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Los encontradores:

La historia que se les cuenta. No es compleja, complejas son otras cosas. Muchas otras cosas. Un ejemplo de ello sería demostrar la credibilidad de los hechos, justamente eso es lo que no importa. Los encontradotes son una agencia extraordinaria, una verdadera agencia extraordinaria que existe con un fin sencillo. Encontrar lo que sea, el slogan dice: “Encontramos hasta lo que usted no sabe”. Obviamente que esto es una manera en que se jactan de su efectividad. Nadie sabe bien como trabajan pero lo que se conoce es que los encontradotes, siempre saben cómo y dónde hallar. Nunca llegan tarde, y todos llevan pilotos negros, zapatillas verdes y corren demasiado rápido.

La primera vez que los contrate quise encontrar a un coreano que supuestamente había huido a su país natal y que no había pagado las cosas que encargó. Obviamente me sentí estafado y de todas las agencias de morosos la más rara y excéntrica fue esta. “Los encontradotes S.A.”, mire con mucha gracia el uniforme que tenían, hablaban demasiado rápido pero nunca perdían el hilo. Todas las paredes de sus oficinas eran azules. Nadie tenía relojes en las muñecas pero abundaban ellos en las paredes. Yo sentía curiosidad, cobraban poco y decían que tenían planes generosos. Habían desarrollado una lista de los deseos, con la cual ponían diez ítems para encontrar y eso era todo. Se había formado ya la idea de lo bueno que sería ese servicio, aunque tenían el deber de recordar que no podían abastecer a muchos clientes porque el sistema era complicado.

Me dieron una forma para que especifique que era lo que quería y como lo quería. Tenía que hacer una descripción lo más detallada posible sobre el sujeto que quería hallar, si había foto era mejor. En mi caso esto no se encontraba por lo que conté sus actividades, conté que tenía un supermercado y que necesitaba que lo hallasen de cualquier manera más que nada para verle la cara. (Por mi parte quería ajustar cuentas de una manera cruenta pero privada) Por eso el servicio tenía una opción de discrecionalidad. Nadie sabía quien era el jefe de la empresa, los tipos se comportaban como si fueran uno. No discutían y tenían una suerte de telekinesis para algunas cosas. Con esas habilidades desarrollaron facultades bastante extraordinarias para lograr sus objetivos. Las cuales no me serían rebeladas. Tenían una folletería muy extraña, mostraban que podrían recuperar hasta un botón de una camisa de hasta treinta años de antigüedad sean cuales fueran las condiciones de la perdida.

Todo esto fue interesante, pague mil quinientos pesos porque al coreano lo hallaran en tres días. Cumplieron, a los tres días, estaba en la puerta de mi casa, envuelto en cinta, el oriental. Lo cual no era muy humano pero yo había especificado que quería que lo entreguen así. Me extraño que cumplieran al pie de la letra el pedido. Así que me propuse hacer una lista. Por eso llene con diez ítems aquellas cosas que considere que fuese imposibles de encontrar y a saber pudieron conseguirlas:

Estas eran:

1)      Un álbum de figuritas, el cual mi madre se deshizo de él sorpresivamente.
2)      Una mujer que una vi en un supermercado y quede tan impacto que perseguí a todas las personas, recorrí góndolas de punta a punta, lleno de un lugar para otro sin éxito.
3)      Las lágrimas que una vez vi en una persona muy querida a través de una cerradura.
4)      Un cuadro mío pintado en el siglo XVI, lo cual era imposible. Pero lo pedí al no haber restricciones.
5)      Las fotos de todas las personas que conocí en mis primeros veinte años de vida, pasadas y futuras.
6)      Un fénix.
7)      Un perro de color azul.
8)      Un fantasma que no fuera tímido.
9)      La lengua de uno de una de las personas que no soportaba, metida en un cofre tallado en caoba.

Esto más la aparición del coreano eran la suma de lo que se había pedido en esa lista de los deseos. Me acuerdo que se lo di a un “encontrador” (como me gusta llamar a uno de estos extraños individuos). Partió a toda velocidad, sin inmutarse, era cuestión de esperar. Así hizo o pretendió hacer, pasó el tiempo, minuto a minuto con esa fuerza inevitable. Esperar fue una cosa insoportable. Había una cláusula que decía que algunos pedidos si eran demasiado extraordinarios podrían tardar más de diez días. Por lo que serían casi tres meses, lo que llevaría encontrar todo esto que supuestamente deberían hallar. Esperar fue infernal, lenta y pesadamente hice todas las tareas pensando en lo imposible de toda aquella hazaña. Por ejemplo hallar cosas que aún no habían ocurrido. Pero supuse que con eso era suficiente. Y si era suficiente se tendría que conforman que llegado el caso le devolviesen el dinero. Sería bueno después de todo que me entregasen el dinero de una buena vez. Esperar era terrible, demasiado terrible por eso es justo que de alguna manera contar lo que paso después.

Lo primero que llegó fue el álbum de figuritas. Trágicamente estaba amarillo y olía horrible pero estaba completo. Eran todas las figuritas, los hologramas medio arruinados. Pero efectivamente era el álbum se había logrado otra vez lo imposible. Los hombrecitos estos, los degenerados estos imagino que excavaron un basurero para encontrarlo. Fue justo tuvieron suerte, eso fue lo que pensé. Pero supuse que el segundo sería mucho más difícil.

Aunque pasaron diez días más y para mi sorpresa. Nuevamente allí estaba, una persona me tocaba el timbre. Morocha, claramente más vieja que como la recordaba. Yo al principio, recibí a la visitante; extrañado. Al final me dio una tarjeta que me confirmaba que era parte de esa lista. La tarjeta de “Los encontradotes S.A”; le contaron lo absurdo de la historia o mejor dicho del pedido y le insistieron hasta que lo cumpliese. Así fue como esta mujer, la cual no rebelaré su nombre al poco tiempo cayó en mi casa. No preví que fuera posible, estuvo un rato, le pedí sus datos. Me los dio, y al final se fue. Al tiempo supe que la mujer ya estaba muerta, un colectivo la había pisado cinco años antes. Así que la cosa era rara.

Nuevamente si sumamos diez días más ¿Qué se obtuvo? Bueno un caja, pequeña en la puerta de mi casa. Un recipiente con agua, o lágrimas. Era bastante decepcionante el asunto. Pero para probar que era en serio, estaba en puño y letra de la autora de las lágrimas las razones de sus desgracias. Eso era algo que yo no sabía pero de alguna manera se ingeniaron en conseguir. En el fondo era maravilloso como se las arreglaban para resolver cada una de esas cosas. Los encontradotes gozaban de aquella habilidad que pocos tienen, se esforzaban hasta el límite tal vez para ser recibidos con apatía. Eso era bueno, porque uno paraba de sorprenderse.

Luego, llego un cuadro, uno bastante impresionante, uno que era posible de encontrar supongo o de mandar a hacer. Se podría ver la esencia renacentista, mi perfil allí estaba hecho en una forma bastante curiosa. Pero era efectivamente lo que se me venía a la cabeza si pensaba en un cuadro del siglo XVI. Sorprendido, pensé en dárselo a un conocido para que lo llevase a tasar. Así fue y dijeron que era un Tintoretto que se consideraba desaparecido y que no llevaba título. Pero por lo demás era completamente autentico, un original. Seguramente se trataba de una genial falsificación pero el esfuerzo para lo que decía costar era completamente inverosímil.

La siguiente entrega fue una de las más extraordinarias. Un día me levante y llegaron más de treinta cajas. Un archivo enorme de todos los que conocí incluso mi familia. Todos, cuando nacieron, cuanto vivieron y como murieron sin excepción. Todas las fotos, fechadas en el reverso. Casi era algo espantoso ver la muerte de conocidos en el futuro cercanos, algunos de muertes naturales y otros en accidentes, uno que era asesinado por una amante. Es decir, todas sus vidas en fotos, cada acontecimiento relevante. Y supe luego que muchas cosas fueron así, siempre llamaba al tiempo para preguntar para ir confirmando. Eso me asusto demasiado. Nunca quise saber la manera en que habían conseguido esto. De forma que al cabo de unos meses, decidí prender fuego, ver el futuro como una cosa ya resuelta era algo demasiado terrible. Preferí que el olvido me sorprendiera.

La sexta y es una de las cosas que puedo conservar, no es ni más menos que un fénix. Nunca pensé que me iban a traer la jaula de un ser que se perdía fuego cada atardecer para renacer a la mañana siguiente, cual si fuera una llama, su desarrollo hacía todo un barullo infernal. Casi imposible de soportar pero era todo un prodigio.

El séptimo fue bastante absurdo, un perro azul, demasiado azul, desde sus corneas, su lengua, incluso su materia fecal todo era azul. Apenas se podría pensar que era un perro pero por lo demás por el hecho de sus dientes azules, de todo lo azul que podría ser. Era un perro normal, cuida mi casa, y mete mucho más miedo que un perro terrible. Ya que la gente se sorprende de su color. Yo nunca supe que explicarles así que les dije la verdad, un día me lo encontré adentro de una caja. Eso era todo.

El octavo fue una de las cosas más graciosas que alguna vez ví. Una mañana me levanté y oí una voz impertinente que comentaba miles de cosas. La suciedad de mi casa, la mala manera en que me movía, el hecho de que había olor a pedo. Cuando me di cuenta en una altura de un metro cincuenta centímetros un fantasmita preferiblemente de una nena. La cual se llamó a si misma Gertrudis comenzó a contar cosas, era bastante pesada y de hecho lo sigue siendo. Hoy en día es una presencia infaltable en la casa. Ella siempre contaba que vivía en un conventillo en San Telmo donde hacía compañía a una vieja ciega, hasta que esta murió y construyeron una torre. Por eso al final, quedó todo claro, era tiempo de inventarse algo. Aprendió cocina de los libros que había en la casa y cocinaba, aunque al no poder probar nada así que insistía en que probara todo lo bueno o malo que hacía. No había demasiada escapatoria. Por suerte su intuición no era tan mal y eso era mejor que tener que cocinar.

En el día ochenta nueve, llegó la lengua, una lengua, si una lengua que sufrió de cáncer. Extirpada de una persona que si era muy molesta y que nunca más había visto. Aparentemente esa mujer, había pedido medios para conservarla y la mandó a embalsamar, por eso luego le regalaron una caja para que esa lengua no anduviese andando por ahí. La caja había sido hecha en el Bolsón y la madera en la que estaba hecha era efectivamente caoba. Por lo que al final me había salido con mía perdió su lengua y su caja.

No obstante cuando vi esta prueba irrefutable de que podrían encontrar cualquier cosa, volví a pensar sobre ello. Asumí que debía preguntarle por sus métodos. Cuando llegué sólo vi una nota, que decía que se habían mudado a Osaka, Japón. Era inaudito, los encontradotes, sabían desaparecer. Siempre lamentare no haber pensando una mejor lista, aunque de todas maneras como siempre me han tomado de loco y han dicho que todo esto era imposible. Yo por mi parte, tengo aquellas cosas menos las fotos en mi casa. Todas pruebas irrefutables de lo que digo, algunos creen que sólo es una historia para inventar y que el perro, es lo único concreto, como también niegan la existencia de la fantasma. Pero bueno, cosas que pasan, ellos nunca pisaron las oficinas de “Encontradores S.A”.                             

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