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Pocas intenciones para grandes letras:

Nada me esta resultando más sencillo últimamente que construir un reverso a esta imagen que suele presentárseme. Por un lado la declaración de principios estrafalaria que al final termina con alguien que se cuelga de una corbata y finge la realidad de una oficina. Bueno aquello es una farsa. Una farsa demasiado barata o si no lo es y justo plantearlo algo que sí podría rozar lo patético.  Claro que a mi me gustan esa clase de cosas, y no hay nada mejor. El crítico literario sólo es un género más y muchas veces quiere entretener más que otra cosa. Si pudiera hacerlo con un gran estilo implícitamente en una obra propia jamás caería en la evidencia de andar argumentando, una novela se aplasta con una mejor novela. Pero justamente eso no es lo que pasa, el crítico tiene una sed de sangre de ilusos, y malos escritores, hasta que allá el azúcar en ese escritor que lo “acabar” en su búsqueda. Siempre la crítica es enojosa, la pregunta es que crítica vale más la pena. Cuando alguien se pone a pensar la narrativa como si fuese, la “substancia”, casi parece que se ralla la idiotez. El accidente del mal escritor, puede ser tan inevitable como la del buen escritor. Porque al crítico le es fácil decir que es la “mediocridad” pero encuentra muy difícil decir que es talento. Cuando lo encuentra lo llena de pegatinas que no dicen nada. Porque lo que esta perfecto no se le puede agregar basura, por lo que crítica tiene que ser una labor de reciclaje. No ya siquiera un combate, pero muchos se lo toman como si fueran los salvadores de la patria, la patria de las letras. Esto es de lo más horrible, apenas si aminoran si trabajan como un analgésico. Distinto es quien reflexiona sobre que escribe tal como escritor frente a otros y se arriesga a cruzar los fuegos. La crítica se llena de una “pureza”, de una “inteligencia” que se suele aprovechar de lo más blanditos. Y no sólo eso, se jacta de ser dura, de no ser otra cosa que el juicio desnudo e imparcial.

Mas no es la primera vez que lo que odia la crítica termina siendo amada por ella tiempo más tarde. Por suerte los malos, los feos, y los repudiados, algunos de ellos siguen y continúan con toda su fuerza. Gracias a dios entre los parias están los genios pero sé que la crítica siempre falla encontrando el futuro. Le preocupa el presente porque labura como si se tratase de una inspección. Lo peor de todo es que a diferencia de una crítica científica, la crítica de arte es la nada por la nada misma, si el arte puede ser cualquier cosa, la crítica puede ser cualquier cosa al cuadrado. Por lo tanto los únicos críticos que valen la pena, no son los que desarrollen un criterio, que no es otro que el de ellos. Sino que los que se estiran un poco más y se animan a exponerlo primero. Y luego si con el riesgo de ser tomados como idiotas como podrían ser sus victimas ahí se entregan al escarnio público de los defectuosos que tratan de competir con la siempre ilustre historia de la literatura. El odio es una cosa muy humana pero hace poco por el conocimiento, si mucho por la fuerza de voluntad, genera páginas y paginas de odio. Pero no siempre da resultado, hay veces que la crítica más naif, puede mucho más que la más esforzada. Ya que después de todo los errores pavorosos son los que alimentan a estos monstruos que necesitan sangre, semen, almas, o los que les venga en gana. Obviamente que esto, muestra cuan poco se valora la critica porque esta muchas veces es funcional al negocio de la letras. La miseria del crítico es igual o mayor que la del escritor, porque el crítico que no hace escándalo tiene mucha dificultad para mantenerse. Entonces también hay una industria de la crítica en la que hay que hacerse notar. Los pesos pesados editoriales, mientras tanto facturan, los lumpen, los embriones de escritores, son meados y cagados en sus primeros intentos. A eso se llama justicia, yo simplemente lo llamo “mala voluntad” y mala fe.

Obviamente que el odio en las letras es algo que fascina a muchos pero hay odios y odios, algunos hacen crecer porque invitan a crear lo excelente y otros no son más que la búsqueda de la miseria humana. Por otra parte, este no es un texto edificante. Porque se cuanto desteta, la “gran crítica lo edificante”, ella destruye para que viva lo mejor. Es su razón darwinista y puede que tenga razón. Como hay que matar cosas, hay que matar  maneras de escribir. Ahora, hay que darse cuenta que son un eslabón más los descomponedores, ellos no producen casi nada. Solamente se jactan de ir detrás del cadáver. Esto tiene que ser dicho por una razón simple, el mundo tiene o debería tratar de ser mejorado en una voluntad si se quiere hasta “intelectual” pero no así las letras. El arte es libre, porque cualquier cosa puede pasar. La crítica sólo tiene que evitar que el arte se aburra porque cuando se aburre apesta. Algunas veces creo que no siempre la crítica quiere eso, son los reformadores apasionados, los que disciplinan más escritores que el fracaso por sí mismo. Cuanto escritor romántico existe, (me incluyo) escribiendo su mierda para sus conocidos. Parece que ese no es el pozo ciego donde buscar. Hay que tener un gran olfato para ser un maestro en el mar de la navegación de la mierda. Lo demás es pantalla, un personaje, el “Crítico” es como el “Artista”, un personaje. Por lo tanto un rol a cuestionar. De hecho cada vez que un escritor persevera frente a las bombas de sus afilados camaradas, se está literalmente cagando en la crítica y buscando imponer su voluntad. No importa si es gay o fanático de la masturbación, o emo, o hipocondríaco. Simplemente allí esta el valor del escritor en seguir escribiendo. Lo demás es perorata, grata y sana perorata. Ruido que busca ser la “buena conciencia” de las letras. Gracias a “dios” escritores como Sade, o similares no cayeron en que los valores de su tiempo servían para algo. Sino estaríamos pensando que todo el Siglo de las Luces, había sido una manera de arrodillarse frente a las formas del intelecto.

No obstante es cierto que todo esto, esta enfermedad horrible del arte que se cura con más arte y si es mejor tal vez hasta redime se hace desde el esfuerzo de dos grandes enemigos. Más os digo que como el escritor es el profanador más fuerte de las letras y de su respeto y como el verdadero asesino de las letras antiguas. El lector es uno de los verdaderos y más sólidos críticos que hay. El confesor profesional del estilo nada puede hacer frente a los lectores que son la flora y la fauna con la cual el escritor quiere estar, no con los alterados de los termómetros y las pavas hirvientes. Eso se lo dejamos a las personas que deseen consagrar su vida a la teoría o la historia de las letras.

Los grandes letrados. Mucho miedo hay en los letrados profesionales sobre el hecho de que la crítica se come sus cerebros. “Todo está escrito”- gran arcada de la academia que tiene que llamar a un Mesías. Y obviamente que tendrá que buscar un Judas, el “Crítico”. Pero esta religión no tiene chiste sin el holocausto es parte de cómo nos hacemos cargo de nuestra retorcida moral. El deseo de un arte, fuerza a que todos padezcan bajo el deseo; “que sea Arte”. Así que en parte todo nos molesta un poco, y si eso no fuese así esto se moriría. No importa si es el premio Nóbel o el rotisero frente a un Word. Cuantas veces, oímos que el clamor de la sospecha alcanza los grandes apellidos de las letras. Cuantas veces nos cuesta creer. Bueno justamente por eso se sigue tratando de inventar. Por eso es muy llamativo también ese énfasis casi desesperado por encontrar el rasgo autocompasivo, ese rasgo que diga; “este escribe porque se cree un sorete y que quiere que además nos comamos su catarsis”. Parece que se quiere que eso quede velado, que sea un “drama humano”. Bueno estas son las patrañas de la hipocresía siempre vigente y presente en eso que nos molesta. Uno quiere lo suyo, su propiedad y un norte. Eso deben ser las letras. Así que en parte, admiro a los escritores que deben estar fradando como yo. Somos lo que mantenemos en vilo en interés por el “buen gusto”, somos los falsos, mesías y profetas, somos aquellos que avisamos el Apocalipsis de la siempre presente “Muerte del Arte”.

Igual también quiero pasar mi factura. En parte porque ya que estamos debemos ser coloquiales y amigos del odio. Siempre existe, una antinomia, silenciosa. Me divierte mucho, el hecho de que todos estemos en esta suerte de ensalada. Por eso, me gusta también pensar en el ideal de escritor. Ese que es un “duro”, un duro que cuenta cosas. Porque las letras deben ser duras, muy duras. Aunque eso sea una paradoja, porque se demanda sensibilidad de la dureza. Esta perversión cae en su reverso, una sensibilidad que hay que roza lo genial o que cae en la mismísima mierda. O en la repetición de una serie de escenas, ya que los iluminados, además se conocen entre todos, por lo tanto se cuentan lo que se quieren contar. Creo que un sorete excluido del mundo, sea como sea, tiene su lugar si puede contar algo al igual que esta suerte de exitosos descargadores de experiencias. Creo que se puede intentar por lo menos, verlos como en parte de un proceso que guía ese proceso “doloroso” (ya que uso las comillas hasta lo irrisorio) que se da en la creación pero es parte de la vida. Parte de la profesión y del oficio porque estamos bien atascados en los pruritos burgueses, sino nos importaría una mierda destacar, nos importaría una mierda ser leídos. Podríamos colaborar con otros de manera menos recelosa, y pensaríamos que nuestras ideas antes de tener derechos reservados deberían ser la fuente para quien se le cante escribir. Pero claro estas cosas son demasiado.

Es mejor criticar al sujeto que escribe que a las letras que empuña. Porque ese sujeto si esta mucho más atado a una serie de hechos sociales que sus pobres letras. Sus letras pueden ser delirios, pueden ser sus masturbaciones mentales e incluso sus universos invertidos. Sino se hace el esfuerzo por ir más allá no sabremos quienes están esforzándose por hacer letras en un mundo tan difícil. Eso es lo que se tiene que indagar.

Claro, es molesto. Muy molesto, no vaya a ser que terminemos en un espejo incómodo. La mierda que encuentro en otros, es la misma que genero y no sólo, eso, la mierda que se lee en grandes cantidades, me sigue aplastando. Las historias que supuestamente son imbéciles captan más mentes que un “observador radical”. Ahí hay todo un asunto. Un buen negocio a averiguar. Hasta que punto hay una culpa en el escribir que se llama “Triunfo”, el triunfo ajeno, parece que nos hunde en la miseria inexplicable. La ausencia de la vitrina nos ofende. Todos los escritores bonsái sos quijotes. Todos los críticos que van en búsqueda de estos escritores bonsáis parecen sufrir de una especie de “pedofilia” bastante rara, y con sus ideas narcóticas, no se dan al ataque de lo peor de lo peor que es la industria que imprime millones de historias que no dicen más que lo que ya se sabe. La Industria Cultural es la amenaza más seria, no un pelotudito como cualquier hijo de vecino con un blog, por más dios o no que se crea. Pero claro los que leen estos fardos sensacionalistas de historias que se digieren rápido jamás posan sus ojos sobre críticas duras y ásperas. Por lo que el crítico es echado de su tierra más fértil, se va al desierto, y medita, termina por ser místico. Este misticismo, le enferma, sale peor loco. Busca unas letras que lo salven, unas letras que humillen a los volúmenes exitosos que enriquecen a gentes que supuestamente “no saben lo que hacen”. Eso es terrible, por eso siempre en el “Arte” se va mal. No deberíamos escandalizarnos de este simulacro diario al cual asistimos. Seamos o no amantes de la “literatura” sea del formato que sea.

Hay que darle digo yo, espacio a la cretinada, para que haya menos prejuicios. Sino tenemos códigos, cánones, y se pierde lo mejor de leer que es buscar ese disfrute. No se debería leer para sufrir, ni siquiera para buscar una satisfacción en la respuesta sádica. Se debería buscar que es lo mejor y atesorarlo rápido antes que una horda, lo ignore y lo destruya. Es el tiempo el más silencioso y cruel crítico el que nos enseña qué somos y por qué escribimos, pese a que muchos piensen que eso justamente falsea nuestro presente. Puede justamente que así sea. Puede que tenga que ser así, la crítica a menos que sea demasiado brillante no sólo es letra muerta sino que además es basura que se apila sobre la basura ya existente. Sólo las grandes obras podrán hacer caminar a este monstruo, no las críticas, ellas solo claman por salvadores. Profetizan, la historia, esta hecha de justamente estas interpretaciones de hechos que llamamos: textos.                                       

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