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Sobre la naturaleza de las cosas y otros demonios:

Ramiro pasó semanas aislado semanas profundamente aislado. Entendió que al le tocaba un destino similar o peor a lo de Negrín. La timidez es el gran pecado de este tiempo que se desespera por la figurita y por la foto donde hay que aparecer por el simple hecho de hacerlo. El gusto general por estas cosas es la que deforma a las personas a lo que viven hoy, ellas son una especie de personaje, se cotizan una y otra vez. Inestablemente cambian de credo, ideología y sentido de la vida en una forma que jamás se vio antes. Todo parece indicar que esta libertad es la que se reproduce como si fuera un orden metafísico en imitación al mercado financiero.
Esa es la manera en que los grandes poderes consiguen trastornar las cabezas de las personas que consumen ahora engañadas desconfiando por su propia versión del consumo. ¿Gastaré bien? La gran hipocresía de la religión cunde entre los liberales, los cuales temen irse a la mierda. No vaya a ser que tenga todo algo terrible al final. La bellas formas, ejemplo una muerte por eutanasia son las que abren camino a morir cada día más fácilmente.
Ramiro esta sentado ahí  en su quietud, relajado porque no tiene objetivos. Ana lo mira cada tanto ahora se pasa el tiempo en su casa, la casa propia de Ramiro es la que ha quedado desierta. La culpabilidad se va diluyendo conforme a que el tiempo libra a la gente de la memoria suficiente y que la culpa puede hartar por sí misma. Si siempre se puede seguir es terrible intentar detenerse, el reloj va descuartizando al que se le resiste. Lo va envejeciendo poco a poco sin esfuerzo. 
Se puede ver la amargura de pensar que las vidas no se recuperan y que al final la televisión ese lugar extraño parece el cielo donde existen los guiones y la gente no debe temer por su propio fin porque este ya escrito. Claro que esto parece la queja, la queja fundamental, eso que dice estar ausente en todos los lugares, cuando algunos pretenden la autosuficiencia están vacíos. Ese fue el destino de número uno que ahora carga un ser sin otra cosa que cargarlo, el embrión vive de su sangre y de lo que ella come. Es uno más. Propio de esa idea esta atada a la conciencia, los que viven los que envejecen, las gentes sin religión pero que no tienen otros medios de ocio. La terrible idea de los que trabajan para que otros sean felices, la idea del hambre sobre el manjar, de la violación sobre la libido, la idea del dinero sobre las vidas. Todo eso genera el mundo del mercado donde el drogado está haciendo un favor al mundo dejando que las cosas pasen.
Bien sean ustedes los que no se pueden corregir. Ramiro está en medio de la noche, simplemente atormentado, ha perdido su estado de burgués, ya no tiene miedo a perder sus posesiones si pasa es porque tiene que pasar, ya no le importa una mierda la democracia de folletín, ya tampoco requiere que le digan que la basura que el porta en cada una de sus células es producto de su fracaso individual. Simplemente mira las cosas desde una óptica nueva. Espera molesto, ya lleno de la incomodidad más impropia que las cosas se confirmen. El ser humano vive una comedia la tragedia es imposible, no es que el hombre pretende elevarse, sino que se eleva por medio de sus propias ideas torcidas, no cae sino que al final opta por caer. Los feos, los tontos, esos heredan la tierra, los estúpidos arios se consumen con la comida chatarra. ¡Qué suerte la de nuestro filólogo!
No es que el mundo siempre esta carente. No les pregunten sino a los que quieren que cosa hay que hacer, toda historia implica derribar lo que ya se da a sí mismo el título de completo. Nuestra amiga la burguesía ahora hace su propio juego contra sí misma. No hay revolución si hay extinción, como toda cosa, el tiempo pasa lentamente pero la cultura que fundaron no se pudo amalgamar con nada. La suerte de forma antihumana ha llegado.
Ana ve que lo único que aparece es el paisaje urbano arruinado, producto de una idea de suicidio masivo. El ya tan aclamado párate de la máquina. Es parte de la negación de la propia gente el seguir viviendo como les ha costado ver cada día esa manera fugaz de producir y de vivir es la que los lleva a ser cotidianos, hoy un hombre es una semana con eso puede estar tranquilo. Incluso en el mejor de los casos, esa semana va a terminar a medio hacer pero aquí se halla ya un signo de profunda suficiencia. Nadie pretende como el burgués clásico decir que pretende una familia, una posesión. Los ricos ya lo dan por sentado pero no está en sus pretensiones. Eso es lo que muestra el hombre de dinero de hoy, el tampoco supera a la semana, tener infinitas cantidades de dinero no hace que un gran sueño se haga realidad, él también tiene a la fuerza que improvisar.
Todos están presos a sobrevivir segundo a segundo. Carlos Negrín hacía eso, Ramiro veía las cosas desde esa perspectiva. No importa cuan lejos pretendan todos estar sino lo cerca que se encuentran de sus necesidades. La voluntad humana se ha debilitado con creces. Nadie quiere esperar.
Ramiro hace esa obra, una obra para nadie simplemente porque quiere. El carácter del arte sin el arte. Ramiro esta frente en una escena en la cual se ve predecible, él dibuja seguido, dibuja la mismas escenas, los crímenes como una sinfonía. ¿Dónde esta ese crimen sino en la mente del dibujante? Un tipo que permanece aislado pero que disfruta de una suerte siniestra. Todo se entiende de esa suerte de discontinuidad pero ya nada es demasiado terrible, como se dice todo caduca, pasa el tiempo y tiene que ser olvidado otras imágenes otro presente reclama el lugar. El caos genuino de querer pero no tener nada. Ramiro hace esa secuencia la de las muertes que no importan ni a los muertos, ya es un enjambre el que se posa sobre la ciudad. Mueren de a racimos, mueren sin molestar, mueren en gritos fugaces. Mueren en esa manera predecible donde la técnica ya sabe lo que va pasar. El hombre se sienta a la cena ya sea asesino o sacerdote con la misma sensación ausente en la boca. Tiene que recordar que la comida existe, tiene que recordar la simple y llana existencia de sí mismo ante la necesidad.
No existe otra cosa. No hay que esperar que el humano progrese porque ese es el discurso bancario, el interés histórico, el historicismo irrisorio. El mundo tiene por fuerza el contenido de que nada es necesario para el hombre por lo tanto el hombre no es necesario. Esa fuerza y esa sentencia hace que siempre haya un contexto que justifique cualquier cosa, ese oscurantismo técnico está ya puesto en nuestra frente.
¿Por qué dudar tanto? Porque la neurosis científica de la realidad. Porque esta no es la era de los filósofos esto lo tiene tranquilo a Ramiro. Estos titanes son los hombres de las herramientas, en ellos el primero y el grande es el ingeniero el único hombre que en esta realidad parece tener el mundo a medida. No existía desde la biblia un sujeto o un engranaje tan esforzado como él. El diseño es la forma espiritualizada de la herramienta eso que no lo hace parecer una simple sucesión de pensamientos insensibles. La belleza de la ingenuidad. El arte como un bicho aplastado, exhala individuos.
Ana no puede meter a esa mentalidad atormentada mira desde fuera, está necesitada de esa novedad exclusiva y por eso no interviene en los procesos, ni en las conversaciones en solitario que tiene Ramiro consigo mismo. No hay cosas por preguntar todo indica que el hombre no busca alivio alguno sino que haciendo lo a la gente le molesta está aceptando que los hechos simplemente se dan y que nuestros caprichos se tensan hasta que estallan. Un mundo profundamente deprimente cuando se quiere jugar con la ilusión cuando se quiere hacer arte.
Así se apilan las imágenes, se las apila una y otra vez. Como si fueran diarios imaginarios, mientras las opiniones que dicen tener un valor, un gran valor reclaman desde sus sillones que se las considere. La burguesía sana es la que hoy se dice humanitaria, esa que se la pasa de un lado a otro pensando en la “pobreza” pero no va dejar de enriquecerse. Nuestros orientalistas que no saben que es la vida pese a que trabajan y pese a que hacen todo lo que el hombre debe hacer toman al final por medida sanitaria considerarse conformes ¿Qué más puedo pedir? Ellos son los envoltorios metalizados. Ramiro fue una persona que en parte por su incapacidad para venderse no pudo hacer eso. No puede decir simplemente hago las cosas por que sí, esto es para él un proceso molesto como quien se tuviese que arrancar la piel y el límite de quien es para ser en los otros. Hay un gesto fundamental del rechazo, un gesto fundamental a ser lo que siempre se espera que la gente sea, predecible, predecible en cuanto a que ya tiene lo que pudo conseguir. Este era el caso neurótico de Negrín el cual se había convencido que merecía la muerte y pareciera que el mundo le hubiese dado la razón.
Un día pasó Pablo por la casa de Ana, los dos hablaron claramente. La brecha entre ellos era más grande que otras veces. Estaban plenamente convencidos que el otro estaba desapareciendo de forma irreversible, Pablo se hacía a sí mismo otro personaje y Ramiro se resistía a ser quien era. Ana miraba eso desde la cercanía pero no entendía nada. Esa manera vacía carente de costumbres de pensar era lo que ella quería pero ahora no entendía para qué la había deseado tanto. No era ella una profesional en ascenso ¿Para qué quería este estado de irrelevancia general? Ella tenía idea de que ahora lo que pasaba era que las cuestiones no tenían solución alguna y huir al misticismo cosa que es obvia en nuestro mundo de dientes rotos, impide derivar en la conclusión. 
Número uno y ella no eran personas que supieran lo que era esa vida, ellas habían vivido pendientes demasiado de su entorno no habían tenido la sensación extraña de no pertenecer a ninguna parte. Eso fue lo que noto cuando una pelirroja cayó en su casa reclamando ver a Ramiro de forma repentina. Un tipo apático le contestaba con una tranquilidad extraordinaria para lo que solía ser su vida. No le inquietaban ya los antiguos juicios de valor que esta mujer le había dado a su vida y obra, la veía más vieja y más sana eso era evidente. Tal vez hasta estaba más cuerda. Aunque su cordura no fuese la gran cosa, era mucho más aburrida cuerda, ella ignoraba ahora lo que eran las cosas. Ella ignoraba las cosas que antes le salían solas. El azar es el habita en los locos fundamentalmente, los cuerdos esclavos de hábito son tranquilamente aburridos. No importa cuan interesantes pretendan ser. Cuando uno ve una persona que tiene esa presencia fantasmal y relajada empieza a perder la fe, empieza a pensar que esta ya esta atada con tal fuerza a su circunstancia que ya es demasiado ambiciosa para pasarse la vida contemplando el caos.
No obstante Ana sintió  celos profundos al ver que los ojos de Ramiro estaban abiertos de forma exagerada al ver su propio sueño hecho carne y sangre. Ella se veía mejor, cualquier otra mujer u hombre, le daría la razón sólo el trastornado de su huésped, veía en la loca desgreñada esa una cosa especial. El peso del consumo en el tiempo, Ramiro se apegaba demasiado a las personas, eso lo hacía insufrible parecía que las quería estrangular. Mirar dos veces ese era el mandato, el ruido hueco de las palabras de número uno eran la mejor música para Ramiro. Ana se esforzaba en interrumpir, traía cosas las sacaba. Ella no sabía porque se sentía tan desplazada pero así era, en esa conversación nada valía.
Después número uno le preguntaba si un día iba a pasar por las cosas que había dejado en la casa de la pelirroja. Ana estaba bastante molesta quería echar a la mujer esa que podría decirle cualquier cosa a Ramiro y obtener lo que quisiese. No entendía la injusticia de la inmoralidad de no ser consecuente con el trato que a uno le dan. ¿Por qué resistirse a ser querido por alguien que nos aprecia más? No lo sabemos en eso reside el arte de la poesía desde Roma para acá. El arte es el hechizo de lo difícil ahora no quería saber más de esas cosas, de ese mundo de únicos de irrepetibles. Ana ahora podría mirar el cielo y pensar que las palabras no se caen de él sino que se catapultan hacia él. El celeste también puede ser cruel cuando es uniforme cuando simula ser un techo para unas aspiraciones incomprensibles.
Ana buscaba entender, ella se puso en la misma silla y trato de reproducir lo que había visto en número uno esa clase de desdén. Nada pasaba Ramiro no sabía que pensar pero claramente esa no era una preocupación. A los cinco minutos se había hartado, estaba compitiendo con fantasmas. No era una cosa justa, una parte de lo bizarro quedaba detenido. Por lo menos en ese momento ella podría haberse puesto en pelotas y nada pasaría, podría haber prendido fuego la casa con igual resultado, Ramiro estaba preso en la catatonia. Ese es el mundo de la gente inadaptaba la que esta ya carente de esperanza, es una pregunta con patas. Los dibujos continuaron y ahora una serie de personas sin rostros caminaban entre las antiguas imágenes de muertos. Ramiro había sido preso de la indiferencia general por las cosas. Una razón bastante contradictoria, porque la indiferencia es esa negación a desear con fuerza, un límite demasiado estrecho y un muro demasiado alto.
Nuestras vírgenes, nuestras santas vírgenes son frías y están hechas de material, la carne y sangre están hechas para ser usadas. Las caras bellas no se corrompen con el crimen, al igual que si una rubiecita estrangulara un perro ni el perro ni la nena cambiarían. Eso era la parte depresiva en una formalidad postmoderna, lo mismo que ver ahogarse pequeñas brasas después de un asado, simples pequeñas tragedias.
Ana pensó que la única manera de sacar a su esclavo de esa tara es hostigarlo, y molestarlo aunque eso impidiera la producción de dibujos. Ana no había nacido para ser despreciada junto con el mundo y todo lo demás. No lo iba a tolerar. La luz en la cara, el cortarle la barba, el tirarlo de todo estaba sucesivas veces, el llenarle de pimienta el café. Todo eso era parte de una hostilidad extraña pero que debería llevar al cortocircuito. Por suerte lo logró, estaba un día de repente y vio a un Ramiro que se movía más activamente y que salía de su casa. Era hora de esperar el cambio favorable, así fue. Las personas como Ramiro sólo necesitan engañarse de forma más fuerte para seguir viviendo. Entonces ella ahora se acercaba cuando veía que el se ponía a delirar con las grandes teorías sobre la vida y las cosas, se tiraba junto a él en la cama esperando a que el sexo los fuese conectando. Así podría definitivamente echar a la intrusa irritante, ella se había apropiado de Ramiro y se lo quedaba.
Esta manera de pensar era la cosa que Ana podría haber llamado amor si creyese en tal cosa. Pero no tenía más que ese sentido de la posesión como la idea de un nene con un juguete eso era, fascinación por ese objeto. Nada más. La seguridad de tratar a los otros como objetos es asombrosa, llena ese espacio que decimos no poder invadir, el otro con respuestas propias y felices. Por eso es casi imposible amar y ser caritativo al mismo tiempo, uno tiene que hacer sufrir si puede y entonces es probable que lo amen bastante. Si el otro es suficientemente tarada por alguna causa y piensa que eso es reciprocidad es que se ha confundido el amor no es un dos si uno dos cosas distintas, opuestas e invasivas. La guerra por el otro por asimilarlo y devorarlo es formidable. La negación de uno para tratar de consumir todo lo que es de otro es maravillosa pero es eso, una ambición, un hambre, un consumo.
Así en parte no se necesito ser amando nunca para amar, pero claro que al que nunca aman sufre de este hambre peor que los demás y su raquitismo espiritual por llamarlo de alguna manera es enorme. No poder implicarse en sí mismo por una bella excusa da paso a la terrible necesidad de tener que pensar en el mundo, la verdad y las cosas más inútiles. Por eso el sexo es armonioso y necesario ya sea que se lo practique o que se sufre en su carestía. El mundo tiene que ser de alguna manera sumamente necesario, y estando impregnado de la propia savia ya determinado. La manera negra en que existimos descansa en esa fuerza, nuestro siglo tiene que atragantarse, esta será la etapa distópica de la historia humana, si es que podemos aún llamar a la historia,  historia.
Si uno tiene por fin ser ese que no se puede dar a conocer, no importa lo demás. No creo en esa cultura libresca, de hecho ninguna de estas personas las cree. La cultura no hace al hombre más feliz, sólo lo hace distinto. Sólo lo hace un poco más inútil y eso puede que en su rareza sea feliz en lo que parece no tener valor, su riqueza es su excentricidad. Su salida de todo sentido común, un elogio sincero a la locura feliz.
La locura como tal es algo profundamente deslumbrante que irradia a todo lo demás. Una locura que sirve como ritmo para la vida y no como solución. Una aparente conexión con el caos presente en cada uno de los lugares, lo que al final logra que nosotros desbordados, no tengamos espacio para el misterio y si para el delirio. Rebalsamos una y otra vez. Ese sentido del asco no es un cansancio sino un abatimiento somos reescritos miles de veces al día. Sólo un idiota hoy puede creer que sabe la trama en la qué esta metido, el juego se ha hecho complejo y a diferencia de la religión esta trampa es material y científica, pura y llana. Usa el vacío de salvaguarda, descansa pura y solamente en eso. Yo le digo que no teman tanto por ese mañana que dice que los atormenta, cuanto hacen sino pelear contra imágenes y discursos. La cotidianeidad los derriba, las guerras les llegan por noticieros. Las pajas mentales tienen publicidades, es decir, un camino abierto en el desierto. Huir; Ramiro debería huir con Ana, deberían vivir lejos, pero no lo van a hacer, porque si hicieran justamente eso no serían ellos mismos.
Lo propio de la distancias de esas gentes son los accidentes. Todos estamos reunidos en medio de estas confusiones. Me gustaría que alguien hoy me dijera si dios lo manda a trabajar o si es el estado, o si tal vez es lo suficientemente liberal si piensa que el mercado lo tiene en cuenta o simplemente lo usa para luego cagarlo.
Ramiro entiende que su vida con número uno es imposible, ella tiene cosas que a él le faltan demasiado. Ana es esclava de la excentricidad de Ramiro y termina de encerrarlo en su camino tortuoso hacia la vejez. Si su propósito no es otro que ese, ser una persona determinada a seguir lenta y penosamente en su mismidad. Está retorcido, está complacido en retorcerse, Catulo no es Vero. Nuestra Clodia no tiene idea de lo que hace, nuestra Ana la pasa mal no comprende que sólo estrujando a Ramiro le saca lo mejor de él. No quiere pensar que las cosas son así no las piensa fríamente. La ausencia de talento vital es bastante extraña, la mediocridad sólo se padece cuando uno quiere ser diferente. La literatura es un fracaso universal por querer contener al ser humano, sobran los motivos ya primeramente enumerados para aceptar este hecho. Sabemos que todos los que escriben piensan lo que no viven y en eso el espíritu humano ha puesto mucho empeño. Ramiro sabe que en el escribir se puede depositar eso que no puede existir nunca en la realidad. No existe el capricho tiránico de uno sobre los demás en la realidad, las otras voces hacen irrisorio creer que uno pueda ser el principal, en el libro eso es todo lo contrario, siempre la tirada de letras contiene todo lo que puede suceder. No importa cuando nos disparemos con su imaginación.
Así fue como de alguna manera Ramiro estaba atado siempre con el pasado y sus vicios como el consumo de pornografía y el de cafeína. No esperaba ser amado por la tribuna de los cínicos, los cuales son la nueva santa inquisición sino que esperaba ser amado por los ingenuos, única esperanza de continuidad en la faz de la tierra.
 “Tenemos anécdotas negras, sueños de ideas lésbicas sobre minas que se han conocido en el pasado y que ahora tienen más dinero que nosotros”- Esa fue la idea de Ramiro. Ana miraba pero esta vez vestida en un genial camisón que probaba lo bien que había sido dada por el creador. El hombre no puede ser inmoral por buscar el placer incluso en el crimen, sino el creador no podría haberlos unido tan convenientemente. La pura verdad que se impone es la naturaleza del deseo, los demonios personales, las culpas inventadas, las personas que portan la belleza, los benditos esos son puros y criminales. ¿Quién no robaría por amor? ¿Quién no mataría por amor? ¿Dónde está el prójimo?
Si el hecho del corrupto no es más que alcanzar su fin. Es castigado en vano por cumplir eso que desean todos, robar a la mujer ajena, mentir sobre el pasado, hacer en definitiva lo que le venga en gana, matar y seguir matando. La imagen amiga del criminal nihilista que hoy puebla nuestras mentes. Ese que será muerto por otro poder superior que en iguales condiciones disfruta de su posición.
Claro que mucho escritor prefiere boludeces más amigables, la idea de una vida particular gracias a una imaginación que se corroe y que sólo hace un parque de diversiones solipsista. En esos casos no hay remedio, el arte es un calmante mentiroso, es lo que se llama un engendro chapucero.  No queremos denuncias ya repetidas sobre una absurda condición humana. Preferimos que se nos llame terroristas, no nos puede leer ese que quiera salir con ideas sobre el mundo que le sirvan de reposera. ¿Por qué el arte debería salir a su rescate? Todo eso es farsa. Ramiro, es un tipo fijado a su mundo, un tipo con las bolas pegadas al suelo. Su filosofía no es un simple hilar en el aire tratando de conquistar una nueva miel. El pueblo ese que se esconde en cada uno de nosotros reclama. Algunos como Ramiro haber sido normales, haber cogido normalmente, haber mirado más futbol. Otros pensarán que las drogas les jodio el sistema. Pero nadie se va a pensar como esa simple esponja sensible para lo bueno, llena de pureza y dignidad. Si Ramiro sabe que todos tenemos puntos débiles los que se ríen de todo se parten del escepticismo y los idealistas terminan balbuceando. Todos hablan de los mismos, culos, cuentan los mismos goles y piensan el mismo mundo.
Ramiro se puede sentir una basura con suerte tiene una morocha que es un diez por accidente en el fondo eso es lo peor de todo. Nadie puede concebir que una mina maso menos valiosa este en manos de infeliz enclenque. Si de un asesino, sí de un hijo de pita una que por lo menos le dé algo que tener. Pero Ramiro sabe que pronto va ser un ciervo enorme. El no se ofende tiene idea de que eso es necesario, la mujer en algún momento va a buscar sexo de calidad y eso es irreversible. Las deficiencias humanas propias necesitan de mucha caridad para saltar desapercibidas. “Maldita burguesía esa que paga todo, hasta las formas, esa que te hace cornudo pero posa con sonrisas para la foto, tan rubia tan pura, tan ocupada chupando verga ajena.”- Eso era lo que rumiaba, Ramiro. Ana lo miraba pensaba que era un idiota pero era un idiota tan raro que ya se había encaprichado con él, las amigas le decían que se estaba arruinando la vida. Menos mal que Ana poseía un poco de esa miseria de quien se siente tan común que se considera a sí misma como una mierda.
Ella quería tener al loco cerca, aunque cogiera mal y fuera más pajero que otra cosa. Si tal vez sería un Edipo mal resuelto o una disfunción sexual. Eso es lo que menos importa, el valor esta en seguir viviendo y creando. Esa ciudad de putas santas, putas que se meten en los campanarios para gemir llevando la buena noticias a las cuatro esquinas del globo. “Un mundo sin explotadores qué linda idea”- eso fue lo que dijo Ramiro mirando a Ana. La cual como digo le parecía una perra espectacular y su sentido propio de la moral lo confundía entre el afecto y la completa deshonestidad. Cosa que es propia del arte y que no debiera ser del periodista pero el pasquín es literatura y hoy es vanguardia. La punta del tenedor no lleva un forro ni una bala, tiene un signo de pregunta. Ninguna rubia liliputiense podría con sus grititos de rata bella compensar lo que se esta diciendo. Ni la peor de las mujeres, la noche misma podría ocultar lo que se está diciendo.
No existe novio en el arte para la propia noche. La noche busca tener orgasmos con el azar, quiere que la droga corra y que los hijos de puta surjan. Esta es la tierra del oficinista, la policía y el pedófilo, todos caminan por las mismas veredas. La lengua de Ana sin embargo es lo más delicioso, mejor que la metáfora, mejor que la idea. Suprema satisfacción. Si puede ser la propia mente del pajero la que cuenta, Ramiro ante todo es un pajero fetichista con tendencias masoquistas. Quiere tener el poder, quiere que ver sufrir y hacer sufrir. La contradicción vive en él como todo burgués que porta el cáncer aún del libre pensamiento. Socialismo y racionalidad por un lado, una idea de deber, una idea maso menos creíble de humanidad. O derretirse en las espirales de consumo, el no va ser rico, el no va rentar a mujeres que aparecen en las revistas, Ramiro no va ser protagonista del video porno de la temporada. ¡Cuanta idiotez en la ostentación! Suma de lo ridículo, siendo en parte cifra de esa misma vulgaridad que se pretende escapar. Eso es el burgués arruinado, un empleado del consumo ostentoso.
Ana nunca pensó que Ramiro estuviese tan rallado pensaba que era tímido y bastante idiota, que un simple flan en la ciudad que el sol lo iba desgastando. Este hombre, flaco sin músculos y con ideas delirantes tiene su propia manera de difundir sus ideas. Sus novelas baratas, sus ridiculeces, pajas frente a revoluciones concretas sin dudas pero esa paja política por llamarlo de alguna manera lo mantiene despierto. No le hace pensar que va a llegar el día en que el santo lo salve. Su idea es la del caos del hombre nuevo, un tipo que tiene ¡hambre de todo! Un romántico, un romántico bizarro, un esclavo de sus propias ideas enfermas. Babeante, sumamente babeante hasta el relajo. Sino queda la oficina, la pantalla y la idea remota de felicidad.
Amigos, Ana es la santa patrona redentora de nuestra verdad. No existen cadenas en nuestras ideas primitivas, la turba que podría poner fin al mundo es la misma que lo sostiene. Hombres como usted, yo y Ramiro. Gente que no vale nada por estar viva. Pero somos tantos en realidad, el gran poder en la tierra nos pertenece. Este es el dilema de Ramiro desde que perdió a su único gran espasmo vital, la judía que lo arruinó el norte. La judía que era el amor, por ser mujer y judía como si eso fuese un plus por no tener esa maldita costumbre cristiana de amar por mitades. Oía el sentido de las cosas Ramiro. A él lo echaron como perro a patadas en el culo con la excusa de incertidumbre, el tipo lloró como imbécil cual si le hubiesen roto la cara. Es claro que era y es un burgués, sólo esta clase de personas es tan sensible, tan melodramática. La hipocondría viva y suelta.
Si su gestualidad es la propia de la generación de Internet es un envase pinchado donde sale bastante relleno sin gusto. Cual si la sangre fuese transparente y no tuviese sentido andarse fijando. Las noches pasión ajena generan ese aire, profundamente húmedo. La idea una persona que tiene ese sistema de cosas tan claro, esa persona que puede darle al animal eso que necesita. No hay sufrimiento en un mundo sin nubes. Así se pretende, “sensible” sin droga, lúcido sin mentir, invento sin robo. Ramiro en el fondo siempre extraño a su judía. Ramiro siempre la necesito, siempre quiso un poco más de ella, así es la vida del pajero, del eterno expectante. No hay que poner otro techo que eso que esperamos vivir. Si el tipo como Ramiro entre puto y santo, entre loco y justo, no quiso otra cosa que ponérsela una que otra vez que lo mandarán a la mierda y que todo fuese una especie de gran telenovela. Ana no puede ver esas cosas, no las puede percibir porque ella hacía de su cuerpo lo que quería. El cuerpo de Ana vale, su culo es una surte de lingote de oro, y todo en ella se puede cotizar, a ella no la escupen con la mente. A ella la quieren secuestrar, encerrándola en un cuarto para ser el capricho del primer loco que se cruce. ¿Cómo se pretende escribir de la miseria del burgués en América Latina?
El deber dice que hay que hablar del oprimido pero quizás sea el oprimido el que se vaya enterando que enemigo no es más cartón pintando o que su enemigo es similar a él. O tal vez muy en el fondo nadie sea enemigo de nadie porque sí. Todo es consumir desde un bomboncito como Ana hasta lo que se haya adentro de un tacho de basura. Todo eso tiene su costo para mí y para vos, un paria entre los parias. Un poco antes un poco después el culo pálido y predilecto huye por la puerta de atrás.
A Ramiro no le importa tener a la coro de la musas gratuitas pensando por sus poemas y sus prosas, él entiende que la vida puede ser en muchos casos pura cáscara, igual hay que vivirla. No se trata sólo de enunciar, la verdad de una clase media que se ahoga. No es progre quedarse quieto, ni irse a dormir a las ocho de la noche. Nuestra biblia debería ser el testamento de los grandes que disfrutando sufriendo y de los que no dieron marcha atrás. No tenemos idea de cómo pero enviamos a los pibes ¿carilindos? Que suenan cómo cuencos llenos de buenos libros, con formas pulidas, llevan las mejores gallinas por sus pedos gratuitos. Para ellos no hay palos, son empíricamente inútiles como la rubia tonta deseables, tan deseables que ponen al mediocre en sus propios calcetines. Ana quería que el idiota fuese más hombre en su vida y se quejase menos pero eso era demasiado pedir. 
Todo indicaba que tenía una hemorroide cerebral que afectaba su existencia.    

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