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Al final serás coronado por puteadas:

Es una suerte conocer seguramente por la ignorancia; esta fuerza misteriosa. Hemos progresado tanto, y esto lo ha dicho alguien que si la tiene más claro esto que yo, Groucho Marx; “{…} Hasta las más altas cimas de la miseria”. Es verdad que algunas personas usan demasiado el ocio y hacen un uso excedido de él. Pero al final, tal vez quedamos sin otra opción ¿no? Vivir es inevitable. Hitler no tuvo problemas en ser odiado, los presidentes argentinos tampoco tienen drama (y ningún presidente del mundo, ningún poder, ni el Papado). Habrá que pensar cuan relativo es el titulo de: “Hijo de puta, pelotudo, ladrón o forro”. Me han dicho que he querido volver académico el gallinero y puede que sea verdad. Tal vez el titulo de “gorila”, este ahora está de moda, es decir pase a ser un insulto cuando antes era el titulo de “peroncho”, el que valía la excomunión. Hay personas que según el contexto las acusan de ser gorilas y en otros de ser peronistas,  pero bueno eso sería parte de una cosa mucho más compleja. Sería hablar de la contradicción del ser humano y sumarle además la contradicción particular de la argentina. Como la incapacidad de las palabras de transcribir un significado pleno alguna cosa que permaneciese por los siglos de los siglos.

He visto que hombres como Borges por ejemplo cayeron con desgracia y con razón; parece que el genio del todo no los disculpa, aunque luego me sorprendí más cuando los curas salieron a jactarse sobre el cadáver de Saramago y a llamarlo “populista material”, o no se qué. Esto claramente está inscripto en las preocupaciones de un tipo de mediana mente como la mía. Siempre existen las personas que con medias verdades dominan el mundo. Todo es un aura, por eso hay tanta puteada.

Pero bueno, no tengo un buen estilo para intentar hacer un ensayo. Creo que en parte, hoy en día, desde que escribir es más “democrático” y no lo digo por la expresión; lo digo por la infinidad de foros que existen en lugares como la Internet, la posibilidad de dejar una opinión es maravillosa. Se puede putear a cualquiera. Obviamente que ahora, que es esto es así, no cualquiera califica habrá que ver que insulto es realmente digno de ofender (Cuando digo de ofender, preciado de ser memorable y por demás que tenga un efecto dañino en el largo plazo que sea verdaderamente una ingeniería de la maldad).

Ahora las cosas tienen que ser hechas con estilo, hay insultos más barrocos, hay insultos ingeniosos. Hay de todos los tipos. Pero nosotros no hemos de meternos con el insultador, eso es propio de otra rama y más difícil creo que no existe alguien que no insulte. Tal vez un insultador abstracto, un blasfemador, podría ser, un hombre que se contiene de insultar a sus semejantes. La mayoría no somos así, es humano y entendible.

Ahora, pongámonos del lado del insultado. Siempre fue difícil ensalzar a alguien si quedar en chupa medias por lo que insultar es una parte de nosotros mucho más desarrollada. Tal vez esta sea la disquisición de un pelotudo. Un verdadero pelotudo, no lo niego, hoy en día se llega a ser un ilustre pelotudo con esfuerzo. Porque justamente es lo quiero hacer notar, cuan fácil es hoy; ser insultado por particular. Esta es una reflexión platonista, se basa en la idea de que la “Doxa”, muchas veces no toma siquiera la voluntad de hacerse una idea nueva o mejor. Sino que simplemente aparece como la manifestación más concreta de la vida: “Pedazo de hijo de puta, la re concha de tu madre, malparido, te debes hacer pajas con navajas. No podes ni besar a un sorete.” Uno podría pensar que el insulto es parte de un enojo justo, muchas veces es así. Muchas veces uno llega a un estado de estupefacción cuando es perjudicado e insulta con todas sus fuerzas. Pero en la mayoría de los casos, no es así. Lo que pasa es que uno quiere tener la razón y cuando pierde los estribos insulta. Muchas veces usamos el insulto para darle realidad a un texto, hoy en día eso se hace demasiado seguido. Parte del texto debe cargar con una puteada o dos. Por lo que esta descripción de obviedad puede ser “insultable” y digna de desprecio.  

No obstante no me quiero ir de tema, lo importante de la cuestión es ver, el insulto y el insultado. Podríamos llegar al pesimismo más absoluto y pensar que vamos a ser insultados de todas formas, no existe ser incapaz de recibir un insulto. Algunas religiones han puesto al insulto como uno de los pecados más graves; ya que el insulto es la voz del diablo, eso que maldice la perfecta creación de ¿dios? Nosotros como mortales deberíamos ir a una concepción negativa del hombre. Una concepción donde vemos como el lenguaje también se usa muchas veces para descalificar al otro. Igual esta cuestión es casi infinita. Casi irrelevante y por lo tanto es merecedora de un insulto o dos.

Ahora les digo que he intentado un ejercicio un poco inútil. No existe la paz en el mundo por lo tanto, incluso los insultos tienen que continuar su cadena hasta el infinito. Sólo en el fin de los tiempos, los hombres, en el silencio de un planeta estéril no conocerán un insulto para ellos. La dignidad de la condición humana es alterada por la acción del insulto (pese a que algunos tomen que hay un substrato que nos mantiene) y su contenido difamante. Este postmodernismo mata a los ídolos cada veinte minutos para inventar unos nuevos. La única suerte que puede tener algún personaje “ilustre” o no, es de disponer de alguna persona que insulte a los que lo insultan a uno; pero esos son partidarios, no creyentes, no podríamos decir que están convencidos de nosotros sino de sí mismos.

Así que la meta de encontrar algo que no sea insultado es difícil, los sustantivos, las cosas, los adjetivos seguro que pudieron ser insultados. Por lo que como cualquier tipo de grupo de palabras los insultos no se salvan de existir. Quizás por lo único que uno debería pensar, la razón de su aparición es porque regularmente nos tocan a nosotros. Tal vez podamos estar seguros de ello. Seguramente si fuera como Borges me podría apoyar en una biblioteca gigante para justificar lo que digo. Yo no puedo por lo que uso pobres herramientas de la mente chicata. Hay gente que es irritante, este texto puede ser irritante. Es como extralimitarse. Y seguramente alguien pensará que meterse con estas cosas es un desperdicio y que por lo tanto, el insulto estará asegurado (al final).

Por eso, hemos de aprender que la acción humana, es infinita por lo menos en el acto de insultar. Uno apenas aparece en el mundo hasta que es borrado de él puede ser insultado hasta el infinito. Si es famoso por supuesto que será puteado por miles y más si es infame. La fama hace que personajes como Wilde y Borges puedan ser tan insultados como Hitler o Menem (es parte de un relativismo cualitativo y no cuantitativo). No, tal vez en las mismas proporciones pero seguramente serán insultados todos. Hay veces que en este caso, el de la fama existe un solo insulto benigno que es insulto donde uno deja en claro que el que lo hace no es de este mundo; ejemplo: “¡Que hijo de puta! ¡Cómo tocaba la guitarra Jimi Hendrix!” Tal vez es un ejemplo de mierda. Yo digo que en parte tiene sentido exponerlo. Porque puede ser el reverso al mundo del insulto denigratorio. Este sería el caso feliz del insulto como toda que no podría ser completa sin su contrario.

En este caso, radical, la naturaleza del insulto demuestra que esta persona al no poder ser alabada porque la gente creería que es un simple acto de lambisconería tiene que ser insultada para humanizarla. Es decir que al final esta suerte de sana envidia corona las grandes obras, aunque podremos siempre dudar sobre esa vulgaridad del insulto. Podría existir, el insulto cariñoso. Pero estamos mas tentados en este caso en hablar de la antinomia entre insulto denigratorio y el insulto laudatorio. Sólo en estos casos podríamos legar a la tesis. Claramente esto excede a mis capacidades porque soy un simple, personaje, patético pero de alguna manera, he conocido siempre el camino refrescante del insulto. Hay que tener en cuenta que aquello lo único que demuestra es que todos seremos insultados, lo importante sería saber, si hay importancia. En el caso que uno al final acepte el insulto en parte este debería quedar anulado, pero claro en un punto, esta aceptación de estos insultos se convierten en un círculo que roza el absurdo. Por lo que al final hemos alcanzado el respeto entre nosotros en el absurdo, al ser todos insultados, tal vez debamos pensar que el que nos ahorre insultos, el que nos cueste putearlo, sea una persona o institución seriá una paradoja divertida. No obstante, puede que al final sea una utopía de la buena educación, no importa ya nuestras buenas o malas intenciones. Es en el insulto y no en las razones donde nos hemos igualado todos. Ahora sí, con poca gloria en la mayoría de las partes, se resume lo que nos ha pasado. Hemos llegado a limitar las acciones ajenas; a talarlas, a derruirlas pero a cambio hemos perdido la credibilidad a la hora de hacernos defensores de causas. Este relativismo es el que deja siempre la libertad negativa, por lo que tenemos al fin ese sin sabor.

No hemos de lamentar esto, es parte de nosotros que siempre estará activa y seguirá actuando. Toda nuestra sinceridad, todo nuestro “ello” se revela de una vez por toda una vez que nos ponemos a insultar en pie de guerra por algo que puede ser relevante o por una simple nimiedad. Al final en parte de las contradicciones del no sentido, termina saliendo el insulto como un elemento más como un accidente más en cada cosa que hacemos. En esta especie de maledicencia en un silencio profundo. Porque la palabra no tiene magia el insulto no tiene contenido profundo, no es una maldición no es más que un síntoma un padecer del recorrer la tierra.

La dignidad en todo caso esta en seguir pese a las talas con las acciones pertinentes, lejos de buscar preservar al ego. Sino liberando a la acción que debería subsistir o intentar subsistir por lo menos por un tiempo al vaivén de las opiniones en la vorágine de la información híper comunicada.   

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