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Maite:

Ya ha pasado demasiado tiempo, eso es lo bueno. El tiempo es algo tan vulgar pero tan útil que apenas podemos lidiar con él. Algunos personajes, profesores que vencen a la muerte, gente que chica sin olor. Gente especial vence al tiempo, no a la muerte, vence al tiempo y creo que parece que no se preocupa con él. Trata de llenarlo. Bien por ellos. ¿Qué más da? Para nosotros el tiempo es en parte, tal vez de forma ácida incluso la manera en que nos carcomemos el esófago.

Seguramente cuando el mundo sea más impersonal cosa a la que vamos camino, mi viejo relato queda demasiado arbolado. Por eso a la manera más justa tendría que decir lo que todos sabíamos, tal vez más como una anécdota. Gran parte del atractivo de una persona es su exterior, nosotros los seres humanos somos así. Como no nos comunicamos sin palabras, no nos deslumbramos sin apariencias. Eso es genial, es lo primeramente genial del asunto. El consenso de eso es belleza, no objetiva pero si densa. Esa densa belleza que todo lo abarca y que todo lo demanda que nos lleva en suma a ser poco sinceros, con nosotros, la humanidad y las estrellas, cualquier cosa viene en la comparación. Aunque en el fondo sabemos que justamente lo que decimos “bello” demasiado bello, terriblemente bello es lo incomparable.

Por eso sé y no me falta otra cosa mejor que antes que nada, ella es parte de ese recuerdo de las calles. Es parte de aquella cosa que se mira desde la puerta de las farmacias, de los kioscos, supermercados chinos. Es parte de la orquestación de la calle. En la calle que todo es duro y que el hambre, el deseo profundamente se cruza con todo lo que existe. Hay una fuerza constituyente, entre todo el hastío. ¿Cuál sería el elogio? Bueno la cuestión es la siguiente, el lambiscón ese ser de baja moral que es uno. Ese burócrata de las letras sin talento considera que después de todo incluso a riesgo de ser ininteligible, la cuestión pasa por no hacer un diario de mi experiencia para con ella que es casi nula. No, sino simplemente para ponerle un nombre al apetito de las multitudes.

Ahora sin caer en la idea de que uno anda regalando a la gente por el mundo, tengo que decir que todas las personas que la han visto alguna vez han vuelto a preguntar. Podríamos decir que eso no es suficiente. Puede que no lo sea, podríamos pensar lo mismo si por accidente apareciendo en una foto vieja, la mayoría se empeña por saber. ¿Qué hacer después de todo? ¿Podríamos evitarlo? ¿Acaso somos dueños de las cosas? Seremos demasiado blandos, sin duda. Sería bello tener un precioso recuerdo tal cual si fuera una lotería.
Siempre digo que el ingenio que le falta a uno a otro le sobra. Porque el desprecia gana, y es parte de la contraria idea que tenemos de la cosa. El saber del mundo, su poder su mango; ¿Por qué no? Sería demasiado pedir otra cosa. Sé que sí, esto tiene esa suerte de relato. El que por ejemplo uno podría hilar si estuviera alcoholizado. Pero sin duda que no vale la pena. En este caso tengo que registrar que el tiempo ha creado una distancia tan helada que ya es un desierto donde la imaginación ya ni se puede alimentar. Es la memoria de las palabras de las palabras viejas las que hacen la maravilla. No es el sentimiento sino las palabras que lo evocan.

Ciertamente por eso, si se puede decir que hasta la podrían usar algunos como regla cuando encuentran algo que tiende maso menos a ese lugar dicen, se parece a. Con eso debe bastarnos, pero siempre el ser humano es completamente injusto. Hay grandes escritores, y hay mujeres que valen la pena. Pero la asimetría siempre sobra y los bodoques infernales, llenos de frases de mierda sin valor es lo que abundan. Pero gracias a dios, las bellas o no tan correctas alabanzas no alteran demasiado al objeto al que se refieren apenas si lo pintan. Entonces si, creo que las recordarán unos cientos, ¿estaré exagerando? ojala que no. La recordarán, algunos tal vez olvidarán el nombre cosa que pasa, pero si se quedaron mirando tal vez se les haya grabado en la memoria. ¿Sería demasiado pedir ese extraño homenaje? Yo sé que si. Nadie reina en las conciencias de los hombres, las cosas bellas compiten entre sí.

Pero sin caer en la idea de la redención por la mujer bella cosa que es una imagen muy grata que suele servir siempre para antesala para alguna sentencia esperanzadora. Pensé que tal vez, sea como una especie de recuerdo que se disuelve en el calor y la distancia como caminar bajo el sol en medio de una ruta en la que no hay nada. Eso es, esa es la imagen sin nada más extraordinario. Los recuerdos felices son los que hacen creer que la vida vale la pena. Pero como se suele despreciar esta tesis, ¿entonces? Gracias a dios que no se depende del arte para con la belleza, el arte, el que escribe el que inventa hace la estupidez de tratar de hacer creer que la belleza de puede reproducir. Que infamia, como puede ser que el buen gusto del azar, de la ocasión que en una mente limitada como la humana llama perfecto no termine nunca de cerrar en nuestras cabezas. Es injusto pensar que una persona bella vive para siempre en el arte, en todo caso el arte vive para siempre en la belleza de la que se ha tratado de vampirizar.

Por eso sin dudar demasiado debemos decir con justicia que ya no importa la perfección de su voz, ni la belleza de sus ojos. Esto es lo que ustedes les parecería casi lo imposible, lo que es hijo de la fanfarronería. Es demasiado, la crueldad del que piensa distinto va a destruir la imagen.  Eso está bien es parte de nuestra estúpida desesperación. Así que, sin práctica en un oficio de la descripción hasta el cansancio sin la paciencia del naturalista que quiere vivir de la copia perfecta, tendría que decir que lo que solemos expresar con todas esas justas apreciaciones de cada uno de los centímetros de esas personas es una justa incomodidad. Ciertamente no se escribe con mejor determinación que sobre las ruinas sobre los sueños imposibles. Ellos tienen fuerza de ser buscados, invitan a imaginar. Si se lo piensa eso es suficiente, tiene por justicia final ser lo inevitable. Lo demás es pesadez una cosa demasiado pesada y molesta para consumir una indigestión.

Sin duda era una magnifica encarnación de lo sensual, sin duda que las idioteces que uno cree son en parte por el estimulo recibido. Esa cosa que la gente le ha dado un nombre tan ilustre como inspiración. Pasado el tiempo, uno se da cuenta que eso de la inspiración quede medio muerto en el mundo de hoy sin la técnica. ¿Vale la pena vivir para soñar? El frío lugar donde se recuesta el rechazo dice que no. No importa cuán dramático lo queramos hacer pasar.  

La verdadera decisión el estado de excepción si me habré vuelto maniático, la regla que no se dice es aquella que se entiende así. ¿Vale la pena seguir soñando? Las personas que uno considera valiosas sin reconocerlo las acepta como un sueño colectivo, como lo deseado por el conjunto porque lo es lícito decir cien veces sí, y seguir pensando que si la ocasión se diera todo sería verdad. Cronos es un amo implacable sin duda y la distancia, sobre todo la imbecilidad disipan lo que uno cree que es. Aunque la persona esa otra sustancia siga quizá tan bien o incluso mejor que nunca. El que clínicamente tiene la sangre podrida es uno.

¿Acaso eso desentona y destroza el mito el impulso vital? Jamás, por el contrario prueba que ha existido. En vez decir que paso, sin pena sin gloria tal cual una deuda que tiene que ser saldada. La pregunta sería a quien y para qué. La cuestión es otra, la cuestión es saber si después de todo no se había uno equivocado. La miseria, la pobreza razonando es así. La respuesta es no. Incluso en el piso, siguiendo pasos de forma rastrera uno puede decir que el camino era correcto.

Justamente debemos proceder con la piedad. La piedad, “la piedad” esa manera de olvidar malévolamente lo que falta. La manera de no necesitar bucear en lo inexplicable y de aceptar la injusticia de la naturaleza que alcanza perfecciones desiguales. Así es la manera en que sé que debe haber satisfecho hasta el hartazgo a más de un desprevenido. La providencia, eso es la desgracia de unos y la dicha remotas inmerecida y genial de otros. Jamás queramos entender demás, si lo hacemos solo veremos figurillas brillantes sobre el firmamento en forma inútil. Incluso aunque nos cagasemos a piñas para tratar de aclarar la cuestión es inútil. En ese sentido, poco interesa a donde se va. Poco importa, poco importa los relatos felices de los ajenos. Las descripciones celestiales.

La verdad es otra, la verdad es aquella se pone en la piel fatal. Agujereada al fin por una pregunta que no necesita demasiada respuesta. Todo eso que pasa por el mundo, por allí afuera todo eso que no cambiamos y a veces por suerte mejor que no podemos arruinar. Esa bella suficiencia, esa manera de poder descansar de las estupideces de los arrebatos infernales de estupidez. Porque la experiencia no tiene que ser nada bueno y las palabras no cambian las cosas,  y hablar de amor o de odio, puede ser parte del arabesco. Me gustaría exterminar esta geometría deslucida de palabras. Al fin termina siendo el imperio de la experiencia estética, la menos objetiva, la más injusta la que gente quiere llenarse las tripas. La que nadie quiere evitar y si la nostalgia corroe todo como el óxido es por eso. La tapa del cajón se puede llevar muy bien a los nostálgicos, ahora si con suerte, más que amor, belleza. Pasaje terminado y deslucido que termina siendo valioso en el desconcierto de siempre de gente simple que no puede aspirar a volar a ninguna parte pero que creía que esas cosas eran posibles. ¿Dónde vivía esa magia? Bueno en las personas como ella. Nada mejor que tropezar cien veces con la misma piedra. 

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