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62- ¿Doctor podría recetarme la muerte?

Un paciente con pinta de trastornado llega a lo de un psiquiatra, su cara lo dice todo; su juicio nunca es normal. Todos sus rasgos torcidos ayudan a crear la sensación de que algo anda mal allí dentro. Eso era cierto, por años lo único que hizo esta persona fue pensar compulsivamente. Una voz dentro de sí le persiguió cada segundo. Dejándolo seco y fundamentalmente solo. Los años pasaban y la persona deformada como monstruo simplemente servía como testimonio genial de lo que podría llegar a lograr la autotortura.

Totalmente ido, sólo podría por cortos momentos decirse lucido cuando el propio encierro de su mente le vale más que cualquier otra fuerza. La persecución es efectiva, imágenes y ruidos, apariciones tienen por fin dejar al sujeto totalmente desarmado. Justamente hoy es el día luego de mucho tiempo en el que quiere pedir por obra y gracia de la medicina su propia muerte. Ya que luego de años y años de pelear contras las voces ya no las puede vencer y no sabe si esto es lo peor que le ha pasado.

Harto de no poder saber lo que su mente hace tiene por meta dejar de pensar a cualquier costo. Las consultas y las molestias ocasionadas, la perdida de su propia familia y una imposibilidad de llenar la soledad han puesto ya en el borde de la desesperación a este degenerado. Ya que al final no hace otra cosa que luchar contra eso que piensa que tiene que eliminar y no tiempo para ninguna otra cosa. Cada día sufre por lo menos varios ataques que lo atraviesan por horas y en medio de esas ciénagas hay una sensación, “las cosas son en vano”. La idea de que no puede vencer a ese sistema que le fue implantado por encima de él se encuentra una realidad superior y macabra.

Entra a la sala de espera, mientras todos siguen en lo suyo, el tiempo no pasa para él. Los minutos se estiran, el pulso se acelera, nada bueno. Hay una sensación bastante real que le cuesta respirar por esos momentos. ¿Será casual? Lo duda. Busca la muerte como cura y sabe que los médicos no se la van a querer dar. Toda persecución tiene que tener fin sino… ¿Hasta dónde ir? Es posible que en toda su vida no recuerde del todo lo que es la tranquilidad como tal es decir el silencio lo intranquiliza demasiado, es el momento previo al retorno del bombardeo. Melancolía y paranoia llevan a que pensar sea una tarea para pocos.

Si la historia de los estados alterados es solo curiosa para la anécdota como quien le relatan una agonía, no es mucho menos, el deseo del fin de la vida. En síntesis los suicidios son anécdotas llenas de color y una suerte de mal gusto pero anécdotas al fin. “Por algo se habrá matado, no es asunto nuestro, sigamos con nuestras cosas.” Por fin llega la hora en que le van a ver otra vez para no poder decirle nada realmente importante. Sólo la humillación de tener que testimoniar todas esas miserias que lo han caracterizado y sirven de la burla de la sociedad santa y sana. Aquella que esta por encima durante segundos hasta que alcanza a los viejos si es que puede en la sórdida vejez donde la vejez se puede hacer regla general. Con el tiempo todos acarician el tacho de basura no se trata de otra clase de condescendencia. No se trata de hacer culto al miserable porque sí.

Cuando entra como siempre mira todo, torcido y lleno de tics empieza a hablar contando una de las vidas más patéticas, molestas y agraviantes que alguien pudiese oír. La cara del médico entre asqueada y sorprendida es la muestra clara de que la ética profesional es la que permite que esta muerte tan ansiada por el paciente no llegue. El genero humano debe dejar arrastrando seres por el beneficio de la ciencia y el recuerdo delirante de algún que otro lector y artista sin inspiración. Pero algo pasaba, las anécdotas de ese día eran tan ridículamente estridentes que parecían molestar al médico el cual si llevaba algo por demás bueno para decirle que su deseo de morir no era tan malo. Tal era la muestra de la compasión psiquiátrica ante el miserable como tal el cual habita un mundo en el cual a nadie le importará su estado; es decir que deberá sufrir como perro rabioso hasta el final cuando muriendo naturalmente como cucaracha se libere de toda trama terrenal. Este terciopelo de pequeñas navajas es como el néctar.

Así es la vida del hundimiento mental todo lo demás en sus tramas más profundas deja como testimonio una suerte de vacío en su personalidad. No esta muerto pero vive por inercia. El facultativo no tiene idea de cómo hará para deshacerse de su paciente parece que al final si lo logra hará un bien general para el universo. Este es un mundo donde sobrevuela una idea fija y fuerte, es un mundo donde la dignidad escasea. Por eso el gesto no es dramático, obligar a estas formas de vida a continuar tiene por fin eso. El placer de los médicos que buscan solucionar aquello que no sufren no se condice con todo lo demás.

Si esta cultura que sabe descartar aún no asume con buen grado por lo menos en algunas partes el suicidio de las personas pese a que lo asume con humor. La peste metafísica podría asumir a la arrogante especie por eso hay que contenerla. No sea que los grandes números un día induzcan a la propia muerte de las masas. Pero eso no es lo que le importa al trastornado promedio este quiere vivir un estado que no existe. Una cura total, parece que aquello debería ser su felicidad. Pero por lo tanto ese lugar que no existe quedará vedado será la utopía, el deseo de volver a ser humanos. La risotada esta en boca de todos, el discurso del amordazado es de lo más elocuente. “Si es un idiota que no se puede matar, ¿Dónde queda la dignidad?”

Claramente este vacío de látex no puede llenar eso, la oda a la crueldad tan vacía como quien la entona hace que el culto de la muerte sea atractivo. Siendo los más meditabundos los amantes profundos de la muerte aquella que quieren ver por el bien de todo lo demás. ¿Qué importa el mundo? Este es el último egoísmo de nuestra gran cena hasta que la mierda este en la punta de nuestros tenedores. Pero claro estas son las voces de un loco, alguien que atravesado por los dolores de cabeza sueña con flores sangrientas que provienen de su cerebro.


¿Dónde esta la ficción? ¡Rían! Este el día donde el cuerdo ha muerto. Los cuerdos han de perecer y esa indiferencia que lo mato es el regalo más precioso. La luz que enfoca estas grandes escenas donde la gente ríe para no verse es algo que nos debe extrañar. Lo sublime es una especie de cosa opiácea rodeado de alimento para moscas. ¿Para tanto? Puede que no. Esta miseria puede que haya sido la cuestión cotidiana durante siglos, sólo este enfermo quieren que le den la paz de una vez. ¿No hace nada bien? Puede que no, hallamos a un cobarde cabal, un reverendo hijo de puta. Basura entre las basuras, cosa que al psiquiatra no le molesta en lo absoluto. Pero no sabe que hacer con este problema como lo librará de sus delirios, lo atará de una vez, ¿lo dejará ir?

Su futuro son la cama y las cuerdas, con una existencia babeante o estéril o una muerte mientras mantiene algo de su conciencia o pretende mantenerla. Por algo hace lo que hace, debe morir. Las dudas del médico son grandes, no hay ética que ampare las razones del enfermo, aunque su razones son válidas jamás podría vivir normalmente. Eso le parece suficiente para morir, ¿acaso no lo es? La meditación concienzuda por parte del médico es difícil. Por algo tiene ese papel de jugar a la vida y a la muerte todos los días. Sus pacientes hay veces que piden cosas contra natura y lo enfrentan con lo más descabellado de la mente humana. Algo de todo ello no debe perturbarlo. Lo extraño es ver como la expresión de este sujeto conmueve parece literalmente sometido en la mierda. Una gran mierda, intenta no ahogarse con ella diariamente pero no tiene sentido. El azar es el que juega con esta gente derrotada y con la mente arruinada. Él como psiquiatra debe ser la frontera entre la sociedad y el mundo de los “buenos”.

Ese absurdo con el que los racionales se divierten es que puede terminar de fundir las neuronas de ese loco. Porque él le pregunta si todo es en vano. Desde su sinceridad el psiquiatra tiene que mentir, no puede congraciarse con el ya sabido nihilismo tiene que decir que no. Tiene que darle un mismismo valor a la vida como tal. Aunque sabe que todo eso es una serie de ficciones tremendas y que como tales no tienen sentido que se las busque. ¿Dónde esta el valor? En ninguna parte, solo hay vacío, capricho o debilidad. Las excusas son inútiles. Las mentes en el borde se sienten a punto de reventar ¿no es la cuestión que se trata aca? Probar un poco de la muerte en vida en medio de la autohumillación egoísta de miles los cuales se revuelcan sobre sus propios fluidos. Si porque esa suerte de fatalismo que relame a miles por medio de publicidades y sensaciones de utilería puede tener su límite, incluso las drogas y las fugas tienen su límite. ¿Hay otro lugar para la sensación de suspensión? Creo que no lo hay. Sólo la muerte como tal sin el cristianismo sin la continuidad forzosa cosa que el psiquiatra sabe puede liberar a las personas de todos sus pesares. La divina gran desconexión que apaga todos los nervios. Acaso, ¿es que se duda de todas las causas?

Todos estos enfermos hacen un gran asalto a la razón como tal. Joden, molestan son la enfermedad mismas con sus razones enfermizas, son la humillación mismas cuando exponen en la formas más desnuda la mierda de todos. Sus ojos pueden encontrarlo en todas partes incluso en la miseria del existo que hace que los vómitos pretendan ser divertidos. No ven otra que cadáveres y masacres, así son las mentes enfermas, así son cuando no creen ser dioses. Los llantos y los gritos que los acompañan, son en suma los máximos errores de la naturaleza. Una gran de desperdicio, ideal para alimentar hornos. Su pasión por todo aquello solo puede causar, miedo o risa. No hay posibilidad de llegar al punto medio. Ya que como sabe el doctor, el paciente ama acariciar el caos. Su propia miseria parece que late desde el vientre, lo persigue en mil formas. Casi cree que vuela. Toda su existencia puede ser de las mentiras más retorcidas, consumido, segundo a segundos, llega a pensar en la horca. Los pies que cuelgan, la cara azul. Miran duros, reciben. Lo mejor no se puede llorar para siempre por esos muertos, es decir que si la propia realidad debería darle las razones a estos suicidas, el médico solo puede meditar mientras los siguen bombardeando con la mierda habitual.

La pregunta es; ¿tiene sentido existencias tan miserables? ¿Tiene razón de ser que alguna gente considere que su propia vida es un error general que parte de sí mismo? Esa es la forma más pura entre las formas puras. Pero puede haber algo que no pueda ser contenido por esos cerebros locos, delirantes y que chillan como perros en medio de la oscuridad. El psiquiatra se toma un tiempo sabe que el loco tiene sus ataques pero que eventualmente volverá al reino de los coherentes pese a todo. Hace que no pueda recetarle la muerte, aunque con ello se resolvería parte de sus problemas y variaría un poco la cara de sus pacientes. Pero claro el debe ser compañero de la parca y no tiene que dedicarse a la loas a la locura como tal. Tiene que combatir y ver las cosas desde el propio vacío. Su labor es no poner su poder a su servicio sino para que el tinglado del sistema aguante. Es un gran ingeniero y tiene por fin mantener a tan maravillosas maquinas en pie día a día. Lo que pase con sus mentes es sólo obstáculos que nada tienen que ver con la vida misma. Sí en eso hay una manera propia de contar que esta a salvo, el doctor no puede recetar la muerte, puede matar, pero sería un absurdo que prescribiera la muerte misma. Su vocación se echaría a la basura. Por algo esta como esta, sus fugaz, su manera de ser. La presión de las mentes deformadas es la que altera las atmósferas pero son las escamas del médico si es que no ha entrado en el juego que intenta evitar las que lo protegen de esta contaminación.

Pero puede que un día fracasen ambos; uno de los dos, ceda. Cualquiera de los resultados es posible. Nunca esta todo dicho en estas sesiones, después de todo es un juego entre la razón  y el caos. Donde el caos juega con la ventaja después de todo esta clase de locuras surge porque sí y se mantiene como tal. Las ideas son quebradizas. La gente también. Lo curioso es que mientras terminaba de pensar esto perdido en sus propios pensamientos. El paciente tuvo tiempo de meterse un tiro en su propia cara.

Así terminan las cosas, muy repentinamente. El psiquiatra tan desquiciado como antes, llamó a que sacarán al hombre. Ahora el mismo estaba preso de esa muerte, no la recetó pero no la impidió como siempre lo hacía.

Todos cometemos errores que cuestan caro.      

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