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78- Bajo Consumo:

Uno de los relatos más felices. Una cama, una cama en un hospital, en el fondo de un pasillo, una cama donde esta un viejo. La decrepitud hecha carne, el alma carcomida. Sin dudas un espécimen que se iba. El deber de la medicina es mantenerlo vivo, total hace poco escándalo, no tiene familia. Si la tiene esta no va lo importante es que un futuro fiambre que hace pocos problemas. Otros son conocidos por decir insensateces y llenar de escándalo por lo que tienen que ser sedados una y otra vez.

Por su parte este hombre es la contra del espíritu del consumo, es un ser económico. Todo lo que hacía lo hacía al mínimo, morirá como vivió pasando por la tierra y haciendo culto a la irrelevancia. Cosa que no molesta a quien sepa el destino estéril de una roca como esta. La cara era divertida de ver, era un sufrimiento en silencio, era un espectro uno más en los pasillos de los moribundos, lo que hacía aún más llamativo si es que uno pasase por ahí es el tubo de luz que tintineaba sobre él. Con esa consiga con esa mala luz podría estar en paz pero claro, la cara de vomito. Esa patada en el alma. Cosas molestas para las mayorías. La propia muerte no quería pasar por allí porque no quería ni morirse. Lo que pasaba es que sufría de una enfermedad dese hace años que lo iba entumeciendo cada vez más.

Sí la vida era tan extraña, siempre había vivido sin emoción era un sujeto que no padecido ni fue feliz. Era una suerte de condenado a vivir en medio de un desprecio que no podría sufrir. Por eso su manera mecánica de existir no debería ser una molestia. Este hombre sin embargo era ilustre, un pacifista, un burócrata con premios a la puntualidad, esforzado pero callado. No festejaba navidad, no se tomaba vacaciones y cuando de las tomaba porque lo “obligaban” lo hacía de la manera más tonta. Hacía lo que podría hacer cualquiera, nunca llamaba la atención. Por unos años hasta mantuvo una mujer que no soportaba una persona así de loca o por lo menos de desesperante. Nunca veía algo que lo asqueara. Estaba plenamente más allá del bien y del mal. Era siempre un día sin otra cosa que hacer más que pasarlo y el lo pasaba sin sufrir. Todo era quietud, el pulso de él era quietud, quizá por eso llegó a tan viejo.

Una forma, una consecuencia, cuando lo jubilaron lo pusieron en frente a la realidad. Pero él no se quiso sentir inútil, se puso a ser voluntario de cualquier cosa. Hacía cosas que nadie quería hacer, pintaba plazas cuando había avisos. Agarraba trabajos todos de caridad porque sabía que no tendría trabajo convencional porque era un viejo. Se lo veía siempre de lejos, no se molestaba en defender un puesto o un honor. Esta era la clase de ser anónimo el cual no se sentía para nada disminuido. Siempre que no obligarán a más de lo que el quería trabajaría como esclavo. El era esclavo de sus maneras de sus cosas, de las cosas que elegía. Nunca tendría una suerte de paz, las críticas no le molestaban.

Llegó al hospital cuando en su espalda crecía una “cosa rara”. Terminó en el centro de salud mientras para el mundo había desparecido, faltó a sus tareas habituales. No avisó claro esta, la gente supuso que había desaparecido o que ya estaba muerto. El médico dijo que la enfermedad era terminal que si hubiese un día cambiado de opinión que si hubiese salido de su rutina todo sería distinto. Le preguntó si no le dolía el cuerpo extraño, el hombre no dijo nada. El médico sabía que sí, esta deformación en los huesos de su columna tendría que ser dolorosa por un momento pensó que adicto a la morfina o algo similar. Eso le hizo pensar que su forma era criminal. Era un masoquista era un buen ciudadano y no le importaba nada. Le dijeron que se iba a morir de la peor manera, claro se lo dijeron con la piedad acostumbrada, el hombre no se inmutó. El sabía que nadie elegía como morir no era justo pensar que él podría elegir. Todo eso era vanidad, vanidad como la publicidad, vanidad como la de cambiar los zapatos si no están rotos. Vanidad como la de la gente vive pensando en lo que los otros hacen.

Así fue como se le dijo que tendría que ir a quimioterapia, le informaron de una dieta estricta. Le pusieron mil normas nuevas. De alguna manera este hombre que sabía cumplir no se preocupaba. Así pasaron las semanas y los días, conforme a que la vida iba cambiando y el mundo caminaba sobre él. Conforme el tratamiento seguía su propia carne era testigo de la manera en que las enfermedades ganan las guerras cuando quieren. Era un premuerto pero sin lástima. Los ojos como dos monedas brillantes, callado siempre que podía. Estaba decidido a irse del mundo en un forma tan callada que nadie lo notaría.

Tal vez esta sea una persona en que difícilmente podamos juzgar, la mayoría de nosotros busca excusas para vivir. Él pasaba el tiempo negando las excusas, exponiendo que las exigencias de los otros si eran correctas valían y no se podría hacer mucho contra eso. Las personas que no poseen esa clase de capricho están molestas la vida entera. Podemos ver que quizá era un estoico en este siglo, detenía su sangre a cambio de no tener que deber nada a nadie. Si su pecado era para nosotros, los mortales era la carencia de humanidad. Este hombre no quería ser humano. Su dinero terminaría en manos del estado, todo el excedente de su vida todo eso que no fue gastado quedaría en un banco y no daría herencia a nadie. Esa era la manera en que iba a morir. No dejando nada que lo pudiese recordar. Cremado y arrojado lejos de allí, la voluntad estaba clara.

La última semana de su vida fue la semana en que la gente se dio cuenta que allí pasaba algo irrelevante pero fuera de lo común, una suerte de personaje banal pero a la vez desafiante. No temía, no se quejaba, no tenía imagen de enfermo pese a que todo su cuerpo daba signos de muerte. ¿Qué era eso que hacía que despreciase la vida como la muerte? Eso no lo sabían, era un ser para la indiferencia. Una respuesta debería tener que nada lo inmutaba, ¿sería demasiado materialista? Sería una persona que se suponía así como ya muerta. No se sabía, nadie alguna vez pudo sacarle datos. Pese a que curiosos había. Porque poca gente llega con un cáncer de huesos y no se queja.

Sé poco de esta clase de canceres pero se suponen que son muy dolorosos. Se supone que el pobre miserable que los contrae sufre como perro hasta el final necesitando siempre del apoyo de un calmante que casi siempre lo mata antes que la enfermedad. Las cosas eran raras, siempre las cosas son raras. No hay excusas. Para él no las hay, si las hubiera las dejaría por ahí. La cosa es la quietud, ese es el pecado del bajo consumo no poder decir que algo valga demasiado la pena. ¿Extraño? Siempre, muy extraño como toda la vida. Una forma de pensar, una creación por demás extraña. ¿Pensaría realmente que la vida es una ficción? ¿Estaría sometido a alguna clase de culto extraño que le oprimiría de una manera que nadie conocía?

No se podría saber aún. Las cosas pasaban. Tal vez fue muriendo su parte humana con el tiempo justamente eso. Se dejó de preocupar por la continuidad de las cosas en su lugar prefirió encarar para un lado más sencillo hizo juego a su propio amo. Dejo todo en manos de la pasividad, ¿sería eso? No levantarse en armas, ser vejado por la realidad sin resistencia. ¿Sería eso? No temió levantarse convertido en un viejo o insecto, no, supuso que las cosas serían siempre iguales sin otra cosa para huir. Era la manera de encontrar el destino, el destino tal cual era. La manera en que viviría la vida entera.

Otra de las posibilidades es que llevase la idea de que era un santo y un orgullo extraordinario le hiciese creer que por estar por encima del género humano no se merecía esa manera de pensar. Sobrehumano.

La felicidad era su consigna. Algunos dijeron que había consumido una extraña droga conocida como “la cruz de la plegaria” pero nadie sabía. Estaba por su parte viviendo en una forma muy rara, las luces no lo inmutaban ni las mujeres ni los hombres. Nada lo molestaba. Incluso cunado se pasaba varios días tirado, creo que estaba conciente que cuando se muriese todo sería igual. No temía un más allá, entendía la verdad de la irrelevancia. Esa era su manera de no consumir. Carente de la búsqueda de sensaciones era un elemento de la contracultura, una base sobre la cual construir un culto extraordinario, un mesías sin doctrina. Una suerte de no mensaje. Su manera de ser iluminado de forma tan extraña e intermitente sin otra cosa que portando su cuerpo. Sí era cosa rara, cosa de pocos, cosa que rompía esquemas que dejaba a la gente desdibujada.

Creo que antes de morir se estremeció de frío, se sintió estremecido pero no estaba molesto. La única expresión feliz en años era alcanzar el final de esa manera. Era el único objeto de su eterna búsqueda, un silencio más profundo que cualquier cosa, carente incluso de latidos. Quedó completamente duro, fijo, sólo a las seis horas, se dieron cuenta que estaba realmente muerto. Totalmente rígido parecía que aún trataba de escuchar, una suerte de cosas que nadie quiere oír.

Todo eso era raro. Tan raro como siempre, tan raro como la vida misma. Carente de novedad claro esta, una historia de bajo perfil, consumo, interés, etc.    

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