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Un espíritu letrinesco:

Estos textos van dedicados a los fantasmas. Por supuesto que también a la crítica dura, despiadada, popular y ficticia que se puede hacer, intentando emular lo que una industria (porque ya somos muchos) que se dice no cultural, rotulada como Cultura.

Un día sostuve una conversación mentada y negada, negada por que se oye y se escribe en discusión más específicamente, no porque haya una real, sino por la ausencia de una fuerza que lo salve. Barroca experiencia la de escribir con alguien que no sabe que se lo lee o que lo leen o quien sabe qué circularidad.

Toda la fruta afuera de la heladera para que este lista. Pasados de rosca todos los humanos. Ahora bien, ¿Por qué se dice que la propiedad de la literatura es no tener palabras?, lo cual no es más que una especie de aforismo vacío de feria. Algo más digno de un santón hindú que de un ser occidental como es el escritor que prefiere el alcohol a la meditación, debemos primero despreciar, la obra prima. La primera cepa es mirada con desdén porque es ocasional. Ahora, bien, ¿Cuánta fuerza para cagar tan poco? Por supuesto, estamos ante la gente que escribe piecitas de colección. No hay dudas de eso. La locura siempre estaría dada por exceso o por defecto. Al final uno realiza, el peor de sus sueños, rebelarse humano. La miseria humana está allí. Los sufridores y los rompe corazones pululan en el mito superado de los seres insensibles pero aniñados, los infantes terribles. Por algo sí, debemos decir que estamos trabajando con duros engaños. Durísimos engaños, meterse en lo burgués expoliar desde el propio lugar para falsearse, esta es la gesta. Estas pseudo-críticas siempre sirven. El espíritu de la letrina está basado en la fuerza de que se crea que algo tan obvio; como la letrina es un descubrimiento y en vez de sacar la mierda toda junta, se saca de a balde, y se cuida su dispersión. Suerte esta de la contención. Por eso, los decididos escritores de mierda, son más, mucho más, cagan demasiado. El escritor tiene dos tipos de olfatos, el que tiene los dos, es demasiado potente (es decir un maestro), el primero, huele azufre, huele a reflexión a cosa maligna; mucho pensar. El segundo inevitablemente huele la mierda, es el gran buscador de experiencias, y liberador del género humano, el que hace de que las miserias, crezcan flores. Pero claro que esta operación ocurre sin culpa alguna.

Por estas causas, se alguna manera se atiende a un punto crítico. La diversión de nuestros amables sujetos reside en esa voluntad incompleta la cual se entiende a sí misma como un camino individual. Un bello camino, un recorrido, los fanáticos y absurdos, son vistos como decadentes o enfermos. Porque este es el gran credo, un gran credo que ha dicho que no hacer nada, y no decir más que la suma acumulación de la nada misma produce algo. Por eso de las acciones supuestas cosas a emular, cosas que se contaban en el mundo antiguo y sí rían; de héroes, santos y esas hierbas, se llega a las palabras. ¿Cómo decir otra vez? “Me hice un café”. Esto es una intromisión seria en la manera de pensar, distinto es aquel que tiene que decir eso que le pasa de una manera distinta a fuerza de necesidad, es decir de no saber que pasa. Pero en el caso que se cita apenas es una voluntad de cambiar de sustantivo o de adentrarse en el sinónimo. Ese juego que siempre tiene que ser acción de la irrelevancia de tener asegurado los medios de vida y una vida, ciertamente apocada en el gasto. O por lo menos apocada en el consumo de lo regular, porque el amor, como la tragedia, hoy vienen empaquetados en uno u otro formato. Esto al ser híper culturizado a veces lo lleva a la rabieta aunque no vea que la diferencia entre él y su vecino convencional son un par de hábitos. Por lo demás, la mayoría de la resistencia es una mera forma de aclamar la impotencia.

Grandes conocimientos aguardan para los que quieren mirar a los otros, y salir de esta idea. Hay que mover los pies, y hay que salir de esas historias de cuatro o cinco personas, hay que bosquejar personajes en segundos con los errores. Hay que volver a ver los prejuicios. Son ellos la clave sino apenas se anda. Hoy parece de lo más difícil andar, la industria ama estas cosas. Cuando algo es nuevo, reluce y por lo tanto, ellos lo han de vender como oro. Pero…. ¡Cuidado!, mucho de lo que se hunde en la mierda o en el olvido, luego vuelve por un aguzado lector, un oledor de azufres, suerte de magma.

Hay que bajar a buscar las razones y las causas de todas aquellas cosas, y cuando se ve que la esta suerte de letras cada vez quiere ir más por una presa en particular. Casi llama la atención que no podamos dar con esa persona. Indivisible, vista como el artista que no puede y el artista que sí, visto como el escritor que no triunfa porque es demasiado bueno, y esta de alguna manera “pérdida”  lleva a un purgatorio que apenas se puede imaginar. Aunque claro que eso es basura para la generalidad. Claro que estas personas apenas se inspiran y todo cuesta, porque nada comen y en esta fuerza de no poder sentir nada, porque tienen que sentir algo “especial” terminan diciendo nada. Aunque es una nada muy bien tipificada, un trabajo por lo más superficial. El que falta en esas escenas es el loco y el torturado, el que tiene en la cabeza una escafandra para que no lo vean. Con esa suerte, de lo que somos, cuando se es paria de verdad, no cuando se un “tipo bien” que es decir, amado por la camarilla; sino cuando por el contario se es repudiado se logra ver. Gran virtud, la virtud de tener la esencia de la cabeza perforada por un destornillador. El mejor lugar para descubrir el aislamiento es la propia cabeza humana. Librada a su suerte, condensada, liberada de toda necesidad. Es complicado este texto porque no puede despreciar lo suficiente a su lector con una breve descripción de los genitales en reposo de quien lo lee.

La tesis es simple:

“Desde que se asumió que la vida era eso que tenía que ser especial, en un mundo donde la belleza esta dada por quien sabe quién pero con la seguridad de que Dios no existe, las creaciones son solipsistas, ridículas, anti-sociales, y el mejor de todos los puntos, todos los que escriben si no materializan sus caprichos se fastidian.”

Lo especial de los textos contemporáneos, son esa super fantasía burguesa, asquerosamente inevitable. Mostrar y demostrar a raíz de aquello que después de todo se consigue por mérito, el saber desear. Ahora, creo que sí puedo decir que la idiotez está allí, la palabra recurrente de “amor” y “deseo”, señores, santos salvadores de las letras. No tienen razón de ser más que la patética obviedad, si no fueran así no serían necesidades. Es como si alguien buscase, decir de otra manera la palabra hambre. U orinar, es necesario rever lo que es orinar, el que orina por orinar es un ser convencional y repudiable. Tal vez lo sea, porque si tenemos la fe, y el sentido que cuando hablamos de esas grandes palabras lo hacemos para confundirnos mutuamente por eso, el “amor” es un tráfico absurdo e interesante para quien se entregue a la viva manipulación.

Finalmente cauterizados por los mismos medios, buscan hacer del dolor un invento y no ven que la misma esencia de querer ascender por lo notorio, nos hace más evidentes. Molestos andan mucho y entonces sí hacen gala de su especificidad. Grandes especificadotes que buscan su firma antes que una historia. Gracias a dios hubo siglos y siglos de literatura que estuvieron enterrados en otro lugar. Es decir un lugar donde la forma, era una cosa a buscar sin menos que el contenido. Pero hoy la sospecha, es decir; su manera de probar valor reside en decir; ¿No ves? ¿Qué te puedo decir?

Las palabras bastardeadas y asuenes de toda poesía, se posan sobre la nafta para que se las prenda fuego. Mientras tanto los cultores de un nihilismo militante se dan cuenta que nadie ya les resiste, y lo que ellos consideran un absurdo es decir, el aferrarse a la convenciones continua por los costados. Ya por al lado, con la misma vehemencia que ellos, otro creador, “creador”  busca ser esa alma sensible e irrepetible. Bueno he aquí un problema, la mayoría de este esfuerzo se irá al descarte. Si la muerte de las letras esforzadas pudo ser esto, y puedo decirlo más que nada desde un desconocimiento que siempre aporta confianza. Esta manera de buscar una forma de no comprometer nada y que algún próximo del circulo diga, “creo que lo leí”, uno deberá suponer que es por la impúdica complicidad que llevan por la “inmoral” (riamos) manera de hacernos domésticos en el día a día. Todo es una presuposición. Aparentar trágico y difícil suele tomarse como patrimonio mayor que tomar la vida de cualquier cretino y enmarcarla como una tragedia. Por eso, cuesta tanto, y cada día cuesta más, nada de suponer que una libro va ser un libro de mierda, no, mejor es presuponer que se esta gestando un ángel hecho del un látex muy parecido a los forros. Una suerte de experiencia que llevará placer a medias, pero nunca hará por inocularse. Claramente que el que objeta porque ve la realidad, dice: ¡Imposible!, realmente imposible. Bueno, no es culpa de nadie, casi estamos acostumbrados a tener por bueno lo que los otros, los anteriores leyeron y caemos a cuenta de que la tradición no nos sirve íntegramente para una mierda. Claramente que esta es la manera vulgar de decirlo. La manera más propiamente vulgar de decirlo. Ante todo, siempre gozar de una razón más corta e insuficiente que el anterior parece signo de una juventud.

Por eso, todo termina siendo un capricho y hay que asumirlo, desde Sade a Masoch, es todo un esfuerzo. Decir, sí hay que contar las cosas desde la abyecta ganas de cagarse en los otros. En esa “fuerza”. Pero eso molesta, porque creo deben apilarse las personas que saben que la nada esta en todas partes. El delirio queda circunscripto a una especie de noble sabiduría. Por eso, los autores que no quisieron estar tan allegados a esto, tienen como uvas, los mejores vinos. Obviamente que estas toneladas de cosas ininteligibles, podrían molestar a un profesor de teoría literaria a una academia. Ya que ellos deben untar con determinación lo que debe ser, y lo que tiene que ser. Lo demás industria es. Pero hay una pasión que dice que la misma industria es fascinante, esa industria, onírica-erótica-consumista. Aquellos que la liberen, tal vez sientan que tienen gusanos debajo de la piel. De eso se trata de estar infestados de gusanos e ideas. Parece que hoy fuera difícil sentir lo que escribe uno de los demás. Parece que no se molestasen, y eso debería preocupar. Porque la crítica aquella no engendra nada, ¿El gato que es Chopin no se va a morir? Creo que deberían intentar ponerlo en una prensa, la negativa romántica no la neutraliza, sino que hace su balance, esta era; impersonal, circunscripta hasta lo asqueroso carga con la voluntad de tirar a la mierda aquella burguesía que sueña y es triunfante. Aquella otra patria celestial. Porque la edad de “oro” de la novela pasó hace tiempo. Podríamos decir que si no podemos decir bien que mierda estamos escribiendo es porque poco empeño hay en saberlo. Este es momento helenístico del romanticismo, ahora escuelas menores de romanticismo, más bien vitalistas, llaman a la conciencia, expugnando, el sentido del humor más negro. Esta incomodidad es algo que debería fascinarnos, pensar que se esta hablando de la letrina. Del autómata por excelencia, el escritor de los treinta segundos de fama. Esta contracultura, ficticia de escritorio, no es algo que me pueda fascinar. Estamos bien pero vamos mal, para ser el slogan funciona de a ratos. Incluso cuando uno re lee con fuerza lo que ha escrito, entonces mejor si se puede tratar de empezar de cero. Nada de “perfeccionarse”, es mejor buscar la comodidad, sea como sea, y sea con quien sea. Nada de andar pretendiendo cosas. Nada de eso, no se pretende cuando se miente a los demás, se pretende cuando se miente a uno mismo. Sin esta premisa, sin esta premisa que parece anidar en el olvido de los que escriben hoy, aquella suerte de fardo teórico implícito pero imposible de ser desglosado. La inutilidad de esto esta más que determinada, apenas se ríe y eso hace mucho mal. Pero no mal a los cretinos que tratan de sacar las letras, sino a los cretinos que leen que terminan empachándose y sufriendo con que clase de cuco que no existe.

Si este veneno que tratamos de inocular no es dulce, no hay “judío errante”, fantasma que asole a Europa o mercado que lo quiera atacar. Bueno, entonces córtense los dedos uno a uno, porque estamos, yéndonos del teatro a mitad de la función.

Para hablar de “amor” hay que estar dispuestos a bastardear a todos los tipos de amantes, incluso en las imágenes que turban y masturban a aquellos que ya dan al hombre por superado. Y por favor, para hacer anti-arte, tratemos de hacer “arte” primero. Aprendamos a odiar más el medio.

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