Una pelea por la libertad, una búsqueda por la dignidad. Condenados de la tierra, tengan una buena causa. Busquen vivir como ustedes quieran. La tierra es nuestra ya que el cielo se nos ha vedado. Iremos por las calles entonces predicando con nuestras palabras cada una de nuestras faltas, hoy nuestro objetivo es la felicidad.
¿Dónde estamos? Parece que hemos vivido siempre a la sombra sin tener otra cosa que ver la película ajena solo para evidenciar lo que ellos tienen o hacen. Plantemos bandera Ángeles del infierno. Decidamos que hacer con nuestros caminos no temamos ser condenados por vivir. Si hemos dicho y hecho lo que hemos querido era porque somos de esa manera y no de otra. Quizás no encontremos lugar seguro y el mundo sea de vidrio, entonces qué hacer. Vivir igual. No podemos pensar en otras cosas, si este es el infierno por lo menos que sea nuestro.
Nuestras peleas y nuestras batallas nos podrían sacar de los sillones, si ese día llegase. Conseguiremos para nosotros una historia que nos pueda valer la pena. Será pequeña e insignificante, si es la crónica de los anónimos pero no será inútil. Estaremos de pie frente a todo lo que ocurra, si nos partirán los brazos para que no escribamos, si nos secarán el alma para que no seamos. Moriremos a montones es verdad, caeremos solo para volver porque más allá de infierno no se puede ir. Nuestra es la tierra al fin. Somos el futuro ese que va arruinar para siempre a la burguesía, vamos a fracturarla para siempre, vamos a ser que no quieran estar aquí. Podremos fundar con nuestras flores sangrantes un gran jardín. ¿Por qué no?
Conviviremos acaso con pesadillas que no hayamos visto antes. Puede que sí, sólo queda una dirección ¡hacia delante! No podremos saber más que eso.
En verdad hemos dado todo lo que teníamos y volvimos a perder. Es hora de poder volver a mirarnos y entender porque los caídos estamos en tal cosa. Respiraremos el azufre hasta que los pulmones sean una cosa que soporte todo. Nuestras uñas negras, inmersas en petróleo darán paso a lo importante. Existiremos entonces por lo que sabemos que estamos haciendo. Nuestra causa es la única, la cual no podremos huir, y si eso es mirar hacia arriba solo para constatar las desgracias que así sea. No miraremos hacia atrás para lamentar sino para atestiguar que esperamos vivir en un mundo nuevo. Si ello conlleva extender el infierno a todas partes, será entonces el tiempo en que los burgueses se tiren de los pelos. No, nosotros. Claro esta es la suerte de utopía de todos los diferentes. No hay venganza, hay ruptura. Hagamos nuestro sitio. La condena no valdrá para nosotros. Hemos sido libres siempre, no compraremos sus mentiras nunca más. Si se oye los aullidos debajo de las alcantarillas, las gentes también esperan ser otras cosas. Nada tiene que objetarnos, hemos dejado muchas cosas atrás solo para probar que no las necesitábamos y es cierto, parecemos muertos, puede lo fuésemos. Pero hoy, la muralla se rompe. ¡Viva la libertad! Larga vida a las propias luchas. Seremos fundadores, primeros pies.
No podremos discutir con lo viejo tendremos que darle por obsoleto. Tendremos que poner a la maquina en mal funcionamiento. Treparemos, tendremos la bandera, y entonces no habrá nada más que eso que somos, los otros, los Ángeles del infierno. No temeremos jamás, o puede que sí. Pero podremos ver el brillo de sol. Tendremos la fuerza de su calor como si fuese la primera vez que lo sintiésemos. Por algo estamos, si el destino nos derriba es por deber: invadir, irritar, arruinar.
Somos eso que no puede ser dicho esa otra sociedad que no pasará ninguna a la primera plana. No desapareceremos, seremos cajones sonrientes. Tendremos al fin la idea de un cansancio sereno. Podremos pensar como nunca antes. Porque ya no pensamos que esos otros tienen que estarnos vigilando. ¡Que se cuiden! No tenemos ya barrera que nos proponga este sujeto. No tenemos otra cosa. Sujetos a nuestra propia extensión parece que somos soberanos. Ya dimos, ya pensamos. Pusimos una nueva forma.
¿Hacia donde iremos? Hacia el azufre, hacia el mercurio. No hay convento, no hay santos. Parecen todos derretidos. Se ostenta el fin de la policía pero claro todo tiene electricidad metafórica, una suerte de cadena que rompe cuellos. Hacia allí vamos hacia al fin como la música. Esa que tiene que terminarse para ser, aquella que no muere sino que es, eso buscamos. El infierno es eso que hemos sido y eso que vamos a ser. Pero ahora seremos dueños de aquello, somos al fin los herederos. Nuestra herencia, si se quiere es una desgracia que se asume. Entonces ya no hay fin.
Han encontrado el sentido de la tierra pese a todo, han encontrado el sentido de la tierra. La gravedad será entonces ese aliento. Una renovación.
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