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Apoteosis de la histeria libresca.

Número uno es la típica persona que ha perdido el norte pero lo ha vuelto a encontrar. La fisura se tapa sucesivas veces. El padre de ella también murió, como siempre, las historias de esta gente no tienen solución. Porque estas son las cosas que tienen los burgueses cuando escriben no solucionan las cosas las dejan pasar, días tras día. 
Así fue la vida para número uno, enflaqueció y se volvió más sutil y más humana. Parecía otra persona pero con las marcas del proceso, sin duda. El tiempo es el maestro y el hacedor de todas las cosas. ¿No podría haber otra salida? La muerte de Carlos fue una llama de atención, la hija que finalmente salió de sus entrañas fue otra. Fue como si de repente hubiese cambiado de estación, era el frío eso que la conmovía. Esa nueva soledad, una soledad con deudas, ahora tenía que tener un futuro atado a una cosa que se podía amar pero no se podía justificar. Ahora, como el tiempo mismo lo ilusorio mismo se iba por el caño con la imagen de lo incompleto. Las cosas se desarrollaban, así, demostrando que no había medias verdades. Este arte de vivir en el siglo XXI consiste en despegarse y esta clase de hombre que esta en todos los lugares, no tiene aristas y sus caprichos son síntomas y sus voluntades historias en los conflictos. Más una vez que tienen desenlace pierden el sentido y la anécdota se enfría vivir, es cerrar puertas, y abrir cada vez menos puertas, siguiendo pasillos más y más largos. Suponiendo siempre que se quedará impune tarde o temprano. La ficción de vivir sólo esta completa en el escritor, el otro se tiene que mentir para ser ficción y son dichos, los personajes siempre.
Por eso, es cuestión de ver las cosas en las correctas perspectivas. Las imágenes ya están dadas en una sola pintura. Todo lo que tenía que ser dicho, lo fue. Con eso quedó en claro que al saber que la muerte de su padre fue un accidente absurdo y que su propio padre se dejo ahogar en el lago para no tener que seguir viviendo en ese auto exilio, mas propio de una bestia que de una persona. Mucha gente no tolera que lo destruyan tantas veces, los que sobreviven son las piezas más raras y asquerosas, asquerosamente poéticas porque las vidas en la bocas de los viejos son así, cuando los registros se debilitan. Por suerte de la sangre y de los gusanos, salen los niños. Por ellos todo esta dicho, no se crean que otra cosa pasa. La vida tiene que ser así. Pero bueno, no fue ni Ramiro ni Pablo, sino Carlos el que le dio esta lección, lección inútil. Sólo se trataba de mirar el tiempo y fijarse como iban pasando las cosas. Los apetitos de número uno no habían disminuido, no había cambiado tampoco su amor por algunas mujeres, su debilidad por unos cuantos hombres. No existía tampoco actividad que la llenara socialmente, a su hija la amaba y por suerte no se lo busco explicar porque no hay que matar al sentimiento con imbecilidad propia de la psicología. Ya habrá tiempo para dejarla huir como su madre hizo con ella, y como todos hoy deben hacer con sus hijos, al entregarlos al mundo que no perdona. 
Un día números dos y número, uno se encuentran, ambas mujeres no se conocían del todo. Yo creo que para conocerse del todo se puede conocer por partes, y en poco tiempo es decir hacer un bosquejo cierto de la persona y conservar eso. Pasado un buen tiempo esa persona ya no es así por lo que todos los esfuerzos por cambiar el destino son inútiles. Esta es la forma en que se terminan entendiendo los asuntos y sin duda que no se tiene una buena solución. No existe solución para el mundo, este campo vacío se nos ofrece tantas veces sea necesario para defraudarnos. Pero cuando se encontraron por esas casualidades no tomaron esas precauciones y hablaron de la misma persona de Pablo de maneras tan distintas que conocieron lo que la otra pensaba. No supieron de quien estaban hablando realmente, la coincidencia de nombres era asombrosa pero no mucho más. Ahí estaba todo aclarado. Todo estaba atado a ese sentimiento general. No hay una duda muy fuerte al respecto. Pablo era esa cosa que las unían pero que ellas nunca sabrían que tenían en común, ya que una lo miraba como algo lejano y la otra fundamentalmente lo despreciaba y pensaba que alguno de sus rasgos exteriores tal vez en otra persona, en mejores circunstancias podría haber valido la pena.
Pero la vida de la ciudad es así, la gente se lleva a las tumbas, pretensiones de vidas a medio hacer. Esto no es malo el ideal siempre existió, hoy es el capricho hedónico lleno de irracionalidad pero funciona de la misma manera, la fantasía erótica sin terminar en un plano del egoísmo, ya lleno, ya rebelado. Puede que al final esta suerte de relatos sólo  se considere que esto es límite. Se mira, sin excusas el plano exterior, estos sujetos cretinos de la res extensa no nos pueden terminar de satisfacer. Las dos mujeres querían otro Pablo, y una además quiso otro Ramiro y otro Carlos, y un día querrá otra hija. Porque este es el destino cuando al final se nos muestra como una suerte de tendencia al conformismo de lo inevitable, lo cual tiende si lo tomamos a bien a convertirnos en seres menos hijos de puta. Es decir, más morales, la esencia de la moral de nuestra moralidad es la idea de un fracaso final. No así, el dolor, no así el placer.
La puta realidad es lo que nos gusta, es la bendita pregunta por la esencia, el egoísmo y su ficción es la fuerza que construye todo lo demás. La idea de una habitación llena de gente es lo mismo que la de un páramo, todo tiene que tener su ritmo, cual si uno estuviera condenado a caminar por las playas eternamente. Por suerte se van tirando a la basura, todas esas concepciones erradas del trabajo y del status. La mierda del capitalismo no llena a la poesía, y digo mierda porque los poetas, quieren el exceso pero no quieren saber cuanto puede costar, es como si alguien proyectara sus vicios de acuerdo con los años que le quedan de vida. Esta suerte de estupidez economicista es la que nos castra. Sufrir o amar como “dios” (parodia de nuestro ego) nos manda, es necesario.
La crueldad, la puta crueldad, número dos al final un día se termino hartando de Pablo y de su mediocridad o de lo que ella no vio que sería su deseo. Lo dejó, le dio una buena patada en el culo y se la paso entre unos cuantos hombres hasta que agarro a un imbécil cualquiera. Creo que de esa manera se retiraba un poco del ruedo. Era la puta cansada, y eso es horrible, no cansemos a las putas, no robemos la idea de un amor que podemos hipotecar. No dejemos que poner un acento sea cortar una frase. La mierda de conciencia, como si miraba los reflejos de la luz en el ferrocarril. De eso se trata, hay una suerte de entrega involuntaria. El mismo Pablo se supo que una vez echado no iba a poder volver. Por lo que asumió ese destino obstinadamente y sin excusarse. Esta es la forma, la manera en que todos se entregan a ver sus relojes, y no se paso el tiempo que corre en círculos sino la vida. En ese momento número dos era una desgraciada, una perra desgraciada y por eso Pablo era infeliz. Era infeliz de que la mujer que estaba con quien quisiera lo hubiese sacado de una vez por todas de la órbita. Pero elegir se trata de eso, algunos entrar en las sombras. No nos agrada tener que mirar a esos que no son nosotros, porque nuestro, nosotros, ya no existe. Nuestra memoria entonces si es absurda. Demasiado absurda, la vida esa inmaterial es tan caprichosa que apenas  se puede soportar. Es el momento del olvido, el olvido profundo y desapasionado de las cosas. La gente que más se fuerza a vivir simplemente es la que mejor aprende a olvidar incluso olvida lo mejor, el paraíso, la niñez, la nitidez.
Por esta suerte ya se va dictaminando una suerte de sucesos todos interesantes. Toda una suerte de sucesos que no tienen una verdad. Por ellos, Pablo por fin se va quedando sin su historia y así es desterrado de sus propias calles. Las baldosas se las blanquean, ¿extraño es pisar el mismo suelo, respirar el mismo aire, y embuchar las mismas porquerías? Así es como nace el inmortal. El ser que se hace irrelevante a medida que pierde los deseos simples a manos de los deseos de los otros. Otros que piensan que están seguros pero que al final serán presas del mismo suceso. Número dos, quita a sus fantasmas con el vodka el cual siempre tiene un efecto pedagógico profundo.
Por último y no por principio, es el mismo Pablo el que deja que su recuerdo se haga recuerdo y de esa manera, aplica su propia muerte. Nada mejor que decir pasado, así  de repente las cosas se van despegando. Mucho más liviano es vivir entre geometrías, y estas sólo están condicionadas por esta necesidad de pensar y de vivir. No pueden ustedes decir que esta pasión absurda de los héroes inexistentes y de los dictadores masturbatorios ha de salvarlos. Todos tienen sus lágrimas alquitrán en los neumáticos que los alejan, los unos de los otros. La eternidad nace de esta instancia común y es que un lenguaje común no puede decirlo. Es si su apariencia compleja pero demuestra que todo lo demás esta desarmado que los edificios ceden que las esquinas se doblan más de lo necesario.
Puede que al final sólo quede eso. Esa serena y justa verdad. Justa porque ya no anda necesitando que le pidan excusas. Tiene por su lado una inexplicable necesidad de huir. La intensidad por la vida inexistente, la pasión por las letras es lo que constituye la clave. Todo el porvenir. Las ventanas abiertas, el frío. El molesto frío, el frío de la novedad, el frío de vivir sin previsiones. Esta clase de cosa que a todos nos pone de cabeza arriba. Por eso, Pablo, número uno y número dos son ajenas. Por eso hay que arrancarse los ojos, para poder redimirse. Yocasta no mirará correr por la ventana.
La historia será esa, continuando los principios más extraños. Sintiendo los principios más extraños. Cuando al final tengamos la clave, la habremos tirado a la basura. No hay razones para ir más lejos que de la punta de nuestras narices. Esto es lo fenomenal de lo que estamos viviendo y esta época tan inmersa en su propia mierda, tiene un reflujo espectacular. Una era que invita a vomitar y a quitar a todo su intento de santidad. Esta es la manera en que se conquista esta época y de una manera que no tiene excusas.
Tanta pretensión de misterio niega, el misterio más grande, la maquina, el sol como carrera, el cuerpo como descomposición, la belleza como situación. No parece que faltase otro ingrediente a esta ecuación y sino es así esperamos que sea dicho de una vez por todas. Los personajes se terminan separando, todos menos Ana y Ramiro que han apostado a todo lo contrario, han apostado a devorase hasta el final poniéndose como la causa concreta del sufrimiento del otro. Será la rutina lo que los envenene. Hay que estar un poco más ciego que de costumbre, es todo un esfuerzo y no siempre se logra.

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