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Operación “Rapidin”:

Carlos Negrín, un tipo negro al fin. Era carbón puro consumido en su propia esencia. Un personaje que se va hartando, un tipo que le cuesta tragar algunas cosas. Ahora le había dado por recordar el hecho de cómo había conocido a su jodida mujer, su maldita mujer, es decir la única mujer que el maso menos quiso y que le hizo creer que era querido. Todo el dilema empezó un día de calor, eran las cinco de la tarde, el tenía que correr en esa época solía llegar tarde a los lugares. Mientras iba la vio como siempre la veía en la distancia, el era un matemático o proyecto de matemático, lo demás en su vida era una genuina deuda. Eso lo llevaba incluso hasta ese día sino no andaría recordando las cosas tan a conciencia. La mujer, siempre igual, llena de frescura, engañosa, parecía mil mujeres en una. ¿Cómo no lo pudo ver? Era el caso ideal para que el quedara como pelotudo. De hecho quedar así era algo que su mujer amo hacer en varias oportunidades. Su mujer, lo vio siempre como una persona que tenía un Edipo no resuelto. Por lo tanto no estaba a la altura de la circunstancia, ella siempre habría necesitado a alguien más adulto. Carlos pensaba igual que su mujer era la gata flora, nada le había convencido en su vida, el tuvo la cruz de tenerla que mantener y para peor tuvieron hijos juntos. Lo demás era azar.
Siempre que se piensa, se comete dos o tres errores, el primero, pensar que uno es el centro de universo, el segundo pretender que hay un centro y el tercero es que en ese lugar la gente es feliz. Carlos caminaba por las calles sin esperanza endurecido por la propia idea de que elegiría a su mujer mil veces si tuviera que elegir, era un infeliz. Un infeliz conciente de que sólo sabiendo que fue engañado; pudo abandonar la idea de su mujer como algo espectacular. Ese era su testamento biográfico, era una persona marcada a fuego por la idea de que el se pensaba un afortunado o se pensó como tal por muchos años. Su manera de obviar los problemas claro esta. Su manera de no decirse, tengo que vivir. Mascaba sus palabras, más mascaba las palabras de ella. ¡Perra hija de puta!, era obvio que se sintió completamente derrotado con esa vida. Nada de lo que hizo entonces tenía sentido, era un simple estúpido. Un estúpido que se daba aires. O mejor dicho que se había dado aires, ahora pensaba que se iba a morir como perro en algún momento. Su sensación era fuerte. Muy fuerte, casi tanto que tenía que llorar, pero no lloraría, ¿Era un maricón? Ni a palos. Era un tipo que había soportado el hecho de ser un ciervo. No pensaba detenerse, pese a que su cuerpo quería hacerlo. Número dos era la puta que le daría a las alegrías finales, esta era una puta sincera, una puta que se podría decir que se podría amar mejor. Una puta que tenía la garantía. Esto no quería ir en contra de las putas, pese a que el había despreciado a la putas, eso es de infeliz. Negrín estaba ahora en pleno examen de conciencia. Mediante ese proceso iba descubriendo que, a medida que el tiempo se estiraba él no era más que un pobre tipo. Su manera de irse quitando peso y autoestima asustaba. Casi era candidato al suicidio. Pero seguía viendo tetas por las calles, algunas eran de novias otras de madres, ¿eso importa? Lo bizarro tiene fuerza en lo bizarro, la teta es la teta. La teta no puede ser metáfora, es demasiado sensible, demasiado tendiente a la finitud. Carlos se había salvado de  intentar ser poeta, el no veía nada más allá no veía una teta universal a la cual apelar. Pese a su obsesión mamaria, la mujer que lo llevó a la perdición no era de pechos prominentes. ¿La angustia sería? O un complejo de Edipo que se iba amplificando una y otra vez. Maestro, díganos ¿Qué hay que escribir? La boludez, la boludez que esta en la calle, la eternidad, eso hay que escribir. Yo no sé de qué se trata, Carlos tampoco. Su meta era no poder verse en un cajón, no quería un desfile de gente que le dijera que era bueno. Prefería haber sido el que el que la hubiese cagado a su mujer. Pero ni eso. Su suerte era la de un bastardo celestial, es un ángel embebido en aceite, al cual le estaban de prender fuego.
Negrín estaba ya pensando en lo que vendría, su vida de viejo, su miedo a ser viejo. Su miedo tan atroz e incomodo. No obstante quería jugar a ser el detective tal cual le había mandado Ramiro. Pero no sabía demasiado que hacer, no era un detective serio. Si lo hubiese sido, todo sería distinto. Su destino era el mismo de muchos, mentir para divertirse, si le decía la mina esta lo engañaba simplemente por joderlo. Era una joda ideal. El tipo lo iba a creer y tal vez lo descubriría por sus propios medios. Esta no es la trama de lo terrible por lo terrible sino de lo terrible en lo irrelevante la pequeña tragedia que nos circunda que tiene siempre esas cosas. Es decir, la necesidad de poder hablar de todo aquello que es la locura sin pretender nada de lo heroico ni de lo desesperado, una calle abierta no un callejón sin salida, lo que pasa es que no hay lugar a donde ir, todo se torna confuso, tentativamente irrisorio y hasta inútil. Por algo el se la pasaba recordando y dando pasos en falso, él ya no podría ser un burgués que se refugiara en un valor aparente de de solemnidad, si lo hacía lo haría bajo su propio riesgo y con ello tendría que vivir. 
Si su manera era en cambio otra, no sabría de qué se trataba. Su manera de estar era esa, no podría pensarse en otro mundo. Su mundo, el de la eterna cadena de pornografía itinerante es ese que disciplina a los seres y los hace regulares. El ganado lleva consigo muchas de sus razones intactas en eso nadie podría negar su valor. El como detective buscaba a esa mujer que no tenía ni los datos, por eso eligió ir a una plaza. Una plaza que no solía ir, cada plaza es como todas sus hermanas pero tiene algo que la distingue. Esta plaza es solemne por un gran ombú. Un arbusto con unos bancos, justamente allí quiso pasar el rato en medio del mediodía. Su manera de mirar era esa, el sol, muy fuerte enceguece. Pero vio una pendejita deliciosa que se le acercaba una pelirroja, la cual no le prestó atención y se puso a leer un libro. Negrín frustrado dijo en voz bien alta, “¡La vida es para vivir no para los libros!”. La mina ni se mosqueaba. Muy frustrado Negrín quiso interrumpir, “El tiene que ser el mundo, no creo que pueda hablar mejor con impresos que con gente de carne y hueso. Número uno veía al tipo y pensaba que no sólo era un pajero ya que la miraba con cara de tal sino que además se quería hacer el interesante. Ella decidió seguirle el juego para humillarlo más adelante. A su juicio, todas esas pendejas o mujeres jóvenes estaban muy metidas en boludeces eran como su hija. Pese a que esa idea no llevaba a un incesto sentía que la mujeres jóvenes estaban desorientadas, idea absurda si las había, las de la suya parecen que supieron obviarlo bastante bien. Eso era un aliciente para que se quedara callado, aunque el pensaba que ya había perdido demasiado por lo que pensó hablar. Esa pendeja pensaba que había sufrido pero le faltaba mucho rompe cocos. No era cuestión de eso, el tiempo hace maravillas a la hora de arruinar la vida de la gente. Ser viejo, maldita paradoja. Él era un viejo excitado frente a una mujer que se mantendría indiferente. No hay excusas para esas cosas, por su parte, él estaba atado de pies y manos. Mirarla era lo único que quedaba. El tema es que no la miraba como podría mirar a su hija, menos mal que las hijas de uno son pocas. Menos mal, es una suerte, una suerte bastante grande, ese es el pensamiento de ese momento en la cabeza de Carlos. Esa inmoralidad que está en todas partes, esa inmoralidad que lo pudre todo. Una moralidad inconducente, llena de excusas. Una manera de seguir tirando con nuestros caprichitos. Era indispensable, perder el tiempo con una nena como esa, él no esperaba hacer otra familia, eso era cosa para gente “idealista”. El dejó el idealismo en la casa de la costa que nunca usó lo suficiente y que ya no era suya. Lo malo es que pretendo ser best-seller ¿vio? Comentar las cosas así siempre cargadas de sexo puede ponerme en el lugar de los populacheros por lo que trato de evitarlo (cuando puedo, pocas veces sale bien). Número uno pensaba que ese tipo estaba arruinado de pies a cabeza, era una pieza de la decadencia argentina con poca onda, una pieza que se gastó en el trabajo, eso estaba en el gesto de amargo. Su cara estaba llena de miedo, miedo de ser un idiota más de traje, miedo de ser un simple gil, miedo de ser lo suficientemente viejo para tirársele encima. Ese “amor” a la juventud, es el amor a la belleza que otorga una buena cantidad de colágeno. No es otra cosa. No hay santidad a la que apelar, todas las viejas se van afeando. Lo demás es justificación sentimental y muy válida, una mujer podría ser metafóricamente más bella siendo una pasa de uva, en ese momento sin embargo ya hay una excusa, una anécdota hay que involucrarse con la persona. Carlo en ese momento veía un pedazo de carne que respiraba, se detuvo a ver como respiraba eso es raro en la gente porque después de todo, todos respiramos por lo tanto nada de esto debería ser tan extraordinario. Este sería otro de sus encuentros con el destino. La idea de tener sexo con la joven le taladraba el cerebro. Su manera de ser siempre era extremista, sólo en la oficina en medio de su trabajo ser liberaba de ser sí mismo. La prisión siempre es fuerte, no podemos ir más allá de donde intentemos ir. Creer en la libertad es ser libre. Libre para hacer desastres y sufrir pero libre al fin. A él no lo iba a redimir la burguesía. Después de todo, los ladrones siempre se visten para la victoria, el “amor” se roba. Una vez robado se gasta y luego sólo queda ir a buscar más. No podría ofrecerle dinero a esta mujer por sexo, no creía que accediera, pensaría únicamente que era un degenerado y con eso todo estaría dicho. Como alguna vez le dijo un amigo: “Si no es linda, ¡pégate un tiro!” Las chicas malas, o las lindas, son de las caras, el hombre quiere salir a pasearlas como si fueran un conjunto de fieras, él como ganador y ella como trofeo. 
Carlos pensaba que etapa ya estaba ya superada en su vida. Pensar grandes pelotudeces sobre su vida futura, no sólo era estéril sino que era deprimente en cuanto a que se sabía que se estaba compensando. Su testamento estaba a medio escribir, la mujer esa poco podría entender. Que lindo sería tener a esa mujer desnuda como una simple imagen, una imagen pornográfica evidentemente. Lo que buscaría en este caso sería sin dudas la anécdota, sin saber cómo ni cuando. 
Hablar y hablar eso hicieron. Mientras el tiempo pasó, la vida se hizo más corta. Esa fuerza misteriosa que hace todo sea relativo; puede hacerse realidad una vida más seguido de lo que solemos suponer. Negrín estaba cansado sin embargo ese era un día sábado, él tenía traje; eso era un absurdo. En parte era porque había dormido con la ropa puesta de manera que sólo se levantó como un autómata y estaba allí, en medio de ese parque. Su forma de ver las cosas estaba relacionada con el dinero que le faltaba y no con otro asunto. Su manera de plantarse era esa. Sin embargo se sentía llamado una y otra vez a volver sobre los mismos puntos. No existían entonces excusas. La única sustancia que fue descubriendo es que todos pensaban que en parte sus vidas eran una tragedia, cada uno con sus detalles caprichosos. Es decir, cada historia estaba llena de agudos puntos negros, puntos que llevaban a arruinar cada cosa que quisieran intentar.
Es decir la mujer que era mucho más joven también se consideraba una sufrida a su manera y justamente por el rechazo de esa otra mujer mayor, la cual no estaba tan lejos de su edad. Carlos era el oyente justo porque tuvo siempre a la necesidad y no al desengaño como uno de los motores de su vida. En parte, la vida de esa mujer en la ociosidad como tal no la había conocido. Este era un contraste importante, de ello dependerán muchas excusas. Entre ellas reconocer que es el dinero y no otra virtud la que asegura le pereza. Si por ello llegamos a entender la realidad, Carlos supo que su vida era simplemente un tapar baches, nunca podría haber tratado de sacarse el agua que estaba hasta el cuello. Muchas veces en la juventud, por lo menos en la juventud de él estas situaciones no están presentes en la cabeza. El hombre que se dedica a inventar es sólo el que realmente no palpa lo concreto de la cárcel de millones. Creo que si el hombre quisiese explicar esto a número uno, ella no lo entendería del todo. Número le gustaba jugar, no temía demasiado por el futuro. En todo caso muchas veces veía la vida misma como un desperdicio. Esa idea de que era demasiado larga la existencia, cuando invadía la desgracia. Ambos en veredas opuestas no encontraban las respuestas generales que ansiaban. La presencia de la soledad como algo significativo no iba a ser algo que pudiesen tapar con el dedo, la gente porta miedo y con ello se va haciendo cruel. Desprecia a los bellos animales que pasan junto a ellos, asumen esa soledad como una propiedad profundamente negativa. Ese fatalismo estaba en medio de aquel espléndido mediodía en la plaza. ¿Era extraño eso? No a esta altura nada parecía extraño a los ojos de Carlos ya que de alguna manera vio que su trabajo no será la salida a sus últimos tiempos. Su manera de asumir que se quería morir por lo menos de una manera repentina era un alegato muy fuerte. Esas consecuencias de una existencia así sería lo más difícil de entender para número uno. Ella de alguna manera quería apostar más, Carlos lamentaba ya las pérdidas, como si fuese el general de un ejército arruinado teniendo que conocer su fama desde esos días como una “gran derrota”.
Carlos entonces, se puso a contar a lo largo de esa tarde lo que había sido esa gran derrota. En aquella ocasión la segunda, puso más peso y sinceridad en la descripción, de alguna manera se justifico aduciendo que el sistema lo había corrompido al final. Las cosas quedaron entrecortadas, número uno no sintió pena por él, la historia era en parte interesante. Ella no se había dedicado a ver las penas de la gente lejana a ella, la cual era bastante diferente. Después de todo, Carlos era como su padre, sólo que su padre, al final se había resignado de una manera mucho más sosegada y pacífica. El hombre que tenía al lado ese día en la plaza seguía reclamando su lugar para la victoria. Esta manera de pensar que ya no existían grandes causas en el mundo de hoy, sí era algo que les pasaba a todos incluso a ella. Con gusto, número uno hubiese elegido una vida más riesgosa si esta al menos hubiese tenido un rasgo mínimo de poesía. Su lucha por ver más allá no la podría sacar de la sordidez de la inmediatez. Estaba atada a su propia cruz, la cual era un pedestal a la vez. De esa manera lograba ver, percibía toda la serie de grandes ausencias que le tocaron vivir. Ella no tendría ningún drama que contar más que ese, por el resto su vida fue bastante caprichosa y todo lo que se lamentó por Pablo era una demostración integra de ese punto. ¿Estaba mal sufrir por pequeñas cosas? Según como se lo viese, allí residía el poco romanticismo de su postura. Si no quedaba las escenas que solía repetir ese hedonismo que llenaba sus días pero que los hacía en parte débilmente retratables, o si eran relatos ricos, lo eran en cuanto a lo escabroso, pero no había motivos muy poco claros.
Si entonces elegía vivir así, en su modo en su manera de manipular a los otros tampoco tenía un objetivo claro. Por un momento, número pensó que Carlos era en sí un personaje atractivo por esa razón. Había toda una serie de miserias que se podría encadenar entre ellos de una manera formidable. Si uno lo piensa demasiado cae en el error. Número uno era una persona bastante rara, Carlos no sabía improvisar pero era lo suficientemente veterano y habiéndolo visto todo no se rehusaría ni a lo más absurdo que se le pudiera plantar. De alguna manera Carlos estaba más cerca de una siesta que de un feliz encuentro hasta ese punto era su grosería para con la situación. Lo extraño después de todo es que lo habían oído durante horas. Sí podría decirse que la necesidad puede hacer lazos por más que esto roce en lo patético. Eso era vivir dos veces en el caso de Carlos, en la vida de número uno era un motivo más de sus experimentaciones según las cuales ella en el fondo no podría renunciar a nada.
Sí de alguna manera pretendemos decir estas cosas en una perspectiva extraña y asocial veremos que sí, cada encuentro que se ha descrito sólo enfatiza en las carencias. Si esto es así, quedaría simplemente todo dicho ya. No hay que aspirar a ver cosas que no existen esa es la cosa que ha torturado a todos creyentes y no creyentes, el combate con los fantasmas no vale siquiera el intento. De manera que de alguna manera u otra estaban los dos juntos. Su extrañeza era parte de algo que realmente desconocían, porque si conociesen del todo el uno al otro se rechazarían casi mecánicamente. No es de esperar que la gente nueva sea que incluso en medio de crímenes pasados más potable que los conocidos de años. Los conocidos los tenemos demasiado cerca, todas su faltas, nos duelen en el sentido de que nos decepcionan o porque simplemente nos confirman lo que ya venimos sabiendo. Esa era la única manera de verlo, porque luego de lo gris, luego de todo lo indeciso la gente tiene que seguir, esa repitencia al suicido y la resaca es la planta que crece en medio de ellos, es la resistencia integra. Una forma vital de estar por estar, simplemente eso. Un terror incalculable, algunas dimensiones son dejadas cuando en verdad lo que se llega a despreciar es al individuo más allá de todo.
Por ese momento número uno estaba decidida hacer algo con su tarde, ese algo implicaba a ese hombre por demás frustrado y ennegrecido. Ella hizo lo de siempre, se puso cariñosa, Carlos entendió de forma rápida a lo que eso conducía. No tenían que darle un diagrama, era absurdo no era sin embargo impensable. No revestía merito, no por eso carecía de valor. Es decir, no era su testamento por el contario eran sus aventuras de la vejez o tal vez mejor dicho sus primeras aventuras. De esa manera la besó como si no hubiese besado nunca a nadie, con la voluntad de absorberla una vez por todas y para siempre. Número uno, sabía que eso parte de la necesidad del tipo, claramente antes de morirse disecado quería una alegría y ella en su manera de ver las cosas se la iba a dar sólo para tener esa clase de atención que tanto le gustaba, la misma que le había dado Ramiro hace un tiempo. Es más esa en parte de sus debilidades, con tal de estar en el centro haría lo que fuera, ella sería luz de la escena. 
Carlos estaba a punto de hartarse todo eso e irse, era parte de un jueguito pelotudo. Pero seguía sin perder nada, ya había sido un cornudo, ya estaba fundido ¿qué  podría hacer la opinión de una persona más? La condena a la muerte después de todo es autoimpuesta, uno puede ser un genocida y vivir menos deprimido, eso no tenía explicación. Parece que el mundo es patológico.  Sólo que él no puede andar cargando al mundo, la tarea de atlas en un mundo de poca gente de historias grandes pero de pocos personajes en medio de la multitud, la masa en sí misma pesa más, el número termina por ganar. No importa en que sea, en parte esa es la facultad del dinero en cuanto a que es flexible y se puede seguir y seguir partiendo. Esa sería la manera e que saldrían del entuerto finalmente sin nada de la parsimonia, desprovistos de grandeza. Los dos se fueron de la plaza, juntos pero sin caras afectuosas, todo eso ocurría por el mismo sentido del capricho y no por otro motivo. Algunas veces pareciera que uno habla como si tuviera resina en la lengua esto es parte de la dificultad que se encuentra para terminar de llenar con palabras las intenciones y los pensamientos. Sino solo quedaría el peso mismo de la guillotina que sin excusas iría cortando cada una de las intenciones. La novela muchas veces cae en eso en una sobre racionalización, si fuese lo que se ve y lo que se va. No sería novela, el carácter de anécdota hasta lo enfermizo es vital para entender las cosas en su verdadero peso.
Uno pensaba en la anécdota de tener para sí la idea de que al final tenía a ese pedazo de mina al lado y que eso era todo. Una anécdota para alguno de sus pocos amigos, alguna especie de realidad para narrar de dudosa credibilidad. La otra, solo deseaba seguir coleccionando recuerdos de sus caprichos de esa manera todo estaba dicho, la realidad terminado el acto se partiría en dos. Por eso no queda ya otra manera de ver, es ir tragando lo que se encuentre si eso no te gusta te jodes, no podes decir otra cosa, ¿me gustaría que el cielo fuese verde?, o azul a favor o azul en contra. Escaso, ahora sí en las puertas de esa casa. La estética de lo porno inunda todo por lo casual y esto no debe ser motivo de vergüenza alguna. El libro no hace mejor al hombre en cuanto a lo que le presenta sino a lo que le invita a pensar. Seguir el recorrido puede ser hecho en cualquier medio. Muchas veces vence al final el propio desgano, la miopía achatando las cosas, deja a las miserias como simples asuntos cotidianos. La idea que algunas cosas no deben parecer absurdas sólo en el plano que nos quitan las excusas es bastante paradójica. Como bien se dice, no son los mejores los llamados a la Tarea. Si por medio de estas cosas, tanto número uno como Carlos seguían todo estaba bien. Sin más preludios se sacaron las ropas, no existía nada ventajoso, nada que fuese memorable en primer lugar. Si el hecho de explotarse mutuamente, así era la cuestión por eso número se puso a pajear sin asco a Carlos. El cual pensaba que estaba bendecido por toparse con la putita esa, la cual en el fondo no tenía nada que reprocharle ya que al final le daba lo que quería. Esa manera de darse por conforme sólo tener la verga erecta es más que suficiente, de alguna manera la naturaleza de la controversia es algo amable en nuestro tiempo en vez de la imagen del dragón para mostrar la muerte, la idea de una pelirroja con la cara llena de semen. Por que no supongamos que la vida tenga que escapar a los predicamentos, no se trata de hacer gala de la calidad de este tipo de sexo. No es una aireación de si son o no son profesionales, no hay cámara. Si por eso entonces entendemos que todo esta ya dicho entonces no necesitamos obviar a los sexos. Tampoco necesitamos resaltarlos, si podremos decir como mucha gente esta apasionadamente obsesionada con tener sexo, como podemos decir que además aman el dinero, y gozan de todo lo que la buena posición puede dar. Esa tendencia a pretender ser ricos es la pose, la cáscara fundamental. Los dos se trataban de manera animal sin respeto, Negrín fuera de lo que se podrían llamar sus cabales casi le mete una piña simplemente por pensar que hacía todo eso por insolencia por decir: “qué me importa”. Siempre los aficionados caen en esos errores, de alguna manera no era Pablo ni era Ramiro. No tenía otra idea de que esa era su mujer no paga después de su mujer. Tendría una serie de complejos morales, la verdad parecía que no. Las molestias de sus años trabajados de su obediencia de vida le demostraban que el no tenía ética alguna más que en limitadas ocasiones. Esto no era negro es una episodio feliz, estaba hasta un culo lindo y joven ¿qué podría tener de malo eso? Si es cierto se caía en lo vulgar. Lo despreciable. Aunque eso sería en otra época, después de todo hoy en día las ordenes de moral o sanidad dependen más del ego que de otra cosa, es el orgullo la imagen que tenemos de nosotros mismos la que no impide hacer cosas.
Para ofenderse hoy simplemente hay que pensar con valor, eso es justamente el juicio incorrecto de nuestros días. Es como si no pudiésemos ver la realidad genuina del movimiento. Lo que pretendo decir es que no es una apología de los garches fáciles sino más bien la simple narración de ellos, como quien ve comer palomas. Sí esto se ve así, crudo de la orgía puede ser tan poético como un cielo lleno de estrellas, aunque en ese punto hay una clase de dadaísmo en el contenido que mantiene las formas. Evade si se quiere el caos formal pero desnuda el verdadero caos, el hecho de estar parados ahí, entre muertos y vivos en gran parte de nuestros días. Mucha pieza queda fuera entonces de ese desprecio, por eso Carlos la montó todo lo que pudo a su manera, con sus limitaciones mientras chivaba como un cerdo. Aunque claro visto de esa manera pierde mucho de su carácter fundamentalmente erótico. Es más lo único que podría alejarlo más sería decir que se había triado un pedo, casi de forma gratuita me saltaría de registro pese a que en realidad concreta eso podría pasar.
Como libro de papel higiénico no se puede tener excusa, es obvio que el autor de la bazofia ama contar esas, cosas, quizás es la misma fantasía de la pelirroja que se cogen una y otra vez, es decir la medida de lo fetiche. La simple perspectiva de eso alcanzaría pese a que implica muchas vueltas en el pensamiento. Es parte de aquella predilección narrativa. Características que se une y otras que se alteran quien tomase esto como verdad rebelada pensaría que todas las mujeres son putas. Aunque eso sería irse demasiado por las ramas. El comentario aquí que cabe es que las mujeres de este relato tienen que ser medio putas, ya que el autor se obsesiono en ese punto y no piensa dejarlo ir. No creo que sea parte de un síntoma misógino, puede que sea un conservadurismo desencantando que se queda ahí. Este swinger mental queda fregado contra la realidad que no domina.
La idea final sea la reacción frente a la eternidad, es decir a la simple irrelevancia que en el plano mental todos los seres humanos podemos tener. Porque así eran las cosas, la tarde entretenida sobre todo para Carlos el cual tenía en eso parte unas merecidas vacaciones existenciales. Porque su vida era eso que la gente odia oír, una cosa sin brillo, una cosa molesta para cualquiera, una vida que no pondrías en televisión. Muchas veces el miedo del escritor es ese, el no ser leído. Pero eso forma parte natural de su paranoia. Por otro lado, todos odian ser considerados como inútiles e intrascendentes por algo estamos presos. No obstante hay aprender de Sade y de su lección a la hora de escribir, esto es sólo un ejercicio para la liberación mental. Lo mismo que cuando número uno se metió una botella en la vagina, visto desde un encuadre moral sólo era un objeto más, otra cosa que pasaba por allí. Aunque se lo podría percibir dentro de las ideas de la reacciones que buscaba. Quería ver la misma cara de Ramiro el cual no creía lo que veía. Ese no era el caso Carlos, ya estaba en la última en muchos sentidos, con una familia a cuestas ya no esperaba que las variantes sexuales le cambiasen la vida. Ella era la que nunca había pensado en esas cosas por lo que estaba libre de esa clase de cuestiones. Sin embargo se pasaron más del rato que ambos esperaban pasar. La locura era inexistente, todo era simple mecánica, bella y sólida mecánica. El que no lo quisiese ver que hiciese no era impedimento. Número uno le pedía que prometiera volver. Eso era bueno para Carlos que la iba a tratar de desgastar todo lo que pudiese con todas sus fuerza porque ya a esta altura todo le importaba una mierda. Sí ese sentido de que todo le importaba una mierda era lo que le aliviaba la vida, no otra cosa, lo que pasa es que cuando nuestra vida se hace justamente liviana queda simplemente carente de sentido. Esto es sin duda una trampa psicológica profunda. Profunda en el sentido de concreta es decir que es probable que muchas veces te sientas un idiota en un colectivo antes de que te pongas a pensar en los problemas de los otros o en los deberes que no llevas a cabo. Esta manera de existir no tiene una buena razón de ser. Lo que prueba es la esencia misma del juego. Todos estamos esperando por nuestras dosis, si no las tenemos pensamos que la vida no tiene sentido, la mentira y el autoengaño son fundamentales, sobretodo en el momento de las desgracia. Por que al final cuando caemos sabemos que muchos estás dispuestos a pasarnos por arriba. La gente que se va, la gente que tipo como Carlos aún sueña, como la propia neurosis con su esposa, a la cual no va perdonar nunca por más que su posición sea de gran humillación.
Número uno estaba en parte feliz, siempre quería la atención, aunque esta aparente diferencia le era un desafío pensaba que un día lo iba a tener aullando sin remedio. En ese momento simplemente pensaba dejarlo ir, más miserable que cuando lo había encontrado pese a que eso era fundamentalmente un acto de crueldad. Parecía carente de valor, no para ella, no podría llenarse sólo Ramiro, no podría llenarse nunca del todo con ningún hombre. Ella también andaba por los caminos de Carlos, ella mendigaba recuerdos, los pedía una y otra vez. Esperar es en vano pero pasa. Esa es la clase de justicia que nos solemos olvidar. Si pretendemos ser mejores, deberíamos querer la libertad de los otros, eso que se dice respeto, aunque cuando nos vemos el nuestro propio ombligo, nuestra alma en plena psicología empapada de sangre ignora todo lo que se le cruce. Eso es bueno, uno llora porque le da la cana o porque le cagaron auténticamente a trompadas y luego lo torturaron. Es decir, hacemos un juego, no podemos esperar clemencia de ese que en todo caso en un reflejo de una idea de nuestra mente. Reflejo tan poderoso que al final que termina haciéndonos lo que somos. ¿Quién ve el merito en eso? En el futuro un comediante se podría pedorrear a los cuatro vientos sobre esas afirmaciones. ¿Qué nos dice? ¿Son unos infelices? ¿No tenía huevos para decir algo mejor?
Es obvio que cada tiempo tiene a sus peores personajes en la búsqueda de su descripción. Escribir es jugar a ser dios. Sino no vale tanto la pena como parece. Que negatividad no es la razón de la guerra, acá no se construye valor, es la burguesía anquilosada la cual se le pudren los testículos. ¡Viva la muerte! Ese es un grito burgués, que viene del cristiano, ¡No me importa la muerte! Ambos somos presas, gusanos, carne podrida con sabor a dulce de leche. Es decir, somos la contradicción con patas, eyacular o morir, agonizar a punta de cuchillo, sufrido orgasmo eso que se dice llamar tragedia digna. Ego y más ego, asunto para exportar. Por suerte fue rápido, no pretendieron depender de ellos.               
Sí era la manera en que Carlos Negrín podría seguir siendo un cretino, un cretino sin ideas, un hombre que se hunde en la masa con plena autenticidad. Mientras que número uno, era por otra parte una caprichosa que se hacía mas insulsa a medida que se demostraba que era capaz de hacer de todo. Cada día más presa de sí misma hacía una y otra vez de su cuerpo una pieza de cambio, el tema era su propia devaluación. Pero… “hay que tener el ego bien alto” decía número uno. Era esa su fuerza como si de alguna manera su meta estuviese cumplida. Sin embargo Carlos en lo profundo de su ser pensaba que la mejor mujer que alguna vez conoció era número dos a despecho de esta loquita que pese de estar más cuidada no tenía la calidad y las formas de la otra.
Sí, esto era una campaña corta de un general de un sexo no muy prominente que se podría dar por satisfecho y al fin dormir la siesta.

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