Me gusta pensar que se invoca a lo peor de lo peor. Si esta especie de salinidad imposible de una enfermad en medio de una personalidad malsana. Lleno de crítica y de peso muerto. ¿Hacia donde?
¿Qué es esa ilusión que tantas cosas encandila? Creo que tengo respuesta. Tengo que decir que es la vida, y eso que pasa en la vida, no es realmente psicología, tal vez sea lo que este más lejos de ella. Por eso lejos de la religión de las letras y de su “mandarina” de pensar las cosas de pasarse la vida pensando la forma. Tengo por terrible el objeto putrefacto de la ilusión en forma de calavera donde el gusano y el ojo que se vierte cual si fuera huevo frito forman de una frivolidad condensada. ¿Quién se puede morir y en donde? Bueno, bella desgracia sin duda, prohibido deprimirse. Regalo inútil a un público ingrato y más tinta para las sabias plantas que se convertirán en fascistas cuando guiñemos un ojo.
Este lugar esta demasiado lejos de la intelectualidad, y no tiene nada de eyaculado, ni moja los pies de nadie. No tiene esa necesidad, no es un mero olor a mierda. No tiene culpa ni cruz, ni cura con mueca. A través de ello, el que no es tan joven piensa que realmente es poco importante. Diría que esta fila interminable de arena, de arena cruel y vacía. Si esta arena es tan bella tan grata al tacto que supone un piel áspera. ¡Un lujo!, la genuina muerte. Este es el mundo vaciado de alma. Colgada en un gancho la idea, de un origen, imbecilidad parcial. Muerte, principio y tiempo. Si al final vivimos pese a todo, y el pecho. ¿Se les comprime acaso? Se les hace huir un gusano blanco del vientre. ¿No era mejor el pasado? ¿Podemos caminar hacia atrás? La cabeza llena de arena, y el viento que todo se lleva. Y el sol que podría salir y caer cien veces. Morir allí entre el frío y la luz del sol. Como una plata devorada por la sal. Una planta que sin ojos, tiene que pasar, y ser testigo sin saber. Tal vez eso ha sido seguir pasando por la ciudad llena de muerte, y de muecas desdentadas, donde los más pequeños pueden estar en medio de nuestra basura.
¿A quién mierda le importa esto? Acaso, la muerte no es un fetiche, y hemos jugado con ella como niños, y ese snobismo nos sienta bien. Al filo de la ridiculez, y ese placer sin sentido de copular en pleno balcón. ¡Amén! Pero ciertamente que existe dos clases de ánimos terribles, el de la bestia que con sus cascos destroza todo el pasto. Su grito silencioso que nadie le importa su huella definitiva su desgarramiento oculto. Y la bestia, la salud, el caballo que todo lo aplasta, incluso ¡tu cara!, y la mía. Pero miramos al sol, y tenemos sal en los labios. Aprisionados por la rareza que dicen que hace merecer un tiro, con la sincera perdida del deber por el mundo. En un “hedonismo cristiano” e insípido que no hace mérito a nadie, que busca una libertad espiritual en la nada. Si en el bello mundo del crimen, que nadie puede aprisionar. Si el perro con las fauces del diablo viniese y arrancase la cara. Y con la cara mordida y solo gajos; con las manos para que no se caiga salieras a correr por horas, y vieras que nada se mueve. ¡Qué placer! Reputación y vida, parece que dejan morir a cualquiera. Drama que no es drama, vida que no es vida. Risa avejentada y ajada.
Piensen que hay un recuerdo simple infantil que nos lleva a vivir en un lugar seguro. Pero esta prosa bastarda que no es nazi. Que no se quiere sentir bien con el mal, pero entiende que el mal existe. ¿Quién le puede pedir al mal que no pase?
Tengo que hablar de la muerte y que nada pasa con ella. Y empezaremos a tragar agua, con la boca abierta subirá la marea. Y será inmundo, nos cubrirá la basura. Llena de esperanza la boca se cerrara, pero el espasmo seguirá, es el pecho que de agua salada se nutre. Y nada quiere que nos haga escapar. Nuestra vida y vista son desechas por la quietud del sueño. ¡Imaginen! Vean que mientras algunos se piensan que la carne en frenesí se asa y con el sudor se aplaca. Otros ven que las caras llenas de sangre con las encías abiertas de tanto decir la verdad, van escupiendo esa bella esquirla escarlata. Pura. Roja.
¿Podría ser un mar de lágrimas? ¿Con espuma de semen? Con oleadas de sangre pero diluidas en lágrimas, y lacónicos gritos. La imaginación humana mojada en ese terror, pasaría de lo morboso al pánico una y otra vez. Y ven las caras de los que han conocido a medio enterrar. Este personaje cree que nada es para siempre y no le molesta pensarlo. Su electricidad lo ha llevado varias veces por esos caminos. Y no quiere arrancar talones. Que todos corran, perderse en el horizonte es seguro. Tener a donde ir. Eso es valentía. Pero este lugar, basural, abandono. Pulcritud miserable, bajeza. Primer lugar del lamento inútil de extrañar y vivir en la vergüenza. Con las tripas llenas de promesas. Caída la boca los dientes desechos, las aves picotean la piel, y la cara abierta con sonrisa plena de piel tirante. Si estamos ahí y nos mirasen. Bella imagen blanco y negro de resto retorcido. ¿No suponen que pensarían que seguimos pensando? No sabrían las moscas desearnos un mañana mientras vomitan y ovulan en nosotros.
Pero si creo que el sinsentido podría seguir. Hemos visto el abismo y no somos capaces de saltar en él. ¿Por qué la salud? ¿Por qué no un cuchillazo en la cara? ¿Para qué tanto deseo? No quiere ahorcar el ilusionado ese gorrión que se le escapa. Ahora con las monedas juntadas, hinchado de gases. Con la imagen perdida de la fantasías recónditas y miserables. Lejos del terror de lo intocable. La certeza apenas amarga, porque la lengua es un hervidero de insectos, y sangre como una superficie atacada por musgo y por sulfuro. Con el espíritu más viejo, con el dios muerto y con todos los negados que ese dios no va levantar nunca más. Tan salados, tan lindos. Tan dignos de ser arrojados a la basura llenos de cal. Ese cuerpo que hemos despreciado y que es lo que queda. Y la ilusión de la magia de los cuerpos desconocidos. Y muertos, y perdidos, con cámaras fijas ya apagadas. La gente que ahora mira, y que ve al muerto, no importando que el muerto no sea un suicidio, sino un homicidio que por la humanidad un personaje hacia el recuerdo se somete. Pero ya nadie prende velas. Todos quieren morir. De una vez quieren morir.
Aunque la curiosidad prefiere y se tiran a dormir, un día despiertan en medio de un balneario. Creyendo que la piel, su piel está más áspera y más dura, profundamente acartonados. Rígidos sin poder conversar se pierden en el tiempo y cuando son todos iguales los apilan, y la gente habla del tiempo, creyendo que fueron ellos. Esos nosotros, y hasta maldiciendo. Son todas calaveras desnudas, y perdidas en unas vacaciones eternas. Un vacío, lleno de vida. Se hace espacio; todos los días, la tragedia y la comedia, viven en nosotros. Todos negando al tirano, ahí se quedan dominados por sus pasiones. Lo único que queda, y luego el balneario.
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