Al menos se puede decir que no se pierde el empeño. Se lo tiene que decir, casi es una infidencia categórica. Se lo tiene que pensar y además un giro al pasado. Gracioso giro pero al mundo que no puede perderse porque es deseo.
El quijote lleva en su mano la flor marchita, la cuasi impotencia. Pero a la vez la ilusión y el capricho que se arroja de un lado para otro. Y si esta bebe en fernet, apenas parece que se reaviva pero en realidad es que el vaso ya medio tomado y la dulzura del ensueño regalan un poco de vida para una planta que alcohol no bebe. Qué cierto que es que los malos narradores, los narradores de porquería apenas pueden hacerse entender.
¿Hay que huir de eso acaso? Dos caminatas no muy espléndidas podrían ser genuinos puntos fugaces no por eso estar librados al azar. Pero sin embargo pasar el tiempo y no deber tenerlo. No tener una verdadera obligación, no suponer que hay cosas que se puedan dejar para después.
Luego de pasar ahora con una memoria siempre caprichosa entre alientos de todos los olores, y tener que consumir cantidades de menta extraordinarias. Apenas se puede salir de la humedad o del calor. Y si en esta época las cosas se inundan o se pudren ¿qué se le podrá hacer? Hay un poco de la conversación que siempre es soliloquio.
¿Por qué no pegar los ojos de una vez? Podríamos suponer que algunos tienen el carácter, el tenor de la voz, el reflejo de su rostro. Aunque en cierto sentido tiene que haber una especie de drama, una búsqueda entre las personas. Una especie de grandioso de sensacionalismo. Buscar la cara que no se conoce, que se cree tener una gran variedad. Una pura y bella idea, y al final porque no tropezarse con la sorpresa. Quizás en una fría y embarrada imagen de tierra fina, complicada y sin peso.
Pero, sin duda que sin poder tener grandes palabras y sin laboratorios de ellas. Llegando a pata de una punta a otra de la ciudad. Sin tener que esperar, habiendo visto una especie de imagen de contrarias reminiscencias. Entendiendo que ellas le hacían justo juego al platonismo y gracias a dos botellas de cerveza podrían combinar las ideas más obtusas para que se pensase que se estaba escribiendo algo. Casi tan profundo parecía como un vómito que no se puede evitar o unos dientes que cada vez están más chuecos.
Me preguntarán entonces; ¿qué has visto? Puede que solo quede la manía eterna del voyeurismo, la erotomanía al por mayor. Pero en estas incorrecciones, la razón tropieza, porque siempre que ve cree que imagina y no se pone de rodillas ante la realidad que no tiene. ¿Valdría algo maldecir? Creo que es casi imposible.
Por eso digo y me parece que su recuerdo era un viaje al pasado, y así hay que ir saltando entre las veredas, tal cual si el horizonte se volviese caprichoso. Debería ser la expresión de la cara y la combinación de esta con unos gestos, una espalda demasiado fina, contradictoriamente fina. Tal cual el vidrio de los tubos de ensayo, digno vidrio quebradizo que aguanta el calor. Vidrio al fin que se quiebra como sus familiares de forma sencilla. Y la sangre brota del vidrio, ¿qué puede contener aquello que mal se manipula? No hay que usar el nombre entonces, debe ser que como todo lo que se encuentra en medio del azar con una biografía. Una biografía que puede ser lo suficientemente lejana, eso ha de verse como un cuadro. Y ahí la reflexión se anula se ha mirar un rato, sin temer a la indiferencia de los términos. Y hasta puedo decirlo que tal vez no de aliento a la acción y entonces sí se convierta en mediocre.
Pero esta especie de limbo complicado de luces bajas, de pocas personas, de aglomeración de mamíferos. No cuesta ser descripta. Tiene que ser pensada y apenas se puede decir, supongo que era en parte por lo caprichoso de los términos. Aunque a la vez era agradable como un buen jalonazo a un humo enriquecido. Pero por lo demás, la risotada medio rota no lo lograba descolocar las ideas, los objetos terminaba funcionando en la espera de siempre.
Sin complicación, verdadera manera de ver algo pero no pretenderle nada. En un día que no quedaba ni un peso y que después de todo estaba casi inundado de nostalgia que no llevaba a ser un monje casi derretido con manos de cerca aplastadas entre las marchas de los personajes que desfilan. En todo caso, con suerte y para la suerte, una decepción feliz como terminar un viaje hacia un lugar que será bastante incómodo.
Por eso la charlatanería, la falta de lecturas, la falta de personajes ilustres, la no alusión a Troya, la disgregación de Plaza Italia, la mañana llena de agua, impregnada a todos sus niveles, los vómitos que surgen como patadas, la distracción de los intestinos. Las resacas planetarias. La herejía de pensar que se puede estar enamorado de un ambiente, de una especie de recuerdo que no son objetos. Y con eso pienso que al final se cayó en un pozo oscuro y sin respuesta.
Estas cosas ocurren cuando después de todo, se ha huido por entre los espacios por parejas de cuarenta y ocho horas. Y por que no han decir que eres aborrecible, como si la cuna de donde hubieses salido fuese de consagrado humo. Y así como el humo de la punta de un instrumento con papel y filtro. Al final un gesto visto desde la ventana de un taxi, como siempre decía; “Algo en el cajón tiene que haber”. Muy claro era que a la mañana siguiente sin pretender otra cosa que haber pasado el rato, el recuerdo y atarse las zapatillas terminó siendo una actividad ociosa. Y si se tiene por decadente pensar que los vicios, las virtudes, los implicados, y si se piensa que se necesita un pasado o un modelo para vivir. Perdonen que no encontrara en ese momento de estar levantado y con la ciencia justa para poder, decir si quería contarme un sueño o si quería que un sueño me contase a mí.
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