Camaradas. (Así empezaban las palabras en una cárcel bastante antigua en un medio bastante remoto, es decir en una geografía distante). Nosotros somos presas de un solo crimen, la verdad. A la verdad del pan en las mesas, si esa verdad fuera tan concreta como el cielo que esta sobre nuestras cabezas, ya nadie tendría que andar hablando de la verdad. Pero como saben y por eso estamos aquí, cambiar el mundo no es decir la verdad, sino imponerla. Nosotros, nunca fuimos blancas palomitas, nos cargamos a quien nos tuvimos que cargar. Aunque la revolución siempre sea la misma, ese discurso que nos ensombrece parece estar hecho del mismo material que el barrote que nos contiene. Indiferencia.
Dicen que los que estaban allí metidos, tanto tiempo estuvieron quietos que apenas creían ya lo que se les decía. Algo así como la muestra de un profeta eso era lo que se les decía. “Si es que con algo ha empeorado el criminal es con el castigo”- esa fue la frase con la cual pudo hacer que el público lo mirase un buen rato.
Lo que siguió fue esto: “Ahora puede que nos llamen agitadores, no tenemos el nombre del progreso de las riquezas de los grandes, esos personajes que roban a nuestros hijos y a nuestras madres para vivir como reyes. Nosotros aquí, somos el progreso, nosotros aquí somos otro estado. Nuestra rebelión es la eterna lucha, no somos los mejores, no somos los santos. Por algo llegamos hasta acá pero sabemos qué hay que hacer.”
Los reclusos oían como quien les dijera que no tenían nada que hacer allí. Sus caras sin embargo estaban marcadas por las necesidades. Su manera de mirar las cosas era en unos casos con ira y en otros con profundo temor. Todos se preguntaban porque ellos deberían cargar con toda la culpa. ¿Dónde estaban los otros? Esos que siempre se salen con la suya.
El hombre no muy grande que hablaba seguía: “Mientras nosotros estamos aquí, a nuestros hijos les enseñan que odien la causa de sus padres. Es decir que odien su origen que odien su esperanza para con el futuro. Se les pide que sean idiotas, para que al final cuando no vean el pan sobre sus propias mesas piensen que es su culpa, o piensen que es la culpa de sus padres.” Mientras tanto el auditorio ya estaba pensando que esto era la base para un motín, ganas no les faltaban. Debía ser el momento donde los demonios, es decir ellos se cansaban que en nombre de la justicia se los perjudicará.
Un tipo sale de en medio de ellos y dice: “No seas enfermo. Vos y yo, todos los desgraciados que estamos acá estamos encerrados hasta el final. Sólo mandan a la gente que no piensan devolver. ” Triste pero cierto, no obstante, los hombres querían morir en medio de esa jaula de cemento pensado que allí conseguirían la libertad.
El líder de este motín gritó: ¡Más al fin tendríamos que tener pan! ¡Ahora o nunca!
La gente se ponía a pensar en sus causas, muchos de lo que estaban allí eran disidentes políticos. No eran los delincuentes comunes. Todos ellos están encerrados por no poder ser suficientemente dóciles. El pensamiento era raro, ellos sabían que sus causas parecían locura. Pero se disponían a molestar con su carga. ¡No olviden su nombre!- ese fue el segundo grito. La multitud iba a agrupándose esperando que se llamará al caos. Pero eso aún no tocaba primero había que exorcizar a esos combatientes. Esta cárcel es un banco, un banco de revoluciones, cada día que ustedes han estado encerrados aquí se han dado cuenta que lo mejor es derruir el mundo que ha puesto las cosas patas para arriba. Muchos se aprestaban a buscar piedras y romper cosas para hacerse con palos, armas simples pero desesperadas para lo que iba a venir.
Entonces para llenar de tensión más el ambiente dijo estas palabras: “¡Si el hambre tuviera una ideología solo habría que cambiar de opinión! ¡Si la libertad tuviera un apellido todos deberíamos tener la misma familia!” No hay que olvidar, eso era lo que les pasaba a esos hombres cayeron en la idea que su propia vida podría ser olvidada. No obstante ¿qué importaba eso? Una pala es una pala en cuanto a que es útil y se usa como tal. Un hombre es un hombre en cuanto a que se aprecia como tal. El recluso no tendría porque olvidar las causas de su reclusión. Una fuerza extraña se hacía de esa multitud. Es cierto, el hambre no tenía ideología y que suerte que estas supuestamente hubiesen sido declaradas muertas, el cambiar de opinión no solucionaba el problema.
Las palabras seguían tal cual si fueran un martillo: “En este lugar tratan de cambiar nuestras mentes, nos vuelven a educar, llaman al fracaso… ¡delito!” Por eso la gente seguía esperando. Parecía que lo menos se quería era seguir pensando. El hombre que capturó su atención seguía con más vehemencia; “Ustedes si tuvieran Dios serían elegidos por él, porque han entendido de qué se trata este gran drama. Hagan valer la vida y el pan, no habrá historia que los juzgue de manera errónea, la historia es la lucha aún persistente por imponer la verdad. El día que triunfen, no habrá historia que contar”.
Los reclusos, ya casi enfermos de indignación se lanzaron contra las instalaciones, y rompieron todo lo que pudieron, y se pusieron contra los guardias que no corrieron mejor suerte. Por algo esto pasaba pero era misterioso. Al tiempo pese a ser sofocados brutalmente no pudieron hallar a quien empezó tamañaza revuelta. Nadie podría decir que este hombre era bien conocido. Sólo quedo una inscripción en las paredes de ese patio:
"...y sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario."
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