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Sor Spiderman:

Tal vez la crueldad haya matado a algún que otro superhéroe. Tal vez lo peor en la vida humana sea soñar y lo peor de lo peor es recibir un abrazo que busque reconfortar. ¡Ay de ellos! Pero esta gordiflona mujer, no tenía complejos. Era soltera por elección, más aun casi misantropía. Sin pena y sin necesidad, ella quería ser monja, heroína y cocinera. ¿Hasta cuando su derrotero? Cajera de supermercado, gerenta de banco, y luego aún rentista privilegiada pero jamás, ni cocinera, ni monja, ni superheroína.

¿Hasta cuando las desgracias la cubrirían? Después de todo, esta sociedad cruel forja sueños terribles, sueños que no se pueden realizar. Su casa, su casa era simplemente el rincón fantástico donde vivían las figurillas de todas las clases y de todos los tiempos. Ella se aferraba a estas cosas sin voluntad de fijación sexual. Solamente se desesperaba, simplemente se daba cuenta que había gente con dramas reales y ella no. ¿Quiénes serían esos desdichados más importantes? ¿Cómo saberlo? Ella era tan mediocre que solo podría ver los DVD de Marvel, una y otra vez. Además comía helado, y le cerraba la puerta en la cara a su vecino que le tenía ganas. Eso era todo, día a día, sol a sol.

Ella miraba su álbum secreto de fotos, ¿qué era esta secreta colección? Pues lo más simple de lo más simple, una colección bizarra de fotos de ella disfrazada. De monja, de mafiosa, de karateca, y así seguía pero tenía una parte al final donde estaban sus más altas consideraciones. La primera ella vestida de la mujer maravilla, la segunda donde estaba vestida de Batman y de batichica, ella quería ser “las dos cosas”. Por eso tenía las dos fotos y ella en su soledad con su aire acondicionado estaba abrazada sin otra cosa ni molestia que su soledad. Hasta era su fantasía sexual un poco enferma o sicótica tal vez estar en medio de sí misma, sin excusas en orgía consigo misma. Ella se veía en ese espejo narcisista y fetichista tan bizarro y perfecto. Tan bella era su obra.

Pero sin duda que algunas cosas no tienen solución, y no la pueden tener. Sin embargo si lo pensamos, estas fijaciones, estas cosas, estos sueños son perfectamente posibles. Este era el peor de los mundos posibles, la gente podría destruir a la humanidad con energía nuclear pero no tenía los poderes del hombre araña. Esto no cabía duda era de esa clase de injusticias que eran simplemente burdas e insultaban a la inteligencia.

Ella a veces se deprimía y lo único que hacía era pasarse como dos horas bajo la ducha enjabonándose las tetas. Mientras tanto pensaba, el calefón trabajaba. Hasta que un día se rompió y dejo este hábito que parecía tan contrario a tener que pagar el gas bimestralmente. Por eso, se dijo que no daba para más. Ella tenía un sobrino bastante drogón, pero más allá de eso un tierno chico que trataba de robarse lo que fuera de la casa. Entonces claro que a nadie le importaba, porque nadie pensaba que ellos tuvieran talento alguno. La gente los odiaba seguramente y los quería matar.

La razón era tan obvia que apenas se soportaba las historias de mierda, la cuestión era terrible sus existencias mal compaginadas apenas podrían bancarse. Eso era terrible, una prosa oscura, unas caras siniestras, el sobrino veía a su tía en ropa tan terriblemente ridícula que apenas podría reír. Pero bueno pensaba que si la mataba le podría sacar el dinero, pero sacarle el dinero si ella no trabajaba sería que él perdería la posibilidad de tener más dinero. La cosa era ganar dinero yendo a buscar los disfraces sin duda que era la mejor idea. La mejor de las mejores ideas era espléndida, si el destino de la gente es esto terrible errar por la tierra. Pero bueno era cuestión de verla vestida saltando por el living. Es de esas cosas que nadie debe olvidar al menos antes de morir. Pese a las miserias, pese a la locura. Su vida incluso en el escupitajo, incluso un verdadero caos.

Aunque divertido, sin esa idea de que las cosas eran violentas como la cacería de un paquidermo adentro de un vagón de subte si tal delirio terrible fuese posible. Perecía les juró una historia como estas, la terrible imaginación de la mente de un genuflexo fascista. Simplemente es imposible aceptarlo sin dudar sin temblar sin temer. Sería que todos eran unos perfectos discriminadores, y si esto hubiese sido la nota de una revista de actualidad hubiese sido digno de cárcel. Lo peor de la naturaleza humana vive en medio de los medios. Sería así sin duda, sería así como la vergüenza total, como la completa censura.

Esto es tan terrible que el bien y el mal cambian todos los días. Eso es terrible, es tan terrible como la manera hipócrita como la forma en que las personas no asumen sus peores defectos. En esto, la seora tenía una calza hipertrofiada y rota. Era feliz, sonaba la canción de Spiderman hecha por los Ramones a toda potencia. Era una cosa terrible, va era una cosa wagneriana. Era parte de un mundo sin esperanza, era parte de una risita. Era parte de una mente que se pregunta si la miseria humana tiene fin. Un adicto a las sustancias y una mujer que se aleja de la realidad que arriba del Spiderman se pone uno de monja. Esto es lo terrible, casi no tiene argumento, aunque así disfraza, “Sor Spiderman” sería capaz de hacer justicia o algún hurto delirante.

Todo era así eran parte de un mundo sin sentido. Sin sentido y tan burgués, y cuando salieron al quiosco compraron los álbumes de figuritas para chicos, todo daba igual irían a fumar porro. El Robin del sor Spiderman, era simplemente el Cardenal, y llevaba una campera Adidas cuatro talles más grandes, color roja y una gorrita, todo rematado con una cruz planteada al estilo Carrió u Ozzy Osbourne. Así eran ellos dos, correrías de locura, la policía se cagaba de la risa. Les pedía cosas tontas como que fueran a recoger la pizza en nombre del comisario. Nada malo ni nada bueno.

Las aventuras, las latas de cerveza acumuladas en ese living desde que estas extrañas aventuras habían empezado eran incontables. Pero bueno era lo peor, eran como uno de esos “guerreros de la luz” de Coelho, eran simplemente como delincuentes menores y estúpidos. Eran parte de ese gran fracaso que a la gente no le gustaba decir que era su familia. ¿Cuál sería el próximo crimen que resolverían?  

La cosa es que un día la policía, y un par de vagos de la calle los querían dejar con agujeros que un queso Mar del Plata, el Cardenal y la Monja, se tenían que morir. Era insólito como la mayoría de las operaciones de de la Federal. Es lo que hay que hacer, es lo que hay que esperar, estas cosas que podrían ser literatura liviana. Pura injusticia, mero desprecio por la vida humana. Muy malas historias, muy, muy, muy; casi terriblemente malas que serían dejadas por una academia sueca. Pero Sor Spiderman, no quería ser como Alice in Wonderland. ¿Ellos podrían resistir? Había algo más.

Tenía que haberlo tiene que haber santos y protectores en el Universo. Tan terrible, cada día más. Tal vez los criminales sin alma, esos que se la pasan de cabaret en cabaret y con las narices atestadas de merca no deben ser aquellos que decidan muchas cosas. Pero a veces pasa, y Sor Spiderman, eran bizarros y quería luchar contra los poderosos. Un comité banal sobre la alta costura quiso que los maten, ellos determinaron que la gente que vive así no debe vivir. Entonces, llamaron al departamento de inteligencia y descargaron su ira: “Tiene que morir, son subversivos de la moda, son pobres personas, o están locos, o les mandan el psiquiatra, lo que sea pero los sacan de la calle.”

Las órdenes eran claras, y ella Sor Spiderman que en su pureza de alma iba todos los días a trabajar y se iba de allí esperando a que la noche se cierra para al fin salir a la calle. Para al fin dejar de desear ser otra persona, su verdadera identidad sus superpoderes. No más que eso ni menos que eso, la cuestión es tan esforzada, tan terrible que no hay nada que perder. Ella huiría si la sociedad la odiaba como todos los héroes, lo cual era obvio. Así Buenos Aires se preguntaría: ¿Qué pasa con esta ciudad calurosa, llena de cucarachas y crimen? ¿Qué haremos con ella? Todos sabrían que faltaba Sor Spiderman que iba corriendo por Salguero o 9 de Julio, o Avenida del Trabajo, o Cangallo, o Canning, también lo hacía por Scalabrini Ortiz, no se ubicaba mucho por las calles. Pero ella sabía que tenía que andar por todas partes.

Había veces que se subía un taxi y el taxista no sabía que hacer. Todo fue así, a veces esperaban y comían a toda velocidad un pancho con papas. A veces, iban a venían conversaban con algunos trabas. Pero no mucho, un día pudieron frustrar un robo pero era una ficción y arruinaron la escena. Todos sudados por correr, la cosa se puso densa, muy densa y estuvieron detenidos. Pero la policía sabían quienes eran y los largaron, aunque como siempre fueron a buscar pizzas para los comisarios. La cana no tiene dudas, Sor Spiderman, era esa oficial de policía que trabajaba más y peor que cualquier policía. Estaban a punto de darle una insignia, era el brazo bizarro de la ley. Nada más y nada menos, le dieron una de esas bicicletas de la cana. Y ella iba traía los deliverys a toda velocidad. Nada la podía parar, cuando llegaba como a las cinco y media a su casa, apenas se podía mantener hasta estaba bajando de peso.

Siempre corriendo, siempre comiendo a toda velocidad un pancho con papas. Y a veces no tenían ¡papas! Pero no era más ni menos que el sufrimiento de una superheroína que era la vez religiosa que era religiosa y que andaba con la cana. Tal cual Batman otro de sus héroes pero ella no era más que eso, un ente metafísico que era parte de la ley no escrita de un bigotón hijo de un empresario que era ladrón de profesión. Tan bello que parecía una rima cacofónica horrible. Si tuviese un hijo, Sor le pondría Acuaman y desearía que fuese bañero. ¡Tan sacrificada era una vida consagrada las fuerzas del orden!

Por eso, un día, estaba Sor Spiderman en una esquina. Miraba y miraba pero era en un barrio residencial y nada pasaba, ella se guiaba por el instinto cuando en medio de una parilla de barrio encontró una pelea terrible. Entre un borracho loco y treces mujeres las contó, aparentemente, eran amantes de él, y las había invitado a comer lo cual no era tan  terrible no eran celosas. La cosa es que cuando terminaron de comer los flanes con creman y dulce de leche quisieron que el hombre el cual gozaba de todas ellas pagase la cuenta. Él no quiso, no quiso y se empacó. Se empacó tanto que se quería ir. Entonces las mujeres se volvieron una manada de yeguas rabiosas y asesinas que le querrían arrancar la piel y la chota. ¡Burdo! ¡Criminal! Y grasa, ahí estaban llegando Sor Spiderman y el Cardenal. La cuestión, es fácil, lo patético y lo terrible viven en ello. Una monja, loca sin armas se enfrenta a trece mujeres. Un número maldito, el cardenal prepara un vaso con vino y soda, y espera el llamado para irse. El no interviene el registra todo con una cámara. Rescatar al hombre que era un deudor consumado sería lo mejor.

Piña va y piña viene. Nada que objetar, su vida es eso. Vivir así nada tan sencillo nada tan malo. La cuestión era vida o fuerte, morir en combate. Eso era la ley en un suburbio, un montón de mujeres iracundas, un hombre irresponsable y orate. ¿Qué más pedir? Faltaba el guasón la geta del parrillero con tres filas de dientes que no le entraba en la boca era casi perfecto. El Cardenal se estaba bajando la botella de vino sin espanto. Ahora bien no era esto un cuento, era mala prosa como la de Tolkien. Era una lucha entre un elfo disfrazado de heroína contra mujeres orcos, porque orcas llevaría a una confusión semántica terrible que ni un congreso de semiólogos podría entender el conflicto entre mamíferos o mujeres disfrazados de tales y Sor Spiderman.

La cuestión es que la mujer amada por todos, la dueña de la cacerola y la olla popular, cae en medio de los tacones. Cae en medio de la violencia, de los pedidos de justicia del último no tan macho del barrio que lo araña hasta su muerte. Apenas se enteran los canas que la monja estaba en peligro salen con todos los patrulleros y los refuerzos, para a comprar mentitas en el camino, cientos de mentitas. Llegan con el aliento muy fresco a poner orden y a matarlos a todos si llega el caso. Ahí en el piso con el hábito destrozado y el disfraz de Spiderman, la mujer. El cardenal espera sin duda, espera sin miedo a nada, espera hasta el final se toma la segunda botella a toda soda y espera el desenlace.

Las mujeres se rinden, la Sor, la suben a la ambulancia. Cansada con el bofe afuera y llena de taconazos es recompensada por la cana que ahora sabe que ella pudo detener una masacre o una semi-masacre, al final sin relatos incestuosos o extraterrestres queda Sor en el Hospital de Clínicas. Así termina una de las tantas aventuras de Sor Spiderman que aprende a ser el más bizarro brazo de la ley. El cardenal cuando puede mete una botella entera de vino y se lo toma en frente de la mona que solo le pide chocolatines para poder olvidar que haya afuera que el crimen a sus anchas puede reír y bailar porque la única monja superheroína no puede ir por ellos.

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