La vida puede ser difícil, para algunos más que para otros, cuando algunos señalados, son escogidos de entre la manada; las cosas no se simplifican. Por el contrario se especifican. Con la marca encima son previstos como fuente de cosas útiles. Sus formas contribuyen a ese abuso sin excusas. Presos de la metrópoli moderna. Contaremos la historia, la pequeña historia de un segregado social. Un distinto, un ser que por enfermizamente diferente era elegido para ser la victima. La fiesta del cordero es así, se busca a quien no pueda defenderse, se busca a quien se pueda sacrificar, al animal que se degollará lentamente.
El cordero es en parte ese rastro de la escoria social no reaccionaria. Una clase de basura que el sistema engendra pero que ni busca limpiar. No obstante estas formas de vida son tenaces, demasiado tenaces. No obstante viven en medio del miedo, saben que su destino es morir si fuese la ocasión no pueden elegir, la propia ley, esa que debería ser algo así como su protección por ser esclavos también los ata de pies y manos. La imagen es sumamente deprimente pero real, todo son esclavos del titiritero y por eso se odian. Cada uno a su manera vive haciendo el juego del amo, todos, los perros, los lobos, los corderos. Ellos en la ciudad no son nada, más que eso. Animales, los artesanos, los pobres ignorantes en los artes de la guerra son presa del miedo, y piden cercas más pequeñas. Así el poder crece sobre ellos una y otra vez, mueren secos, mueren dando todo por la manada, temen por sí mismos, por sus familias. Tienen ese sentido común un poco alterado, dan las razones que sus jefes dan. Llevan la conformidad a flor de piel, son parte de ese gran indiferenciado, se conocen sus mañas pero no sus modos. Así conforman esa serie de paralelos, el cordero el más débil de todo es el intelectual y el humanista, ese que le enseñan a preocuparse por el rebaño e incluso a maldecirlo, ese continuador del sacerdote pero sin dios. Una suerte de desdichado cerrajero que tiene que esperar que las cosas lleguen.
Su manera de ver no importa, no importa que haga importa que cumpla, es de los carneros que llevan la campana. Uno de esos irresponsables carneros que puede morir pronto total no interesa, son los pocos que pueden ser anticipados. ¿Cómo no iba a morir llevaba la campana encima? El poder los odia por eso le da la campana, la tañen congregando a los eternos perdedores y deanbulantes de todas partes. Sin embargo algunas ovejas de todas ellas, las más enfermas, las que llevan la marca son las que mueren de a poco, en vista de sus victimarios para su desgracia personal.
¿Puede ser así? ¿Tiene sentido? Será que las personas y las ovejas son demasiado paranoicas. Puede que sí, en parte porque no saben como responder, esa clase de desarmados, ideales proletarios, sobre-lectores, disciplinados, solitarios y moribundos. Ellos son la carne ideal para alimentar la guerra, aunque caerán de todos los tipos y colores, lo importante es como siempre la matanza. La matanza que ocurre por el deseo del amo, que sabe que las ovejas solo conocen el miedo y no van a pensar, no van a desafiar, quizá hasta oren, llorando en sus casas. Son esa suerte de minorías, esa suerte de despojos pero que son útiles, los hábiles artesanos. La pieza más débil el botín. Los genios socializados, los sacerdotes sin dios. Bestias malévolas e impotentes, espíritus que saben que todo pasa por alguna razón. Alguna de estas ovejas, de estas mismas ovejas llegan ser los amos pero ya nada les importa. Porque el discurso del poder lo es todo, para los ovejas, lobos y perros.
Si las ovejas son soberbias es porque solo les queda eso, aparentar cargando sus pesadas lanas. Sus tremendamente pesadas lanas, quieren eso, ser libres de todo mal. No quieren problemas en el fondo sólo saben que les dan dinero y no libertad. Ellas las ovejas no aplastan a sus hermanas a menos que las aprieten. Por algo burgueses, ovejas, torpes, sus miedos, sus propias tumbas vienen numeradas. Comen en los televisores, y las pocas que no tiene de aquello algo que las sustente, las que portan las campanas, extrañas cual si drogadas vivieran recorren, de prado en prado, sin tener idea. Es su cobardía relativa.
De todas ellas, una especialmente loca, una pérfida oveja. La más ida, se ve en medio de los lobos cotidianos, y por más que corre y niega. Se ve en medio de sus perseguidores, asechada una y otra vez. Será su cara pálida, su indolencia, ideal para matarla. Nadie lo sabe, es justamente eso, su mente lo que podría salvarla pero en la calle en la noche, la mente poco sirve, eso sería justificación, discurso de cobardes. Los que igualan y reflexionan los que no viven de la televisión.
Bueno entre esas ovejas, la alucinada, con miedo va por medio de las calles con la cara hundida, llena de cosas que le alteran la mente. El peso de la vida de la vida de los otros, le recuerda la campana, ella agita a su cabeza, llama la atención de todos, incluso de quienes irán a matarla. Pobre idiota, oveja idiota, desgraciada oveja. Sus dientes salidos, su manera de decir, “idiota soy”. Son parte de un discurso que premian a las ovejas ventajistas y veloces, esas ovejas que trabajan para el amo. Oveja, nos haces recordar al cristiano, ¿Dónde te habías metido? Tu olor, es genial, oles a miseria, tenes la marca. Así harán de la oveja lo que quieran, sólo el azar guía y acompaña a la oveja que es profeta. ¿No hay piedad a los profetas? En un mundo sin dios, no hay piedad para nadie pero menos para las ovejas. Traguen mierda, hermanas ovejas. ¡Quiero que todas estemos muertas al menos de la misma forma!
Sí, amigas, me suben, nos suben a estos postes de luz donde nos crucifican. Nos violan y luego nos crucifican, nos humillan como carne. Son risa, tanto el perro como el lobo, esperan a la muerte para que termine este trabajo. La oveja mira a sus hermanas, les pregunta, ¿les ha valido algo esta mentira? Ellas sólo pueden responder que con algo han disfrutado que no pueden pedir más sólo son ovejas. La campana suena, una y otra vez. Los perros, los lobos dan vueltas sobre sí. Están famélicos, aman odiar, hacen bien se trabajo. Todos son necesarios, pero nadie hablaba de las ovejas impotentes que mueren en vano, buscando casas y autos, pastos, y tenes más ovejas.
La fiesta de cordero es la cima del sistema, su propio premio. Ahí se ve morir al chandala. Ahí se puede decir, bienaventurados a los ciegos. Pobres imbéciles los que dicen soñar, pobres imbéciles, los burgueses con ideas, ellos quieren ser como el amo, tener su discurso. Ellos terminan sin juguetes medio tontos, la muerte es como su alivio aunque son su gran incógnita. ¿Me ha valido esta mentira? No pobre oveja idiota no tuviste las ideas que debías fuiste un creador de imposibles. Tomabas agua siempre salada, con tal de tener sed. Fuiste parte y serás parte, cómplice sin serlo. Te encuentras confundido, bestia idiota, bestia profundamente idiota el que elige el camino de la muerte sólo conocerá la muerte. ¡Viva querido Ateo! ¡Tú que dudas del dinero! ¡Eres del amo preferido!
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