Hay que dejarse de joder, las piruetas hacen mal. Mucho mal hacen y más cuando son parte de la comodidad. Comodidad que en este país ha sido premiada en este sentido, los Mitre y los Sarmiento han tenido por lo menos el sentido de creer que las ideas valían algo más que las regalías que podrían dar los divagues intelectuales, había riquezas que repartirse. Por suerte para nosotros, los Mitre y los Sarmiento para bien o para mal son irreversibles, forman parte de la historia del pasado relativamente lejano. Nuestro querido converso de sus propias “iluminaciones” ha llegado por medio de quien sabe qué juego de luces y espejos a convertirse en un hombre inmaculado y dubitativo hasta el grado de la estupidez. El primer argumento con el cual un intelectual de peso jamás debe rehuir es que si quiere serlo debe tener en cuenta que su opinión cuenta y que sus malas pretendidas ingenuidades son ante todo una deshonestidad intelectual de cabo a rabo. Uno de los más emocionados hombres, uno de lo