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La tragicomedia de los pueblos olvidados.

Capitulo 2: De cómo surgió el pueblo de los fabiolos.

Los fabiolos se cuentan su historia de una manera muy particular. Burda y torpemente claro esta hasta a veces se ríe mientras la cuentan. Así son los fabiolos, no tienen remedio alguno por más que se lo intente. Pero la leyenda es elocuente, había una tierra según ellos dicen que era como un enorme salar. Caluroso y terrible, allí gatos grises de un tamaño exagerado rondando los cuatro metros vivían tal cual si fuera un living.

El primer maestro de todos los fabiolos fue aquel que logro hablar con los gatos y hacerlos amigos de los hombres. Y ese hombre le llamaron “Iza”, que viene a ser algo así como el primero. Los “Pastor-Iza” no eran más que los hijos del primero. El gran primer Iza, busco de las cenizas de un volcán las cenizas más oscuras, las cuales definitivamente mezclo son saliva y semen. Así el primer gato manchado de negro se llamo “Bruno”. Lo tenían por ser poderoso y saltaba tan alto que algunos creían que volaba. Bruno vivió más tiempo que Iza. Ya que Iza murió de sed tratando de construir la gran muralla. El gato gigante era parte de una especie, y ellos vivieron hasta la gran peste que los extermino. Los gatos convencionales son pequeños hermanos de Bruno y sus enormes parientes que viven hoy. Ellos no pueden hablar con los humanos pero según los fabiolos pueden entender. Gracias a esto, cuando un joven fabiolo es arañado por un gato se lo escupe en la cara y se lo muestra en público. Esto antiguamente quería decir que iba por el camino de Iza. Siendo el joven un decidido amante de los animales se le daba su primer gato. 

No teniendo otra idea de lo que sería su existencia los fabiolos transcurrieron su existencia casi sin problema y con eso no se podría decir que era un asunto menor. La cuestión casi era de vida o de muerte el no tener límites temporales les permitía vivir con una relativa calma. ¿Qué hacían con el papel de diario? Siempre tenemos esta pregunta porque sabemos que había muchas cosas envueltas en papel de diario, la cuestión era que muchas veces envolvían casi todo lo que encontraban con papel de diario que no usaban para leer sino para generar esa sensación de perpetua seguridad. Enterraban luego sin duda estos platos y utensilios debajo de tierra esperando que de alguna manera aquello les diera protección.

¿Cuál era su preocupación? Ciertamente no lo sabemos, lo que si entendemos es que una parte de la vida se les iba en ello. ¿Para qué lo hacían? es otro completo misterio. Solamente hay que seguir los pasos a lo largo del tiempo, según las épocas había más o menos enterramientos. Mascaras de porcelana eran la manera de tener algún recordatorio de las personas más importantes del clan. Después había otras acumulaciones inservibles de toda clase y color. Entre ellas el plástico el cual derretían e ibn creando ciertas clases de figuras. Como algunas civilizaciones del Oriente Medio Algunas figuras en plástico representaba animales alados o con las patas demasiado grandes para lo que era el resto del cuerpo. Estas se solían pegar en el techo por lo cual estaban lejos del alcance de la circulación y de esta manera representaban el otro mundo.

Una de las penas capitales acostumbradas entre los fabiolos era ser colgado de los pies por ganchos a medida que con chucillos se iban arrancando los pedazos del cuerpo de la víctima y estos se arrojaban afuera de la casa. La sangre vertida en el piso de las propiedades era lamida por los gatos y otros animales domésticos y nunca se limpiaba. La comunidad dejaba que la naturaleza fuese desintegrando al condenado. La única forma de escapar a este castigo de la manera en que les cuento era sumamente extraña y no consistía en otra cosa que caerse por el propio peso con los pies arruinados. Algunos fabiolos lisiados se quedaban en las puertas de las casas arrastrándose con sus brazos despreciados por los demás. La vergüenza pública estaba unida a otros castigos varios de los cuales no tenemos demasiado registro. Por lo que un fabiolo solo podría escapar a su destino de humillación si lograba huir de su casa e ir a otra, escapando del destino, con una especie de muleta improvisada o con los propios brazos podía arriesgarse a llegar a otras casas. Este viaje les podría llevar días y terminan en terrible estado, si tocaban con su mano izquierda la puerta de la casa de otro clan. Se los consideraba un traidor del clan origen y siendo perdonado era curado. La promesa que debía hacer era que renegaba de su antigua familia, y era marcado debajo de su ojo izquierdo. Su nueva ocupación sería tallar huesos y recoger la basura que podría encontrar en medio de las inmediaciones de lugar.

“El Bruno” imagen extraña y perdida era uno de los mitos. Se dice que en medio de las más espesas pasturas estaba corriendo por las noches. Lo que pasaba es que las personas iban perdiendo la capacidad de verlo a medida que crecían y el mundo se arriba se alejaba del de abajo. Y con eso, el mítico ser podría escoger algún que otro infante que desaparecía. En realidad este rito de desaparición de niños era parte de un intercambio ritual, solían llevarlos al bosque. Allí dejados solos por un tiempo debían encontrar el camino de regreso y esto demostraría su capacidad para mandar y para ubicarse en el terreno caso contrario morirían y nadie ya se preocuparía de ellos.

Los fabiolos vendían gran parte de sus animales a los banusios, los cuales como dijimos anteriormente los procesaban. Aunque las ovejas de color negro solían ser utilizadas para otros fines. Siendo estas más aptas para el consumo ritual, eran abiertas al medio y allí iban los niños muy pequeños. Metidos allí muchas veces pasaban colgados de un árbol para su día. Porque como sabemos, los fabiolos pasan su vida a la intemperie y las marcas que les quedan con los años del sol no otra cosa que muestra de ello.

Una de las grandes preocupaciones de los fabiolos eran las sequías. Siendo temidas en todo sentido, temían ante todo el incendio de la pastura. Las conflictos ínter clanes se daban justamente cuando se quería acaparan más y más pasto en medio de las trifulcas que terminaban siendo demasiado violentas. Cuando se podía se dejaba al cadáver en señal de advertencia clavado en medio de un álamo con las dos manos arriba de la cabeza con clavos. Estas eran las señas que demostraban las fuerzas de los clanes, en muchos casos, se eliminaba a todos los varones del clan para dejar solo mujeres que debían pasar largas jornadas por la periferia de otros clanes sin opción.

La vuelta de estas madres solas con sus hijas era parte de una serie de los más macabros procedimientos, donde un clan a veces deba muy poco sustento al otro arrasado. Muchas veces lo que hacían eran tomar a las que parecían más bellas como segundas mujeres siendo así que llegado el caso la práctica iba de mal en peor. Muchas veces estos individuos aislados salían de las llanuras y terminaban con otros grupos humanos.

Los banusios siempre pagaron bien por los cráneos humanos, por lo que llegado el caso los fabiolos vendían cráneos de sus vecinos derrotados, a cambio recibían grandes cantidades de maíz, azúcar y otros elementos varios según su preferencia. Uno de los más sanguinarios jefes de clan básicamente estaba obsesionado tal es así que cuando murió enterraron con él dos kilos de este material. A su muerte, por su ansia de tener y acumular había destrozado a más de veinte clanes es una guerra intestina atroz. A medida que el tiempo paso, y su salud empeoró un día fue descuartizado mientras tomaba una siesta. Sus restos fueron quemados y su nombre quedo en medio también de mito como el “gran exterminador”.

El mito del gran exterminador cuenta que este padre salvaje tomaba todas sus hijas, con el tiempo la cosa se fue agrandando y la medida de las iniquidades se iba volviendo cada vez mayores. El más antiguo hombre después de Iza, era el exterminador. Su simple nombre no decía nada, pero según contaban a ellos mismos, el exterminador solo quería una cosa gozar y ver morir a todos cuantos pudiera.

De malos modos y con una libido incontenible se lo representa metido en el fondo de una montaña donde robaba a sus hijos e hijas donde abusaba de ellos para luego devorar sus entrañas. En este mito un poco extraño, el exterminador bañaba a su propia prole en cerveza a medida que se los comían crudos. Con el tiempo, la historia muestra como sus rasgos se fueron deformando hasta que era una especie de bestia sin demasiada forma que podría con la desdicha que solía olvidar qué era lo que estaba buscando.

Gracias a esto una de sus hijas escapo con uno de sus mechones y probó que era mortal. Cuando fue bajando por la montaña se encontró con un gato verde, el cual cargó consigo hasta que llego hasta una de las grandes casas. Cuando llegaron el gato se deshizo en aire con un extraño olor narcotizante, ante estos signos todos se quedaron estupefactos era en efecto una de las hijas del exterminador. Con sus dedos mostró el mechón arrancado. Entonces, los cazadores desearon ir y matarle de una vez.

Cuentan entonces que desde todas partes se buscaron a los personajes más brutales que pudieran encontrar. Salieron ellos perdidos por debajo del manto de una noche sin estrella y avanzaron hasta la guarida. Porque era una cueva sería imposible darle muerte, era cuestión de esperar. Sabían que el gigante saldría de cacería, “la bestia”, “el gigante”, “el viejo” eran otros de los nombres del exterminador. Otros relatos más fantasiosos proponían que sus escupitajos servían como pegamento y que solía mear algunos árboles para secarlos. Con todas estas extrañas características, luego de raptar humanos, animales de cualquier clase y tipo atascado de comía dormía en cualquier lugar. En esa medida, entendió el viejo que llegado el caso su muerte sería inevitable.

En medio de su sueño sus ejecutores pudieron quitarlo del medio arrancándole la cabeza la cual siguió mordiendo por horas. El cuerpo reaccionando quería reintegrarse a su cabeza pero perdido corrió por un barranco y cayó. Allí mismo pudieron desarmar a tan terrible ser de tan jodida fuerza. Muerto. Solo pudieron arrancarles el pelo de su cabeza y montarlo como un estandarte. Llegados a sus hogares solo quedaban los mechones y miles de gatos verdes que según la leyenda eran las almas consumidas de los seres involucrados en el holocausto tan salvaje. Se cuenta que esos fosforescentes seres corrieron por toda la noche sin cesar maullando salvajemente.

El mito termina en el momento donde los cientos de gatos vuelven a la caverna para no volver jamás. Si usted le pregunta a algún fabiolo donde queda ese lugar jamás se los podrá responder. Gracias a esto esta la idea de la manada inmortal de gatos, ellos por millares volverán al fin de los tiempos para anunciar “la gran abundancia”.

Seguramente que leyendo atentamente se preguntarán que es la gran abundancia. La gran abundancia habla de una promesa que Iza le hizo a Bruno. Según aquella, el gato iría trepando por las más altas cumbres hasta llegar a un lago. En ese lago hay un gran pez espada cargado de huevos llenos de “radiación”. Gracias a esto, el apetitoso y bizarro pez puede cambiar de colores y de formas. Su destino fue ser expulsado de la creación. Iza lo sabe, porque una noche de truenos tuvo un sueño, y en el una especie de teatro le mostró que el pez sería una calamidad mutante que saldría arruinar el mundo y la naturaleza. Su principio de destrucción estaba en la propia contaminación de la naturaleza, las vacas que tomaban agua de ese lago solo daban pus y muchos perdieron los ojos en el trayecto y jamás pudieron volver.

Mientras tanto hasta hoy Bruno va por las cordilleras del mundo tratando de dar con el pez. Una vez que de con él deberá asesinarlo. No obstante Bruno será tentado a vivir en la abundancia que allí existe siempre y cuando no se tome el agua de ese valle y a pasarla felizmente por la eternidad. En esa especie de paraíso narcótico los humanos se trastornan y los felinos muchas veces quedan dormidos tan profundamente que según algunos otros relatos; ya había sido la misión de un primer Bruno el salvar a la humanidad del trabajo pero este fracaso. Mientras los fabiolos cuidan a todos los gatos de llanura esperan que llegue el día que desde un gran salto en medio de la noche, Bruno llegue con el pez y que abriendo su vientre llegase con un “humectante” para que la tierra al fin de toda su poderosa riqueza y prontitud. Gracias a esto, los fabiolos llegarían a ser felices. Su vagar por el mundo de los de abajo terminaría, llenos de éxtasis, reventados de comida y en pleno rapto de locura caerían muertos después de largas carreras sin sentido, tal cual una orgía que no tiene fin.           

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