Carta de San Martin del Soho (Búsquese el barrio que corresponde) a los habitantes (Iglesia) de Parque Chacabuco.
Queridos cofrades:
Una sombra de tribulación recorre, nuestras editoriales, letras tiritantes, personas lánguidas y lustrosas tapas, han tratado de tapar la grasa de la capital. Hemos dado un giro hacia un academicismo del que hemos de arrepentirnos, debemos romper, para ruina de los aburguesados sabios. Debemos romper, con lo mejor que saben hacer los profetas de la literatura, escribir, cosas que puedan ser sandeces pero que deberán ser escritas para hacer ascender las cosas más irrisorias, para que los diarios no se tengan que vestir de sátira al no tener escritores a la altura.
Ya nuestro Salvador y ¿Redentor?, Roberto Arlt, dijo en una de sus bulas más honrosas, los Lanzallamas, en el prologo, lo siguiente: “El estilo requiere tiempo, y si yo escuchara los consejos de mis camaradas, me ocurriría lo que le sucede a algunos de ellos: Escribiría un libro cada diez años, para después tomarme unas vacaciones de diez años por tardar diez años en escribir cien razonables páginas discretas.” Con esto hemos puesto a los campanarios en alerta, las palomas cagarían en bombarderos sin pudieran pero no lo harán. La indolencia de los difusores de textos, los órganos mediáticos y gelatinosos no saldrán a nuestro encuentro por lo que hemos de poner nosotros el corazón al viento. Ya lo dicen las escrituras de Roberto Arlt, nuestro Patrono, nuestro santo padre. Y si alguien duda de esta fe es obvio que también dudará de estos textos, porque mientras algunos toman la pose en una derecha perfectible y alienada, algunos más son de izquierdas efímeras y paradójica. Pero esta suerte de biblia necesita frutos tangibles en hojas, en hojas que deberán leer los seres que difícilmente nos lean por lo que hemos leído sino por lo que hemos escrito. Más esto es difícil y la cruz inexistente pesa más que la de la madera. Mientras nuestras fuerzas se curvan cual si las pajas fueran mal hechas, es el momento de que las imprentas se vuelvan díscolas, hay que ir en la búsqueda del reino. Porque este reino se nos ha venido en una revelación y esta revelación es tanto más excéntrica cuando más se la busca detallar.
Por eso hermanos, congregados, ya habrá tiempo para sacarnos los ojos en nosotros cosa que los escritores puede que amen hacer, puede que exista ese lugar. No obstante eso ocurrirá si vamos a buscar el alba (no la pintura), sino el Astro radiante del presente en esa forma que se suma a la desfatachez. Nuestro destino es desplumar al águila para hacernos con biromes. No teman señores de que los expulsen, no teman porque nadie mejor que un escritor o un intento de escritor para tener el evangelio a la mano. Yo os digo Martín Soho, lo que ha dicho nuestro salvador: “Digo esto para estimular a los principiantes de vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir (grandes son las palabras que se codean con Wilde), se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o Diablo están junto a nosotros dictándonos inefables palabras.” Si esto que el predicador tenía la razón, si es cierto que sus palabras no son en balde, entonces sepan y oigan, haciendo difundir esta buena noticia. No sean hombres de fe corta, no se queden a mitad de camino entre el infierno y su propia casa. Porque esta es la buena nueva, base de la nueva. Por la que será publicado los que quieran creer en ellos. Ya se sabe que el mundo es mezquino, más no es otra cosa que la obra, ese ladrillo que va a la casa de la novia, o la parroquia del cura el que nos redime.
Hay que ser serios pero hay que ser infames, más esta es la prueba de que somos hijos de buen ingenio y de mala leche, agria y funesta. No piensen en el consumo o perecerán ante moscas más grandes, señoras de la mierda y con esto se dicen cosas que hacen que las santas se desvistan y que los santos se emborrachen. No hablo esa fantasmagoría de la que tanto nos dice el yeso y la patina dorada, sino de aquellas, figuras humanas y grandes fisuras que han iluminado el camino de este Buenos Aires, lugar de la revelación. ¡Teman! Y luego caguense de la risa de haber temido, no existe otra cosa. Esta desgracia de tener que escribir sólo puede ser saciada cuando las propias estén en bocas de los otros. Porque esto lo ha dicho para nuestra advertencia el profeta: “Pasando a otra cosa: Se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes sólo leen los correctos miembros de sus familias.” Sabemos donde hay que sembrar y este es el llamado del inconciente colectivo, es el espíritu de los hedonistas incendiarios, que sólo buscan salvar los libros.
Esfuerzo grande es sentarse en la parte más baja del mundo para recibir los justo escupitajos despreocupados de cualquiera. Ustedes saben lo difícil que es fundar mundos, y ustedes entienden que son la mecha de las peores revoluciones, las nihilistas, las revoluciones de la forma, las que llevan al caos. Por eso, se untan con esta saliva que parece llegar desde lo alto. Porque así lo ha demostrado nuestro Salvador el cual fue olvidado para que se exporten otros nombres, otros nombres que luego son más de los otros que nuestros, y se sabe de que he hablando. Pues bien, tomen a sus escritores más negros y úsenlos como el petróleo para sus lámparas. Por que incluso en los tiempos de la Teocracia y el tradicionalismo se les dijo a las novias que supiera esperar y que tuvieran el aceite para sus lámparas. Pues, bien, ustedes, los escupidos de la base, ustedes, los tumores de la raza, saben que este es el tiempo. De tomar aquellas letras que no podrían ganar nóbeles para tener alas más fuertes.
Por que así lo dice el profeta el cual era sabio y tan sabio fue el mismo había dicho la vida de millones sin convertirlos en fantasmas o cáscaras vacías de literatura; “Pero James Joyce es inglés, James Joyce nunca ha sido traducido al castellano, y es de buen gusto llenarse la boca hablando de él.” No existe tal vez en esta suerte de guerra contra el cipayo otro cruzado que Arlt, frente al que denomino a los argentinos como europeos desterrados y por el cual hoy corre la ignominia de las juventudes que lo acusan de pecho frío y de otros tantos improperios y al cual los cómicos destrozan si lamentar sin embargo con melancolía la habilidad extraordinaria de su genio. Por eso debemos estar alertas porque la profecía sigue y acentúa: “El día que James Joyce este al alcance de todos los bolsillos, las columnas de sociedad se inventarán un nuevo ídolo a quien no leerán sino media docena de iniciados.” Es así como las palabras sobre la chuchería pasan una y otra vez, poblando de dudas el horizonte.
Por eso, la literatura es el cross de mandíbula, un cross de mandíbula del cisma que estamos viendo. Habrá en el futuro más de un panteón en la Argentina y esta lucha de gigantes necesita de imprentas amigas. Sobre estas figuras que no serán de otra cosa que no sea granito, estaremos nosotros de la vanguardia como un aluvión de letras, apareciendo en los lugares. Si es que alguien escucha estas palabras y se convierte por la gracia de la fe y por la intensidad de la vida misma. Por eso, por el pedo místico que poseemos, un pedo de un misticismo que supera las eyaculaciones liberales que no tienen lugar a donde ir, mojando cuantos pantalones que se pongan. Esta es la hora terrible, la hora para la cual nos juzgarían nuestros hijos y puede que nos arranquen las bolas con el mismo cuchillo que uso Cronos, el cual estará oxidado en grado sumo. Siendo así, hora, tras hora, los nuevos libros los cagaremos o los pariremos pero han de salir porque sino no podríamos creer en esto que se nos ha dicho: “El futuro es nuestro por prepotencia del trabajo.” Es que acaso, esto no nos llama como un mosquito que pica en medio de nalga apenas nos hemos terminado de bañar, no es que acaso esta impudicia, no nos lleva a pensar en esas aporías. No podemos, no debemos y no lo haremos. Las letras libres, las que el primero de nuestros héroes Sade ha desatado, quedan con vida en todos los rincones de la tierra.
Para finalizar esta carta que de encendida tiene poco y de apagada mucho, cual si se tuviera que tragar, el meo, las cenizas, y los restos de los soretes de los perros. Ahora se les dice: “El porvenir es triunfalmente nuestro. Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes {…}” Esta es la fe que hemos destapado de un taper que olía demasiado mal para no ser abierto, las mariposas pardas salidas de él tienen un motivo.
¡La libertad! Haced y… “ Y que el futuro diga”.
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