Había un cura en el barrio de Devoto que era simplemente depravado y no tenía otra afición que lo que él creía que era la filosofía. Como hombre de la ciudad, es decir hombre en una sociedad y no una bestia, debía fingir respeto e incluso creer que su respeto superficial a la Ley era algo que hacía a la verdad. Mientras que algunos cantan odas al irrespeto a la Ley y algunos chorros hablan de sus robos en el colectivo, y otros ven escenas criminales pero no se atreven a hacer justicia si nadie da el primer paso, la inhibición de unos y otros pinta bien al ser humano sin concesiones. Por eso, incluso, veremos que esta “filosofía”, más que rebelde es irreverente. Cuando lo conocí lo ví como era, un hombre de apariencia normal y de forma de hablar muy cordial. Solamente cuando estaba seguro que su interlocutor nada parecería importarle lo que dijera, revelaba sua pasión por bestialismo, y sin pena contaba como le gustaba coger ovejas, perros, y lo que le viniera a la mano. Era el suy