihilista porque el consumidor no es filosofo lo que si es en todo caso, es un personaje que no puede soportar historias. Su carencia de moralidad como él mismo sabe no es por una temeridad extraordinaria, los filósofos estaban lejos de intuir la realidad que se venía. Lo que en todo caso pasaba era que el oportunismo no podría ser explotado de la mejor manera si debía estar apelando a un valor universal. Dios murió entre los burgueses por ser un mal inversionista. 
De esta manera Carlos portaba con dichos y cosas que repugnaban a algunos, los cuales pensaban que sí esto era cierto, era más bien en relación perdida en sí misma de la vida Carlos. La catarata de la queja que tanto les molestaba quizá les hacía recordar al cristianismo y con razón. La doctrina de la piedad pese a ser amiga de la burguesía en muchos casos porque pone un paño de debilidad a todo lo que encuentra mucha veces es obstáculo para el libre capricho es decir para el simple y llano hecho de aplastar cabezas. Si esto se pone en evidencia, mucho sujeto anda dando vueltas como se viene diciendo en un drama personal pero no piensa poner el ojo en la miseria más concreta como quien revolviese la basura fuese un holograma y quien estuviese en agonía fuese una excusa. La verdad era esa, el consumo, la idea cotidiana de que el tiempo se escapa cuando se tiene que buscar la satisfacción a cualquier costo. 
Ramiro por su parte pensaba y pensaba en lo extraño de su destino. Siempre le tocaba esperar, siempre estaba bajo el poder de los otros, aquellos que decidían cosas donde el no tenía peso. Eso ponía a contra luz su inseguridad espeluznante. Una inseguridad que sólo le daba libertad en la soledad. Su desprecio por el mundo era una verdadera desilusión, su intento siempre en vano de construir o narrar aquella historia que fuera inconquistable. Era todo un fracaso para la propia mente, era la manera en que por lo menos se veía perder en todos los relatos. Una y otra vez, era el personaje secundario, su vida era parte de su propia incriminación en la vida. Es decir que Ramiro iba progresando en la sincera convicción de que el final la vida de él sería una verdadera oda a la irrelevancia, su cadáver sería esa suerte de broma de gran broma para quienes lo habían conocido. La manera en que sufrió como herramienta todo los usos posibles, una y otra vez, siendo presa de ilusiones simples. Ahora que se sentía engañado por el sueño que de alguna manera le había regalado Pablo. Habían vencido su comodidad siempre presente para engañarlo con toda la potencia. Esa era la manera en que el final se daba a tiempo como un sujeto desgraciado, su consideración no era moral era en todo caso muestra patente de su debilidad. Su testamento, el cual escribía día a día, para Ramiro a diferencia de Carlos, cada minuto es más pesado. La pesadez de aquella carga hacía que cualquier trabajo pareciese bueno, la idea de no estar sólo con sus ideas jamás era simplemente atractiva. Por medio de aquella estratagema, su mente no podría seguir con el terrible ejercicio de la conciencia vital. ¡Difícil! Nada peor que un concienzudo sin un crimen relevante. 
De alguna manera los enemigos compartían la idea de que tenían batallas perdidas, sus guerras en búsqueda de la relevancia personal eran fiascos, cotillón del más horrible. Moneda falsa. Esta manera en que la burguesía educa a los dueños frustrados lleva a la histeria, aunque la idea de no ser dueño de nada, incluso no ser dueño de la propia vida, puede cargar a las personas de una desesperación suicida. No sabemos porque todos estos empleados aman la muerte y la tienen como una consecuencia necesaria y atractiva de sus vidas. Dejar a un sucesor no compensa, ni obra grande tampoco ilumina el porvenir. La vida personal real de cualquier persona es lo que menos puede valer en una ficción. Si esto no se asume de aquella manera no se puede ver la belleza de una tragedia cualquiera, no se puede intuir lo morboso de una comedia que no tenga piedad con nada. Aunque claro como toda actividad mental siempre es tolerable sobre los otros, el autor de tamañas artimañas se trepa al más alto de los árboles cuando lo van a juzgar a él. En cierto punto cree en lo que ha dicho. 
Si de esta manera en lo lento en lo extrañamente lento de no narrar nada se puede hablar de la mente. Es la suerte de sinfonía de las ideas de los que hacen. Los personajes que piensan en lo que hicieron y lo que van a hacer. El hecho de la oficina en ese día no pasa a mayores. Ana sin embargo va a asaltar nuevamente la ideas de Ramiro le va a vender otra consigna, la única manera en esos casos para superar una desilusión es crear una más grande. Si esto es posible, el texto se acerca a la música apelando al adjetivo, ver el azul es más perfecto que lo azulado. Esa suerte de idea que nos aleja de lo harto conocido de un texto como una suerte de foto, o de película y que lo lleva a un grado de música. Una música que molesta con sus dichos, palabras que son dañinas por la manera en que parecen ensamblarse. Frases hechas a la medida del engaño, frases que no tienen en su mayor parte otra cosa que mostrar lo patético del sentimiento de quien las oye. Es como si Ramiro estuviese en una silla viendo a la gente correr, ve lo que no puede entonces, Ana, le habla de lo genial de los pies, de los animales que parecen hechos para huir, de la virtud de aquellos que no piensan y se mueven. Todo eso va hundiendo cada vez más el edificio sentimental de Ramiro es como si estuviera atragantando con una piedra.
Apuntar a la autoestima de Ramiro era la calve para hacerse con el poder sobre su vida. La idea de la miseria personal como medio de control, en un mundo que dice que no prohíbe aunque restrinja. Bueno ahí es donde el ícono ya no debe hacerse temer justamente ahora su rol es el de humillar. En ese mundo donde los grandes humanos, son tanto más grandes cuando a más humanidad parecen contener, el miserable mosquito que se cobija en la convención sufre en forma terrible. El que no sufre es el consumidor durmiente ese que son su ego aún hace campaña de su superioridad portando la marca como si fuera signo de santidad. En esos casos y en ese mundo Ramiro es la piltrafa actual del pecador, el cual tiene ahora un nombre mucho más dañino el fracasado. Ese ser que tiene que ser el fracaso con patas, la propia esencia de la cosa incompleta, la idea de lo impotente. Lo que aterra, lo que no va existir, lo que va a carecer de continuación. Ramiro supo de esa historia de rechazo y de lo alienante que puede ser juntarse con gente que lleva esto del fracaso bastante metido en la piel. Cuando suda este fracaso, lleva esa acción decepcionante a su alrededor. Si de esta manera podemos oler los clavos, no hay quien se quiera juntar con un paria. Un paria distinto del pobre claro esta, pero el pobre desde hace un tiempo para la mala conciencia del consumidor es un mal necesario y que en tanto a que un consumidor con carencias no esta mal. El problema son los conflictuados con el deseo: los depresivos, los melancólicos y los enfermos de todas las clases. Ellos son la turba molesta en el consumo, lo que parece llevar la marca de la bestia. Pero en ellos reside el arte.
Se podría decir que entre los nihilistas, los verdaderos creadores de tumores de sentido son los locos y enfermizos seres que no dejan pasar por alto las cosas. La búsqueda maniaca por el detalle, lo que puebla la idea, lo que puebla la necesidad. Ellos embestidos, tienen, fuerza e inteligencia. Son los que hacen lo imposible, resistencia,  acción inútil. Ramiro tiene esa fuerza, un fracaso como él es capaz de hacer representación lejos de la representación. Su derrota es la que permite hacer un objeto distinto, sus sueños, los raros sueños de un perturbado son lo que sorprenden día a día, la mente del tipo que se ha metido un buen fajo de billetes pero que no puede pedir nada más, no se lo ocurre.
La cultura, en este caso el arte es para mucho exegeta una desilusión, el lugar del arte entonces hoy consiste en ser un contorno del alma. Es decir una simple mentira que ayuda a diferenciar el carácter de unos sobre los otros. En estos casos, es obvio que la resistencia al mundo del éxito convencional tiene que ser importante. Sino todo intento de diferencia se convierte en la pose de quien resalta pero en pleno snobismo que la propia clase de exitosos rechaza. El artista oficia religiosamente, el temor de Ramiro es el temor propio del hombre pleno de religión, un sujeto perdido en las posibilidades que no se cumplen. Es decir, un tipo que como cualquiera tiene un ideal inútil. La religión convencional hoy en día esta más que nada para ser el nido de la derecha, donde el asesino se puede confesar de una vez por todas. El clero con sus cruces continúan pensando en el combate y la virtud de la espada es la que suelen tener por sus cabezas.
El arte, es el pecado con belleza, hoy día en la urbanidad, como entendió Ana, la imagen pornográfica en su tono sublime mientras se disuelve. La violencia propia de quien no quiere vender algo lindo sino algo propio. Ramiro es justamente alguien que no puede escapar fatalmente de sí. Esta es una de las propiedades que se le valora. Neuróticamente individualista, construye su espacio con suma claridad. Sí esta es la manera en que se hace más personal. Porque de alguna manera el fatalismo de perderse en sí mismo su puente roto hacia los otros es lo único que lo libra de las valoraciones generales. Es una parte que no participa por el juicio por el todo. Ese es el fracaso en la virtud del sentido por la tierra es la exclusión. En esos casos las razones son poco instrumentales. Es lo mismo que Pablo intenta pero que no logra a causa de su amor excesivo por la realidad tal cual se la han dado.
Lento, tan lento que es enfermizo. El proceso de la mente de Ramiro es lo que Ana quiere destruir de una vez por todas para que pueda ponerse a producir la obra de su neurosis. Su violencia expresiva, surgirá de esa ejecución premeditada. Ana quiere ese talento que no puede tener aún quiere aprender como se obtiene. La quimera es la suerte del fracaso, porque en el este tiempo es el fracaso la quimera, el sentido del fracaso, a ese que hay que darle un buen entierro. Es decir que el fracaso no es la simple desaparición, es la oposición. Ramiro cada día más chupado por su propia mala suerte, tiene el gesto más duro que antes, se esta consumiendo porque deja de dormir. Ahí las ideas son la que lo bombardean. Es un cornudo, pero no podría impedir no serlo. Entonces es un cornudo crónico y lo crónico de su defecto lo enferma. La imposibilidad de hacerse valer de la mejor manera produce su autentica miseria. Ana debe hacer de una persona que no tiene ningún valor en sí mismo en un egoísta paranoico frenético del trabajo. Esa es su meta y no va a parar hasta conseguirla.

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