Al fin, que lindo. Remar con la lengua entre la piel gris. ¿Asco? ¿Acaso imposible? Todo tiempo pasado fue mejor ahora solo quedo el cadáver. Princesa de puerto príncipe. Tus pelos son alambres y están sucios llenos de formol que los dejan caer. Tus labios se arrancan y me transmiten la muerte. Belleza al fin nada mejor, ¡distancia! Ese olor a muerte que genera el asco de quien nos mira. Si, sí, dos veces más. Esa pasión por arcada ajena querida. Loca, querida, loca, loquita, chiquita. Dulce carne, inmunda para los otros. Si los hemos visto arquearse. Y rían, ¿no ríen? ¿No se comerían a la madre muerta? ¿No volverían a su cobijo? ¡Dulce princesa siempre virgen, nadie ya quiere a los muertos bien muertos! ¿Parece que balbuceas? ¿Serás un zombie acaso mi querida? Tendrías que serlo, si tan solo me hablases. Casi nadie ahora puede, creen que estamos locos. Sí que si. Y pensar que mi boca se infecta, y las encías ahora, tienen tu muerte, y la muerte que no es tuya, ahora es mía.
Tan solo buscaría que me abrases. Te ahogaste, ¡tan azul! Mis manos tan oscuras de tu sangre desechan apenas seca. Y esta plancha de metal, donde exponen, ¡Si te exponen aún con vida! Sí los que hacen vivir a los muertos son los recuerdos. Mortaja desecha de harapos, tu boca sellada de poxipol para que no digas nunca más palabras de amor. ¿Te habían hecho comer tierra? Vos sabes que no. Nadie, se levanta de la fina cobertura. Nadie más que vos. Y el pánico del que sabe que los muertos lo han tocado, y eso es terror. Si los muertos apenas se mueven. Tus dedos se deshacen, y ellos tenían mi cabeza, y con los ojos que se aflojan vos mirabas tiernamente. ¿Tiernamente? Pero chupar esos ojos que ahora se pueden jamás me dará tu dulzura. Casi un jueguito de un cristo. Pero ellos piensan que podrías haber sido una yegua, una gata que te refregaste hasta el final pero yo solo que te quiero ahora perdidamente enamorado porque estas bien muerta. ¡¿Qué te puedo decir?! Necrofilia.
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