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Hay que abrir la puerta para salir a jugar:

La mayoría de las veces, el hombre no se supone ni más bueno ni más malo que lo que el mismo es. Hasta ahí parece que las garantías de principio de realidad del hombre son absurdas y banales. Por eso, la vida, ha mostrado siempre en sus flores más podridas y en sus manzanas más corruptas, la verdad. Y el que no lo quiera ver, vea a la mujer que goza no por el amante si no porque engaña o al asesino que se simplemente disfruta ensañándose con su víctima. Dicen que hablamos por hablar que no tenemos vida, dicen esas cosas, siempre hay lugares para detenerse. Al menos si no se aspira demasiada cocaína. Sino, las cosas cambian entre intercambio de sonrisas que siempre nos mantienen en vilo.

Por eso cuando el vacío mira adentro nuestro nos hace vacíos, y todo crimen tiene una cuota de vacío como el buen gusto de un ejecutante que podría mezclarse, con un ejecutado que podría tal vez, parodiarse con un ejecutor. Ejecutante y ejecutor, ambos disparan al final. Muchas cosas tienen arte.

La filosofía del hombre sin libros es así, la filosofía de quien sólo tiene una vida y por lo tanto ese libro que haría sería demasiado parcial y corto, más cuando no leyó nada para reforzar. No obstante, por eso, el relato de este hombre uno que me contó a mi todo lo que había visto porque alguien tenía que enterarse, no pudo sino hasta después de un rato, lograr desembuchar. Se agarraba el cuello y tenía taquicardia, más todo un delirio propio de un paranoico. Tal vez en realidad lo que había pasado es que había conocido un horror extraño pero ¿cómo saberlo?

No costo esfuerzo hacerse con las palabras, abrió así, la cancha, “la alfombra verde era discontinua, y de tanto en tanto había árboles.” Una casa era el centro de todo, ahí estaban los médicos y en el resto largos pabellones, la muerte, como siempre es silenciosa y nunca se puede temer, por eso encontrarla puede ser difícil. Cuando menos se espera que siempre este…. como presencia callada; como silencio, como angustia, pero no como muestra, como efecto. Como principio inquietante. Por suerte, cuando él piso el lugar las cosas estaban funcionando, dice que es mucho más siniestro hoy porque se sabe que pasaron cosas pero la decadencia de los edificios le dan un aspecto mucho más; cómo explicarlo, “lúgubre”. Estas son las cosas que pasan por el “paso” del tiempo, no tienen sentido para los de afuera ya que no hay esa imagen tan marcada, ese recuerdo. Los de afuera siempre serán de palo para el horror bien orquestado, es curioso que hablase así, yo creo que rebuscaba tanto el lenguaje porque de alguna manera no quería recordar las cosas perfectamente. Por eso sus metáforas eran bastante voladas, pero para eso había fotos, había de todo. Muchos sujetos que presentaban rasgos de retraso mental, en muchas habitaciones, algunas con rejas, algunas sin ellas. La imagen era ya rara, porque se suponía que este lugar era un hospital. ¿Quién tendría piedad de ellos? Incluso de lo más jóvenes, ¿Quién les tendría piedad? Hay veces que hasta las personas que se creen más dolidas dicen que la crueldad por la crueldad misma debería asquear. Pero si uno lo miraba un poco con el cinismo que viene en el cianuro de un café de una multinacional casi diría que era una granja. Una granja más; un eslabón más tal cual le dijo una compañera; “contra esta industria no se puede luchar”. Claro que ese fatalismo luego veríamos que cargaba con una especie de alarido babeante y sordo. Pero amigos, no sean complacientes y sepan esperar.

Cuando quería recordar lo que pasaban con cada víctima tenía una serie de alteraciones le temblaban las manos. Pero claro esto lo puedo decir ahora que el relato lo escuchado y lo tuve que escribir dos veces por confuso una vez tomando apuntes y la segunda desgravando a toda velocidad. Los términos confusos serían ciénagas que harían de lo terrible un chiste por lo que me apure para que se hiciera justicia. Claro que esto era en tiempos oscuros, un día presos políticos al día siguiente enfermos. Hay un sector de la sociedad que ama, “reciclar” seres humanos. Hasta los conocidos, me dicen que hay veces que suena a que me han adoctrinado, deberían ver las alteraciones de la mente de este hombre y decirme quien fue convertido a una nueva religión.  

La experiencia de este hombre era ligeramente truculenta…., él llegó a ese trabajo de una forma casual. Sin premeditar demasiado, una labor de asistente para la limpieza. Algo supuestamente simple, despreciable. ¿Supuestamente? en su imaginación sólo se iba a pasar el día fregando los siete pabellones, algo extenso y pesado, sin lugar para grandes ideas. Claramente que esto no quedo claro. Pero si hubiese quedado perfectamente claro, no habría más de que hablar. Por eso había demasiado que explicar, siguió contando, que para llegar a la casa había un sinuoso camino, sinuoso porque estaba muy mal hecho y lo que tendía ser recto era torcido como todo lo demás. Y era gracioso que la mujer que era una de las médicas cómplices de todo esto; sin saberlo, gozaba del eterno gesto de encogerse siempre que podía de hombros. Tal vez era la única que no sabía. Haciendo notar que las cosas eran inevitables, manera que a la vez terminaba por ser controvertida. Nadie ahí mostraba señales de anormalidad, por lo que los primeros cinco o diez minutos parecía un hospital corriente. Estos nudos siempre serían siniestros pero así es la vida de los confabulados. Sólo que había una particularidad, decía el plano o por lo menos hablaba de siete pabellones pero en realidad eran ocho. Este fue el primer dato que llamaba mucho la atención. El cartel parecía nuevo y el error burdo, pero uno nunca sabe.

Primeros días de trabajo, el tipo no cuestiono las estupideces. La población de internos variaba mucho, eso tampoco lo supo bien; sus razones para sospechar eran muy escasas. Los primeros días, limpiaba la casa, donde estaban los médicos y nada más. Todos los días cobraba en efectivo. Por lo demás le pagaban demasiado bien para andar haciendo preguntas, por lo que no las hizo. Cuando la gente le pregunta, el podía hablar maravillas del lugar porque de hecho era maravilloso trabajar cuatro horas y cobrar un sueldo alto. Todo eso era muy raro más cuando era una fundación la que pagaba todas estas cosas.

Suerte al fin, ese día que me contaba estas cosas, yo tomaba apuntes con mi birome para no perder detalle y casi no los pierdo. Fue titánico y casi me gaste todo un servilletero. Por suerte, fui a otra mesa y empecé otro. Este esfuerzo rindió frutos porque la historia parecía kilométrica. Después de contar como era la casa, describió como se veían los pabellones por fuera, los tres más cercanos a la casa estaban por fuera completamente blancos, recién pintados, tejas negras, grandes tejas negras hacían parecen casi la existencia de unos chalets gigantescos. Pero no lo eran, eran más bien otras cosas. Por suerte, por casi dos meses, no metió la nariz donde no debía. La idea era que la gente que pasaba por allí viera en los pabellones de menor peligrosidad a los enfermos más comunes y el pabellón ocho, era él único exclusivo para los peligrosos. Por eso nadie entraba, nadie podría entrar bajo ningún concepto a menos que fuese médico. Esta fue la etapa en que este testigo ocular, nada dijo que lo sobresaltase del todo. Pero las cosas se pusieron más oscuras, porque empezó a notar que muchas cosas iban recorriendo sus ojos. Unas camionetas blancas, venían frecuentemente e iban al pabellón ocho. Nunca paraban, nunca pasaban por la casa. Así que era obvio que algo más pasaba en ese lugar. Pero nuevamente la paga era buena, todo el mundo estaba bien visto, las mujeres que había ahí eran sexys, los médicos eran jefes demasiado livianos. La verdad casi no parecía un lugar que tuviese que ver un auspicio.

Se puede pensar entonces que hay dificultades, se lo puede decir. La verdad, es que el tipo se puso más flácido, de repente su narración se iba desencajando. Yo me di cuenta que no había preguntar nada sino dejar que le escapará todo lo que tenía que decir. Por eso esperaba y en un momento se le dio por salir a la calle y lo seguí, pero después entró de nuevo, atragantado siguió. Me decía de su terrible infancia. De su infancia humilde y de que se había hecho solo. Pero claro, este mundo es duro y lleno de injurias la gente no nos entiende nunca. Pero para mal nuestro que no nos entienda jamás no justifica porque la suerte y la vida son completamente absurdas. Como las cosas que le iban pasando a medida que sus ojos quizás los menos prejuiciosos iban viendo las nuevas glorias interminables de eso que dicen llamar alma humana.   

Por eso, llegó el día en que vio a un hombre distinto, un gigantón. El tipo le pregunto si realmente quería ganar plata. El hombre respondió que claro era obvio, pensaba que en verdad iba  ser muy buen dinero. Y de hecho lo era, dos mil mangos le pusieron en la nariz y el agarro viaje. Así entro a los pabellones donde las cosas eran diferentes, personas que apenas los identificaban estaban pegados a las paredes y aterrorizados con los ruidos. Aquí dentro no había nada parecido a un hospital, había rejas, comida, y agua. Sobre todo había enfermos, retrasados, estaban todos encerrados. Eran pobres personas reducidas a un estado animal. Es decir un verdadero estado de pánico tal cual tiene los seres que se encuentran en un corral. Siempre recuerdo esto cuando veía el ganado a pie que deshidratado y cansado se asustaba al mejor ruido. Imagino para idea de lo terrible que esto era igual. Seres humamos en un corral, nada más. 

 Por esta causa, empezó a mirar que nada era lo que parece y justamente, con esa manera de contar, a partir de frases hechas, me dijo que al principio él se hacia el pelotudo para no entender, se negó a sí mismo lo que pasaba. Eso era grave, pero bueno, llegó al final del pasillo, allí no había nada más que mucha, demasiada sangre. Un olor, bastante fuerte, no sabía a que, tal vez era carne quemada. Pero su trabajo era simple, trapear el piso y dejarlo completamente limpio. Si aceptaba iba cobrar seis mil al mes. Por lo que termino accediendo y se puso a limpiar, dedicadamente el piso. Pero el trapo se llenaba de sangre, y los baldes que cambiaba le recordaban que era demasiada. Pero el dinero era justo, la comodidad el confort. La pérdida de toda inocencia. La necesidad de enormes cantidades de sexo.

Claro que el tiempo pasaba. Ver la cara de esos retrasados enjaulados y la sangre era algo terrible, más bien un tabú. Ver la muerte del débil de la víctima del sacrificio en una sociedad que se proclama sin violencia y que dice creer en la libertad, ¡Cuán absurdo! Sistema siniestro sin duda, tanto que no creerían lo que le contaba a la gente, se lo hacía como preguntas a los transeúntes; ¿hasta dónde llega la maldad del ser humano? No lo sabía pero todos los días, iba y cumplía con su “deber”. Lo peor es que después que paso lo que les cuento esta conducta se volvió demasiado recurrente casi tanto que era un poco gracioso verlo preguntando a los transeúntes lo terrible de la maldad, cuando en realidad eran sus ojos los que la habían visto.

Cada día, tomaba más conciencia que cuando alguno de los que estaban tras la reja los reconocía, algunos tiraban las manos hacia los barrotes en forma de saludo inocente. Tal vez intentaban busca aferrarse a la necesidad o deseo de ser liberados. Entonces, pasaban, esa extraña mezcla de policías y médicos, y con buen gusto o mal gusto, los tiraban para atrás y les gritaban. Y si ponían más locos, o alterados, les prendían luces alógenas en la cara. Así todos retrocedían ya que este lugar era bastante oscuro y nunca se terminaban de acostumbrar al hecho de la luz. Uno de los médicos, llevaba un corte perfecto de pelo, con una cara de piedra imborrable, quemaba tabaco como quien papel. Pero sin tener una especie de muestra de satisfacción por el uso del tabaco se consagraba más bien a mirar como un águila a quien había que destripar. Con un dedo alargado y casi gélido se daba a la tarea de separar, entonces. Dos hombres, lo sacaban, miraban las piezas dentales, la presión arterial, el estado de las retinas. Si todo esta bien, lo dejaban pararse, si se podía mantener en pie. Entonces si lo arrastraban hacia el fondo del cuarto, y al rato. La sangre iba brotando de a poco. No era mucha.

Pero para su horror cuando vio el mecanismo empezó a pensar que lo que había pasado era una cirugía, extraña y que nunca limpiaban. Lo malo fue constatar que esta operación se repetía, una y otra vez y lo inquietante tal vez es que nadie volvía, nunca. Algunos que estaban allí estaban un poco locos, y eran temerosos, hubo un suicida entre los médicos, un hombrecito que vivía todo apretado que caminaba entre las paredes como agarrado ante el horror del lugar. Empastillado, murió en la casa de los médicos. Al tiempo lo sacaron, consiguieron los papeles de la defunción y lo consideraron una intoxicación por el contacto con “drogas experimentales”. Así que con eso, se deshicieron de los que no estaban convencidos por la causa. Había silencio en ese lugar sólo el puro sujeto que tenía la intención de seleccionar era el que plenamente parecía conciente. O mejor dicho el que no tenía dudas.

En uno de los días, pasaron cuarenta victimas. Según la salud, del paciente, empezaban a cavilar sobre precios, sobreprecios, necesidades, a veces según el tamaño. Algunas características, lo hacían esperar, un poco. Llamaban por teléfonos, gritaban como desaforados por afuera de los pabellones. Al rato volvían a entrar y la matanza seguía. Por eso eran metódicos, en vez de pensar en la miseria humana, pensaban en el precio de la carne, órganos, terminaciones nerviosas. Había una balanza bastante grotesca. Y todo tipo de herramientas de cirugía que corrían de un lado para otro. Además como fue dándose cuenta, si uno, se iba a la otra punta de cada pabellón había, una serie de heladeras. Pero entonces para que serviría el pabellón ocho. Bueno eso sería lo más interesante.

Mientras que en la mayoría de los pabellones se guardaban pedazos por las dudas, a los cuales se ofertaban. En el pabellón ocho, había toda una serie de sofisticaciones. De hecho había una segunda casa de médicos. Una lujosa casa, la cual estaba cubierta por una hilera de álamos. Nadie la podría ver desde la entrada del complejo. Un día, cuando lo vieron lleno de sangre pero; sin quejarse, sin hablar, sin alterarse. Lo miraron como a un soldado, y por esa vez, uno de los asistentes, del seleccionador, le dijo que lo siguiera.

Así fue que abandono los trapos llenos de sangre. Y los pabellones, y se puso en camino, pasando por detrás del último pabellón una casa hecha en piedra. Casi un castillito pero muy reciente. Mucho lujo sin duda, el estaba lleno de sangre por lo que le dieron bolsas para los pies. Entro, fino parquet. Buenos muebles. Buenas cosas en general, una araña ridículamente grande. Una mujer apenas vestida, a la cual el asistente le dijo que ni siquiera mirará porque “algo tenía que ver con el seleccionador”. A lo que después de tanta muestra de lujo, le dieron una botella de vino. Uno carísimo, cuatrocientos mangos la botella. El asistente, le mostraba en parte lo bueno de aquel mundo, lo rentable que era. La contradicción era terrible. El asistente se reía demasiado. Pero decía; “Un día tenés que venir para acá si te bancas esto, así dejas la otra cosa, allá están los hipócritas, todo lo saben, pero quieren curriculums y becas de investigación, así pueden decir que somos vanguardia.” Después de salir y por el camino remató con: “Así que por favor, bájate esa botella de vino en tu casa, sin culpa.”

En ese momento la gente del bar, pensaba que era una cosa de borracho perdido. Por eso mismo compre, vino, como tres botellas y todas las abrí. No quería curiosos en medio del relato. Casi sería un agravio para el “narrante” palabra que invente para definir, a ese narrador de su memoria que siempre esta presente, uno que es errante en su narración. La escucha del horror necesita de un oído simple y justo casi lo más imparcial. Uno no es fiscal. No tiene derecho a serlo, es más bien un ojo oscuro como el de una cámara que tiene por destino ver lo que nadie ve sin culpa alguna.

 Pero ¿existe la enfermedad? O simplemente como veían ellos era un acto de depredación. Porque ellos construían lujo sin moral. Un lujo que se daba, una forma nihilista de actuar. Una especie de funcionalismo. Era ya casi de noche, es decir demasiado tarde. El tipo tenía pinta de que se iba a morir, pero creo que si se moría iba a estar mejor, se estaba desahogando a los vómitos. Saben casi sería un juego si el tipo no estuviese tan loco. Por otra parte, creo, que no lo estaba. Me siguió contando. De miles de formas de muerte, el limpió quirófanos, cuchillos, recogió guardapolvos. Después se dio cuenta que la carnicería implicaba casi a cualquiera. Un día sin duda en una heladera que estaba abierta. La fue a cerrar casi sin mirar, pero el morbo lo tengo. Pero no quiso mirar, pero el morbo siguió. Entonces metió la mano. Y algo parecido a pelos bien largos pudo tocar. Por alguna extraña razón de su horror quizá en parte de lo que denominaba “la locura”, levantó y vio con justeza, era la cara de una enfermera que había visto esa mañana claro que ahora carecía de cuerpo. La dejo caer en la heladera y la cerró. Pero tuvimos que levantarnos, aparentemente siempre le empezaban dar ganas de vomitar cuando llegaba a estar parte, en un baño vomitado que no ayudaba, expelía el vino reciente. Apenas se pudo parar, siguió narrando en el baño.

Ahora mismo estaba cagado de miedo. Pero después a forma de tranquilizarlo, uno de los asistentes del seleccionador le dijo: “Pero querido, o sea, enfermito. Esta era una loca, entendes una loca, se hizo tanto la loca, que además dijo que iba a hablar, entonces, vos lo conoces, al tipo el del fondo del pabellón cinco. Ese mismo, la violó y la mató. No se porque mierda dejo la cabeza en otro pabellón; es medio idiota, pero es metódico. Si te fijas en esa cabeza no hay un solo diente, pero es tan hijo de puta, que vos sabrás que se los saco viva.” Uno escuchaba, casi sin saber que hacer, la gente lo miraba como que estaba loco. Yo les decía que si que estaba loco y un poco loco estaba o lo estaba demasiado pero no salían estas cosas de su cabeza. Gran parte de esos tipos, fueron metidos en cana, para después ser derivados a genuinos auspicios. Es decir a estar del otro lado del mostrador.

Una patrulla de psiquiatras llegó al final de la experiencia y la medicina tuvo miedo de la medicina. Igual esta lógica de la carnicería apenas tenía que ver con la medicina. Muchos creen que el tipo contaba cosas por llamar la atención yo lo que creo es que justamente paso eso, pero el escándalo era tan grande, y la negligencia tan manifiesta, que se prefería pensar en otras cosas. Así cuando los revisores llegaron vieron efectivamente que había miles de huesos partidos. Pero además de todo había algo bastante más escalofriante. Una de las cosas, más barrocas, cuando el seleccionador encontraba a un enfermo bastante malo. Uno que no podría vender, lo mataba igual. Lo mandaba a hervir, le sacaba la piel. Sacaba todo. Dejaba el cráneo desnudo, se veía a sí mismo como un escultor.

Coleccionaba estos cráneos como quien colecciona porcelana. En una vitrina de todos los tamaños desde infantes que apenas caminaban hasta adultos. La deformidad existente, hecha estudio. El regocijo de lo que apenas era humano sorprendía. Peor sorprendía más su coleccionista. Según las malas lenguas, un policía, me metió demasiados tiros. La misma policía, dijo que era un suicidio. Se había disparado, siete veces al abdomen, dos al pecho, cinco a la cabeza y parece que un par de efectivos más quien sabe porque locura, le siguieron metiendo disparos al final con setenta tiros, había sido el suicida más resistente de la historia. Pero para eso aún faltaba.

Mientras el limpiador se enfermaba, personas normales también eran pasadas a degüello, uno de sus propios compañeros de limpieza, fue un día accidentalmente triturado por un mazo. Un día, en medio de su locura, salió a caminar. Pero tan callado era, tan callado que los que estaban allí en plena faena pensaban que era un verdadero soldado. Y salía, al fresco. El calor, las moscas cuando había verano, el ruido de ellas. Todo era molesto. En su caminata fue paso detrás de la casa, entonces vio un campo  verde sin árboles con un esplendido césped. A lo lejos se acercaba, el mismo tipo el que siempre le apuntaba una verdad. Cuando estaba cerca le decía, “Lindo pasto ¿no?, ¿sabes la gente que hay acá? Si metes una topadora tenemos un yacimiento de calcio.” Tenemos un pueblo entero acá abajo. Los primeros años no se quemaba a nadie. A nadie, nuestros primeros, “pacientes” alimentan el verde, y… ¡qué verde! ¿No?”. Así fue caminando por sobre el pasto.

Recuerdo el tipo, estaba realmente loco. Según me enteré se quiso matar dos veces, y lo peor falló. Y estaba vivo. La familia que nunca supo donde laburó ya que el “huyó” antes de que el resto cayeran nunca tuvo que saber más nada de nadie. Pero su historia era incontable para los conocidos. En resto del vino de la mesa dibujaba con el dedo estaba demasiado ido. Me acerqué a él. Le dije: “Nene, vos si que eras hipócrita o pelotudo. Creo que vos sufrías, podrías haberte ido el primer día”. Pero en el fondo lo vi como un desgraciado más como un mediocre total como un ser gris y derrotado, el sólo limpiaba, el no tiró a nadie. El se calló y porque callarse es un premio en muchos lugares el sigue vivo pero con la muerte en la punta de la lengua. Aunque yo creo que la muerte quiere que la siga viendo hasta que el tiempo no le deje ver ninguna otra cosa.

Así es la culpa, la culpa sirve para lo que terminan demasiado cuerdos después de haber estado demasiado locos. Era complicado, tanto que cuando el tipo al final creía que veía al diablo se rascaba las orejas y se sacaba sangre. Le alcance un pañuelo. Estaba demasiado ido. El del bar jodía con que nos fuéramos, le di doscientos pesos. De repente, juntaron todo y se metieron a la cocina. La cosa seguía pesada. Le dimos una aspirina porque pensé que le se le iba a volar una vena. Estaba desorbitado.

Así que se había dado que en ese lugar mataban gente desde hacía años pero siguió cobrando mes a mes. Cada cinco palabras se le disparaba alguna anécdota asquerosa. Había un punto que no sabía en que pensar. Contó que en ese extraño lugar, justamente en el final, había un tipo que se volvió loco. Tan loco que estaba que se comía las carnes de las heladeras, cuando empezaron a contar entraron en pánico. Pensaban que los robaban, casi lo agarran a él pensando que se hacía el pelotudo. Tres puñetazos, cayó al piso, tres patadas en el costado, le veían cara de que no entendía nada. Sin miedo. No podría ser él. Al final dieron con el caníbal, y al fierazos le molieron la cara. El seleccionador le apago un cigarrillo en la cara, sólo para joder.

Entonces si agarraron llamaron al personal el primer pabellón y lo mostraron. Cualquier imbécil que se hiciera el loco terminaba como él. Al final a un horno. Y nadie se pudo ir hasta no oír el crujido de los huesos de ese desgraciado. El seleccionador era un tirano y ya gozaba de su trabajo. Casi nadie le miraba a los ojos. Casi nadie, sus asistentes sí. Eran como el pero castrados, aún les faltaba el poder. Entonces en ese momento se estremeció y se calló de la silla. Grite para que trajeran agua.

Dicen que en la literatura se juega, estos asesinos jugaban con la vida, eran escritores. Hay veces, que pensaba que se había enloquecido pero no había leído libros de caballería. Solo era un tipo que limpiaba los pisos en un lugar, donde se mataba a gente. Ahora el había estado allí o había escuchado y había inventado su propia historia. Porque era metido, un día se afano uno de esos nombres de mierda. Ahí me lo dio. Vi el plástico me di cuenta que era cierto, era el nombre del seleccionador, o mejor dicho del jefe del complejo. El querido doctor en psiquiatría Riola. Pero bueno, si estaba allí, había convivido con Riola. El Riola de verdad no el que puteaba a la gente ahora y se había cagado en las patas. Era humano que fuese así, no era un héroe.

De hecho, tenía dolor. Pero fume cigarrillos en su cara, estaba demasiado dado vuelta. Le dije que esa noche, no lo iba matar nadie más que el recuerdo. Pero que él sabía que tenía que contar toda la mierda, la mierda que medios, que la gente bien, arreglada con la gente mal, ocultaba. Hubo un par de casos de tortura. Esto paso cuando uno de los personajes de los vivos lacayos, se metió con la mujer prohibida del complejo, la puta del doctor Riola. Las cosas andaban mal. Otra vez, lo miraron, lo fajaron por las dudas, mismo procedimiento eso hacían con todos, cuando no sabían que pasaba los dejaban ir. Así que por un rato estuvo afuera, una mujer muy escrupulosa le vendó la cabeza. Todo estaba bien otro iba a morir por lo menos por ahora. Pero bueno. El tipo que vio morir, era conocido de él fregaba con él. Pero parecía que al final de todo se la había creído. Era un poco, fanfarrón, y la mujer de Rial le dio cabida. El tema es que el doctor, el doctor no perdonaba, los curaba a todos. Es más decía que no guardaba ira era una especie de maquina de asesinar realmente existente.

Por eso, con la cabeza vendada. Vio un procedimiento muy divertido. Básicamente para que se viera bien. Un roedor, un roedor era molestado. Y luego se instalaba a este en una jaula que se alojaba en el pecho del perjudicado, el roedor comería y comería para huir de la picana. Por lo tanto agrandaría una herida sobre las costillas. Terminaría adentro desperado buscando salir y así seguiría hasta que el hombre muriese. Pero el doctor, sabe que algunas personas ante el dolor extremo desfallecen. Por lo que durmió la mayor parte de su cuerpo menos su pecho. Aunque solo lo hizo cuando el roedor ya había avanzado bastante. Esa necesidad, tan imperiosa de torturarlo ante el público. Dice que nuestro narrador que vio gente gritar más fuerte pero nunca vio tal grado agotamiento y desesperación en alguien que a la vez estaba casi muertos y que sin embargo seguía gritando. Nunca se puede olvidar del grito, hay veces que cuando camina por la calle, gente le pregunta una boludez como una calle y salta despavorido hasta que ve que es una persona. Siempre que algo suena fuerte en su oído piensa que es ese grito entrecortado. Al final murió. El seleccionador satisfecho. La tortura de la mujer, fue simplemente tan asquerosa que según cuentan, nadie la vio. La hizo el propio Riola personalmente. Cuando salió de allí parecía que se había dado una ducha de sangre. Lo malo es que ahora a él le tocaba entrar. Siempre se pregunto si era posible que un maxilar inferior pudiese sostener un cuerpo humano. La respuesta es no. El maxilar inferior fue lo primero que se cayó. Pero estaba el gancho en la cabeza, un genial y enorme gancho en la cabeza. Entro en frenesí, le pase un papel lo dibujo, el dibujo era ininteligible pero se entendía. Se podría comprender que la imagen era bien gráfica. En este punto le pregunte si realmente se sentía bien, el no era un director de cine que se iba a forrar mostrando como se podría matar gente de forma irracional. El estaba allí, mirando unos tacos, rojos, que aún estaban en los pies. Un cuerpo destripado, completamente destripado. Una poesía del doctor Riola.

La cantidad de casos de limpiezas absurdas, y su manía casi desesperada de terminar de borrarlo todo lo trastornaron. Los fines de semana, viajaba todo el día en tren. Nunca se bajaba. Hasta el lunes, donde volvía con fuerza limpiar. Dejó de hablar con los conocidos, era inútil ¿de qué iban a hablar? ¿De futbol? Se estaba quedando sin ideas.

Era la noche larga. Señores, matar o morir no era se trataba de matar y seguir matando. Algunos dirían que esto quita la idea de rebelión en el hombre. Pero no era cierto. Lo que quitaba era la idea de piedad en el orden. Crueldad o pasión.

La imagen de la tortura, de la matanza, era ilustrativa pero no se hasta que punto. Creo que insensibiliza. Casi todos los días, se cambiaban los médicos de ropa llenos de sangre. La pregunta era siniestra, ¿Cómo se escribía después de Auschwitz? Bueno hay gente que escribía sobre Auschwitz es decir, lo volvía a escribir. Su sofisticación el saber que la humanidad lo hacía y lo había hecho era algo que quizás si motivaba escribir. Matanzas étnicas en África, y otras miserias, pero claro, quizás…. Quien sabe alguien quisiera jugar al relativismo un rato. La sed de sangre. Era complicado, ahora lloraba y se daba de cabezazos contra la mesa. Estaba loco. Estaba arrepentido algunos desgraciados parecen que cargan culpas cristianas porque sufren después la compasión, debería sufrirse en el momento. Pero en parte, estaba redimiéndose, el mismo llevaba el fuego era prometeo y Edipo. El Edipo de hoy debería ver a la sociedad de frente y sentirse a gusto, ahora todo estaba metido entre la madre y la violencia. Edipo, debería haberse metido en pleno coito, matar a su madre, responder a la esfinge, violar a su madre, y entonces, en pleno delirio. Arrancarse los ojos, tropezar en su huída y morir. Así es el burócrata asesino hoy en día. Matan por matar ríen. Nuestro amigo, no podría reír. Tensaba la sonrisa por la boca se le escapaba. Pero era falsa. Le dolían los dientes, se estaba perdiendo en un espejo.

Pero siguió contando. Hasta el punto que se hacía redundante, las víctimas crecían. Aunque explico que en pabellón ocho se hacían trasplantes y era cierto. La gente que tenía dinero era trata de primera. Para eso eran las ambulancias. Ellas llevaban y traían personas que eran operadas por la eminencia de Riola y compañía los cuales eran médicos geniales, eran la vanguardia. Pero la ciencia cada tanto se anda juntando y montando con la locura, se seducen se lamen las orejas. Riola era un genio cirujano, un carnicero, un especulador pero sobre todo lo que no era, justamente era algo parecido a un ser humano. El mismo pisaba las manos de los que enfermos quedaban dejándolas afuera de los barrotes. Riola, veía al del limpieza como poco menos que mierda, y nunca lo mató porque le ¿enternecía? El hecho de su obsesión por la limpieza. Era una clase de cosa complicada de entender.

Un día según sus palabra se “fue a la mierda….”, y en parte fue porque oía sirenas, pensó lo peor. Tenía razón rajó. Se metió por detrás de la casa de piedra, corrió por el campo, cruzo y se clavo los alambres de púa y llego a la ruta. Así anda desde ese día, duerme demasiado poco para lo mal que esta. Los psiquiatras, no le solucionan nada, los psicólogos se ponen incómodos. Yo solo tengo incontable sudor en la frente y poca piedad. Sé que perdió la razón, se que la razón no se encuentra a veces de nuevo y que a veces justamente es cuando menos vale le pena tenerla. Estaba babeante. Le tome por la espalda, le dije: “Nada peor querido nos puede pasar; vos yo, estábamos condenados a muerte desde siempre. Yo sólo la sentiste en primera persona. Igual, tu historia estará salvo. No pidas más que el castigo te llegué.” La vida de un condenado en la tierra es así. No le pedimos nada, Riola murió por tiros, no creo que valga la pena matar a este generoso espécimen de la conciencia humana. Si existiese dios, lo llevaría a una iglesia. Así hablaría con él, pero creo que Dios se olvidó de él mismo día que lo dejo limpiar el piso de ese pabellón y no lo mató. Es una especie de Job postmoderno pero su fe no lo salvará.

Lo dejé un segundo. Le hice un gesto estaba seco. Por fin, estaba seco. Diez años de espera, la cantidad de desastres, delirios, palabras derretidas y sus dientes apretados no iban a sumar tanto. Habría que hacer un esfuerzo para que esto sonase a investigación periodística.

Así que llamamos a la ambulancia. Esta llegó se llevó a un tipo que nada tenía que decir al mundo de lo que ya había dicho. No había que buscar a la familia para él sería una tortura metafísica pero estaba muerto. Pero creo que en sus peores noches se lo preguntaba, ¿llorará alguien por mí? Era terrible y negro, el pensamiento, sabía que llorarían pero que era en vano. Nadie lo debía hacer. En ese momento. Me fui del bar. Me perdí en la noche de Buenos Aires, infame universal y eternamente. Pensé que el humano no da más miedo que la muerte, sino que la muerte del humano por parte de otro humano, es la única muerte que deberíamos evitar y sin embargo no lo hacemos.                          

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II- 1-Ley de tope: La capacidad de la organización está determinada por la capacidad de líder. El líder reclama la gente con más habilidad, y estos reclutan a la gente con la misma capacidad. Suponer este punto como una mera formalidad plantea muchos problemas. La capacidad de un líder puede variar de un momento a otro con formidable rapidez. No es lo mismo un líder de grupos pequeños que uno de grupos grandes. No es lo mismo una mesa chica a una plaza pública. Muchas veces un líder sólo cuenta con el apoyo indeterminado de adeptos que no termina por conocer. Esto es la clave en el espacio público. La potencia de un líder por fuera de una organización se mide por parámetros diferentes. Muchas veces no es la admiración, o la camaradería lo que lleva al poder. Muchas veces es el temor y el respeto, otras una devoción que no tiene mucha relación con quien la genera. Un líder es líder de los suyos y de su contrario. Un líder tiene que forzar a tener un enemigo necesario. El liderazgo sino

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Bibliografía: Abraham Tomás, Rorty Una Introducción, Editorial Quadrata- Biblioteca Nacional. Argentina 2010. Burello Marcelo G, Habermas Una Introducción, Editorial Quadrata-Biblioteca Nacional. Argentina, 2013. Cuervo Oscar, Kierkegaard Una Introducción, Editorial Quadrata-Biblioteca Nacional- Argentina, 2010.  Foucault Michel, Defender la sociedad, Editorial Fondo de Cultura Económica, Argentina 2010. Kaminsky Gregorio, Marcuse Una Introducción, Editorial Quadrata- Biblioteca Nacional- Argentina, 2013.  Le Blanc Guillaume, El Pensamiento Foucault, Amorrortu/editorial, Argentina 2008.    Lenin, El Estado y la Revolución , Arte Gráfico Editorial, Argentina, 2012. Lezama Alejandro y De Ípola Emilio, Althusser Una Introducción, Editorial Quadrata-Biblioteca Nacional, Argentina, 2012. Luxemburgo Rosa, Reforma o Revolución, Arte Gráfico Editorial, Argentina, 2012.  Malaparte Curzio, Técnica del Golpe de Estado, Editorial Tolemia, Argentina 2008.

Praxis política, organizaciones y democracia:

No hay que ser superficiales. La cuestión de la actividad política tiene que ver con el sistema político en el que se vive, es decir en la democracia de carne y hueso. Hoy en día, Argentina tiene una interesante mezcla de armados políticos. ¿Cómo se hace política? La respuesta es un justo equilibrio entre movilizaciones e instituciones. En este proceso debemos interpretar que la acción es la política es la que puede dinamizar a la sociedad. Transformar a la sociedad depende de la política, los límites de la sociedad a lo largo de la historia tienen que ver con las propias organizaciones políticas. No con una sino con todas. Es decir que a partir de la organización se implementan políticas, con ellas se pueden materializar gran parte de los objetivos que se proponen. Por esto el esfuerzo, el trabajo en la política existe. No existe de por sí una relación que no sea política en todos los procesos de producción de un país, o territorio cualquiera.