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8-La parrilla- A horror story:

Parte uno                                                        


Buenos Aires, tierra de gauchos y de perros que pasan hambre. La lluvia y el sol, la carne a azar. Nada tiene de lo que dije; asunto particular. Pero se puede decir que algo nuevo hay en esta parilla. Algo nuevo no inquietante sino cotidiano. La Argentina es una tierra caníbal que no quiere a sus hermanos. Mucho pajero suelto, mucha puta sin remedio. Los habitantes de la zona de esta argentinidad extraviada. Porque la maldición nadie lo sabe. Existir en este país se reduce al peronismo. Todos tenemos que pensar antes de morir sobre ese hecho ¿Fuimos o fuimos peronistas? Así es la santa misa. Nadie se salva. Algunos seremos rechazados se nos dirá que escribimos complicado y que no valemos la pena. Así es la parrilla argenta. Nada queda sin resolver, todo bicho va a parar al asador.

No obstante los extraños no se salvan. El horro esta en no tener piedad para con los enemigos, el argentino no perdona. No puede perdonar. No tiene idea del perón y por eso es caníbal. Al enemigo hay que consumirlo para integrarlo. La indiferencia juega un papel central en le proceso. Primero se lo niega, luego se lo desaparece y después se lo consume. Así la vida del argentino siempre fue un intento por no ser perdedor. Lo demás no importa, el honor en el exitismo. Lo cual es lo primero que nos funda. Aquí el horror.

Una rubia descendiente de paraguayos, linda, flaca tetas no muy grandes. Entró a la parrilla la siniestra parrilla, la más bizarra de Buenos Aires. La cara de turra era lo mejor que tenía aunque en el fondo era buena. Como los perros que ladran por la calle en medio de la noche que solo ladran porque están solos. Una linda paraguayita en resumen que aún esperaba que el único hombre que la hizo feliz volviera. Ella amaba a los cretinos, simplemente porque le recordaban a los niños indefensos.

Ella es la que entra. Mira, todo vacío. Como siempre, la moscas en el mantel de plástico. Ese día era particularmente caluroso. Nadie le importaba eso, todo es provinciano todo es porteño, reducto y fin. Porque todo aquello que esta en ella es una carencia. No podemos ser positivos la vida de los sudacas es así un poco de sudor un día, un poco de sangre después. Su nombre era Belén. Tenía una buena postura que la podría haber hecho modelo o algo estilizado algo publicitario, algo “lindo”. Eligió otros caminos más idealistas tal vez pero que no la llevarían a ningún lado. Porque todo lo que hacía lo hacía en vano. Su madre le dijo que la vida no era más que un montón de grises los cuales tendría que aceptar para vivir en la normalidad.

Belén podría un día haber caído en la desgracia y de hecho fue lo que paso. Ni el amor ni el odio de sus conocidos se lo impidieron. Esos que un día se mostraban tan leales, un día se dieron vuelta como una media. Ahora ella estaba sentada en ese lugar ridículo y era la cosa misma del lugar. La llamada de atención lo lindo, una vez alguien dijo; “No importa con quien este yo la quiero también”, se referían a ese encanto que tenía. Obviamente no terminó bien. La dejaron plantada en un altar y desde ese día no se repuso. El mundo de idiotez que la rodeaba se cayo a pedazos para dejar a una mujer sola y frágil en medio de una ciudad que le era indiferente.

¿Sería tan malo? Seguramente lo era. Sino porque ella estaba sola ahora. Sola como una pelotuda, enferma y puta. La dejaron ahí con su idealismo y su espera. Para terminar en esa parrilla ridícula. En le medio las compasiones ajenas se caían a pedazos. Poco importaba ya si se tenía que buscar una excusa para huir. Huyendo todos los días se metía en lugares poco transitados y extraños justamente para que no anden mostrando su pena sobre ella. Eso era bueno y reparador. Como todo lo que nos pasa el tiempo siempre nos cura. La redención solo esta en sufrir y como sufren algunas mujeres por hombres que no les importan un carajo lo que les pase. Esa es la vida y no las cosas que las publicidades enfermas nos cuentan. Pero algo corto esa catarata depresiva y no era algo lindo. La cara de un tipo vejado por la vida de un adicto y roñoso. El de la parrilla le dice- Nena ¿Qué vas a morfar? Ella no había pensado en eso. En un rapto de irracionalidad pidió un corazón. El tipo la miro con cara de que estaba loca. Pero no le importaba solo le explico- Es más caro ¿No te importa?, ella negó con la cabeza. El tipo sacó el cuchillo y partió para el fondo del local.

Ella esperaba y seguía pensando en esa gente falsa que la rodeaba y que le pensaba como una persona buena pero demasiado ingenua. Todos, todos se habían aprovechado de ella. Aunque ella pensaba que era al revés. Al principio ella lo tenía todo bajo control pero luego las cosas se iban deformando conforme el tiempo pasaba. Todo se convertía en algo negro e insufrible. Cosa que muestra porque la mujer siempre es más bárbara que el hombre en toda clase de venganza. Porque alguna de ellas tratan de ser razonables hasta que se enamoran lo cual es raro y ahí si que no perdonan. Conforme a eso, Belén estaba enroscada trataba de saltear la resignación y de vivir otra vida. Una vida menos burguesa y absurda que algo la cambiará por lo menos de eje. Esa clase de cosas eran las que no pasaban. Por todas ellas. La sensación de ella era de simple desasosiego. La mirada de los otros era el infierno mismo. Porque todo era una simple evaluación, la tierra esta maldita nos consume. No hay espacio para la misericordia, ni los curas la tienen. Ella para peor sabía de esos al haber recibido la educación católica conservadora. No había lugar para la bondad más que en el cielo. El tiempo pasaba solo quedaba sacar un cigarrillo y fumarlo. Con lo rico que eran esos cigarrillos venenosos los compañeros inseparables de ella. Mientras fumaba oía unos gritos o disturbios. Cosas anormales parecía que estaban matando algo. En un momento pensó irse, luego desistió había que quedarse allí alejada de todo.

El tipo volvió y se oyó el ruido de la parrilla. Un olor a carne que se cocinaba se internó en su nariz. Su estomago se abrió y casi babeaba. Llena de un hambre incontenible. Ya fantaseaba con el pedazo de carne que iba a comer. A los diez minutos el tipo se dio vuelta. Y trajo en un plato que era realmente asqueroso un corazón. Literalmente era eso. Un corazón, ella misma estaba dura ante el pedazo de carne y el lugar. Pero el hombre pudo más, decidió probarlo. El gusto de esa carne era impresionante, llena de placer se encontraba y su cerebro la electrocutaba. Nada mejor que esa carne pese a que el lugar daba lastima. Estaba de hecho ese corazón un poco sanguinolento. Pero no importaba el sabor era delicioso. Nunca se pensó comiendo algo así.

Cuando termino quiso algo más. Su hambre no se concretaba en ese pequeño pedazo de carne. Pidió una mano, cual era imposible. Nadie tendría en una parrilla una mano, los animales manos no tienen. Pero eso no importaba. El tipo como se fue la primera vez hizo lo mismo. Belén vio sus manos llenas de sangre pero no estaba inquieta al respecto. Todo le parecía normal quizás ese lugar era lo más irreal. Por lo que todo eso podría ser un sueño en el cual despertar sería perderse la mejor parte.

Parte 2:                 

Esperar siempre es en vano, conseguir es lo que gratifica aunque sea cualquier cosa. Así poco tiempo después o por lo menos es lo que parecía. Otro plato estaba lleno de carne a trozos dedos, uñas y una mano casi entera trozada. Carne quemada sobre la parilla. Suculenta carne, carne que había sufrido y por ello más interesante. Belén comió los trozos rápidamente y tomaba grandes cantidades de agua como también de vino para poder bajar la tremenda cantidad de carne. Los huesos los iba tirando a los costados de las mesas y en ese momento el perro de la entrada estaba mordisqueando junto a ella un fémur. Ella estaba feliz de una forma extraña esa carne era la mejor quizá porque era humana y nadie de hecho le impedía que la comiese. ¿Hay crimen sin victima? Puede que sí. El crimen de desperdiciar la comida. La cual tanto esfuerzo necesita par ser producida. Cuando esta tiene alma y aún late todo el sabor, emerge la pasión y la de vida de aquella. La propia boca termina llenándose de todo y puro tragar y tragar de carne, ese ahogo por la sustancia. Ese decaer porque el estomago no da más contradice a la fuerza de la lengua que manda a la boca a abrirse y a seguir tragando.

 

Movimientos mecánicos que buscan trozar. Movimientos mecánicos que olvidan todo lo humano o todo lo racional de la ingesta. Esto es puro instinto y baba. Una realización extraordinaria.  Ella era mujer que consumía su pasado hacia un psicoanálisis anatómico o una catarsis gástrica. Tuvo el alivio de ver que su comida era su historia como puede quitar uno los defectos. Las fricciones y las desilusiones huían con todo aquello. No era una cuestión de bien y mal sino de buscar la libertad de quitar el obstáculo. Por la libertad esa presión liberada del pecho hace de las personas nuevamente personas. Belén necesitó eso. Sin duda que sí como quitar la idea de la persecución que persiguiendo como cambiar el ciclo sino invirtiéndolo. Aunque la felicidad parece que se compra, los problemas crecen y se nutren de momentos felices como placebos. Pero esos descansos solo agudizan los problemas. ¿Puede la falta de conciencia liberarnos al fin de todo ese pecado que esta en nuestras propias manos?


Ella cree que sí y esa carne se lo demuestra esta siendo caníbal sin razón he ahí su locura y su libertad. Libertad que cuesta a otros pero libertad al fin libertad que es necesidad y no derecho. La nostalgia la llevaba a comer, la pena. La idea de que no se podría liberar de algo como ese tipo que la dejó en el altar. Todo ello era una espiral que había empezado hace tiempo. La culpa siempre va de choque y por olas, la gente encerrada simplemente en sí misma incriminándose a la eternidad.

Belén, pudo decir; ¿Al fin? Conseguir la libertad valía algo. En ese momento pudo ver el postre de aquella matanza. La mismísima cabeza. Al verla lloraba como condenada pero al fin era libre. El precio de deshacerse. Un rastro. Era divertido era macabro, era sincero al fin. Todo lo sincero peca. Todo lo que vale la pena comete crímenes. Los crímenes no son más que eso. Pocos entienden entre la poesía de matar y la tragedia de vivir en medio de desastres a medio hacer que dicen que se llaman personas. Un poco de ese canibalismo es el que digiere a todo lo inútil, carne y sangre para el futuro. El altar necesita victimas y esa mujer fue un altar. Después de todo ella así se vio destripada y humillada. Ese era el trompo díscolo que la movía. No pensaba en nada más que en la vergüenza de lo simple y lo llano de absurdo, del barro, o porque no de la mierda.

Todo eso vino por una razón casi simple, casi automático el cuchillo entro en la cara mientras la destrozaba. Lo divertido siempre es poder ser uno a costa de los otros. Lo demás en realidad poco importa. La mente es hedonista tiene masturbaciones ideales, a eso llama euforia. Sus propia neuronas se atacan se estimulan se electrocutan. Así es la forma en que las personas recuperan las ganas de vivir no importa la manera. Nunca importo. Así los muertos son la fiesta de los vivos y los abuelos ganas batallas y los nobles degollan plebeyos. Solo estaba haciendo lo que la naturaleza mandaba. Cuando de repente sintió que algo pasaba estaba muy pesada para moverse. Toda esa ingesta era demasiada para ella. Quedó un momento despierta pero el peso de sus parpados era enorme. A los minutos quedó dormida.

Uno poco más tarde se sintió incomoda y con frío. Abrió los ojos y estaba en una plancha de metal atada por los bordes. ¿Qué era eso? La continuación de una pesadilla inconsecuente. Algo como ese frío era inquietantemente real. Mirar para todos los costados y no ver más que una puerta abierta con el viento que soplaba. Ella desnuda ahí atada parecía un cerdo que iban a destripar. ¿Qué droga podría ser esa? Una muy extraña por cierto porque la coherencia de la alucinación era intranquilizadora. Lo peor era que le pasaría. ¿Era algo demasiado enfermo? Como esas películas de terror “clase b”. Es lo que había. Belén no entendía que el mecanismo era exacto. El último que estuvo en ese lugar fue la victima que ella comió por eso nunca fue al altar. Claro, eso se enteraría en unos momentos. Alguien entró. A la misma parilla. Una mujer también rencorosa y harta de la estupidez y egoísmo de una amiga que tenía. Ella consideraba que su amiga Belén, justamente era una idiota y como tal tenía merecido el plantón. Después de lo que había hecho solo esperaba estrangularla. Después de todo, ella su amiga era la amante del novio y por supuesto poco le importaba que pasaba. Pero al parecer después del platón no dio “señales de vida” quizás había huido de las dos. Por eso ella que se dio o por lo menos esperaba venganza deambulaba por las calles hasta que vio ese lugar y decidió entrar.

Al fin se sentó en la misma mesa. Cuando vio al mismo hombre en la misma parrilla. Jugar con las brazas. Entonces, ella pidió –pechito-. El tipo la miró con cara rara como la otra vez y le advirtió que le iba costar. Ella hizo un gesto de desinterés igual a su amiga ahora encerrada en el fondo del local. El tipo se fumó un cigarrillo enteró y fue con el cuchillo afilado. Belén vio entrar al verdugo con el cuchillo. El tipo a diferencia de la otra vez no la iba a matar a mazazos. Se acerco y la olió. Este tipo que cocinaba gente ya sabía por el olor lo bueno y lo malo de la carne. Belén empezó a llorar después de todo iba morir después que su novio de una forma igual de absurda. Gritaba como una loca tratando de zafarse. Mientras tanto el hombre afilaba el cuchillo contra una piedra. Se fumaba otro cigarrillo y decía- ¿Ves te iba costar? Nadie come aquí dos veces son las reglas, son las reglas.

Ella pensaba que estaba con un loco y quizás lo era pero era un loco que no se alteraba en lo absoluto. Por el hecho de verla allí, él solo veía carne y de la mejor. Los movimientos, sólo hacían que la carne se endureciera. Para más terror y para que no se moviera tanto le puso una tarántula en el pecho. Ella miraba ahora al insecto mientras el terminaba el asunto del cuchillo. Lo puso contra luz cuando vio que brillaba. Al fin se puso al lado de su oreja y le susurro: es la hora. Puso el cuchillo cerca del cuello. Le pidió que respirara así sufriría menos. Belén sentía que el corazón se la iba salir del cuerpo mientras veía el filo peligrosamente cerca. De lejos se sintió un golpe en la mesa, la clienta estaba impaciente. El tipo al final moviendo la cabeza de un lado a otro dijo; “trabajo es trabajo”. Belén chillo y la bandeja de lleno de sangre.

El tipo trozo y arranco todas las costillas. Salió y lo puso a la parrilla. Cuando el plato al fin llegó a la nueva clienta esta que no estaba tan loca huyó. Huyó como loca. Vio carne vio algo familiar y siniestro algo terrible. Eso era humanidad. Se fue y dejo todo allí. El tipo agarró el dinero. Y se puso en la misma silla a comer tranquilamente la misma costilla. Lamentaba la violencia de la muerte. El hubiera empezado por los muslos pero bueno; “trabajo es trabajo” y el lo sabía el perro entró se subió a la mesa a comer con el amo. En Buenos Aires llovía y la sangre corría. Nunca supo porque el primer tipo llegó a esta parrilla. Solo un grupo de osados excéntricos y desencantados de todo había cruzada la línea. Sería eso. Era un tipo que tenía todos, dos mujeres, dinero, quiso más de lo que debía y murió. Después de todo mientras seguía tragando carne, “trabajo es trabajo y nada más”.  

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