Conclusiones:
El
“Totalitarismo”
es un fenómeno concreto, se ha intentado crear una serie de tipologías con
diferentes marcos teóricos. Su novedad no es tal- su imprevisibilidad lo es
menos-, su poder de impresionar a Europa y al mundo fue por tratarse del núcleo
de la cultura y de la civilización- sobre todo desde la consideración que hace
la burguesía de sí misma, vale pensar en el ejemplo de: La ética protestante y el
espíritu del capitalismo de Max Weber.
Este
sin dudas es un mundo –post Totalitario- “por lo menos en la forma clásica- no se
puede retrotraer de la globalización sin colapsar” este es un mundo
unipolar camino a uno multipolar, donde el autoritarismo podría ser posible a
escalas jamás imaginadas, negarse a pensar es ser optimista. El concepto de
“democracia” es parte de la reflexión central como lo es también de “dictadura”
ya que si el concepto de dictadura de clase es dejado de
lado, se puede decir que el proceso de expansión de la democracia en estos
últimos tiempos ha sido formidable. El totalitarismo vuelve como comedia
o farsa en medio de la lógica del capital, partidos extremos sobre todo
de derecha, son excusas y medios afines a lograr intereses particulares en esos
estados la xenofobia, islamofobia. La propia Jihad islámica – El
absurdo de la “guerra santa”- la
Sharia y toda ley que en fondo, termina por ser descolocada,
y es explotada por fines muy poco claros, el fascismo como una cara más del
estado burgués (un estado liberal que no usa el derecho para proteger a los individuos
incluso los criminales de acuerdo a debido proceso)- fuerzas de
seguridad, militares-, como la defensa de intereses de clase específico sin
respeto alguno por el Estado de derecho- la corrupción como un eufemismo-
estados fallidos como Liberia-Haití-Somalia, muy lejos de
la atención de los medios de comunicación.
¿Cuál
es el destino de un proyecto transformador?, en todo caso subsiste una gran
creación superlativa- Los Estados y las Multinacionales-. La gran asimetría
entre Estados e individuos, pero también entre empresas e individuos, la
realidad de la esclavitud a todo nivel, hace recordar las tristes realidades de
los campos de trabajo- a mayor libertad de contratación menos dignidad por lo
tanto más explotación. “La liberación parcial” como
insuficiente- el cuidado de sí de Foucault, la “libertad política” como
irrealizable- de Hayek entre otros; la “razón comunicativa” como un gran
faltante pese al planteo habermasiano de la cuestión y su defensa del Estado de
Derecho. La exposición a contaminación en forma directa sobre población civil
ante la indiferencia de la población mayoritaria, hace pensar en un Estado
de derecho de clase- es decir en las formas clásicas de la biopolítica en el
liberalismo, dejar morir de: hambre, contaminación, enfermedad, etc.,
por lo tanto es parcial y autoritario- pese a las “políticas asistenciales
universalistas”- ya que estas no pueden cambiar la realidad.
Lo
correcto sería pensar, ¿Cuál lejos estamos de una sociedad
fanatizada y cegada por metas irreales que sólo dan legitimidad a una puesta en
escena? – El totalitarismo no dista en su sed de sangre demasiado que
las sociedades burguesas sostenedoras de la guerra, la tortura y la pena de
muerte, para connacionales o extranjeros. ¿Cómo puede subsistir el populacho? O
qué es el populacho de Arendt, ¿puede subsistir sin el hombre fuerte? Con el
tiempo estas ideas de “hombres fuertes” y populachos o masas, van desde un
elitismo estéril que suele caracterizarse por ser una crítica intelectual
impotente, una parte de un aparato ideológico que busca más bien contener que
transformar. El problema además de la dominación mundial se mantiene a través
de la existencia del imperialismo, y contra todo pronóstico, de todos los
procesos de integración la dominación por la fuerza ha sido el más exitoso. ¿Qué
puede hacer un habitante del mundo pauperizado frente al aparato
militar-industrial estadounidense, chino, alemán o del país que se prefiera?
¿Qué herramienta tienen los que protestan en las calles versus las agencias de
inteligencia?
En
este sentido el concepto de “dictadura plebiscitaria” o el de “Gobierno
de facto”, lo que hacen es crear un limbo teórico por medio del cual “Pinochet”
que tiene un parecido interesante a dictaduras como el franquismo o Stroessner
forme parte de un universo separado pese a tener su “plebiscito” en otros casos
como el resto de las dictaduras latinoamericanas pese a que se “dividan” en más
o menos progresivas ocurre lo mismo. Las categorías de un mundo “desarrollado”
no explican del todo bien, el resto de los fenómenos que se dieron alrededor de
él. Lo que sí podemos decir es que el totalitarismo fue un fenómeno que comenzó
en los 20´ y que se agudizó en los 30´ y en los 40´. También podemos decir que
se trataba del momento del capital monopólico por excelencia y de la técnica
del fordismo y del auge de la sociedad disciplinaria. Justamente bajo este
marco podemos analizar el proceso, claro que esto aleja a toda clase demagogia
simple y de propaganda, porque a cada etapa de la producción le pueden incluir
tipologías de dictaduras, formas de golpe de estado, agentes sociales
implicados y por lo tanto distintas derivaciones en los aspectos clave en la
administración del Estado. Por simplemente poner un ejemplo pueril, ¿Los nazis
serían más o menos efectivos gracias a la informática? ¿Las tropas de asalto
originarias del nazismo como los miembros fundantes del fascismo son posibles
en ejércitos altamente profesionalizados que son renuentes a la leva masiva?
Estos dos puntos forman parte de un análisis en dos puntos superficiales que ya
están demostrando como la evolución de la guerra, la producción, y la cultura
hacen imposible una reformulación clara del totalitarismo. Incluso en el
enfoque de Hannah Arendt donde esta ponía en tela de juicio la posibilidad de
la dignidad humana en el Asia por las luchas de independencia de la
colonización europea. Este proceso ya ha finalizado con al creación de Estados
Nación burgueses –“independientes”- tal cual lo podrían haber entendido, Hegel,
Marx o Lenin como una “astucia de la razón” e incluso dando la crisis póstuma
del Estado-Nación.
Por
lo que podemos afirmar que el totalitarismo es un fenómeno que formó parte de
la crisis del liberalismo burgués, y una crisis en los gobiernos tradicionales
su respuesta fue una serie de operaciones generales donde un partido trato de
velar por todos los aspectos de la vida de los individuos que estaban a su
cargo- nunca se extinguió el derecho, tampoco el estado sino que estos no
funcionaban de forma clara y racional pero los procedimientos burocráticos se
mantenían. A la vez un proceso en el cual se trato de mantener el capitalismo y
sacarlo de su crisis general de 1930 y de lograr otra forma de controlar la
vida humana en torno a las economías de las distintas potencias.
Las
masas fueron el gran desafío de los sistemas democráticos del siglo XIX y
principios del siglo XX, de allí el nacimiento de las grandes instituciones, y
el aggiornamiento de otras como la
Iglesia desde el fascismo a la democracia cristiana pasando
por distintas formas de autoritarismos, o sus versiones progresistas como: “La Teología de la Liberación ”. Sobre
estas se construyo la base de los partidos políticos –democráticos o no-,
originalidad del desarrollo de la democracia liberal.
El
resultado se basa en al forma final del desarrollo. Con esto se parte de dos
supuestos, el primero de ellos, es el control de la “opinión pública” que
empieza ser parte de la conducta de las masas y no ya de notables o grupos
particulares. Este hecho que es patente a Tocqueville no es para Arendt,
podemos decir primeramente que estas diversas transformaciones se van
desarrollando con la maduración del capitalismo, las masas, no pueden
“rebelión” alguna o crisis del capitalismo, esto queda claro en “La Rebelión de las masas”
de Ortega y Gasset:
Hay
un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública
europea de la hora del presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al
pleno poderío social. Como las masas, por definición, no deben ni pueden
dirigir su propia existencia, y menos regentear la sociedad, quiere decir que
Europa sufre ahora la crisis la más grave crisis que a los pueblos, naciones,
culturas cabe padecer. Esta crisis ha sobrevenido más de una vez en la
historia. Su fisonomía y sus consecuencias son conocidas. También se conocer su
nombre. Se llama rebelión de las masas. (Ortega y Gasset, La rebelión de las
masas, p. 45-46)
Las
masas en su homogeneidad son el éxito de la sociedad disciplinaria aunque
también son parte de la expansión de la sociedad capitalista y del avance en la
agricultura, por más dramático o civilizado que fuera. Este proceso de
modernización y expansión capitalista fue con mucho un fenómeno a nivel mundial
que no siempre llevó al Totalitarismo pero sí que pudo desembocar en distintas
formas de participación ajenas a lo que se consideraba anteriormente.
Los
componentes de las muchedumbres no han surgido de la nada. Aproximadamente, el
mismo número de personas existía hace quince años. Después de la guerra parecía
natural que se número fuese menor. Aquí topamos, sin embargo, con la primera
nota importante. Los individuos que se entregan a las muchedumbres existían,
pero no como muchedumbre. Repartidos por el mundo en pequeños grupos, o
solitarios, llevaban una vida, por lo visto, divergente, disociada, distante.
Cada cual- individuo o pequeño grupo- ocupaba su sitio, tal vez el suyo, en el
campo, en la aldea, en la villa, en el barrio de la gran ciudad. (Ortega y
Gasset, La rebelión de las masas, p 47)
En
ella se es capaz de construir un sujeto dócil, similar y homogéneo, este
individuo en las ciudades movilizado forma parte de la parte fundamental de la
producción suele formar parte de la clase obrera o de las burocracias estatales
o empresariales. Masas se le dijeron muchas veces de manera indistintas a un
conjunto de grupos sociales, los cuales formaban parte de una realidad concreta
que era el modo moderno de vida, de producción y reproducción. Por eso mismo se
pueden producir “individuos” y masas al mismo tiempo sin problema, e incluso la
minoría, en peligro o como parte de la élite dominante tiene una lógica de
singularidad particular:
En
los grupos que se caracterizan por no ser muchedumbre y masa, la coincidencia
efectiva de sus miembros consiste en algún deseo, idea o ideal, que por sí solo
no excluye el gran número. Para formar una minoría, sea la que sea, es preciso
antes cada cual se separe de las muchedumbres por razones especiales, relativamente individuales. Su coincidencia con los
otros que forman la minoría es, pues, secundaria, posterior a haberse
singularizado, y es por tanto, en buena parte, una coincidencia en no
coincidir. Hay casos en que este carácter singularizador del grupo aparece a la
intemperie: los grupos ingleses que se llaman a sí mismos “no conformistas”, es
decir, la agrupación de los que concuerdan sólo en su disconformidad respecto a
la muchedumbre ilimitada. (Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, p.48)
Este punto de la divergencia me parece interesante,
Arendt en su carrera por tratar de justificar lo inédito del totalitarismo
creyó entrever una cierta necesidad de crisis social y económica que llevaba a
las masas a su aparición como la desaparición de todo otro marco de acción. En
este sentido esta nueva formulación que buscar ir creando esta masa que fue la
madre de la catástrofe es ante todo una deformación, no son las masas en sí las
responsables de la seducción por lo peor de la naturaleza humana, este
argumento si se quiere es un hecho superlativo de la construcción que cierta
política dio al papel de las masas en un espacio político muy violento pero no
es un “gusto” de ellas a priori, lo
que las masas son ante todo, independientemente de lo –pequeño de los individuos-
otra mistificación es una consideración general sobre su papel en la sociedad
es decir, su subordinación a lo que existe:
En
rigor, la masa puede definirse, como hecho psicológico, sin necesidad de
esperar a que aparezcan individuos en la aglomeración. Delante de una sola
persona podemos saber si es masa o no. Masa es todo aquel que no se valora a sí
mismo- en bien o en mal- por razones especiales, sino que se siente “como todo
el mundo”- y, sin embargo, no se angustia, se siente a sabor de sentirse
idéntico a los demás. Imagínese a un hombre humilde que al intentar valorarse por
razones especiales- al preguntarse si tiene talento para esto o lo otro, si
sobresale en algún orden – advierte que no posee ninguna calidad excelente.
Este hombre se sentirá mediocre y vulgar, mal dotado; pero no se sentirá masa.
Cuando
se habla de “minorías selectas”, la habitual bellaquería suele tergiversar el
sentido de esta expresión, fingiendo ignorar que el hombre selecto no es el
petulante que se cree superior a los demás, sino aquel que se exige más que los
demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores. Y es
indudable que la división más radical que cabe hacer en la humanidad e esta en
dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí las mismas
dificultades y deberes, y las que no exigen nada en especial, sino que para
ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección
sobre sí mismas, boyas que van a la deriva. (Ortega y Gasset, La Rebelión de las Masas,
p.48-49)
Podemos
decir que existe un gran problema hoy para interpretar el fenómeno de las
masas. No obstante esta aproximación puede ser corta de visión. Cualquiera que
vea hoy la situación en los países árabes o Latinoamérica puede darse cuenta
que fácilmente las masas persisten. En este sentido el transfondo de la
política “populista” sólo es posible por la posibilidad de masas. Si estas se
presentan como un objeto más o menos transparente es otra cuestión. También
podemos entender que en la sociedad de consumo contemporánea y con las bases de
las nuevas tecnologías de comunicación las masas no se manejan de la misma
forma en que lo hacían antes.
Justamente
la democracia contemporánea busca no tener que lidiar con las masas. En este
sentido, bajo el paraguas de la represión, la cooptación y la institucionalización
ha generando una “buena administración” de la cuestión social. En este sentido
el resurgimiento de grandes masas que apoyan líderes por buenas o malas razones
puede ser interpretada de dos maneras distintas. La primera que se trata de una
comedia del tipo de sociedad anterior. La segunda, que existen en estas
sociedades pese a su complejidad demandas tan acuciantes en el sistema que
siguen llevando a la movilización de estos sectores pese a que el proceso de
“modernización” supuestamente habría llegado a su fin con la globalización.
Sobre
este punto de vista vale la pena pensar ¿Se trata acaso de un fracaso de las
formas de autonomismo? Muchas veces hoy en día, hay una necesaria sobre
interpretación sobre el papel de estas masas y el totalitarismo, olvidando a
los partidos, al Estado y a la propaganda, sumada también el papel de las
burguesías. Como ocurrió a lo largo de la historia reciente de la democracia,
la crisis de la representación suele formar parte de una crisis crónica de la
democracia. En este sentido todos los diagnósticos de Arendt sobre la
desaparición de un espacio común se perpetúan hasta el infinito. En parte
porque son idealistas y prefieren tomar como un caso particular muchas veces el
concepto de la dictadura de clase. Es decir una forma de gobernar en un sistema
dado. Bajo este sentido las masas vuelven a aparecer en la forma de la
“anti-política”, no porque ellas sean simplemente anti-políticas, ni porque
formen parte de un “populacho”. Estas razones son erradas, en parte se trata de
personas que viven en las peores condiciones o que se muestran apáticas en un
sistema particular el cual no quiere o no puede reformarse por los privilegios
de sus sectores dominantes.
La
política demagógica hoy en día en países como Francia no es más ni menos que la
de penar a los habitantes de las excolonias (islámicos), y a los gitanos como
los causantes de todos los problemas esenciales del régimen político. En este
sentido, en una sociedad dividida y tradicionalista que contiene grandes diferencias
en temas como el matrimonio igualitario podemos ver como las bases de la
nacionalidad, lo biológico y lo clasista han sobrevivido. No obstante estas son
por ahora parte de un fenómeno que se explota pero no se exacerba.
Esta
es una de las contradicciones más importantes que no se pueden descontar en las
sociedades post-industriales. Aunque hoy la economía se base principalmente en
servicios en muchos países, y se desarrollen todo tipo de formas informales de
economía. Lo que podemos saber es que esta forma de vida en la periferia de las
ciudades aumentará y se agudizará a lo largo del siglo XXI.
Sobre
este punto queda una garantía. Podemos saber que las masas actuales se
conforman sobre la contradicción en el espacio y la necesidad de supervivencia de
millones de personas que se encuentran en condiciones de hacinamiento. Sobre
este punto, queda claro que la irrupción de las masas en el siglo XIX, y su
intento de control en el siglo XX, requería una base para el mantenimiento de
la vida a través de los Estados Keynesianos. La sucesiva proletarización de las
distintas actividades antes relacionadas con las clases medias y la
concentración de la riqueza pueden llevar como tantas otras veces a una
aparente homogeneidad que se da en el marco de una forma clara de la
desaparición de las clases medias. Las cuales son la base de las democracias
liberales. En este sentido cuando esto ocurre quedo claro que el “populacho”
puede resurgir. Tal vez esta combinación sumada a conflictos como guerras,
conflictos étnicos y otras formas de manipulación puede dar pasos a poderosas
transformaciones. Este fin de las estructuras sociales preconizado por Arendt
puede volver una y otra vez, por la esencia misma del capitalismo y sus crisis.
Sobre este punto se deduce que llega a un punto irreversible pero no
apocalíptico, no son otras que las burguesías las que presionan por salidas de
acuerdo a sus intereses.
Podemos
decir y con razón que esta es una sociedad de la desconfianza. Podemos decir
que hoy en día desde el consumo a la producción varían sobre ejes que tienden a
individualizar y pluralizar como nunca las necesidades individuales. El
problema no es este, claro que no, el problema es la supervivencia general del
sistema. Esta clase de sociedades son violentas en formas nuevas, la
delincuencia como parte del subsistema legal es parte de una revuelta inútil
pero no sin consecuencias. Las masas terminan por ser hoy parte de un alarmante
eterno déficit que en relación con un desempleo necesario pero a la vez oneroso
para el sistema mantiene en forma permanente una parte excluida de la sociedad.
Lo cierto es que esta parte excluida termina organizándose por fuera de las
normas evidentes del mundo del trabajo. Muchas veces estas no desarrollan la
forma del sindicalismo del siglo XIX pero muestran su fuerza en movimientos
sociales, y en partidos anti-sistema y en las protestas puntuales de las clases
medias. Sobre estas reacciones los Estados tienen problemas serios. Los
movimientos sociales de desocupados cuando existen terminan de instalar una
barrera permanente a esa problemática que puede tornarse violenta.
El individuo por otra parte es disuelto hoy en día en la
política, criminalizado y atravesado poro la normatividad, sólo funciona como
una variable general dentro de una población en un sistema productivo. La
sucesiva y exitosa institucionalización de la vida, va ganando espacio y su
crisis es decir, el desdibujado de los bordes confirma lo superfluo de muchas
existencias. Las grandes políticas hoy tratan con los problemas dignos del
totalitarismo, cómo administrar la población, ante esto, en vez de matar se
deja morir. El racismo evoluciona para tratar de lidiar con el número, es decir
con la presencia de lo que se considera revulsivo por lo no eliminable. Esto genera
una crisis importante entre la diferencia de lo que son las expectativas versus
la realidad.
La
ética en la política luego del totalitarismo jamás pudo volver a impostar
hipócritamente valores como democracia o revolución de la misma forma. La ética
dejo de ser una mera colección de valores dados por el sistema. La ética en
suma se convirtió en un delicado juego de apreciaciones eruditas, muchas veces
impotentes y de reflexiones ajenas a la política. La política profundizó el
sentido de la violencia de la modernidad, por lo que no se altero el destino
fatídico que en suerte le toco, en todo caso a la ética le queda la reflexión
por la ética: “El no matarás”, el “derecho a la rebelión”- es en sí misma una
contradicción, el cambio social, la debilidad de la política, y la fuerza de lo
político. La caída de un sujeto preferencial capaz de perfeccionar el mundo.
La
ética quedo atacada a cuestiones de orden muy superficial. El abuso de la idea
de totalitarismo fue el motivo de nuevas injusticias, y la garantía de la
desigualdad social como fatalidad. La “Culpa” sobre el totalitarismo fue
traslada sobre las mayorías “silenciosas” antes que sobre las minorías
dirigentes.
Como resultado de esto: una de las variantes
del post-modernismo es el concepto de post-política. Sobre este se han
construido toda una serie de nociones respecto al Estado y la democracia.
Profundamente ligado a una burguesía triunfante la imposibilidad del cambio, o
el cambio custodiado por la ciencia y la cultura denota como siempre cierto
papel en la estructura de la dominación, el no pensar “mal”, el tener que tomar
como válida cierta interpretación de la historia es un hecho fundamental, de
ello dependen ciertas burocracias y expertos, que sostienen dentro de una
cultura legítima.
El
olvido de los conceptos fundamentales que dan eternidad a la democracia frente
a todas las crisis anteriores, se sustentaría en eventos que poca relación
tienen que con el papel ya de por sí “olvidado” de -Revolución- no sólo que se
falsifica el papel del desarrollo de las relaciones sociales en Gran Bretaña
contra Francia, en una especie de cosificación de los procesos históricos, sino
que además queda claro que ante todo, el vacío de una teoría que busque forzar
el cambio en la sociedad y la debilidad relativa son lo fundamental. Ante esto
quedaría cierta forma de indignación y de crítica,
Una
de las consideraciones fundamentales para entender el por qué del mundo
contemporáneo, es de alguna manera bucear en las contradicciones existentes en
el nivel de la reflexión. Esta reflexión está mediada en este trabajo sobre
tesis, marxistas, liberales y anti-liberales pero no marxistas.
Tomando en cuenta a Heidegger puede ser
interpretado como alguien que quiere criticar al capitalismo, en parte en su
fase tecno-científica, pero también como aquel que necesariamente busca una
vuelta al origen mezclando deliberadamente ciertos elementos históricos
próximos a su vida con elementos propios de la filosofía en general. En este
sentido, cabría pensar si esto mismo no hace que Heidegger haya quedado en
tensión como tantos otros elementos que se desarrollaron bajo el nazismo.
En este sentido Adorno razonaba en este
sentido:
Si
piensan en el nacionalsocialismo desde este punto de vista, verán que en él no
se han reconstruido efectivamente relaciones pequeño burguesas o pequeño
campesinas, ni nadie lo ha buscado en serio. Por el contrario, el
nacionalsocialismo ha perseguido con enorme poder y rapidez ciertos procesos de
concentración capitalista y progreso técnico que no hubieran podido hacerse de
la misma manera por el camino del principio del laissez-faire de la sociedad
burguesa. Y sólo como complemento, o dicho sociológicamente como ideología
complementaria, se inventó la teoría de la sangre y el suelo. Así se entiende
exactamente y se tiene que pensar el mundo de las autopistas, que en el fondo
no pueden ver desde las aldeas los artificiosos campesinos de los que trata
Heidegger. No se trata de un ideal, sino sólo realmente de un deseo, que es
especialmente funesto porque no permanece simplemente en el ámbito de un
consumo cultural de grado menor, sino que se comporta como si se enfrentase al
ejercicio de la industria cultural, y lo otro se le opusiese. En realidad es,
sin embargo, con arreglo a su función un trozo de industria cultural, y esto lo
demuestra que el lenguaje de esa prosa remite de modo inmediato a la de Ludwig
Ganghofer y Max Jungnickel, a partir de los cuales habría que interpretar a mi
entender la filosofía de Heidegger más bien que desde Braque o Parménides.
(Adorno, de “Terminología Filosófica”)
Adorno
hace una crítica muy clara a lo que considera que es una mera formulación
ideológica del nacional-socialismo. En este sentido marca la realidad histórica
de este proceso, y la presencia misma del desarrollo del capitalismo. Además
remarca el papel de la burguesía en este papel. La pregunta en este sentido
como en tantos otra trata del papel de Heidegger en el mismo nazismo, e
indirectamente en Hannah Arendt. Desde este punto de vista, la filosofía de
Heidegger con sus consecuencias en el desarrollo de otros filósofos tiene de
por sí, un papel controvertido. Pero es importante tener en cuenta que el papel
de la filosofía queda entredicho, cuando se analizan estas cuestiones. Desde
este punto de vista el nazismo fue una fase del capitalismo y no del
“dirigismo”- cómo lo entendería Hayek, esta controversia tiene una
productividad. ¿Acaso no es lo mismo que el pensamiento
modernidad/postmodernidad?
La
persistencia de la acción de la organización de la base material por sobre el
papel de la filosofía, en este caso la crítica de Adorno es explícita nos
termina llevando a pensar ¿Cuál es la relevancia de Heidegger? La irrelevancia
de Heidegger para entender el totalitarismo se hace patente, pero curiosamente
se hace patente en el análisis histórico. Lo superfluo entonces de mostrar una
y otra vez, que el papel de la “intelectualidad” totalitaria es cuando menos
secundario es importante, ya que el si el nazismo tiene en el papel de la
intelectualidad una fase secundaria. Podemos decir sin temor a sonrojarnos que
la evolución histórica se manejo por reglas claramente distintas, a toda pauta
voluntarista. ¿No sería acaso una vida de escape sencilla pensar que se trata
de una irracionalidad del sistema? Fácilmente se ha querido extirpar el
proyecto capitalista del nazismo y en última instancia del “capitalismo de
estado soviético”.
Vale
la pena decir que Adorno es mucho más claro en este sentido de lo originario de
lo que podrían ser los planteos de Lacan o de Freud en torno a lo que sería en
última instancia el proceso histórico. En este sentido cabe decir cuán profunda
cuña ocurre entre la crítica al tecno-capitalismo, y la historia misma de la
reproducción del capitalismo. En este sentido, Adorno considera que la importancia
histórica de esta reflexión políticamente hablando es nula. No obstante, el
planteo de una vuelta al origen y la respuesta particular de Heidegger debería
ser una reflexión aparte:
Quisiera, sin embargo, para no ser injusto, repetir una vez más
que en la protesta contra la civilización técnica que aquí tiene lugar hay
también naturalmente un momento de verdad, y yo sería el último en burlarme de
esa nostalgia que se deposita en tal pastiche filosófico. Ahora bien, la
falsificación empieza con la inversión de esa nostalgia, de manera que vista
hacia atrás se estanca en algo inalcanzable e irreconstruible, y por otra parte
esboza un cuadro ideal no querido propiamente, puesto que en realidad no es más
que una especie de adorno de la realidad que progresa inconteniblemente.
Cuando
Heidegger habla en un escrito mucho más tardío de las diferentes posibilidades
del ser y pone una junto a otra, como posibilidades del ser en cierto modo
equivalentes, la civilización americana, el comunismo ruso, y quién sabe qué
más cosas, él mismo descubre, dicho sea de paso, que poco tienen que ver en el
fondo estas supuestas concepciones sustanciales con lo pensado por él.
La
idea de que se tiene un suelo firme y seguro bajo los pies cuando el proceso de
pensamiento puede ser detenido o interrumpido en un determinado lugar, es un
sustituto de la verdad, misma. Ahí me parece que radica hoy el error o falsedad
de la pregunta por lo primero y originario. Se dice que tal apoyo es la verdad
porque no se confía en pensar consecuentemente la verdad, porque la verdad
duele mucho como sostiene un viejo mito, y conocer la verdad por completo hoy,
implicaría tocar críticamente determinados presupuestos de nuestra propia
existencia real, lo que sería muy desagradable. Por eso esas detenciones, esa
reflexión angustiada sobre las consecuencias del pensamiento, se convierten en
sustituto de la verdad misma, mientras que antes de que realmente se efectúen
esas reflexiones, no importa en absoluto si lo firme y primero es también necesariamente
lo verdadero.
La
legitimación de este planteamiento radica en que se dirige contra la
arbitrariedad de cualquier ocurrencia, también contra todo lo efímero que
procede efectivamente de la industria de la cultura, por tanto, de todo aquello
de que nos alimentamos día tras día, novedades, informaciones, etc., por
razones de búsqueda de un beneficio. Todo esto presupone la verdad, siendo así
que en realidad es siempre la misma falsedad. Como dice un refrán
francés: plus ça change, plus c’est la même chose. En la medida en
que la pregunta por un suelo firme se opone a este cambio malo, es legítima tal
necesidad, pero como en la actual sociedad se abusa de casi todas las
necesidades legítimas y se las pervierte en su contrario, esa necesidad de perforación,
a la que sucumbimos en tal actividad, se confunde con el ser necesario,
estático, invariable de la cosa en sí misma y con la verdad, considerada como
algo firme, inmóvil y permanente. Cierto que esta confusión ocurre en la
filosofía desde Platón como el gran engaño. (Adorno de “Terminología
Filosófica”)
Sobre
esta serie de contradicciones es decir sobre la historia misma, se termina
desplegando una suerte de pérdida por la existencia misma del capitalismo. La
pregunta no es otra que la necesaria, ¿Por qué la vuelta al origen? ¿El fin de
todos los problemas necesariamente debería tener un punto de vista en el
futuro? En todo caso más que un planteo idealizado de las condiciones de
posibilidad humanas, tiene por el contrario en el choque mismo del despliegue
capitalista. Justamente la uniformidad y la alteración de las relaciones
sociales forman parte de la violencia intrínseca del sistema. En este sentido
al no poder ser alteradas las relaciones de fuerzas de la producción, la
irrupción de la historia en estos lugares conforma parte de un imaginario
fuerte. Justamente esto desligaría en parte una serie de pautas profundamente:
estatales, modernas y capitalistas, Eichmann, Mengele, Himmler, y todos los
burócratas que fueron juzgados nada tendrían que ver con el inocente campesino.
¿Ahora realmente fue esta Arcadia la que enamoró al pueblo alemán? Como podemos
pensar en realidad, como todo el proceso nazi y del totalitarismo, la realidad
de la propaganda política chocaba con los objetivos explícitos del Estado, vale
la pena la comparación de estas dos escenas que son relevantes para entender el
papel del “Campo/Arcadia”, y el
papel de la “Ciudad/Imperial”,
curiosamente justamente este contrapunto se daba en el Führer, el cual
desfilaba por las ciudades atestadas de masas obedientes para luego retirarse a
su casa de campo.
Por
el contrario, la memoria campesina tiene su fidelidad sencilla, segura e
incesable. Hace poco le llegó la hora de la muerte a una campesina allá arriba.
Ella conversaba conmigo a menudo y de buena gana, y me enseñaba viejas
historias del pueblo. En su lenguaje enérgico y lleno de imágenes conservaba
todavía muchas palabras viejas y diversas sentencias que habían llegado a ser
ininteligibles para los actuales jóvenes del pueblo y, así, han desaparecido
del lenguaje vivo. Todavía en el año pasado, cuando yo vivía solo semanas
enteras en el refugio, esta campesina, con sus 83 años, subía a menudo la
abrupta cuesta que conduce a él. Quería ver, como decía, si yo todavía estaba
allí y si no me había robado de improviso “algún duende”. La noche que murió la
pasó conversando con sus parientes y, hora y media antes de su fin, envió
todavía un saludo al “señor profesor”. Tal recuerdo vale incomparablemente más
que el más hábil “reportaje” de un periódico de circulación mundial sobre mí
pretendida filosofía.
El mundo de la ciudad está en peligro de sucumbir a
una falsa creencia corruptora. Una impertinencia muy ruidosa y muy activa y muy
delicada parece, a menudo, preocuparse por el mundo y la existencia del
campesino. Pero con ello se niega precisamente lo que ahora sólo hace falta:
mantener la distancia de la existencia campesina; abandonarla -ahora más que
nunca- a su propia ley; ¡fuera las manos!; para no arrastrarla en una falsa
habladuría de literatos sobre lo popular y amor a la tierra. El campesino ni
quiere ni necesita en ningún caso esta exagerada amabilidad ciudadana. Lo que
ciertamente necesita y quiere es el tacto reservado respecto a su propio ser y
a su independencia. Pero muchos de los procedentes de la gran ciudad y de los
transeúntes -y no en último término los esquiadores- se comportan a menudo en
el pueblo o en la casa del campesino como si se “divirtieran” en sus salones de
recreo de la gran ciudad. Tal ajetreo destruye en una noche más de lo que puede
fomentar jamás un adecenamiento científico de varios decenios sobre lo popular
y las costumbres y usos del pueblo. (Heidegger, ¿Por qué permanecemos en la Provincia ?)
Uno de los ideólogos del
nazismo del nazismo Rosenberg lo veía de la siguiente manera:
En
el vikingo nórdico, en el caballero germánico, en el oficial prusiano, en el
hanseata báltico, en el soldado alemán y en el campesino alemán reconocemos el
concepto del honor plasmador de vida en sus distintas manifestaciones
telúricas. En poesía vemos aparecer desde viejas epopeyas, pasando por Walter
von der Vogelweide, cantares de los caballeros, hasta Kleist y Goethe, el
motivo de honor como contenido y el de la libertad interior como más importante
ley configuradora. Ahora bien: aun hay otra fina ramificación más, en la cual
podemos perseguir la actuación del ser nórdico: es el misticismo alemán.
(Rosemberg, el Mito del siglo XX, p. 80)
Vale decir que en el nazismo
la idea de un hombre nuevo convive con múltiples aseveraciones místicas, es
decir el nazismo más que una serie de pautas de un plan asesino diseñado de
forma perfecta era una mezcla de elementos trataron de ser una ideología pero
en el cual hay una gran bastedad que se da por sobre un marco de fondo, la
cultura alemana pero de la cual se pueden obtener resultados completamente
diversos. En este sentido, el combate contra el nazismo muchas veces opto por
no contraponer estas realidades.
En
el místico alemán se manifiesta por primera vez y de forma consciente- aun
cuando en el ropaje de su tiempo- el ser germánico nuevo, el resucitado. Ni en
la época del llamado Renacimiento, ni en la llamada Reforma se consuma el
nacimiento de nuestra cultura- esta época es la eclosión exterior y una lucha
desesperada- no, es en los siglo 13 y 14 que la idea de la personalidad
anímica, la idea básica en nuestra historia, llegara a ser por primera vez
religión y doctrina vital es también anticipada concientemente la esencia de
nuestra filosofía crítica, y más allá de ello es proclamada la eterna confusión
metafísica del Occidente nórdico, la que, aunque actuó a través de las almas de
múltiples generaciones, no pudo ser solucionada en forma general hasta que el
tiempo hubo madurado en ello. “Los pozos más profundos tienen las almas más
claras”; nuestro tiempo ha sido destinado a hundirse hasta la más profunda
profundidad para, alcanzar a la luz lo más elevado. Si se mostrará digno de tal
misión, depende de él mismo. (Rosemberg, el Mito del siglo XX, 81)
Es importante tener en cuenta
que llegado a cierto punto, el totalitarismo como ideología como reacción a la
modernidad burguesa, a diferencia del fascismo italiano, el cual tuvo en el
futurismo una punta de lanza y manejaba tal vez otros conceptos, el nazismo
desarrollo cierta aversión a todo aquello que podría ser una desviación de una
perfección que era profundamente hermética y profundamente racista:
La
ciudad mundial comenzó su labor destructora de razas. Los cafés nocturnos del
hombre del asfalto llegaron a ser talleres, la dialéctica bastarda teórica
llego a ser la oración acompañante de siempre nuevas “tendencias”. El caos
racial de alemanes y judíos, generaciones de la calle olvidadas de la
naturaleza, cundía la consecuencia de un arte mestizos.
Vincent
Van Gogh, un hombre lleno de anhelos pero quebrado, se traslado a las afueras
para pintar. Volver a la gleba quiso él: la figura del “campesino en su labor”
sería realmente moderno, el “corazón del arte moderno”, aquello que ni el
renacimiento ni la escuela holandesa, ni los griegos han hecho.” La consecución
de este ideal lo atormentaba y confesó: “si antes hubiera poseído la fuerza
necesaria, hubiera pintado “figuras sagradas”, hubieran resultado seres humanos
como los primeros cristianos. “Más Tarde” quiso a pesar de todo retomar aún la
lucha. Hoy este pensamiento lo aniquila. “Solamente pintar, no pensar, pintar
lo que sea, una col, lechuga, para tranquilizarse. Y Vicent pintó manzanos,
coles y adoquines hasta que enloqueció.
Gaugin
busco un ideal de belleza en el Pacífico sur. Representó a la raza de sus
amigas negras, naturaleza melancólica, hojas policromas y mares. También era el
interiormente decadente y como todos aquellos que rastreaban el mundo buscando
una belleza perdida, sea que se llame Böcklin, Feuerbach, Van Gogh o Gaugin.
Hasta que esta generación se cansó de la búsqueda y se entregó al caos.
(Rosenberg, El mito del siglo XX ,p. 107)
Además la consideración
termina por relacionar al Arte, con la religión, la intuición y el instinto:
El
país de Jauja ha llegado a ser algo serio en religión y en el marxismo judío,
al mismo tiempo también su casi completa carencia de fuerza creadora
genuinamente anímica y artística. El elemento primigenio religioso falta, la
creencia extrínseca en la inmortalidad fue solo una adaptación superficial de
concepciones foráneas, nunca una fuerza impulsora determinada intrínsecamente.
Por consiguiente el “arte” judío no será nunca estilo personal, pero tampoco
nunca estilo realmente objetivo, sino que revelará meramente destreza técnica y
artilugio subjetivo que sólo busca el efecto exterior; por lo general asociado
a ingredientes puramente sensuales, cuando no orientado puramente a la
inmoralidad. (Rosenberg, El Mito del siglo XX, p. 131)
Sobre este contraste queda
pensar la siguiente imagen:
En
todo Berlín, las campanas repicaron en iglesias adornadas con esvásticas,
convocando a la gente a una observancia triunfal del poder y la gloria del
hombre que se había propuesto redimir a Alemania. Como dijo aquella mañana el
mariscal de campo Hermann Göring, principal lugarteniente de Hitler, ante un
Führer atento y varios miembros prominentes del régimen, aquél era un día para
que los alemanes reafirmasen su fe “en la palabra de Adolf Hitler. Dios nos lo
ha enviado en el momento ideal…, ahora le pedimos a Dios que le proteja y
bendiga su trabajo.”
Para
señalar la importancia de la ocasión, el gobierno nacionalsocialista había
concedido a los trabajadores del país un día festivo pagado, garantizando una
concurrencia masiva para el gran desfile que remataría las cuidadosamente
preparadas festividades. Durante días, los periódicos alemanes se habían
deshecho en elogios al Führer y exhortaciones al pueblo para que se regocijase
y diese gracias. A la Cancillería
habían llegado regalos de todos los rincones del Reich […]
La
prensa alemana aclamó el espectáculo como el “más grande desfile del mundo”.
Como señalo Goebbels en discurso radiado, la exhibición de armas proclama el
principal éxito de Hitler: el renacimiento del poderío alemán. “El Reich
descansa bajo la sombra de la espada alemana”, dijo jubiloso el pequeño
ministro de Propaganda en su brillante voz de barítono. “El pueblo alemán
siente que gracias al Führer, ha sido elevado a la posición que le corresponde
en le mundo”. Nadie sobre la faz de la Tierra , declaró Goebbels, podía mantenerse
indiferente frente al nombre de Adolf Hitler. […]
Para
reforzar la imagen de Hitler como padre de la patria, la eficaz maquinaria
propagandística de Goebbels no dudaba en publicar fotografía del soltero Führer
rodeado de adorables jovencita. Aunque la prensa nazi colmaba a los alemanes
con estos reconfortantes íconos de su líder, ofrecía escasa información sobre
el hombre que estaba detrás de la fachada… y por buenas razones. (El Tercer
Reich, en el centro de la
Telaraña )
Comprender
que las imágenes de un mundo sin problemas no eran un fin en sí mismo, sino una
forma de evasión concreta forma parte de todos los procesos políticos del siglo
XX. La pregunta es cuán profunda fueron estas dos vertientes en el
nazi-fascismo. ¿Qué predominio?; ¿Fueron acaso las tendencias biologicistas?,
¿Fueron las tendencias de encontrar la belleza esencial del alemán del
interior?, ¿Fue una interpretación del vitalismo, del idealismo y del
“modernismo reaccionario”? ¿Fue simplemente un brote exorbitante de chauvinismo
frente a la derrota militar?
Justamente
para evitar profundizar las continuidades del mundo contemporáneo, se ha dejado
de lado que justamente el Estado, el nazismo y la URSS , necesitan implementar
constantemente las bases de su legitimidad. Jamás las masas habrían tenido en
sí mismas el plan del odio sistemático pero a la vez frío que formaba parte de
la política de la muerte en hospitales para discapacitados y en los campos de
concentración hacia los judíos. En este sentido, las masas si fueron excitadas,
lo fueron en formas más burdas como el incendio del Reichstag, y la “Noche
de los Cuchillos Largos”, ya allí podemos ver la demagogia propia del
nazismo. Una demagogia que con la guerra se fue extinguiendo. ¿Podríamos creer
que el orden en la guerra era simplemente la fascinación? Con el tiempo, la
burocracia se rigió de acuerdo a los valores de lealtad/traición como una
política de Estado. En este sentido, jamás se dejó de lado el orden social. Fueron
los funcionarios, y los empresarios, los que pudieron “salvar” pero no alterar
el régimen, en este sentido, lo paradigmático fue que jamás algún otro líder
trato de arrebatar el poder. No obstante esto, los atentados contra la vida del
Führer muestran que no se trataba de una homogeneidad, fue el partido el alma
del nacionalsocialismo, Eichmann tenía la lealtad a Hitler sumada a la lealtad
de las SS. La lealtad a Himmler, las excusas, reiteradas del poder relativo del
Estado. No obstante el totalitarismo como tal no determino el fin de las
contradicciones sociales, para algunos marxistas y post-marxistas, sólo se
agudizó el papel de la ideología como resultado de un proceso constante de
integración entre lo humano y el capital, es decir, por qué no suponerlo un
triunfo de la “Cultura” tal cual lo entendía Freud, aunque no tal vez en el
modo que lo había formulado, en este sentido Zizek, casi bordeando lo
apocalíptico se expresa de la siguiente manera:
La
separación entre ellas está volviéndose más radical que las divisiones de clase
tradicionales ( uno se siente tentado a afirmar que está alcanzando
proporciones casi ontológicas, que cada grupo desarrolla su propia “visión del
mundo”, su propia relación con la realidad: la clase simbólica es
individualista, ecológicamente sensible y a la vez “posmoderna”, conciente de
que la realidad misma es una formación simbólica contingente; la clase media se
apega a la ética estable tradicional y a una creencia en la “vida real”, con la
cual las clases simbólicas están perdiendo contacto; los excluidos oscilan
entre el nihilismo hedonista y el fundamentalismo (religioso, étnico) radical…)
¿No
estamos nuevamente ante la tríada de lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real?
¿Los excluidos no son “reales” en el sentido del núcleo que se resiste a la
integración social, y la clase media no es “imaginaria”, aferrada a la fantasía
de la sociedad como un Todo armónico corrompido a través de la decadencia
moral? La cuestión principal de esta descripción improvisada es que la globalización debilita sus propias raíces: ya
que puede percibirse en el horizonte como conflicto con el principio mismo de
democracia formal; puesto que en determinado punto “la clase simbólica” ya no
podrá contener “democráticamente” la resistencia de la mayoría. 11 ¿A que
salida de este atolladero recurrirá entonces esa clase? No debe excluirse nada,
ni siquiera manipulación genética, para volver más dóciles a quienes no se
ajustan a la globalización…
¿Cómo debemos pues responde ante el concepto actual
predominante, según el cual, la era de las ideologías- de los grandes proyectos
ideológicos como socialismo o el liberalismo- terminó ya que entramos en la era
posideológica de la negociación y de la toma de decisión racionales, basadas en
la compresión neutral de las necesidades económicas, ecológicas, etc. ? este
consenso puede adoptar distintos disfraces desde la negativa neoconservadora o
socialista a aceptarlo todo y consumar la pérdida de los grandes proyectos
ideológicos por medio de un adecuado “trabajo de duelo” (diferentes intentos de
resucitar proyectos ideológicos globales) hasta la opinión neoliberal según la
cual el pasaje de la era de las ideologías a la post-ideológica forma parte del
proceso, triste pero no obstante inexorable de la evolución de la humanidad.
Así como un muchacho debe aprender a renunciar a los grandes planes entusiastas
de la adolescencia e ingresar a la vida adulta cotidiana de las concesiones
realistas, el sujeto colectivo tiene que aceptar que languidezcan los proyectos
utópicos globales y entrar en una era postutópica realista… (Zizek,
Contingencia, Hegemonía, Universalidad, p 325)
Es
importante destacar un punto que debe ser considerado de forma fundamental. Lo
primero que debe decirse es que la división política y lo político se mantiene
y se profundiza. Como paradigma están los partidos políticos, - los partidos
políticos- fueron el arma clave del totalitarismo. Ningún líder del siglo XX se
pudo alzar sin un partido, y este pudo estar antes o después de su llegada al
poder, o sufrir enormes transformaciones en el camino. Incluso cuando se
consideran los Estados Unidos, los dos grandes partidos; Demócratas y
Republicanos, lo cierto es que en la cultura europea; esto tenía un papel
fundamental.
Estamos
en una crisis generalizada de todos los lugares de encierro: prisión, hospital,
fábrica, escuela, familia. La familia es un “interior” en crisis como todos los
interiores, escolares, profesionales etc. Los ministros competentes no han
dejado de anunciar reformas supuestamente necesarias. Reformar la escuela,
reformar la industria, el hospital, el ejército, la prisión: pero todos saben
que estas instituciones están terminadas, a más o menos corto plazo. Sólo se
trata de administrar su agonía y de ocupar a la gente hasta la instalación de
las nuevas fuerzas que están golpeando la puerta. Son las sociedades de control las que están desplazando a las sociedades
disciplinarias.
“Control” es el
nombre que Burroughs propone para designar al nuevo monstruo, y que Foucault
reconocía como nuestro futuro próximo. Paul Virilio no deja de analizar las
formas rápidas de control al aire libre, que reemplazan las viejas disciplinas
que operan en la duración de un sistema cerrado. No se trata de invocar las
creaciones farmacéuticas extraordinarias, las formaciones nucleares, las
manipulaciones genéticas, aunque estén destinadas a intervenir en el nuevo
proceso.
El
papel paradójico de la “superación de los partidos” se hacía desde partidos. En
este sentido cabe decir, ¿no fue este el instrumento ideal de la política del
siglo XX? Curiosamente no serían los Eichmann las almas clave de estas
instituciones, serían otros como Goebbels, las herramientas necesarias para
poder dar a estos procesos de su sustento. Como en todo momento histórico, una
sociedad con un Estado es eficiente cuando asegura la obediencia de sus
ciudadanos. El totalitarismo en este sentido, hacía de la obediencia un rasgo
más fundamental. Curiosamente sobrevivió en forma contradictoria este legado.
¿Qué fue del mundo de la propaganda? Hoy podemos decir que una buena parte de
la “lealtad” al sistema político no se trata de razonabilidad de las personas,
sino de la propaganda más o menos leal con la verdad que los poderes económicos
y políticos despliegan sobre la población.
La
gran diferencia entre el Estado totalitario y el Democrático, es que la cultura
ha sido modificada completamente. La épica que no es necesariamente “revolucionaria”,
si forma parte de un proceso importante para darle un sentido a una sociedad en
la cual se tenían objetivos específicos. Construir un horizonte para la
totalidad de la sociedad parecía ser la “resolución” de la cuestión social.
Desde ese punto de vista hubo reacciones políticas de todas las clases donde
las masas tenían un lugar preponderante, la “Tiranía de la Mayoría ” era el
resultado natural de la democracia liberal clásica. ¿Qué ocurre hoy con esta
noción? La tiranía de la mayoría como gran obstáculo convive con un poder
resueltamente enquistado en un grupo reducido de personas que toman decisiones
sin consulta democrática. El poder queda como a lo largo de los procesos
autoritarios y totalitarios en manos del Estado. Sólo que hoy el fracaso de una
política no es como en el pasado, una suficiente molestia para generar su
caída. Con el tiempo, el poder de las ideas para mantener sujetos a los
ciudadanos se ha ido degradando. Hoy en día, la propaganda, el consumo es más
importante que una motivación en particular. En este sentido, una sociedad de
valores materialistas de mercado ha reemplazado utopías anteriores. Esto para
bien o para mal, desplaza el eje. Podemos decir que la “Eugenesia” y la gran
esperanza del diseño de la sociedad se ha abandonado en parte, y se ha pasado a
la administración de la sociedad, y a su gestión.
Lo
que podemos estar seguros es que hoy en día el Estado no puede asegurar ni la
salud, ni la educación de los habitantes, y cuando hace esto en parte lo hace
por medio de la propaganda. Pero esta propaganda hoy en día de “gestión” poca
potencia ideológica tiene en comparación a lo que eran propagandas de otros
momentos de la historia. A diferencia del siglo XX, y de los procesos
totalitarios, los hombres del poder son “repudiados” superficialmente por la
sociedad pero a la vez no pueden contar con el fanatismo de estas para poder
llevar adelante sus planes. El gobierno del mundo puede ser resuelto si una
gran escena total, y en este sentido, cabe decir que este fue el gran logro de
la integración de las distintas naciones por buenas o malas razones al sistema
internacional. El fin de la
Escuela , el fin del Estado, el fin del Partido, son parte de
un fin de la política en los términos clásicos. El esfuerzo del estado burgués
de hacer creíble la democracia representativa formaba parte de su necesidad de
mantenerse en el poder. En este sentido cuando esto ocurrió y cuando la crisis
se llevó puesta la primera forma de democracia universal, hubo un espacio para
el fascismo de Mussolini y del nazismo de Hitler. Las masas no se enamoran de
los líderes totalitarios porque sí. El culto a la personalidad, el culto al
status y las imágenes irreales de felicidad forman parte de ese sustrato
profundamente religioso que impera en las sociedades que parten del capitalismo
o que se mantienen en él. Cabe decir que no se trata más que de problematizar
estas relaciones. Cuando estas son tomadas con detenimiento podemos entender,
que el culto a la personalidad fue tomando parte de una posición y operación
política que en el Stalinismo se dio como una respuesta inequívoca a la
necesidad de la supervivencia del Estado Soviético.
Como
nota final, tomamos partido por una necesaria reflexión del totalitarismo como
un hecho histórico y al papel del psicoanálisis como uno de sus posibles
abordajes. A partir de esto decimos que el fenómeno existió pero que finalmente
las condiciones de su posibilidad han desaparecido, por razones que poco tienen
que ver con el funcionamiento de la psiquis de acuerdo a como lo entendía
Freud.
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