Dicen que a los perros no los tienen que llamar para que huelan la comida, y no les tienen que pedir que muevan la cola. Dicen que uno de los perros con lenguas, puso en evidencia la tarea del hombre que halaga y expresó que de una manera u otra este devora a los vivos.
Pensé entre mis pulgas ¿qué estaba pasando? Quise ver, y me puse a observar como quien mira los riachos entre los cordones y la calle. Entonces claro en medio de una suerte de desmembramiento, asumí que era irreversible. Tanto que al final di por supuesto que estaba pensando siempre en las mismas cosas. Simplemente estoy demasiado tranquilo para poner todos los satélites a su disposición. De hecho es una sincera presencia fantasmal, sin embargo y para molestia de imagino alguno que otro, la idea sigue volviendo a mi mente. Esa impertinencia tiene que ser de lo más absurda. Justamente de estas vueltas y revueltas ha salido este pensamiento. Como toda impudicia finalmente se presentará sin ojos. Sin otros motivos que los que antes se han expuesto.
Tengo una voluntad de eternidad como quien piensa en la música y las olas. Eso es lo bueno e incesante de la propiedad de las palabras, infinitas cosas pueden ocurrir a cada instante. Cada una de ella como ola padece y perece al corto tiempo. Cada relato es leído una y otra vez si se hace clásico es una dicha. Me divierto pensando, en la diversa capacidad. En esa proyección de volúmenes. Lucia, la primera de las imágenes cuando quiero expresar eso que nadie puede decir.
No quiero otra voluntad. No pienso en otra voluntad, si he escrito ya muchas veces siempre los mismos elogios. Ahora espero que el coro de perros la siga por el tiempo, espero que sea una imagen, una impronta de este siglo borroneado la tenga por estampa quemada. Claro que esto es demasiado complicado y débil para registro. Lo que se espera entonces es poder decir que entre los vivos y los muertos algunos nombres se hacen ficción inspirando a la gente. Tal vez como se dice todo es literatura, verso, intención perdida. Porque esto puede que sea así, y la serie de dibujos que alineados pretenden electrizar no son más que eso.
¡Si vieran lo que he visto! Tal vez creerían o dirían que es una estupidez. Reclamo la duda para que ambas sean posibles. Piensen que pueda ser una farsa. Crean que estas cosas puedan ser imposibles. Más si fuese la música lo que la acompañara entonces si sería universal. Mas esto son las letras, y estas son limitadas, palabras fugadas. Creo que la cuestión es bastante más estética de lo que parece. El capricho, no es sólo psicología sino que es un apasionamiento. Tengo la idea de que he creado una imagen una palabra que me remite a muchas otras, una musa tejida a mano. Una verdadera construcción voluntaria. Por eso y para eso, tengo que ponerme a tono con todos esos malestares.
Si puedo decir que los perros, estamos a la puerta de la carnicería. Solos y confundidos, vamos, esperamos que al final sea la gracia, ya que esta puede ser una forma de morir relatando. Poner por conclusión en medio de aquella vitrina el objeto de nuestro deseo, con perversiones de llamas azules. La fascinación puede extinguirse porque puede que haya carne sin los perros y puede que sean otros. Los que oyendo los halagos peguen la cara contra el vidrio de esa manera y con esa justificación. Así, todo será libre.
Espero que el mensaje sea como la foto de una publicidad perdida. Es decir que no contenga otra cosa que no sea una foto vacía. Espero que eso pase fundamentalmente para curar parte de la melancolía que algunos tienen por alzar la vista para abstraerse de sus rutinas. La gente espera no poder ver sus pies cuando bajen, gente que pretende desaparecer. No por medio de ruinas, no por medio de sin sentidos. La ausencia de olor a cadáver, deshacerse tal cual si una emisión se interrumpiera. Discurso cortado al fin, demente, liso.
Esta es la manera en que las cosas quedarán dichas. Nada puede hacer que cambiemos este mundo. Sino alguna que otra palabra que nos fuerce a interpretar lo imposible. No hablo de una metáfora que pretenda hablar de una gran soledad. Pretendo contar la historia de una ausencia que vive, nada mejor. Una ausencia que no necesita de un creador. Una mentira, una mentira genial, una mentira llena de ese espíritu bastardo. Algo así como una pretensión de amor apolíneo. Una sensación que se esfuma.
Los perros terminarán de metal, y no mirarán otra cosa que el pasto y las cruces de todos aquellos que han pasado. Sus ojos vacíos, profundamente vacíos, hablarán de la alegría del vacío de la forma. Divino fenómeno aquel. De alguna manera el fin de las ciudades o tal vez esta sería la posibilidad que sólo reina en lo pensado. Cielos grises y densos, harán estos espacios imposibles. Atragantadas las personas no podrían sino estar al pie del fracaso. Los que ya no serán humanos jugarán a que miran y entonces, la foto, la idea, la palabra vieja. El deseo que me quedó atragantado podrá vivir.
Mi otra vida, mi vida de perro. Como una vez me contaron que sería en otros espacios en una vida conforme. Ahí será verla sin saber por qué, será oler un poco la eternidad tan alejada de los muertos.
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