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La serie A y la serie B:

El mundo de inventos se sostiene con más invenciones. No se trata de otra cosa, no es una necesidad. Podríamos decir que el mundo tiene más cáscaras que contenidos.  En eso, la vida, la oficina y todo lo que no se nos presente; será una parte de la farsa general. Esta manera de querer popularizar los criterios aún cuando la gente se caga de hambre es el sentido de la democracia para ricos. Todos opinan pero lo que opinan será inconsecuente. Pablo ya se sabe que las grandes causas son para gente loca, una persona normal no es capaz de invertir tiempo y esfuerzo en el resto de sus camaradas mortales. Las consecuencias son simples y saltan a la vista. El mundo es gris.
Por eso Pablo llegó a ese lugar donde pasaría la mayor parte de su vida la tediosa y odiosa oficina. En su tiempo tomaba a la manera de descansos esas cosas. Esta vez llegaba con la secretaria después de salir de su propia casa. Era un momento histórico si la historia tuviera la delicadeza de posarse sus ojos en la vida de esta gente.
Ramiro también volvía feliz. Incluso ya no estaba pensando en nada medianamente útil para el mundo ni en las inevitables consecuencias de existir para la muerte. Sí eran historias muy livianas, estaban llenas de astillas, muy frívolas. Era parte de la manera en que se comportaban, su manera de ser. El radical también volvía pensando en como iba conseguir más plata. Todas las tramas se iban mezclando por una fatalidad bastante ridícula. Se puede decir que se carece del buen gusto suficiente. La verdadera vida parece estar en el reality y en toda su fuerza, la carga con la que nos “muestran” la realidad. Bendita televisión. Las cabezas cada día tienen ecos más profundos y nadie sabe porqué. La carencia de toda la escenificación de lo espectacular quita de por sí un valor a lo humano eso que antes se llamaba tradición. La manera de hacer las cosas es violentada por el entretenimiento, ese vacío perite la novedad, esa falta de peso específico de las decisiones pertenece a una manera de hacer las cosas, estricta economía. Todo este mundo maravilloso incluso el arte pobre esta en esa óptica, vivimos hoy acorde a aquellos valores que hacen que las cosas se multiplican rápido y luego desaparezcan. Lo nuestro es la fascinación por la burbuja.
El valor que será la bandera es el derroche, entre la miseria y el derroche se construye lo humano. El rico se sube al pedestal donde estaban el santo y el héroe. Somos materialistas pero más capitalistas, disfrutamos de los beneficios, nos embrutecemos para poder ser más y mejores satisfechos. Pablo es hijo de esa generación entiende esas cosas, su tío el de la bolsa se voló la tapa de los sesos cuando perdió la mayor parte de su guita. La vida es breve cuando se sigue al dinero. 
Era una nueva jornada de trabajo, una nueva serie de acontecimiento se darían. Entre ellos las preguntas que empezó a hacer Pablo sobre el arte. Mientras la secretaria estaba a pocos metros en una oficina. Ramiro lo iba inundando de información: fechas, movimientos, obras maestras, todo tenía que ser aprendido. Era la hora de ser eso que nunca se había propuesto, “artista”. Su manera de entender las cosas. En un momento se enteró que Ramiro dibujaba es decir lo hacia seriamente o mejor dicho lo había hecho años antes. Desde lejos, se puso a copiar con una birome sobre una pequeña hoja. Al tiempo salio una figurita que maso menos pretendía ser la secretaria. Pablo no tenía idea si estaba bien o mal, el dibujo estaba. Lo llevó, lo dejó ahí. Mientras la secretaria no estaba. Justo arriba del telado y espero. 
Cada uno estaba en su psicosis, el radical estaba loco. Miraba el reloj, pensaba en cosas que le dieran dinero. Tenía que vender la tele, si dejaba la tele no era un hecho tan grave. ¿Se perdía los partidos? Se los iba a perder igual si tenía que trabajar. Los domingos podría llegar a ser la muerte igual. Esos no eran los años dorados y él lo sabía. La manera en que se iba pasar ese último tiempo podría serle emocionante, tal vez tendría cáncer de pulmón por ser fumador pasivo. ¿Qué iba a esperar? ¿Qué un médico se lo dijera? No. Era hora de vivir lo que quedaba, total terminaría siendo un esclavo mientras su corazón latiera medianamente bien. Los hijos ya estaban grandes y lo que menos se preocupaban era por el padre. Su momento en la vida útil ya había pasado. Era cuestión de saberse ya hecho y derecho. No por mucho su vida era así. Esta gente no lidiaba con nadie más que con sí mismos. Era una especie de gran solipsismo.
Ramiro pensaba en su novela; ahora que la iba a cambiar. Todos creían que hacían cosas nuevas. Siempre hay cosas por resolver. De alguna manera ellos, iban superando sus necesidades. Las mentiras de cada uno envejecen y los temores pueden volver a aparecer. ¿Qué pasaría si….? Es la pregunta del perturbado navegante del tiempo. Sí se ha alimentado de lo peor y cuando salió concluyó que ese era el camino. Número uno era esa cosa nueva, siempre escondiéndose de todo lo que no le parecía lo bastante bueno. Su actual mujer tenía y esto no lo sabía Ramiro una tendencia muy fuerte y grande al olvido siendo una maestra en la indiferencia si lo quería. Claro que esas cosas serían parte de un temor que tendría más allá en el tiempo. No seria cosa que el mismo vería. En su manera de pensar las cosas iban a ir para mejor, tenían que ir para mejor. Esa era la maldición, ya no lloraba, llamaba estaba bien, no podría pasar nada malo. Cuando la gente empieza a negar se empieza a engañar, lo difícil es aceptar que nuestra sucesión de momentos felices son un engaño. La simple posibilidad de no ser felices es suficientemente fuerte para negarnos toda felicidad. ¿Saben? Siempre se puede oler ese temor cuando las caras de ojos hundidos terminan de preguntarse si posiblemente no son parte de un gran indiferenciado. Su manera de percibir sería esa, la forma enfermiza.
No era ese atragantamiento lo que molestaba a Ramiro ahora, prefería ocuparse de no pensar siempre en las cosas que le habían impedido vivir hasta ahora. Su manera de hacer esto fue convirtiendo a su amigo Pablo en un come libros resumido. Ese engendro de apellido, “Kelpercamper” era la manera en parte él salía al mundo con su otra faceta. El mismo había hecho el dibujo del “artista” sólo por vanidad, sólo para que lo miraran.  La fama se la podrían meter en el medio del culo. Ramiro le importaban un cuerno la fama; después de todo en su vida común estaba ahora terriblemente atrapado. No quería que las cosas cambiarán todo tenía que ser igual, tenía que parecerlo. Tal vez era propio de una desesperación inversa a la del radical, todos allí pensaban que no había otro camino. ¡Que destino! Idea tan cristiana, el sur tiene esas cosas. Existencialismo y mortificados, ideas que no resulte entre el misticismo de una tierra que promete y un mundo que se fue por al alcantarilla. ¿Puede una persona ser culpable de aquellas cosas? Claramente sí. Ramiro seguía comiendo maníes, sus nervios seguían, saltaban de carrilles. En su vida siempre pensaba que huyendo de aquel lugar estaría mejor. Ahora por una suerte de disquisición patética aceptaba que su destino era ese lugar porque quería ser feliz allí. En palabras criollas: “Estaba jodido, tal vez sólo se querían cagar en él”. Ese sería un sueño que le pasaría mucho más adelante. Metido en sus propias profundidades, ¿ven la irrelevancia del trabajo? El mundo de la producción no hace ni al arte ni al hombre, si hacen a la realidad de la que estos se alimentan. La fuerza de la persecución sólo existe en esos casos. 
Su sueño era el siguiente: “Un día de lluvia camina. Piensa que todo lo que hace esta bien, eso es una patraña. Su vista esta fija, de repente una figura familiar. ¿Cómo no iba ser familiar? después de todo era su obsesión era la manera en que llegaba a no ser para poder vivir. Claro, marañas de intelectual mal hecho, y él era eso. Un intelectual mal hecho a medio hacer, una persona con muchas dudas. La jodida lluvia hace que la gente camine rápido. Es cuestión de pensarlo así, se camina así porque no hay espacio para quedarse quieto mirando. En eso en el cruce, en el eterno cruce con los desconocidos, una persona le es familiar. Era número uno junto a un hijo de puta a un infeliz que sonríe. Pero ¿no es una mierda esa? Sí lo es. El hijo de puta piensa que sabe todas las cosas. Ramiro no era el mismo infeliz que antes, estaba dispuesto a romperle la jodida cara. De hecho eso era lo que pensaba del sueño. El malparido pensaba salir ileso. ¿Pensaba no morir? La locura la solemos ver como eso. Es esa serie de eventos que nos suenan tan raro que definitivamente no hacemos. Tenemos miedo al final que por no ver las consecuencias. Si el desgraciado se moría, se moría. Se tenía que morir. Eso no era todo lo que la imagen decía lo peor era la complicidad. Número uno estaba asociada, la jodida hija de puta se tapaba la cara. ¿El era el infeliz de siempre? No era posible. Claro en los sueños las cosas siempre son posibles, volar o verse aterrado por aquellas cosas que apenas puede imaginar.” 
Este era un sueño que venía y que de hecho pasó por un corto tiempo, sí; se había quedado dormido otra vez en la oficina. ¿Qué demonios era eso? ¡Jodida pregunta! ¿No? Mientras Pablo explicaba lo precioso de la figura de la secretaria claro esta. Más él del sueño no era Pablo, era otro infeliz, un infeliz nuevo. Una persona que si veía por la calle mataría sin pensar. Porque esa clase de mierda no podría siquiera existir. Estaba delirando, se sentía agitado. Estaba allí quieto. Miró para todos lados, ese no era un día distinto. Ya no era un revolucionario delirante, estaba loco, poseso por la mujer que conocía ahora esa era el mundo y el fin del mundo. Delirante, completamente delirante. ¿Valía la pena? Ese día amenazaba con llover pero nadie veía el futuro. Nadie jamás en la historia vio el futuro, más allá de la patraña mística nadie creyó saber lo que iba pasar. Ningún ángel perverso le iba a mojar la oreja. La pregunta era, ¿existía el jodido piloto amarrillo? El nunca vio el maldito piloto, si hoy lo veía eso confirmaría la calamidad. Era un día de lluvia podría haber con suerte alguno así. Estaba perseguido, medio asustado. Se paró y fue por café.
La secretaria era la clase de persona que dejaba engañar con la idea más difícil. La mayoría de nosotros somos engañados cuando el estafador o quien sea es sutil. Es decir, la ilusión esta ahí, el humano no ve el detalle y lo cagan. Acá era lo contario, Pablo era una maquina de inventar historias inverosímiles. Pablo era capaz de eso y de hacerlo hasta el final, no pensaba dar un paso atrás. El artista ahora, sabía que se iba a convertir en eso en artista se lo había autoimpuesto era parte de su nueva rutina. Era su manera de ser ese otro, otro nuevo ser, uno más de los que fue en su vida. Mientras que el resto quisiese ver el iba a ir apostando una y otra vez, ese era su juego. La ambigüedad, la sed de pretensiones insatisfechas. Si vemos el caso de la mujer su manera de pensar camina por otras laderas, ella se había vuelto una paciente persona a base de toda esa destrucción contra su persona. De esa manera había logrado la empatía con el género humano, la experiencia de la miseria personal la llevaba a la comprensión de la miseria y frustración ajena. Era verdad esos ojos eran vidrio apenas azulado, eran dos cámaras terriblemente detalladas, quizá por eso no tenía un juicio que defender. El pelo negro que acompañaba la cara, cosa que casi era una suerte de cables a medio cortar, era una maquina perfecta. Un deposito de pensamientos, una forma registrar. Estaba un poco ida veía que en parte la vida que ella quiso era posible. No sonaba raro. Ella se había quedado a mitad de camino o algo así. Pablo era el arte. Su manera de vivir era el arte, más cuando una persona quiere creer en las cosas en los principios morales de las cosas. Esa clase de pensamiento puede ser el más doloroso de extirpar. O se cae en la crueldad de un ser que tiene un dedo que perfora mentes y cuerpos, condenando por el placer de condenar o se termina demasiado débil para responder a la siguiente. 
Pablo en su egoísmo no sabía y no quería saber como afectaba a las personas mientras mentía el mentiroso es una creación de este mundo. Si pasáramos tanto tiempo esperando que las cosas sean de una manera los mentirosos como Pablo, los apasionados por los mitos cesarían su labor. Lo malo es no asumir las cosas. La mujer podría haber asumido que el tipo era un pobre cretino entre desesperado y solitario o esperar que fuese un gran artista que se debatía entre un mundo que no lo aceptaba, el gran genio que parece escasear en la vida cotidiana. Ella eligió la opción con posibilidades bien adversas. Por algo era, ella misma quería creer tamaña idea, ella pensaba que tal vez si el mundo fuese más justo ella misma sería la artista pero ahora era una mujer con sueños velados, con ideas sobre las cosas aunque aún con cargas que resolver. 
Lo cierto era que la belleza le jugaba en contra nadie le prestaba la atención debida. Si después de todo era eso una mujer bella que impactaba al otro que fingía oírla. Sospechaba eso. Tenía la idea de que su vida como su persona tenía menos valor, era sí alguien que la gente notaba pero una persona distinta. No era una cosa que se diferenciase. Ahí estaba su problema, ¿sólo linda? Tal vez los otros pensaban que era una idiota suficientemente útil para sus fines. ¿No se podría decir más? ¿Quién iba a responder sinceramente a esa pregunta? No tenía idea. Pablo era entonces ese sujeto que se animaba a hacer sus cosas para el silencio enfermo de una enfermedad casi imposible. La virtud de crear, pasaba el tiempo para crear. ¿Delirante? Sí delirante. Ella era la secretaria más linda. Nadie le dejaba ser otra cosa. De hecho a Pablo le era difícil dejar de pensar que era un objeto sería un rompedero de cabeza para él abstraerse de aquello que era tan prominente. Nuestro mentiroso sólo la quería al lado, empezó a ver que esa iba a ser la gran mentira, la mentira de su vida tal vez. No sabía si amaba pero conocía lo feo de perder. Nadie quiere quedarse con las manos vacías. Las manos vacías nos quieren invitar a que halla clavos en ellas. No era justo sufrir demás. El sueño es el capricho. Prender fuego globos en el aire. Eso era la vida. Una cosa fugaz, si después de todo; la secretaria era tan caduca como él. ¿Qué pasaría en diez años? ¿En un simple año pensaría lo mismo? Nunca supo responder sobre algo que implicará decidirse el simplemente iba montando el espectáculo. Los demás sólo tienen el deber de mirar.
Este no era el reino de número dos, esa mujer vomitaba cada pensamiento que pasaba por su mente. Era una suerte de verdad con patas. Este era el caso de un pozo profundo. Un verdadero pozo azul, una noche. Una noche donde Pablo quería morir y dormir, porque después de todo porque no, la pasión de Pablo era el sueño, el mundo donde no había que imaginar, donde no había que dividir. La realidad sería de esa extraña manera en la que sólo él sabía vivir. Otra parte de su vida era justamente número dos, una persona que lo iba tirando de un lado a otro. Una persona que no le daba dos centímetros para pensar. A diferencia de la secretaria, número dos tenía en sí todas las respuestas que necesitaba. Pablo estaba en plena crisis de personaje. No sabia en que iba derivar, era obvio que eso no era eterno. Ambas demandaban vidas muy diferentes. No puede tener dos soberanos. Se puede tener dos mujeres, aunque estaba vez no las quería cambiar. ¿La cobardía era un acto de fidelidad? La secretaría era la “fe”, la que más lo conocía sólo era le escepticismo. La importancia de llamarse idiota estaba siendo declarada, no hay que pensar. ¿Es un mandato aquello? Divertirse es más. No se puede parar, es como si uno viendo al fuego, quisiera congelarlo. Todo fuego es algo en cuanto consume la mente es igual. Pablo iba devorando la pasión y felicidad de los otros. Nunca miraba atrás no esperaba saber que pasaba después de sus trazos. Tal vez su pasión era la del actor. Su manera de ser, la de vestirse en medio de la falta de momentos, la de inventarse, la de travestir sus discursos era la manera por la cual se hacía el mismo. ¿Pablo sin sus vidas paralelas? Absurdo. Una vida simple y reversible era cosa tan aburrida. Algunos humanos piensan en los otros como simples acreedores, si tiene talento los dejaran una vez muertos con la boca abierta.
Cada cual tenía una forma exagerada de existir. Pese a estar en pequeñas jaulas, ropas y tarjes no impedían la fatalidad. Esa oficina aún toleraba cualquier cosa. Muchos sin embargo querían poner el pie afuera. La calle promete preguntas, cosas que las empresas no pueden dar, ellas saben de productos, tienen cada causa con efecto. No se ve en esos esquemas una manera de seguir. No son tan débiles sólo están afectados por el cristal de nuestro tiempo. Ven las cosas pixeladas. Una vez cuado Ramiro era aún más joven y sus idioteces resistían más los embates del destino, una de las personas que amaba ignorarlo en cuanto a ser humano podría decirle que era enorme esa facilidad para la palabra. Ramiro pensaba que esa facilidad la para la palabra no era menos macabra que la facilidad para sangrar. Parecía que todos teníamos un reloj tatuado en nuestras caras. Muchos otros gozaban de más tiempo eso era inexplicable en la teoría pero en la práctica no se daba. Nadie podría ser capaz de perder tanto tiempo. Nadie podría ser capaz de alabar a alguien mientras lo ignora. Es decir tiempo para ser una persona que disfruta de cosas casi inmateriales como las palabras.
De esa manera una suerte de perfil se dibujaba sólo servia para impedir pensar. Los absolutos, cada excusa es un pretexto para no pensar. Sino el cerebro tiende a ser demasiado molesto. Cargoso es en extremo. Por parte de Ramiro estaba jodido, sus males eran varios, entre ellos la paranoia. Pero si pensamos un poco algunos le tenían hasta piedad, era como una suerte de enfermo. Cada tanto no pensaba en ese percance, se olvidaba. El olvido de uno mismo es el primer paso hacia la locura o ese momento donde vemos a los seres tal cual no existiesen como otros. La idea perturba, la idea es molesta. Mucha gente tiene en las orejas respuestas para todo aquellas tienen la vida ya hecha, parece que bailan pero fingen bailar. Sus vidas tienen luz fija. Aquellos dibujos felices no sabemos que son. Están lejos de nuestra perspectiva que cada día esta un poco más ácida. Preferimos pasar entre los anónimos, dejando de lado a esos virtuosos que son populares porque burlan minorías. Porque esta pedantería pseudo democrática suele ser bastante altisonante. La complicidad con el sistema muchas veces es gratuita y con ello se consagran el “gran cómico”, este sirve el plato con mierda. Tan caliente estar que no lleva consigo molestia alguna. Claro esta es la versión de la gente que esta medio trastornada. Pablo no piensa así y muchos como él existen. Muchos que no les importan todas esas “voces” ajenas. Ramiro siente miles de voces, miles de ellas a cada rato, busca el silencio de forma patológica. Tapando una y otra vez las versiones ajenas de la realidad. La persecución de su propia cola era miserable, rata sin metas.
Muchas veces ese es el destino. Consumir cosas, el queso que tiene que estar envenenado. La manera en que al final llegaremos a la revelación. Las historias de todos los seres se han igualado, la profecía es la del mundo del vidrio y no la de la persona de vidrio. Esta gente loca, gente llena de hipocondría pensaba que su propio culo se podría romper por esta hecho de vidrio. Bueno esa clase de cosas no eran la que lo afectaban. Era la suerte de no responder a ese imperativo de vivir en la propia cabeza, quería ir migrando. Esto puede ser parte de todos esos seres que no tienen valor esos seres que pretenden ser artistas pero que se quedan con las dos pelotas disecadas sobre la mesa. Ante estas cosas, las personas pueden ser como insectos. La patología de Ramiro lo ha perseguido desde siempre. Por algo ha vivido como vivió en medio de esa suerte de engaños. En medio de esa suerte de cargas y confesiones literarias que poco valían para el ciudadano a pie. Es así como la gente va conquistando ese espacio carente de identidad. Esa es la manera, la única forma de entender. No creo que en se pueda aspirar a algo más sentido. La ficción fuerza al hombre a creerse a sí mismo. La no salida es parte de la vida de algunos seres que proyectan un fracaso una imposibilidad para ser vendidos y comprados. Una suerte de rechazo, el ego les pende entonces de un hilo. Sólo deliran día a día. Ramiro era un autor irresuelto. Un enfermo vicioso autor irresuelto, pegado al miedo de lo que la comunidad podría decir de él. Su manera de conectarse con los otros siempre fue rara pero fue pasando los años con lo que se podría llamar suerte. El mimetismo frente a la naturalidad eso fue lo que hizo que pudiera seguir, todo ese esfuerzo por entender el medio daba frutos. Siempre tenía observaciones raras cosas que a la gente le llamaban la atención. Era toda una suerte de perseguidor moral era un principio de la evaluación. Hasta que un día las olas le empezaron a caer encima. Este día se hizo más silencioso como si supiera que portaba una especie de pecado, su pecado era ser demasiado extraño. Era tan así su mundo que empezó a inventarse una biografía más coherente dando a cada uno de sus actos un sentido dentro de un “plan”. El plan era el de no ser descubierto, si lo era, si la gente sabía que estaba por lo menos trastornado tendría que irse. La condena no era tan grave pero algunas cosas parecen aterrar alguna gente. Tenía entonces que ir dejando de lado las cosas que le impedían vivir aunque estas muchas veces estaban arraigadas con fuerza. Ramiro era entonces un ser extraño en un mundo que no iba a perder tiempo con él, fue entonces mientras tenía revelaciones en los colectivos. Concluyo que su existencia era igual a la de un virus, sólo existía en cuanto a aguantaba a vivir con poco. No había tantas excusas con las cuales pudiera atajarse. Si esta era la clave quedaba sólo esperar. Si ello implicaba ironías, cosas que siempre tendrían pendientes. La manera en que se llegaba a esto era por simple deducción. Las cosas se iban planteando. Su vida era la de un burgués que no llegaba ser burgués. Sus hábitos en el desorden su propio culto a la inmundicia eran cosas por destacar, se tenía que esforzar para dejarlas.
Pablo volvía feliz el dibujo era un éxito, tuvo que pedir más dibujos al maestro. Ramiro no se molestaba estaba de acuerdo a hacer esas cosas después de todo era una manera de canalizar. Una manera de distraerse de su extraño sueño. Buscaron en la Internet otra foto de la mujer y Ramiro se la puso a dibujar sin problemas en un rato tendría otro. Mientras tanto el agarraba un cuaderno y fingía recordar, la cara que hacía llenado de trazos sin sentido la hoja. Los trazos igual le presentaban cosas raras que le gustaban, esas cosas nuevas también podrían ser obra. Pablo estaba convencido de que algo pasaba cuando él dibujaba, sus mamarrachos eran especiales. Algo secreto había en ellos, si ese secreto era no saber dibujar ¡Amén! No importa. Tenían algo que le llamaban la atención. Así iba viendo todas las variaciones que lograba al tiempo que su otro “ser” o alter ego artístico dibujaba caras. No obstante Ramiro estaba afectado por el sueño, el impacto había sido bastante fuerte. Era una maldición una suerte de  hechizo que dejaba a todos desconcertados. Si no fuese por la química entre las ganas de inventar de Pablo y la necesidad de evadirse de Ramiro apenas se podrían ver. Simplemente eran dos mundos paralelos. Pablo asumía que Ramiro estaba bien pagado ya tenía a número uno, no podría andar lloriqueando. Es más ahora tendría la posibilidad de ser el verdadero artista detrás de él. El hacedor de la obra el autentico genio de los lápices o biromes. Pero claro que a los dos no les importaba un comino el prestigio, uno huía de locura, el otro quería ir metiéndose en cada escondrijo del que pudiera hacer mecha. Pablo mujer que le gustaba, mujer que se intentaba mover. Por suerte no vivió en un mundo conservador de gente pacata aislada de sus necesidades elementales. 
Pablo ahora también iba a comprar pintura y soportes era hora de hacer su obra. ¿Qué era su obra? No tenía idea. Nunca tuvo idea de las cosas que hizo y estaba allí en una oficina sano y salvo. Tal vez era hora de encontrar hasta una mejor paga, tal vez no tenía que ser jefe de allí. Pablo empezaba a creer en su mentira eso era peligroso. Pero... ¿Quién lo iba a detener? Esperaba no estar tan mal. Puede que en el fondo sólo hiciese un poco de la vida de cada uno de los que conocía. Él era el que los unía efectivamente. Su persona era el núcleo por medio del cual todo aquello era posible. La secretaria podría soñar con entrar en el mundo de aquellos seres dotados de esa naturaleza extraordinaria. Por otra parte ayudaba a difundir en parte a un tímido ser como Ramiro el cual transpiraba ideas y cosas que apenas tenían sentido pero que se podrían llamar arte ya que como él notaba llamaban la atención.
Esa era la manera correcta de hacer las cosas. Pablo lo sabía si no tuviera otra que hacer se podría a mirar el techo. No obstante tomó el nuevo dibujo. Este obviamente le gustó más a la secretaria que el anterior. Es más  le reprochó que no le hubiese regalado antes ninguna obra. Pablo se encogía de hombros, después de todo era artista desde hace apenas siete horas. Era simplemente una suerte de farsa romántica bastante bien orquestada. Si alguna vez dio a creer que era gerente porque no decir que era artista. Algo si se pasaba por su mente, era el día en que se iba a juntar con número dos. Lo necesitaba.
Mientras tanto el radical sólo podría pensar en una sola cosa, dinero. El dinero que lo haría libre de esa locura en la que ahora vivía. Su enemigo peronista estaba muy tranquilo hasta se juntaron cuando se fueron a hacer café. El radical tuvo la indecencia de pedirle unos pesos, recordando que estaba en un mal momento. Ramiro lo miraba, le preguntaba que extraño como era él, alguna vez se había metido a seguir gente. El radical podría decir que sí aunque nunca profesionalmente no obstante la necesidad de dinero era importante. Tomó aire y dijo una insensatez: “Como contador puedo averiguar cualquier cosa me paso la vida revisando cuentas, de ahí a perseguir gente queda poco.” Ramiro lo miraba, la cara de desesperación del radical lo convenció. Era raro pero los enemigos tenían que usarse mutuamente. Uno por el dinero, el otro porque sabía que jamás lo asociarían fácilmente con un tipo como ese. Carlos Negrín ahora sería detective. Seguir a una pendeja sería parte de su vida ahora se lo explicaron. Número dos igual se había posesionado se todo su sistema nervioso por lo que sería muy profesional. Los se separaron, el radical con cien pesos y Ramiro con la tranquilidad que le daban unos ojos vigilantes. 
Cada cual era esclavo de algo. Todo se movía para ir tapando los agujeros. Era simple, entraban y salían como en una obra de teatro. Interpretando así las cosas todos ya tenían su merecido o mejor dicho su propia. Ese día nublado podría servir para representar esas deformidades, esas figuras que empezaban a confundirse. De alguna manera esa es la existencia que les quedaba por resolver. No había dudas sobre que cada uno estaba alejándose de ese punto como si fueran desentendiendo y desanudando. Si esto era así, ellos tenían la suerte decidida era cuestión de esperar. Su circunstancia aquello que los unía entraba en contradicción. Llegaron las siete era cuestión de tiempo, se fueron con los planes de cada uno. Pablo se iba para lo de número dos no tenía opción si la abandonaba más tiempo las cosas no iban a ir bien puede que no lo dejará volver. Si no podía volver se habría acabado todo eso que medianamente tenía un sentido. ¿Cuál era ese sentido? La verdad es que no lo sabemos. Siempre estamos buscando entender al editor universal ese que hace que las cosas tengan para nosotros un sentido, el maestro de los caprichos.
En otros casos, la gente queda confundida y parece que invade las historias ajenas. Cuando esto pasa unos se roban a los otros los días y las horas, se manipulan, se inventan excusas, ventanas por las que huir. Mucha suerte de finta para lograr desligarse de todo aquello que les molesta. Así es la vida de algunas personas enroscadas sobre su propia columna vertebral. Mientras iba para allá, paso y compró pintura bastante y cartones para pintar. “Hay que ser responsable después de todo”, ese era el pensamiento de Pablo era su invento más sofisticado y lo iba a llevar al extremo, no lo pensaba ni dos segundos. Era su hora, la gran actuación puede que al final estaba encontrando los conflictos que quería, las cosas que quería que lo molestaran. El traje de oficina y la bolsa con las cosas para su oficio. Se metió al edificio de número dos, cayó a la puerta del departamento tardaron en abrirle. Número dos no fingió sorpresa al verlo, no era su costumbre, si se sorprendió cuando vio las “compras”. Era raro, era un viaje al pasado para ella. El endemoniado de su padre pintaba por las noches esas imágenes caóticas mientras bebía y fumaba con música a todo volumen.
Era la historia de ese sótano donde veía a su padre pasar por todos lo estados, la euforia, la ira y la tristeza. La pequeña número dos miraba siempre respetuosamente desde la puerta semiabierta. Sabía que su padre era capaz de destrozarla en un ataque de ira si se metía de más. El caos de esa cara después de todo era sostenido por la madre, una mujer que era paciente y pasiva, la cual se iba consumiendo en sucesivas olas de masoquismo sin otro fin aparente. Con ello sólo quedaba ver a número dos como un ser receptivo pero que rápidamente supo como sobrevivir. Es importante decir que estas cosas no se notaban en ella de manera obvia, tal vez sólo se comprendería con la actitud que llevaba, ese afán de independencia irrefrenable. Número dos dominaba o se iba, no sería la ama de casa, no tenía porque serlo. Le molestaba toda imagen de dependencia después de todo que le besarán los pies. Mucha gente sólo obedecía por miedo, sin miedo no había mucho que respetar. Cada cual en lo suyo y ella adelante.
Entonces fue el momento donde Pablo no sabía que iba pasar. Número dos preguntó: “¿Hace cuanto pintas?” Pablo hinchado de orgullo desde ayer. Entonces se puso a contar que después de encontrarse con una amiga de la infancia esta le había recordado que en esas épocas el dibujaba mucho y bastante bien. Así fueron pasando las horas y el rato hasta que al final quiso volver a probar suerte con una faceta que tenía tan abandonada. Después de todo hacia mas de diez años que no pintaba. Su ausencia de esa faceta era algo que sorprendió bastante a número dos no lo veía en ese estilo. Pensaba que era un simple personaje sin aspiraciones a largo plazo. (En el fondo no fallaba)
Pero eso no era lo importante. Los dos se quedaron bastante lentos. Pablo pudo ver que había muchas cosas nuevas en la casa, la compañera había estado trabajando bastante. Aunque esas cosas tenían que pasar a segundo plano. Pablo iba para ese lugar para olvidarse de todos los problemas y no para hacer juicios morales que a nadie le importan. Ramiro mientras tanto en su paranoia pasó primero por su casa. Busco papeles, biromes y esas cosas. Se puso hacer dibujos por más de tres horas, era parte de su vida. No quería encontrarse con número uno. No tenía ganas de saber que podría pasar, es cierto le daba demasiado peso al sueño. Esta era una de las cosas que llamaban la atención, los sueños no son la realidad. Pero quien sabe. En ese momento, fue llenando pequeñas hojas con caras de todos los tipos, así hasta que maso menos se harto. Era hora de mandarse para lo de número uno, era el momento de pasar más que nada por vicio, por habitual. Tomo sus cosas, salió sin peso. Pese a que estaba cargado de cientos de cosas se prometió dejar sus preocupaciones en su casa. Así fue como sus pasos se fueron perdiendo. No obstante Ramiro trabajaba en la idea de su sueño y lo anoto con fecha y hora aproximada para que no se le olvidase nada dentro de lo posible. Todo estaba ya signado para que no perdiese nada de tiempo en cosas que eran irrelevantes. Llego entonces a lo de número uno, le abrieron la puerta. Esperaba que le dijeran algo no le dijeron casi nada. Se fue al baño a mear, dejó las cosas, en ese momento fue como siempre donde la naturalmente curiosa número uno se puso a fisgonear. Vio los dibujos y le parecieron buenos, le gustaban esas cosas. También le recordaban en parte a la vida de su familia. Cuando su padre y su madre vivían juntos en esa locura en la que ella misma había crecido. Esa manera en que ella podría haber sido única, esa manera en la que vivó sin preocuparse durante muchos años. Los dos se murieron bastante cerca, uno por cirrosis, la otra por cáncer. Habían convivido siempre consumiendo de todo lo que pudieron pero el destino quiso que fueran bastante pronto y uno seguido al otro. Número uno quedó así sin ganas de seguir por esos caminos ya que se sentía sola incapaz de encontrar una persona que la acompañase incluso a esa clase de muerte previsible. 
Ramiro salió del baño y su cabeza estaba a las puteadas, “siempre se mete” pensaba, no tenía en su opinión otra mierda que hacer. Pero bueno todos tenemos nuestros defectos, ahora esperaban que le atacaran el trabajo. No pasó. “Muy bueno, muy muy bueno”- así le decía su actual locura de pelos rojos. Lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja como si hubiese creado quien sabe que cosa. Nunca se ponía a mostrar los dibujos, los cuales después de todo iban a ser parte de la obra de otro. Un genio polifacético que pintaba y dibujaba sin tener que hacerlo. Número uno le pidió como veinte veces que la dibujará a ella, Ramiro se rehusaba, entonces a los diez minutos se ponía de nuevo en el mismo plan. La mujer la asediaría hasta que le hiciera el dibujo que quería. No sabía que podría ser tan insistente. Ramiro al fin accedió pero con una condición quería hacer un desnudo. Con eso esperaba que la mujer desistiera ante la idea de que la anduviesen mostrando. Claramente y como suele pasarle en su vida, Ramiro no es una persona intuitiva, la mujer se desnudo rápidamente y pidió que Ramiro eligiera la pose.
Él se quedaba pensando en las cosas que le pasaban. Era parte de esa manera macabra entre la que sus sueños y realidades le iban cercando. Se relamía la cara continuamente; era cosa de no creer, nunca soñó que las cosas se presentarán así. Tal vez era parte de que era completamente iluso y que de hecho estaba en frente de una mujer a la que apenas conocía. Conocer poco a alguien es dichoso ya que le damos el resto por nuestra cuenta, le damos el estado de conocido de familiar de sangre de nuestra sangre. Esta manera de pensar tan lejana de la realidad es parte de una realidad concreta que nos toca vivir. No es parte de una exhibición vacía para llenar la cabezas de la gente que se aburre y que optimiza su vida que se llena de irrelevancia con el consumo de lo considera vergüenza ajena. Eso es lo malo de ser la contra en el sistema. Por suerte Ramiro estaba lejos de esa anécdota de la anécdota por lo menos en ese caso, no era el relato de un “amigo de un amigo”, tampoco era una cámara tonta enfrente de él. Lo que pasaba allí era concreto. La mujer por fin y nuevamente estaba desnuda, no había otra cosa. Se la puso a dibujar entonces, no tenía que andar contando. Eso era lo bueno, no tendría que exagerar demasiado lo que allí pasaba. Por suerte estaba donde quería, claro matando un poco esa estética de lo grande y lo grandilocuente. Esa mujer era una mortal no un tinglado de estrella que por más buena que pudiese estar estaría lejos de tus propias manos. Esta especie de lucha de ficción de los pequeños versus la gran ficción de la manada de pantallas es una lucha concreta. Ellos matan tu vida, ellos hacen de tu vida una real y soberbia mierda. Tal vez sea paranoia, esta paranoia de la híper comunicación con alto grado de difusión de basura. Mientras dibujaba era el momento en que a Ramiro se le venían estas cosas era su manera de reaccionar. Era su barrera, huía del simple circo brillante que a muchos agradaba pero que a él le llevaba a arcadas cada vez más fuertes. No se trata de salvar al mundo pero por lo menos de mantenerse un poco al margen de los “grandes productos” y los logros que nos traen.
¿Era justo? La vida no suele ser justa, si fuera justa no habría que pensar tanto las cosas, porque se elige se puede perder. Recuerden esto. Ramiro elegía meterse en esa situación en parte por su necesidad de animal de humano más bien, no se rechazaba con facilidad de la idea de la hembra desnuda. ¿Quién lo haría? Por otra parte sufría a su manera de artificialidad de todo lo que lo rodeaba. Esta suerte de destino doble no era fácil de llevar en su cabeza. Ramiro se ahogaba con estas ideas, no las soportaba, no pensaba que fuese lo normal aquello pero no se podría fiar de lo “normal” en cuanto a “normal”. La manera en que la realidad lo molestaba era parte de su vida era la locura por sí misma desatada. Una cosa que empujaba a crear, a sacar una y otra vez al demonio para que ladrase. La propia mueca de Ramiro se torcía entonces. Sus ojos se clavaban y con eso se daba por hecho.
Mientas tanto número uno evadía la pose fija se iba moviendo de un lado para otro, sus piernas cambiaban de forma segundo a segundo. Su suerte era esa. Le hacía gestos que se acercará o sea molestaba, Ramiro seguía pensando en el dibujo era su fijación autentica. Lo demás era su pija agarrotada y sus ganas de tirar al dibujo por el aire, los calvos de la mente podrían más, estaba allí fijo hasta terminar algo que fuese como el dibujo. De esa manera no sólo desnudábamos lo mediocre y lo usual sino que poníamos en foco, la pelea de lo fácil versus la pretensión de una notoriedad que no llega. La pelirroja se reía mucho, de alguna manera era su perversión infantil, su provocación inútil. Aunque eso terminase en lo que ella ya sabía, lo cual no era tan raro. Lo extraño era pedir que eso pasase mientras la tenían que dibujar era rebeldía de pendeja, de rebelde. Le decía una y otra vez: “¿Qué vas a hacer? ¿Me vas a pegar?”. Era su manera de cagarse de la risa. Mientras tanto Ramiro se iba encorvando sucesivas veces esperando y esperando hallar una solución a sus dilemas en cuanto a un dibujo que no podía hacer. Número uno en cierto sentido estaba en su salsa tenía su entretenimiento y su pedido a la vez. Una buena manera de darse la razón así misma. Una genial manera de negar las cosas. El uso y el abuso de la manera en que se comportaba una manera que sólo lograba con un tipo como Ramiro un personaje de reacción lenta. 
Esta sería la serie de cosas infames las cuales estarían con las obras abstractas, sin necesitar de otra cosa. Una obra sin respuestas puede generar preguntas. Eso era obvio por lo menos para ellos dos. Así era la manera en que la historia tomaba peso. El estilo más juvenil; jovial y divertido de todo el relato. Una manera que ronda entre el tedio y aquellos manchones bizarros pero que eran divertidos, donde el sexo tiene que ser el protagonista.
Pablo por otra parte estaba en medio de una heladera, número dos quería ver que tal era su oficio por primera vez en sus dos existencias lo que pasaba allí era raro. Número dos no se abalanzó sobre Pablo, esperaba a que mostrase su talento. Nuestro amigo estaba a las puteadas jamás imagino que esto del arte podría ser un obstáculo para coger. ¿Esta era una manera en que pagaba su exceso de suerte el otro día? Su trama en estos dos días se volvía fatalmente monogámica. Eso era una patada en medio de su estomago no estaba dispuesto a ser medianamente razonable. Su vida; su manera de pensar era otra. Pero cada tanto hay que hacer excepciones seguía con el pensamiento anterior tenía que aumentar la apuesta para obtener beneficios en el largo plazo. Su propia corteza incitaba a llevar esa vida, no hay otra opción. Su manera de ser, su manera de existir. Una manera la cual se resistía a simple mecánica donde el capricho hace a la forma de su propio vivir; donde la convención cae por innecesaria. Era una situación de esa clase.
Esto entonces hacía que lo a nosotros nos parece simple y llano a él le formase como una costra llena de calamidades. Si miró a sí mismo, miro el cartón el cual no le ayudaba demasiado y a enchastrar se ha dicho. No obstante como forma de pretender una sofisticación pidió escuchar música de Strauss (cosa que pensó que número dos no tenía), lo peor es que si tenía y entonces ahora tenía que pintar con el fondo de la música clásica. Mal momento para hacerse el excéntrico. Así fue como mezclando con el pincel genero eso que era su imagen, algo bien raro, con manchas y líneas cargado de fuerza. Se la agarraba con el cartón lo castiga por ser este el responsable de su noche de trabajo. El mal humor silencioso lo notaba número pero no lo entendía demasiado. Pensaba que tal estaba forzando a Pablo a hacer algo traumático. Eso era lo que gustaba que Pablo siguiera cumpliendo órdenes sin cuestionar la naturaleza de las cosas. 
Todos a veces aparentamos temor a vivir es como si el tiempo no nos fuese suficiente, es verdad. Nos llevamos preguntas a la tumba eso ya no lo podemos discutir. En este caso era un juego del gato y el ratón quien convencía a quien. Pablo tenía que recordar que número dos estaba un poco loca o por lo menos cosa que le encantaba era impredecible. Eso no era lo que pensaba por ejemplo de la secretaria la cual asumía que estaría en su casa probablemente durmiendo. Esa la patria donde él imaginaba ir, ese era el descanso, el cielo terreno, el lugar donde las cosas se mantenían igual aunque ello tenía también poco sentido. Esta clase de padecimientos enfermizos eran la propia vida de ellos. Eran su manera más radical de decir sí a las cosas. Su ilusión era pensar que tenía el poder, ser los dueños de la propia vida, forzar a los demás con la propia voluntad. ¡Que fatal! Muchas veces se tildaría a esto como el testamento de un pequeño burgués que se va disecando en el camino, puede que sea posible. Será parte de una hipocresía que nunca podemos terminar de asumir. Aunque no es la realidad, aquella cosa que nos escapa una y otra vez. No hay vacantes para aquellas cosas. La vida ya conlleva mucho peso. Eso era lo que en realidad se podría ver en ese cartón, una serie de hechos que se iban dando lugar. Hechos sobre hechos, estos pretenden contarnos cosas. Cosas que se congelan, cosas que pasaron y que por lo tanto pueden ser retenidas por un tiempo. Una suerte de magia, un eclipsar. Un estancamiento. Es claro que la mente de número dos era presa del delirio, es claro que Pablo estaba en parte creyéndose que algo pasaba entre él y el cartón. La cuestión es que los dos creían ver cosas distintas. Los pensaban que de una manera u otra estaba haciendo su parte. Esta manera de estar, esta manera de fijarse en una realidad es parte de la vida que ellos experimentan. 
¿Qué se quiere decir eso es lo difícil? Eso es lo que ambos esperan, cada uno tirando las excusas para sus lados. Número dos quería ver si era posible ese puente con la locura perdida de su padre, ya se olvidaba de ese Pablo el cual era un supuesto cretino. Ya que lo quería como era como un ser común, ahora lo usaría para darse una respuesta acerca de su pasado. Pablo por fin hallaba eso que amaba hacer, el quería ser la historia en si, no quería aristas y esta forma de hacer las cosas parecía darle eso que quería. No podría quejarse de ninguna manera. Estaba en su salsa, el caos era una fuerza divina, un nuevo señor. Un caos que apenas se podía oír, era la sentencia de lo gratuito. La vanguardia de esto era poner a todos en el mismo lugar en esa suerte de molestia fuerte sobre el mundo humano. Una suerte de fatalidad una suerte de imitación vacía. Si este era el evangelio más molesto era porque se fundamentaba en que se comportaba como algo antihumano. No podría ser el fin sí acariciaba lo absurdo con fuerza animal. Si era el testamento de una gente que no podría ser decadente. Leer simplemente.
Se puede decir que los dos estaban muy aislados, ya no estaban para lo que se habían encontrado ahora por medio de ese evento extraño, estaban disociados se reencontraban, no era como la vez del colectivo donde todas las conexiones eran simples. Empezaban a depender mucho más el uno del otro. Esa forma de existir, en la que dependencias de condiciones se ayudan a encadenarse es lo que se teme, profundidad, egoísta y caprichosa. Búsqueda de semejanzas y sólo eso. Es decir la idea de que el otro es irremplazable aunque termine siendo descartable, algo que se prende en síntesis fuego, algo que no se puede revertir. Eso que es valioso lo es en cuanto a que no tiene otra cosa, en cuanto a que tenemos necesidad de aquello. Una suerte de mentira y de deseo que no nos atrevemos a confesar, tenemos bajo la piel esa suerte de naturaleza terrible. Un poco de horror de ser completamente nosotros mismos. Eso era lo que le pasaba a número dos. Ella quería estar con su padre y a la vez con su amante. Pensar que ella era tal cual era a consecuencia de ese padre que jamás entendió y ahora, un cretino pretendía ser igual a su padre un misterio. Una nueva sensación excitación primaria recorrió su cabeza era una suerte de parodia sobre su propia vida, ya que esta se repetía. ¿Estaba llegando su hora? ¿La iban a matar como a la idiota a de su madre? Era parte ella de una estupidez, era su voz la que se estrangulaba, su timbre se apagaba. Su boca era un cementerio histórico lleno de desgracias. La libertad es el tiempo que nos queda, y hay que caer, cada uno a su manera. La mujer se miraba en medio de todo eso, era su vuelta al inicio. Se puso detrás de la cabeza de Pablo, miraba eso que él hacía. Se quedaba como si fuera inocente y lo era, la estaban engañando como si fuera la primera vez. Pablo no lo sabía pero había dado completamente en el blanco. ¿Hay romanticismo? O… ¿falta toda buena técnica? 
Creo que lo pasa, es… una suerte de verdad. Un chiste, vive a su manera, vive pensando en que podría hacer por su medios. Los medios que le quedan es en última instancia creer. Uno cree como cuando mira un atardecer, cree por inercia, se emociona creyendo. ¿Quién podría creer en la foto perfecta? ¿Una burguesía? Una suerte de foto familiar que siempre se repite porque… ¿guarda una forma? No guarda nada. Alguna gente es un saco de órganos, esta gente del siglo XXI. Digamos… pensando un poco y si es que lo logramos, no habremos ya conquistado la cima. Sólo queda bajar, es decir, caer en lo conocido. Ver las cosas, hacer las cosas ya hechas. Aunque ya no pensando en subir, sino conociendo que se tiene que bajar. En esta fase, número dos tiene lo que espera tener. Una promesa su padre vive en Pablo, ella vive en parte en su padre, ahora tiene una manera de seguir viviendo esa parte sepultada que había dejado. Sus heridas viejas se abren como estigmas, y esa manera de ser, propone una suerte de ambigüedad que le molesta. Le importan las cosas, entonces es una mujer débil, una piltrafa, una basura que puede incluso ser asesinada como su propia madre. Esa es la histeria misma del amor su naturaleza traumática y humillante la idea de que nos hace más humanos al precio de hacernos mierda. Sí mierda, y ahí sale la versión más profunda y filosófica. La vida puede ser una mierda con sentido, un padecimiento, una parodia cristiana. Se puede tener algo que perder, sólo para poder sufrir un poco más. No lo digo desde la irrelevancia del burgués que se clava la paja delante del televisor, ese que ve a lo que tiene enfrente como una mezcla entre animal y mueble. La yegua esa que tiene dejar al lado una vez que acabó porque la desconoce y no la soporta. Esa clase de personas no necesita preocuparse demasiado. Es parte de una manera de vivir, no hay que envidiar cada cual le toca lo que le toca. No es la revancha, no se trata de ajustar cuentas. Sino de poner al norte, norte. Si por algo esto no tiene necesidad de declararse es por esa propia fuerza. Era una suerte de incesto emocional quería que la protegieran de sí misma, una vez que estaba tirada sola por las madrugadas, después de hacer lo que mejor sabía hacer. Coger.
Pablo estaba en su mente, donde su propia historia también se iba cayendo a pedazos, conforme a que tiene una espalda más grande. Si esa era la manera en que no resolvía las cosas, era la manera en que pasaba más tiempo vivo eso es lo que cuenta. No la idiotez, no el guión, no el guión de tele. Porque al final de un tiempo, el guión sólo queda en eso en la tele. La vida se pasa por las mismas rutas y calles. Vemos gente que se termina cagando encima pero que nunca pudo por lo menos decirse, “soy un infeliz”. Pablo intente descafeinarse. Sabe que vagina que ve, vagina que quiere, nadie lo va a cambiar pero de eso se trata vive a su manera. Después de todo número dos es la mejor de todas las putas, y por eso sólo por eso que en su caprichosa mente no puede dejarla. No se trata de ningún romanticismo sino de una satisfacción al eyacular. Su manera de llegar a manejarse es esa. No se puede terminar justificando en que cuando encuentre a la linda pero tímida, esa que le deje hacer todas sus mierdas es la que será su “mujer”. Pablo tuvo sus épocas donde no podía superar nada de lo que le pasaba un día simplemente se olvido del pasado y cambió. Era su momento para hacerlo y por eso ahora es el Pablo que nosotros conocemos. Es el tipo que busca lo que hay, busca en este mundo lo que se le propone, no quita al futuro sino que lo hace con justicia más geométrico. 
¿Sabes donde habría terminado si hubiera seguido la versión de la “rectitud”? su destino hubiese sido una zanja, una vida de miseria y llena de heces a los cuatro costados. El mundo respeta las reglas que quiere, no se trata de otra cosa. Lo sensible y lo insensible conviven, se combate se sangra. No se pide permiso para triunfar. El pelo negro de numero dos es poesía. Ese pelo negro, esa cara de loca, de perra desquiciada, una de las pocas cosas que pagan la mierda del día. Esa es la vida del humano en su trajín de todos los días, la vida es sueño en cuanto absurda, si es una suma de lo arbitrario y lo obsceno. Una tumba vacía, una lápida sin nombre. Un padre que al final entiende que su chiste son las risas de sus propios hijos sobre sus fracasos cuando lo evidencian en la decrepitud. Es decir, la moral de los que vencen, esa cosa que sirve de justificación es sólo momentánea. La muerte muestra su propia valoración tanto y en cuanto a que olvida a los vencidos y a los vencedores. La vanidad es de todos, la vanidad que número dos que masturba a Pablo mientras este dibuja. La imagen que no tiene mucho valor pero que es imagen en cuanto a que pasa. La idea es la misma, se sigue se esta y se seguirá estando, depende de uno en que lío se va a meter. Es así, el precio de las cosas, el romance de la puta y el cliente es la propina que occidente le deja a su hombres, las mujeres también podrían unirse. Todo podría entonces rondar en lo distinto.
Claro en este punto, número uno se masturbaba directamente enfrente de Ramiro. Era su acto de más irresistible exhibición. Era su manera de hacerse valer, era su manera de ocultar la cara. Ella se reía, después de todo estaba feliz, era su manera en que lograba olvidar sus fracasos previos. Fiesta en fiesta, locura, en locura, su manera de ser, su sonrisa, su pasión por amar las situaciones hacían que poco valiese el que tenía enfrente. Al final se tiró sobre él e hizo lo que quiso. No era cuestión que la inoperancia de Ramiro fuese la protagonista. Por suerte pensaba número uno no era impotente, sino eso habría sido la muerte en vida. El cuello de Ramiro se iba llenando con los días de mordiscos. Era la manera en que número uno se iba acostumbrando a las cosas. Después de todo somos objetos de placer, y cada tanto somos si es que los otros, nos ven con un poco de condescendencia objetos de respeto. Esa suerte de consumo es parte de la vida, Ramiro la ve como una puta que esta loca, sólo que es más puta que loca por lo que él no se va a de allí. Ramiro sabe que esa es la pelirroja de sus sueños, su conciencia de lo dice constantemente. Por algo no puede aceptar ni sus sueños, ni la posibilidad de ser engañado. Es parte de su naturaleza enferma sabe que de alguna manera esta sujeto a los deseos de número uno. Ella tiene la fuerza allí, ella es la que aporta más placer es el contenido, Ramiro es la circunstancia, lo que se reemplaza fácilmente; el decorado. Ramiro sabe que el día que vea a otro infeliz en su lugar los va matar a los dos. Porque Ramiro tiene una idea fija, la vida de uno puede estar arruinada pero ser aceptada, es lo que llamaríamos la desgracia, la desgracia de ser un infeliz. Ahora bien hay cosas mucho peores que ser un aborto social, una de ellas es ver la de ver huir a la felicidad desnuda. A la felicidad de pendejos rojos en manos de otro cretino. Ramiro era un fascista tal vez, le importaba toda una mierda. Sólo aceptaba lo que veía, era un ser lleno de miedo. El miedo hace que la gente parezca cosas que no son. El miedo como una cadena en el cuello, esa cosa que hace de los tímidos, los enfermizos y los débiles; escorias. Tiene por algo un acento fuerte, su manera de entender las cosas se resume a que no son de por sí valioso, la felicidad es escasa como el dinero, quizá mucho más. No podemos caer en las medias tintas, todos sabemos como ser felices porque somos egoístas lo que nos cuesta es ver como hacemos para ser felices realmente. Como hacemos para hacer pensar a nuestro cerebro que la vida vale la pena aunque nos la pasemos esperando. Muchas esperamos que las cosas no cambien otras que sean irreales. Reconocemos que la felicidad absoluta niega la vida, y… ¿qué mejor? No la broma, no el denigrar al otro, sino el consumirse en el aire. Lejos del desprecio de quienes decimos que nos importan. Sin demasiada sensibilidad, sino dando cuenta de quienes nos excitan quienes nos la hacen pasar mejor. Quienes tienen nuestra atención.
La secretaria es la única que se queda por fuera de estos ciclos. Por ahora, no entró en este molino donde las voluntades mueren una a una. La seria A y la serie B, dos formas de decir lo mismo, somos lo que nos pasa. No otra cosa, ¿somos eso para lo que pretendemos ser llamados? No, somos la mierda que pudimos ser, porque lo quisimos. Disfrutamos de cada centímetro de mierda, cada paja, cada pedo. Cada cosa que nos hizo animales. Cada lamida en la espalda ajena, cosa que nos importaba, cada suerte de incomodidad relajante. Todo llega un punto que se pone como secundario, eso es la vejez, antes de eso, cada drama es un dilema. Pero no es más que eso, elegiremos al final y es probable que meemos fuera del tarro.

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