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Gravity:


Después de litros de café las cosas se ponen interesantes. Las moscas vuelan dadas vueltas, y la gente se pone de malas. Sin duda que es así. Otro día en el infierno, tal vez. O podría ser cualquier otra cosa. Cualquier otra. Lo que si se sabe es que la vida tiene cosas inexplicables. La gente se resiste a ver este nuevo caos. Se aferra incluso cuando se abraza a la convención. Por suerte la literatura emputece al hombre, es decir no lo hace gay sino que lo hace perderse en cuestiones que no se pueden resolver. La gente vive con el deseo del bolsillo y en el bolsillo. Cada vez que hablamos desde la gente, podemos sentenciar con impunidad, porque nada es más indefinido. Al final, nos dan la vuelta de página y nos olvidan.

No será la historia esta de un cartero que se hizo el día queriendo coger. No se trata de eso, se trata de un “Milan Kundera” en la ruina. De un superhéroe en la levedad del ser. Se trata de escribir aquella tormenta a la que todos antes o después debemos asistir. Por algo las cosas están como están. Parece que el encendedor se termina por apagar y sin embargo nos quemamos los dedos. La gente no ve el drama quiere el espectáculo.

Por algo, cuando se esta así. Se piensa si la soledad de una casa es suficiente, si el vacío es suficiente. Si no abrir vino es suficiente, este simulacro de la soledad no sirve. Aparateadamente complicado. Por algo, nuestro lunfardo post-moderno. Por algo la dificultad, en el pezón de la definición especifica. Por primera vez en mucho tiempo me esta ganado el sueño. Un noctámbulo que escribe sus peores cosas por la noche derrotado por la naturaleza. Impresionado por su vida, despedido de ella. Perdido en la incertidumbre. Por eso necesitamos protegernos de lo que necesitamos, de la peor manera. Nos atamos a nuestras imbecilidades. Por eso, cuando quiero decir quiero, digo odio. Pero para decir odio tengo que decir quiero. Tengo que oponer, las cosas. Antes imaginaba una mujer invisible. Un ángel del ojos rayos láser y alas de acero. Ahora para gracia del espíritu, ya no es nada de lo romántico lo que me mueve. Ya me acostumbre a la maravilla aunque la valoro. También soy escéptico ante las grandes cosas, pero disfruto de las medianías. Mi afecto es como un papel lleno de mocos, es decir un contenido indeseable pero no por victimizarse. No se trata de eso se trata de ir despertando bajo el sol de las tres de la tarde mientras se corre. Se trata de conocer al talento, se trata de muchas cosas. Se compone por fin de cosas bien contrapuestas.

No hay cosa que no se pueda decir. Por eso se hace tan divertido pensar como nos odian tantos que piensan que el arte es una cosa que se pare sin sangre desde la mente sin sudor y sin cagar. Los libros no mienten no tienen esa opción, los libros tampoco se pueden olvidar de las cosas. Las personas sí, por eso, para conversar con muertos, miro al techo y me preguntó si mi abuelo, esta en alguna parte. Pero porque el silencio siempre esta con los parientes muertos sigo, sin otra opción. Ahora, podría decirse que nada valía la pena. No se trataba de suicidarse ni de mirar al cielo, vía SMS. Eso es una idiotez como hacer marchar un ejército sobre un campo de margaritas sólo para verlas morir. Pero cuando se sabe de estas cosas pesan cada vez menos.  

El café podría ver con cianuro si hubiese un drama que lamentar pero no. Se lo bebe nomás en cantidades industriales. Luego de eso el silencio, los mosquitos roen tu carne. Tu reloj esta en cero, la gente pregunta si pensas en el sentido. La respuesta sería su contraria. Sólo quedaba eso. Vivir pensando. Vivir pensando en otras cosas, igual sería bueno morirse allí incluso con mosquitos que nos terminen por sorber hasta el final.

Por eso necesitaré ver siempre la misma foto para pensar que los momentos felices son parte de esa locura que va de la sonrisa al llanto y a ese rictus tenso. En un drama al que no puedo entrar. A un llanto al que no puedo oír. A un mundo que para mí quedo aplastado por el paso del tráfico. Cada capa mientras más elemental más necesaria pero a la vez más corrosiva. Ahora, si que puedo decir que el tiempo paso, y las preguntas del lenguaje se abren a un costado. Ahora, luego de insultar, luego de pedir y luego de besar. ¿Con qué me quedaré al final? Extraño espejismo el del feliz cuento. Si este absurdo no se puede vivir que otros rieguen las plantas de nuestras tumbas que a la vez son celdas. Que otros extrañen nuestras memorias. Nuevos ojos, poseerán las letras, mientras la corteza se inunda de porquería. Mientras lo instrumental nos domina. Mientras el tiempo pasa para cantar agonías mientras nos hacemos trillados y habituales. Mientras nos consagramos a ser injustos. Todo eso para seguir remando en una media tormenta.

En el espejo roto, preso por la voluntad del que mira esta la respuesta. No existe para mí el reino de la cultura, sólo veo cúpulas de libros cubiertos de polvo. Teorías que me borran la cara de la cosa que quiero. Tiempo y espacio, ridiculez y cosa que pone de rodillas al hombre que ya es esclavo. Por eso la emoción termina siendo inútil. Creo que todos nos metemos un problema para no oír el ruido del viento cuando pasa la tormenta el cielo abierto nos hincha hasta reventar. Pero uno esta de de buen grado. No teme a ser malogrado. No teme a perderse por allí. Acá no queda porcelana para hacer mierda ni cosas para lamentar, sólo queda unas dos décadas de sucesos. No hay demasiado que lamentar, al final el sistema vomita lo que no necesita. Nunca necesita de grandes hechos, los suicidas y los viejos, todos van en bolsas oscuras. Los hombres conocen la comunidad en la fosa común. Pero cuidado, no vaya a molestar. Yo siempre quiero labios, soy hedonista corrompido, sin poder ser Baudelaire. Porque me importa una mierda, toda la poesía. Me importa una mierda ese París que no es mío, prefiero mi miserable Buenos Aires, ese que me parió en el frío. Sin excusas y con ojos abiertos, para llegar demasiado tarde a todos lados.

Por eso, termino igual que en muchas otras mañanas, sin bien y sin mal. En una tierra que se jacta de ser miserable. Pero ya sin esperar no somos conservadores sino sólo desesperados que nos damos cuenta que siempre vivimos en celdas. Terminados y bastante dependientes así conocemos las celdas. Quisiera pensar, que somos seres humanos, y no que somos la última mierda de una pantomima burguesa. Pero todo esto sirve para un arte que quiere encontrar a la vida y no huir de ella. Mi voz así me lo dice. Tan sólo en vano. Tan solo en vano me hizo disfrutar de un supermercado, y tan sólo el en vano me hizo pensar en lo bueno de perder el tiempo. Tan sólo el en vano me libra de las venganzas absurdas. Siempre es el en vano. ¿Será que seremos decadencia? Un día dije ver la decadencia racional en ella, y era mi cerebro el que ya se estaba hinchando con agua. Mi racionalidad sin escrúpulos, me mató.

Por eso me inventé un milagro y lo viví. Me puse a vivir unos días en el limbo. Un limbo que me hice a mi medida, me guardé mis problemas solamente para entender cruel era el mundo para el objeto de mi veneración. Termine entiendo que gran parte de mis problemas eran inventos siempre, pero eso mismo podría decir de este objeto. Podría decir que me ha dejado esperando. Pero creo que es una marca crónica del desprecio efectivo que uno puede sentir por otra persona. Ahora bien. Eso importa poco.

La misma pala que entierra los parientes idos, es la que entierra a la gente en el presente. Porque bien vale llorarlos después, ¡Cristianos! ¿Quién los entiende? Uno se vuelve insufrible hasta el aburrimiento por ser mediterráneo. Pero al final, usaré la pala para enterrar mis propios mitos. Al final tendré que hacerlo si tanto cuesta recordar para que esperar que lo digan en público. Demasiada injusticia junta.

Por eso las cosas terminan pasando como pasan. Todo llega tarde. Llego al velorio antes, entierran al menor antes que al abuelo. Los entierran a todos en fila. Pero la gente no sabe porque es tan desgraciada. Cuando se lo preguntan prefieren olvidar hasta la punta de su nariz. Impulsivamente se aferran a la vida. Bueno, yo por mi parte, en un discurso desempolvado. No creo ya en un pesimismo. Hay que creer demasiado para ser pesimista, hay que creer que alguna vez hubo un lugar a donde ir. Pero sin molestar al público, creo que justamente tengo que enterrar al milagro. No por mal, estamos en temporada. Sin molestias ya, se aprende cual es el lugar de cada uno. No hay mascaras que sirvan más que la cara demacrada. Enterrar al milagro es saber que va a morir ahogado por la falta de paciencia y de cuidados. Aunque parezca que va ser un niño el que se muere es sólo una semilla vieja. Un árbol por resolver. Un pleno mundo de entropía, donde el egoísmo vive.

El castañeo de los dientes empieza a joder, como si se tratase de una verdad. Creo que se trata de eso de volar al pedo pero volar. Es hora, que el médico no llegué a tiempo al hospital. Es hora de que la gente vea su crueldad, dada vuelta. El mundo en que las cosas pasan no tiene espacio para resguardarse. Por eso habrá que meterse en el fondo del último pasillo. Extraño pensar que estaba durmiendo, y desperté como siempre frente a una puta hoja en blanco. ¿En qué pensas? En las mismas mierdas de siempre. Y si no vuelve, ¿Por qué habría de seguir?

No creo en la porquería de Sábato de un hombre que canta en medio de la miseria es un héroe. El que es un héroe el ser que no sueña ese que conoce siempre negros profundos. Ese que no tiene perversión, ese que pasa, y camina. Ese estoico involuntario. Ese que no tiene que pensar en que la vida pasa, y ese que no quiere estar atado a nada. El que tiene pasos livianos, y orejas cortas. Ese que puede verlas morir a todas las personas sin tener aún nada que perder. Ese que tiene el consumo regulado.

No hay mejor obra que la del adicto. El despertar es terrible porque el sueño, sale la carne otra vez. En el tendal de la historia con corta memoria. Pedimos seguir estando, pero la multitud, nos dice que somos lo peor. Y por eso estamos metido en algunos cuartos y cuartuchos, llenos de mosquitos. Tipeando mientras otros, duermen, algunos gozan y otros padecen. Por eso me estoy quedando sin puntos finales me quitan la maquina de los sueños. La pelotudez que es el aliciente del pan de cada día.

Podrían pedirme la patria de Picasso, podría tener la patria de Goya, la de los melancólicos en pinturas negras. Donde la razón se consuela por no tener nada que perder. Recordando que temimos encontrar “nosotros” todos nuestros miedos en las cuatro paredes, cuando debíamos temer el horizonte. Cuando debíamos saber que poco teníamos para ser anclas. Ahora con los nervios más quemados años a años, cada vez cuesta vez más ser mejor. Cada vez cuesta más no pensar en otras cosas. Cada vez cuesta más no dar la razón. Cada vez cuesta más no dejar que cierre la puerta. Siempre es más fácil que nos apaguen la luz en la cara, y con frecuencia es alentador.

No se viene el mundo más que sentirlo. Por eso escojo, siempre lo mejor. Las imágenes más estridentes. Pasión enferma, casi quiere devorarlo todo. Mientras más el barco se orienta, más dura es la tormenta. Hemos perdido su gravedad. Como bola de metal nos hemos de perder en el final de juego. Un día, nos dirá, con una sonrisa Adiós. Sin drama, su tiro será a la cabeza. Y al fin seremos eternos, nuestros días serán negros. El suicidio será una salida fácil y los buenos momentos no serán otra que figuritas repetidas mal barajadas. Pero con un tiro en el medio de un sillón, todo lo que habremos dicho se habrán perdido. No habremos dicho que no habemos amado sino que hemos perdido.

La humanidad se me va por el caño en un racionalismo que me dice que ella es igual a las demás, en un mundo en que los deseos crispan al mundo. Donde hay que dormir sólo tal cual se vive en el cajón. Por eso el poeta, nuestro querido poeta, perdido de un blog, que no tiene que ser nombrado, dijo la puta y forra frase, “la belleza también sufrir”, todos al final somos consumidos por la llama de lo mejor. Por eso cantamos en medio de la miseria no estamos quedando dormidos pero ya sin sueños, sólo nos vence el cuerpo. Nos quedamos esperando mucho, esperamos dos vigilias. Esperamos a que ella despierte para que poder empezar a dormir. Perdidos, sin palabras. Así sufren los que escriben cuando les van robando los motivos para escribir cuando les meten azúcar en la lengua. Eso les pasa cuando tienen la cara que quieren ver. Eso les termina pasado, dan la razón a cualquier cosa. Entonces si no temen a lo escriben. Porque temen a la hoja en blanco. Por fin la calle me dio lo quería. Por eso, ahora, no camine más. Me fui a dormir en plano negro. Todo se fue apagando. Por que elegí ser esclavo otra vez, dejando que la libertad, sea lo que nos consuma. Elegí tal tuerca a tal otra. Me enterré en esto para no lamentar, que ella no tenga historia. Lamente que no sonría como tiempo antes lo hacía. Supe que la idiotez de las mejores, ambos la habíamos regalado.

La botella de Poe, es mi recuerdo. Ahora sí metido en una suerte de maldita consecuencia. Por eso cada día soy más ateo, tengo que dejar de creer en nosotros para ver que seguimos siendo los otros. Imágenes que se nos pasan. Peso de la melancolía que no conmueve ya. Mar. Un mar a la tarde, donde cualquier barco se puede hundir con la gente que no resiste. Que no se diga que no cante desde la miseria, vivir sin sueños, en medio de la belleza recortada impertinente, se podría decir que casi es no vivir, pero sí, siempre sin embargo se dice que es lo mejor de la vida.

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