Madre querida, siempre presente. Viste al fin a tu hijo irse. No te escribí por años aunque ello era sumamente necesario. Madre, hoy llueve a cantaros. Llueve tanto como el día en que me fui. No deje nada para que tuvieras de mi recuerdo alguno; me lleve todas las fotos y cosas personales. Tirando algunas y conservando otras.
Pasó el tiempo, pude decir que las cosas no fueron tan bien como pensé. Tuvimos una pequeña época de gloria al principio del viaje. Luego todo fue de mal en peor, nunca llegamos a Australia. Mi sueño quedo por la mitad. Por lo que pegamos la vuelta. Este viaje no me dejaría en nuestro tan ansiado hogar. Sino lejos de allí en Brasil. Una estancia cómoda. Una vida tranquila, existir y conocer una simple existencia. En Río de Janeiro todo quedó de lado. Quedo de lado la idea de no poder volver y quedo de lado también la idea del regreso. Vivir pegado al mar y al calor todo el año me llevó a una comodidad imposible de vencer. Se venció el tiempo y quedo pegado por más de diez años el exilio. Vivir no costó tanto sino negarse a recordar. No poder ver.
Acá puedo estar bien, sentirme bien. Descanso de todo eso que me agobiaba sobre todo del pasado y de las promesas que me hice. Vos siempre me dijiste que la vida consistía en otras cosas y no buscar los imposibles. Ahora lo entendí. Por fin puedo decir que los años también lo curan todo. No me case ni tuve hijos simplemente me dedique a ganar dinero todo lo que pude. Eso me hacia recordar a mi infancia y a las siempre insatisfechas necesidades de cosas que tenía. Todas al fin se hicieron hábito y fueron desgastándolo todo. Pero estoy tranquilo ya que pude en parte huir de mi historia. Cosa que obligadamente me lleva a mi niñez, a la evasión. Imaginar un mundo mejor no era otra cosa que imaginar otro mundo no importa cual fuera. En ese otro mundo te escribo esta carta, la cual tiene esa forma de ser tan extraña a los otros. Típico de los extranjeros y de los turistas solo que en este caso cronológicos recorren edades pasadas y reniegan de su pertenencia. Puede que vos me mandes de nuevo en una respuesta lugares y cosas tan perdidas como El Dorado. Acá solo me queda una amante una mujer labradora medio maniaca, vos pensarías que es buena. Y lo es. Tanto que pese a que nunca me casaré quizás tenga hijos con ella. Después de todo; la ficción debe continuar. No sé si después vuelvo. Tal vez lo haga si mi padre ya olvido lo bueno y lo malo que me hizo huir. O mejor dicho la idea que provocó en mi pasión por ir a lugares distantes solo por conocer. Ya que nada me ataba a esa casa y a ustedes más que un pasado insípido. No por ustedes como dije sino por mí un tipo gris y sin ideas. Encerrado en la ciudad y sin saber qué hacer.
Ustedes fueron los que me empujaron al mar solo tuve que soplar y al tiempo estaba lejos de allí. Gracias al fin, por dejar que pudiese irme lejos de mi tierra de la cual siempre fui extranjero. Donde siempre estaba demás. Esa posibilidad de poder irme fue el mayor de los regalos. La niñez después de todo me imaginaba lejos del sur en medio del calor y frente al mar. Puedo decir que al fin estoy aquí, esta es la alegría brasileña que puede vencer la pereza y la melancolía de cada una de mis mañanas.
Tengo que pensar en el futuro después de todo, haré de mi hijo un artista ya que fracasé conmigo como mi padre fracasó conmigo en las ciencias duras. Pero incluso en el fracaso ambos aprendimos el valor de compartir cosas. Podría ser, sueño con esas cosas cuando el calor no me dejar pegar los ojos. No obstante siempre se es aquí visitante y no se lleva el peso que siempre me agobiaba de pensar en ese país que no caminaba y que nada nos decía. ¿Puede ser tan malo irse y no querer volver? Volver ese es nuestro drama y la lana de los tangos. Los nudos y las angustias que por suerte a veces disipo. Este tiempo que pasó me hizo mas anfibio puedo estar en dos lugares con ustedes en mi mente y acá junto a mi otra vida anónima. Perdí amigos y gane espacio. El cambio fue justo y como todo; tiene su precio, creo que no he pagado demás. Si no fuera que de pequeño vine a Brasil y quede encantado con esta ciudad la cual siempre te preguntaba si volveríamos quizá ya estaría muerto. Este es mi hogar y el de ustedes allá de donde siempre fueron parte. No me juzguen por renegado, los extraño y los quiero, aunque allí veré mi hábitat. El portugués se me pega y el castellano se me escapa. Diré que el tiempo me cambió o yo habré dejado que el tiempo me cambiase. No sé, preguntas como esas fueron las que deje en casa con ustedes. Ahora veo más y vivo más. Las dudas con ustedes que son los fieles custodios de todo eso que llamo recuerdos.
Libre puedo decir al fin que encontré mi tierra eso latió en mi interior desde siempre. Mi pedazo de mundo esta aquí. Hoy y siempre.
Con afecto y dificultad tu hijo.
Horacio.
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