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El amante rabioso y su manera sifilítica de ver el mundo:


El amante rabioso es una de las tantas figuritas de esta sociedad post-industrial. Una sociedad que ama tener a la gente sobre excitada las veinticuatro horas del día. Una sociedad que crea problemas entre las personas para no demostrar que hay problemas generales. Podríamos decir que la locura nuestra no es más que ya una tradición alienada. Una necesidad de vivir de alguna manera extraña que se sobrelleve mejor que nuestra existencia en esto que se llama sistema productivo. En estas ansias de consumir cosas al pedo incuso personas. Consumimos personas y hasta hemos perdido el decoro del hedonismo, ahora es más bien el “rush” del consumo. Pero por algo hay que empezar, como las reuniones crónicas del partido comunista donde todos terminan más divididos que antes para sobrevivir. Pero eso es lo de menos.

Nuestro sentido común es un invento frecuente, el hecho social, nos duele. Las orejeras nos matan. Pero por algo andamos como andamos. Esperamos que las cosas no sean tan malas. En este estudio de caso, habrá que jugar un poco al zoólogo y al filósofo pero siempre desde el lado anecdótico para pretender ser literario. Nuestra pasión, la historia de un Cayo Valerio Catulo contra la de quien sabe quien. Pero digamos mejor que no es en contra, digamos que no somos con Proust y que no vamos a describir todo completamente de la manera más incompleta. Propongamos cosas, seamos un poco aburridos. Pero a la vez forcemos al pensamiento, ¿Qué pensamiento? El depresivo y deprimente, a la mala utilización de Kundera para darnos aire de nicho de la chacarita. No esta es la clase de cosas que se inventan lo que quieren decir que las cosas que leen son de hombres de hombres oscuros. Pero van a la cara lavada pero… ¿Quién sabe con qué la lavan?

Por otra parte están los “artistas incomprendidos” los maestros de los discursos, los ególatras los que se la creen lo que inventan el aire para que la gente respire. La otra casta despreciable y enfermiza pero también habitante de nuestra buena tierra.  Por eso vivimos todos alienados, incluso los degenerados que escriben textos largos. Aquellos que tienen que oír y percibir de las mejores cosas. Pero ante todo debemos, con todo lo bueno y lo malo dejar de lado el vino. Lo peor de todo es que este vino viene en botella y no en tinaja. Sobrios y poco lúcidos debemos emprender la tarea.

Ya que estamos en medio de las estepas literarias, primero tomemos algunos tópicos profundamente sociales. Uno de ellos por el amor, del santo padre y del rey David, no es otro del que se cree sujeto omnipotente. No es otro que el sujeto histórico por excelencia el hombre. Si el modelo masculino europeo, que en nuestro suelo se le dice criollo. Muchos de ellos juegan con toda una suerte de grandes virtudes y de violencias, entre ella el maltrato a las personas, la retórica poco lúcida y el peor uso posible de la lengua. Mientras piensan que sufren como de hecho sufren todos los demás quieren hacer sufrir. Porque el criollo lleva un poco del jesuita que a todos educó hasta el Estado. Argentina lleva mucho de cilicio bajo las vestimentas. Esa especie de puritanismo católico rancio. El cual para contemporizar y que cuando esto sea leído en un tiempo se sepa el tiempo. Esta fue la sociedad que destrozaba a Ricardo Fort, porque no era su sueño consumista ideal. Aunque claro que aquí, en las letras buenas o malas nunca se debe usar a la “incultura”. Pero bueno, yo también se gozar un poco de este decadentismo. Y lo entiendo de la mejor manera posible.

Por eso, de alguna manera la pasión por las letras puede ser muchas cosas. Algunas personas creen que justamente ponen voz no a los sin voz, lo cual suena demasiado idealista y de izquierda para este texto. Sino que ponen voz a su manera de ver el mundo. Esta suerte de torre de marfil enana. De alguna manera también se trata de comprarse y de hacer la autocrítica. Nuestro tiempo va engendrando los tipos de hombres que en el habitan sin dudas y sin fisuras. Pero bien vale un minuto de reflector por diez años de silencio. Así siempre ha sido y así será para quien necesite de estas pasiones irreverentes de la expresión.

Como decía, el sujeto este, con su retórica violenta. No es hedonista, no tiene ese buen gusto que podría tener Sade. Un maestro en pervertir las mentes humanas, un genial sujeto. Un sujeto que buscaba el crimen en el otro. Alguien que hacía sufrir pero nunca terminaba de dar las razones. Esa su locura era tal que bien tenía por garantía un sequito de gente que se prendiese a los desmanes tales. Pero de alguna otra manera, siempre que se escribe se trabaja ingenuamente. Por alguna extraña y soberbia razón, existe, esta idea por lo menos poco concreta. Sí, podemos decir que todo el edifico esta en crisis. El capitalismo no se fue, la gente piensa que todos los géneros son literatura, la nueva filosofía parece más digna de la demencia que de la filosofía. Todo parece mal recortado un relativismo cáustico nos molesta siempre. Por lo que en este texto, casi genealógico de esta clase de individuo hay que faltarse el respeto a uno mismo. No poniendo a nadie del lado de la razón. No vaya a ser que excluyamos. Pero si hay que describir para evitar el solipsismo infame del silencio.

Porque el amante rabioso, ama sacar su organito y hablar de amor; podríamos todos hablar de él. Cosa que como dije esta presente en todas nuestras culturas, podríamos considerarlo si es necesario o arbitrario. Podríamos considerarlo si es un deber o no es un deber. Porque este tiempo se jacta de decir que el amor no existe, que el sexo es brutal y que la gente apenas se conoce. Por eso el temor del tiempo conversado y la malversación de las opiniones de todo tipo.

La Pasión aquel tema griego y platónico por excelencia. Una pasión que era movida por Eros. Eros, hoy sería un flaquito de pelo corto que fumaría heroína pura y andaría siempre cogiendo pendejitas de catorce. Para ser en todo caso una encarnación de un mercado dependiente y alucinatorio. Nuestro Eros moderno, post-lacaniano. Un Eros sin dios. Es decir que el daemon ha sobrevivido. De alguna manera todos somos irracionales, somos monos con las manos en nuestros genitales. Por eso hay que saber decir esto. Porque la gente le choca ser pasional y a la vez entender que eso es animal pero no que es un animal salvaje y libre sino un encorsetado que apenas anda. Por esta razón, y con la justa premisa. Una cosa es la pasión del cerebro aquella que pone de rodillas a cualquiera y la otra es la violencia que se descarga en nombre de la frustración y que porque no tiene otro buen nombre que usar se llama amor. Amor al poder es; amor a la dominación. Amor al miedo a las expresiones de miedo y la miseria.

¿Vale la pena vivir en la miseria? Claro que sí, muchas veces, nada mejor. La miseria inventada huele a sahumerio de Iglesia. No me digan que no, entre llanto y pataleo todos, exponemos que somos una mierda. Pero es una idiotez, no es nihilismo, nuestra cultura es nihilista y consumista el deprimirse es parte de un espectáculo patético que damos gratis. Parte de la manera en que vivimos. Nuestras letras suelen estar infestadas de este síntoma. Una suerte de inexplicable necesidad de andar explicando lo que no sabemos que es. Un silencio mal dicho, interrumpido por largos párrafos que hasta a veces nos fascinan. Dicen como para agregar, una pequeña digresión que Chopin tocaba de una manera que parecía no estar en el mundo de los mortales. Claro que esto demostraba la manera en que se fugaba propiamente de este mundo.

Nunca terminaremos de saber la verdad, ¿Existe bien y existe el mal? Claramente tendríamos que verlos por sus efectos tal si de droga se tratase. Pero quien podría dar una buena medida. ¿Quién podría ser justo? Nadie. Somos demasiado relativistas pero condenamos con dureza. Este amor, como decía tan pulcramente tradicional. ¿Tiene raíces? O simplemente es inercia. Pensamiento quedado en el tiempo y en el lugar, una especie de deber ser. Una especie de excusa. Puede que lo sea. Hemos hecho de todas nuestras grandes palabras hermosos refugios. Por eso se impugna al amor, se impugna tanto que se la asocia al suicidio al homicidio. Es el hombre desbordado. Pero ¿tiene razón de ser? Toda la cultura es así. ¿Hasta cuando lo es? Pura química. Puede que lo sea. Pero si es pura química no tiene razones, un ratón y nosotros somos la misma cosa. Y como matan ratones para los experimentos más pueriles que las personas sufran de amor puede ser la misma cosa. Aunque es una tesis un poco anti-humana, casi no tiene demasiada moral. Hay veces que hay que ponerse la piel del marciano. Porque sino uno tiene el prejuicio abajo del pecho. Eso no sirve para pensar, cuando uno especula lo cual es peligroso a veces va en contra de la naturaleza humana.

Muchas veces se ha probado ya este punto. Una mente que no se detiene es tan peligrosa como una que evade pensar. Nuevamente ¿podemos impugnar? Estas clases de amor. El amor del señor, déspota, aquel que se pierde en sí mismo. Uno que tiene por recuerdo lo bien que se sentía. Parte de nuestro egoísmo es darle al otro crédito. Y por otro lado, el hecho de querer destruir al otro cuando se va como si fuera un juguete. Esta clase de acción puramente tradicional que se pone en juego día a día. Ahora bien, en todo este imaginario que se plantea como siempre ajeno al mundo. Porque el mundo es sucio, en el mundo estamos nosotros de verdad y por lo tanto nuestros llantos no terminan de cerrarnos del todo. En ese mundo la gente cambian de opinión y muta de parecer. Por eso la bestia del amante rabioso existe. En parte justificada pero yo pienso que lo que nunca debe pasar es que el amante rabioso empiece a desarrollar el sueño perverso y justo de que se ha apropiado de las otras personas. Esta clase de obsesiones, son de lo más juguetonas. Siempre existe el otro para hacer de altar. Un cordero para degollar. Nuevamente, entre el amante decadente ese que se pasa de lugar en lugar con memorias melodiosas, el sufridor marchito y disecado hasta el violento, la bestia. El cavernícola, el sujeto poco creativo que quiere destruir al otro.

Puro consumo, rabieta consumista. Pura rabieta consumista, la diferencia con el poeta que considero que si es el de nuestra época a razón de sus verdades. Es que el violento no es adicto. El adicto cuida de su sustancia. Alaba su sustancia, jamás osa desafiarla. Porque sabe que la abstinencia lo mataría. Un buen adicto hace esto. El amante apasionado, el que tiene el ramo de flores en medio del estomago, ese tiene esa necesidad y carencia plenamente hechas. Pero jamás osa destruir a su dios. Sino no ama, se quiere a si mismo. Su ego hace todo lo que tiene ser como una bestia. Una bestia a la que hay que arrastrar. ¿Voluntad? Quien sabe. No lo condeno moralmente. Es al pedo. Simplemente quiero hacer discurso. ¿Saben? Es lo malo de ser incomprendidos, todos lo somos en parte. Pero debemos intentar hacernos comprender aunque sea fatalmente.

Si eso no pasa no reneguemos del amor ideal, la abstracción cargada de plena imbecilidad que nos promete cualquier cosa menos la vida. La perversión llena de cristianismo, el fuera de este mundo. El llanto que se continúa solo para cultivarlo, la ira que sólo quiere justificarse a sí misma. Propongo otra clase de amor post-moderno. Uno más sufridor aún. Siempre que vamos a buscar la esencia de la lógica del amo y el esclavo. Es el esclavo, ese que termina haciéndose amar. Si esto no se logra juego inútil. Juego tan inútil como la vida misma. Se trata de morir como diría Sabina por accidente. Mejor amor que el promete accidentes sería el que lo soporta. Pero claro es un idealismo. Lo sé. Es una clase de cosa bastante superflua que huele a residuo de Poet o de sustancia similar. Igual tiene con razón más sentido que su contra parte. El amor desesperado de nuestro tiempo si es que arranca a la gente el sentido de la vida, debe ser soportado, e incluso cubierto. Pero no desacreditado. Arruinar la obra al final, es propio del torpe y del que tiene mal gusto. Propio del que no se hace cargo de lo que hace.

Ahora claro porque somos y seguimos siendo algo no muy trágico somos infestados de cristianismo, sufrimos mal y maldecimos lo que nos hace sufrir. No es muy trágico esto, la tragedia para nuestros amantes violentos. Digo nuestros porque son hijos de nuestro tiempo es entender que las cosas acaban, ¡¿Qué tragedia?! Parece que fueran los propios hijos de Sileno. Su venganza contra la vida parece ser reivindicatoria pero es un escape. Siempre que se quiera maldecir lo que se quiso no se lo ha superado. Es parte de lo que somos. Somos aún esclavos, pero una vez que hemos escupido sobre lo que hemos aplaudido, nos terminamos dando cuenta de la violencia del hecho. Lo cual es pobre, la fatalidad para ser fatal tiene que tener libertad. Libertad de hecho, el hecho de poder morir a manos del dios. ¡Los Dioses demandan sangre! Siempre la demandan.

Pero no demandan sangre ajena, queridos amigos. No, la sangre que aman los dioses. A lo Schopenhauer es la propia. Si el amor es sufriente es por la propia sangre. Pero no por el deseo de la sangre ajena. La venganza es más bien propia de quien quiere igualar a algo que desprecio o que lo ha despreciado. El padecer, ese sentir, debería ser la sensación más fuerte aunque no lo es. Sabemos que lo es más la idea de expansión de nosotros sobre los otros. Obviamente sería hipócrita decir que todo pasa en la frialdad de la mente. Lo que no es menos justo de decir que no vale la pena destruir lo que se dice querer. Esta clase de cosas es la brutalidad que no se arriesga lo suficiente. El mejor combate en la esencia poética es el que Aquiles lloró en el infierno, es la tragedia de saber si Patroclo era una sombra. Claramente eso no se curaba con una simple búsqueda, la primera tragedia la heroica decía eso. Antes del nomos, el hombre mortal, justamente el mortal se conmovía por lo frágil. ¿Cómo destrozar el objeto de deseo entonces? Como quitarle a la eternidad su espacio. Si esto no se veía, todo se hundía. Así fue la desgracia a Aquiles, Ulises lo vio. Pero el mismo sabía que no podría temer.

El mito de Occidente así era. Perderse en el camino buscando de isla en isla, el reencuentro es una cosa que vale la pena. Pero para eso se necesita justamente una cosa que el amante rabioso de hoy en día no tiene. Se necesita paciencia. Porque el mar puede arremeter e incluso nos puede tentar. Hoy el sistema es lotofágico por excelencia. Pero ¿haremos lo suficiente? Llegaremos a la isla viejos, vencidos, casi muertos y ¿veremos allí eso que queríamos que estuviese?

Ni que hablar del que lo engañan perdidamente y perdona, ese que si lleva a cabo el peor de los recursos y jamás levanta una sola mano. Ese se puede decir gran trágico. Porque ha sabido perder, si la sabía lección de la tragedia es saber perder. El que no mata para vivir sino que muere para que otro viva es un trágico. Pero para eso hay que invertir los valores. Jamás pensar que las ideas propias son las que valen. Desafío a pensar esto, en una sociedad que se consagra a querer, para continuar, que se usa a sí misma para traficarse. Desafío a que busque la miseria y que el mundo efectivamente se le caiga a pedazos. Desafío a nuestro tiempo a que deje pasar todo por una ilusión que apenas se pueda conservar. Que deje de vivir por conservar un recuerdo. Uno que no sepa echar la culpa a la desgracia. Uno que con entereza vea la felicidad de los otros como una muestra de marmórea y bella crueldad. Ese que un día si será libre si es que lo logra y que con solo girar la cabeza no tendrá recuerdo. Claramente, este es un amor post-moderno. Porque va en contra de la verdadera salud del sujeto que no es otra que la manía imbécil de rusticarse, de hacer uso siempre de la mala fe. ¿Desde cuando el amor nos tiene que salvar? ¿Por qué habría de hacerlo? ¿No les huele a sudario de Turín? Ustedes (por nosotros) no éramos lo que no podríamos comer en la misma mesa que un cura. ¿Qué hacemos entonces?

Nos hacemos los duros. La dureza propia de quien esta bien sentado y atado. Esos seres que bien saber hacer su papel de que son crueles. Saben hacerlo porque están teniendo miedo. Es más están listos para defenderse. Con la espalda erizada, se la pasan pensando que todo es una injusticia. ¿Injusticia para con quién? No eran los abnegados, no eran lo que daban todo por la causa. Pero ya no pueden, querían amar para ser amados, pero luego querían que los amaran sin ellos amar. Como buenos sujetos de mala conciencia. Esa moralidad que se anda cultivando. Esa que se dice ser pasión y es pasión pero que termina siendo violada por el pensamiento. Ya que en algún momento todos vamos despertando y si no lo hacemos es por pura y santa obstinación. Enamorados del propio deseo, nos hemos inventando una excusa frente al mundo. Y por eso como un dios, si como un dios cristiano le reclamamos todo lo que nos pasa. Todo, como buenos rezadores. Como buenos, engendros. Aunque eso no basta. Nunca termina por bastar. Porque el humano tiene mala cultura, y lleva consigo las razones a medias. Siempre nos pasa, el pasado nos mueve la cabeza y nos pone a ver la película que jamás hemos vivido.

Por eso también en la poesía post-moderna, el buen amigo sujeto debe llorar por no tener presente. Como hemos sabido decir tantas veces, cuando ahora, la sombra esta entre nosotros, ella no es la que no se nos olvida sino que nosotros somos los olivados. Esta es la clase de poesía demencial, la que se ata a las armas y se las pone en la cabeza. Aquella que es digna de tragedia. Acompañar a la muerte a Julieta, es mucho más que una pataleta. Romeo podría maldecir su circunstancia. Pero si lo hace, acaso el mundo. ¿No se le reirá en la cara? Y justamente y con derecho. Si nadie te ha atado a la vida un solo día, ¿para qué seguir? Poesía es vivir pese a todo, no contra todo. El amante es un derrotista con estilo. Su despertar es igual a un amanecer a toda velocidad.

Si es el vacío y el mundo. Ese que se tiene que acabar pero jamás cuando nosotros queramos. Porque no sería lindo, pensar que el mundo depende de nosotros. No señores, eso es para principiantes. Los que disfrutan de esa clase de sufrimientos, los que se afiebraron, prefieren otras cosas. Ver feliz y en el olvido aquello que nos hace la carta de despedida. Una tumba que no tendrá sus ojos. Unos ojos que nos acompañarían un delirio alcohólico. Un fantasma que no tiene ni pies ni sentido. No es el miedo lo que tiene que llenar la mente sino esa cosa que supo demolernos ese primer día. El que quiera sufrir que sufra pero que sufra por miseria humana y no por culpa.

No por la culpa del escarnio ajeno. Esto es propio de pensar que así habremos saldado cuentas. Nada más lejos. Que quieran la imagen que no se puede repetir, si aman tanto el desastre. Que piensen en una especie de cera que se ha deshecho. Que busquen al genio maligno de sus cabezas. Eso es lo peor. Veremos si lo resisten, veremos si pueden insultarlo. Veamos si son capaces. Porque si son capaces ya se han curado. Si de repente, lo único que tienen es en la punta de la lengua desprecio. Bueno señores, ¡se han curado! Están libres. Y lo peor, señores, si lo peor. Es que si hacen el esfuerzo lo pueden lograr. Estamos condenados a desear. No a amar, el amor es un accidente pero un bello accidente. Un día se nos escapa. Al igual que el tiempo y el mismo sol.

¿Qué harán con sus puños cerrados cuando al final ya no tengan a quien enfrentarse? Tendrán que mirar, para alguna parte que puede que sea para arriba. Curados estarán mis infantes. Muy curados y de repente dirán; “Todo pasa”, justamente porque el mundo pasa. Y eso debería haberles hecho temer antes. Porque hay que temer en el momento más radiante. En el momento más bello, ahí hay que temer. Se sabe que las grandes imágenes en la vida son escasas. Se sabe que la mente engaña y que nosotros dejamos que nos engañe.

Igual yo temería a los flautistas, temería. Dicen que van casa por casa, y por vino tocan lo que sea. Algunos los peores, los peores de todos, saben que en realidad siempre han de tocar lo mismo. Porque entienden que es más probable que recuerden su sueño que vivan su vida. Es la soledad que nos viola a todos, esa que esta en nuestros espejos. Pero señores, son enfermedades distintas. Son crueles síntomas distintos. Nadie tiene por fin la salvación de nuestras almas. No vienen las camas con biblias adosadas. No vienen con redenciones al portador. Por eso cuiden los relojes. Piensen que el tiempo de la paz, es el peor. Yo lo sé si estamos emparentados pero entiendan, entiendan como he sabido entender que no es necesario lo que hagamos. Si atamos a los otros a nuestra miseria, haremos que se marchiten. Que se rompan las manos, y en nuestro sueño seremos felices, de haber hecho mierda lo que decíamos querer. Eso es el consumo. Complicado de medir.

Por eso no hay “Sermón de la Montaña”, acá los bienaventurados serán lo que se persigan, y los que cuando llamen a sus casas digan: “Yo ya no vivo aquí”. Obviamente que esta es la píldora dorada de las palabras. Esas que algunos usan para dañar, y lo hacen puerilmente por eso, los puños. Las lenguas poco capaces aquellas que no pueden hacer que los cerebros se masturben hasta el final cuando se devoran dos galaxias.

¡Dicen ser poetas! Toleren la injusticia. No existe poeta que quiera que las cosas sean iguales. Ni que ame a la mujer que le teme, ni quiera a una bestia hundida en medio de su miseria con el llanto y escupiendo sangre. Mas si será verdad o mentira, ¿Quién lo sabe? Dicen que los músicos, que los mismos flautistas, esos que dicen que no hacen daño lo hacen. Dicen que los poetas en serio son eternos. Para eso hay que saber mentir, hay que faltarse el respeto. Hay que tolerar la risa. La risa ajena, hay que tener a Momo por acólito. Pobre “ego”, carente de vida.
Trato de decir que este amor que quiero llamar post-moderno debe tener algo de imposible. Cuando el loco, mire fijos a los ojos. Y no sepa que mira, y puede que allí este amando. Pero es complicado, y sepan que hay que subir. Ustedes, lo saben o dicen saberlo. Dicen incluso que les falta el aire. Pero amigos, primerizos sufridores, empiecen a sangrar que andan de parto. Deben sacarse todo. Así solo así verán las mejores imágenes, las mejores obras. Así cuando les saquen todo. Y piensen, ¿no soy? Dirán pero sí, no soy. Pero no ser y ser, ¿no son la misma cosa? Llorarán como putas y entonces si tendrán  un tercer ojo abierto. Porque yo hablo de los que dicen sufrir, no de los que superan. Yo hablo de los que dicen hundirse. Les expongo, que hay lugar más abajo. Les pido que se hundan, y se hundan más le pido que no se tengan piedad. Sólo cuando entiendan lo que es la poesía. Esa que impugnan, y lo hacen con fuerza, cuantas veces, decimos, ¡Belleza cruel! Cuantas veces queremos creer que los otros han de sufrir. Pero quizás disfrutan. ¿Acaso hay garantías?

¡Sufridores! Sufran, sufran que sólo sufriendo serán mejores. Porque ustedes así serán redimidos. Ustedes, los que dicen que viven vivirán. Quieran su ocaso, sepan dejar vivir. Es lo más difícil. O acaso, no saben que si el mundo esta arruinado, ya lo esta desde siempre. Y ustedes, amigos, si es que tienen un pañuelo deben sufrir desde ya. Sufran no por la belleza sino por que es efímera. Porque ella es escasa y porque sufrirán el cielo para conocer el infierno. Sino, sepan, entiendan, comprendan que recién empiezan. Hay que aprender a despreciar mucho al mundo para ser un amante obstinado. Demasiado. Pero sobre todo y finalmente hay que saber despreciarse a sí mismo. Por eso, amigos, propongo como siempre, la mejor de las pasadas. Les propongo, la cruz de una poesía. Imaginen, que ellas se han ido. Imaginen que son las sombras, sepan que el tiempo nos condena. Sepan que ustedes, son consumidos. Ustedes, son los que se están cayendo.

Sepan vivir hasta la muerte. Sepan, poner su cabeza para que los pisen. Entonces, si escriban las indecencias más impropias. Digan que las violan todos los días, que las matan en todos los lugares, digan que pueden ser dioses. Digan que no conocen, eso que los hace delirar. Digan que están diciendo la verdad. Díganlo en medio del día.

Si son poetas, seriamente alguien les va creer. Cierren sus ojos, y busquen. Entiendan que todo ahora es silencio. Y retuérzanse, eso es la abstinencia. Señores, abstinencia. No se pueden decir, adictos sin abstinencia. Sepan arruinarse. Hasta que al final, tal vez los amen, cuando no tengan ni la cara que tenían pero no sepan porque se fueron. Recuerden, que somos inventores del mal.

Muérdanse los puños amigos. Nunca levanten las manos contra su objeto. ¿Quién podría creerles? Ustedes, no pueden saber que es el bien. Ustedes tienen que estar fugados….

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