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Monumento Acosta:

La segunda entrega es como una incautación de droga, se puede decir que tiene una fuerza interesante. El tiempo nos revela la verdad de algunas cosas, la diferencia aplacada es puesta en su dimensión original. Me gustan los títulos farandulescos.

El tiempo es constante en nuestros sistemas, somos producciones con vista a envejecer. Por lo tanto no hay que temer demasiado. Podemos ver que el esfuerzo es genuino, tenemos plantada a una persona bien puesta en nuestro siglo con pocas excusas para decirnos porque las cosas no deberían ser de otra manera. La tarea entonces es la del soldador, es decir es hacer creer que se habla de esta tarea cuando se falsifica este proceso. ¿Por qué no hacer otra cosa? No sé, sería oficio periodístico tal tarea. Lo que pienso es lo que pensamos todos, podemos decir que no es el hecho de la aguja. Sino el titular que nos pone en la frente y el buen uso de la pala.

Hay que forzar posiciones como en el ajedrez para que nos destile esa manera de querer agresivamente. La cual tanto nos puede divertir. No podría ser de otra manera. Porque si fuese no sería ajedrez. Lo bueno de ser empleado, de estar en el piso con la distancia. Podemos decir que nuestro enfoque es el de la altura. Lo divertido de tensionar a la gente una y otra vez, para que sea seguido y molesto. Así uno se gana el titulo de loco cuando dice cualquier cosa, este el hecho de lo monumental tendido como piedra en el medio del camino. Tal cual registro extraños para los ojos de los que pasan en las esquinas con movilidad y con trascendencia. Por eso de alguna manera tenemos la patente a medio tatuar, esta clase de locura es la que nos hace que nos atemos nosotros mismos a las sillas. Por eso no hay velocidad media. Esto es parte de ir poniendo todos los relojes que uno conoce la misma mesa, todos con horas y momentos diferentes. De esta manera los mecanismos nos cuentan lo que no podemos saber, que la vida se nos pasa simultáneamente entre escena y escena, esto no puede ser leído en ningún lado tiene que ser visto. Es obvio que cuando se habla desde el complejo de inferioridad se puede escribir textos como este. La producción a medio cocer, la proteína blandita, la yema naranja. Puro maíz, que no había, porque las lentejas alcanzaron. Comidas comunales, llenan los dientes, en la suerte de la camarería. El titulo de: ¡Pelotudo!, la consecuencia postmodernista. Un gato del siglo XIX hoy nos dice ser hijo y general.

Por eso nada mejor que los comentarios que salen de los textos como estos. Esto es como ir tirando una y otra vez del papel higiénico. Uno casi se siente norteamericano. Se tiene que decir que en verdad la apología, la auto-apología propagandística de Acosta sobre su inteligencia es cierta. Esto es lo bueno para quien podría censurarnos, quien nos tira la psicología en boletas, y las cartas, salen: “J, J y J”, la ultima, es una ¿Q?

Pelotudeces con las cartas no. Por suerte podemos decir que se trata de la historia de dos pornógrafos aficionados. No hay olor a pedo, uno toma cerveza, la gaseosa no llega. El signo de la tacañería vive. Los textos no se devalúan sino que crecen, esto es como la música. Esto no es wagneriano. No tiene sentido como obra total sino que es como ir arrancando cuero cabelludo. ¿Salvaje? Lo dudo, estas provocaciones son absurdas, son barricadas cibernéticas que son chistosas. Son revueltas, revueltas, de jardines de infantes suicidas. Esta segunda entrega es una explicitación de lo anterior, los ojos dados vueltas, los ojos que caen al vacío del primer momento. Una angustia en un instante común. Yo sé de qué se trata esto de ver la luz, en la polémica, la vida es parte de la infamia del arte. De esa manera de aparentar la sífilis. Estos son los textos por escribir que no se escriben, es decir, la mancha que tapa la letra. Me divertí pensando que en parte considero que todos tenemos algo de único. Esto tiene que ser recordado más que una noticia. Tiene que ser calcado como el frío de la madrugada, y la niebla. Y pensar. Y usando “y”, hacer mal uso de las cosas. Acosta hace mal uso de algunas cosas, de alguna manera se desespera para que las cosas sean como ella quiera y en parte pierde. Aunque el atractivo es verse perder. Pensar que lo que uno hace es inútil mientras lo hace, y al final. Resultados, resultados que no dicen nada concluyente. Creo que eso es parte de la naturaleza de las cosas delirantes. Por eso conformando ese mito, escribo ahora, con una suerte de incomprensión, invocando a mis otras versiones.

Eso es lo mejor, ¿Cómo se extraña a la roncha? Se le invita a mosquito a picar, o este viene por insolencia. ¿Puede ser un acento un mosquito? Puede ser una luz, una ocasión molesta para que pululen. Menos misterio, quita los envoltorios, en parte hace reír. Eso es bueno, quien puede reír puede ser feliz. Con eso uno se puede dar por medio conforme, la verdad es que uno se pisa los talones y se desdice. Pero los textos se congelan, las palabras dibujadas, se quedan y las odas intimidatorias no están en donde deben. Entonces la cuestión del estilo importa una mierda. Por eso, no se puede esperar ni la fama, prefiero una tele (apagada) y escuchar música. Prefiero el ruido del mosquito. Todo es parte de una manera en que cuento. Lo divertido de lo inevitable. Estos son textos reactivos, tienen fin. Tienen motivos quizás no muy éticos. Esta es la manera en que los puentes se hacen y se tiran. La corona final del éxito serán la avalancha de puteadas que una y otra vez cruzarán el tiempo. Por algo, cuando uno lleva una corona, tiene que ser de espinas, la sangre y el olor a chivo funcionan. Mis palabras descalabran y me dicen que las cosas son cualquier cosa. ¿Será el año del tigre? Serán doscientos años. Me pongo de forma casi institucional y digo entonces que en este homenaje a la ¿patria?, va nuestro monumento a la renovación de nuestras letras.

Obviamente que no se puede decir más. O sí, seguramente siempre se puede. Yo me cuelo entre los pasados, los esquizoides, los borrachos y los tábanos. Un canto para el camino. Estas letras me dan el abecedario y me dejan con la discordia. ¿Sé lo que estoy haciendo? Nadie tiene idea. Lo que digo es que estos libros que no existen, llevan palabras subrayadas, una de ellas parece tener sentido a medias. Yo por eso opino. Me lleno la boca de las satrapías, vacías, como si fuera un drogadicto que bombea por sus muelas. Por eso voy a hacer lo que dije que no iba a hacer, la belleza del monumento esta en la expresión, en la mueca, en la manera en que se puede mirar una realidad, en mostrar una realidad. De manera que todo lo demás es un intento de escenografía mal pintada. No podría decir, otra cosa. Todos los procesos arácnidos son así. Vamos haciendo la segunda versión y de esta manera, nos molestamos un poco en poner puntos sobre las J, el paroxismo puede divertir. Por eso dejé de lado muchas de mis resistencias, simplemente compuse una suerte de patitas, la patitas de pollitos que le aplastaron las cabezas.

¡Bon Appetit!     

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