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Crónicas M & M:

Si miran un tomate no hallan una respuesta, a menos que quieran un tomate. La crónica puede ser algo similar. Se busca algo se lo encuentra y entonces las cosas ya están dichas. Sin pena y sin gloria.

No hay pesar en contar estas cosas hay veces que por el contrario hace bien narrarlas. Uno tiene un principio siempre dando vuelta, casi se le escapa de los dientes. Hay que leer más para poder escribir, eso dicen. No creo que fallen, hay que tomar las buenas formas y las buenas costumbres, hay que saber de la ortopedia. Hay que tener las ideas muy en claro, muy en claro. Siempre que se pueda disponer de algo medianamente respetable. Una es rubia, la otra morocha, hasta acá parece que vendo cerveza, lo sé. La informalidad de este texto no es algo que me impacte. Si todos seremos montoneros al final. No quiero la opinión del crítico quiero la fuerza del observador desatento.

Una humanitaria, como dije, profesional, dedicada cerebral. Siempre cayendo en perfecto sitio, siempre teniendo la palabra, la institucional, una que se viste como me han dicho como: “Muy mujer”. Ciertamente que debe serlo y ciertamente que lo aparenta. Por otro lado, la otra, fugaz de colores, un pedazo del atlántico en el tímpano del oído de alguien es decir insoportable. Hay que ahorrar siempre que se puede la exageración pero es difícil. Este texto tiene una cierta cota de asquerosidad. Pero eso es bueno y es sano. Porque lo que sobra no daña dicen, pero quizás si lo hace, quizás sobran demasiadas balas en el mundo y por eso se mata a tanta gente. Aunque eso es irrisorio a mi hace reír.

Pero bueno, sigamos. Como decía la morocha. Según mi ingenuidad no era puta, porque esto de la puta y la no puta no importa. Hay gente que se plantea la moral desde el narcisismo. Es más creo que la literatura puede e incluso cuando es mala ser un pleno ejercicio del narcisismo, pero el que hace la autocrítica correcta del texto no dice que escribe mal, sino que piensa en sí mismo, y dice, pienso o siento mal. Ando reproduciendo cagadas. Por algo las lógicas continúan intactas. Este puede que sea un tiempo poco bueno para decir estas cosas, el escritor no trabaja sino que jode. Pero esperen, puedo confesarles que muchos escribirían por un sueldo fijo, mientras que no les rompan demasiado las pelotas. Es la verdad, mejor saberlo. Ahora bien, la morocha, la morocha la tiene clara, te fija y te deseca en dos instantes. Aunque puede que no, muchas veces la vida es un ejercicio de la mente. Eso me hace pensar en noches donde quisiera ser un fumador compulsivo de casi cualquier cosa.

Lo importante es que la morocha quiere, la contra de lo de la rubia. Como dije no quiero vender nada. Pero se me ocurrió que el contrapunto sería más fácil si empezaba por el pelo. No siempre es fácil quedarse en lo más superficial. Por eso digo, una piensa subir y subir, para mi piensa con millones o quizás no piensa en nada de eso. Lo que sí es quiere ser perfecta, la otra porque lo que vengo intuyendo sólo quiere untarse en los peores lugares. La peor manera es la suya, por eso no busco que esto sea escandaloso. Soy una persona discreta, sólo miro como anda chupando las pijas del otro lado de las cerraduras.

Ambas, lejos, indiferentes las dos. Podrían conocerse pero no va pasar. Estas es la clase de cosa donde la probabilidad se lleva todas las de ganar. Algunas veces, se dice que esta suerte de improvisaciones no son literarias, como si dejar la canilla abierta durante horas y horas, no lo fuese. Pero yo digo que si, lo son, tienen que serlo.

La desesperación de un escritor es encontrar un tema del cual hablar seriamente. Ahí se muere el relato. No podemos ser herederos de la oralidad, los que escribimos cosas como estas pero si podemos ser bastardos. Nuestra manera de ser sanguijuelas puede molestar. No lo dudo, uno puede ser horrible en esto toda su vida. Eso es lo bueno, es una de las pocas cosas en las cuales se puede fracasar a perpetuidad. Me interesa ese sentimiento, no ser un genio, ser un profundo cretino.

Las dos, rubia y morocha. Cuan irrelevante puedo ser, pero ambas tienen vidas activas, muy activas, una hace el arte y ambiciona, y monta grandes cosas. La otra, teje con baba, el futuro, busca hacer de acero sus palabras. Quiere ser un camaleón. Las dos son demasiado ambiciosas para un burdo escritor de barrio. Uno que anda por ahí contando las cosas que ve. Pero siempre se necesita oler más buscando ese olor propio de los sudores entre asqueroso, delicioso y subversivo.

La dos, crónica. Lo que no puede estar en un tomate. Les cueto que la historia que les pretendo decir es esa. La de dos mujeres que no pueden estar con gente común y si lo están es por interés. Tal vez es resentimiento. Creo que debe serlo. Lo que si sabemos es que cada una porta eso que muchas veces les faltan a los escritores. Ingenuidad, ingenuidad que es manifiesta en sus planes y en sus expresiones. Tal cual si nos bañásemos en vino todos los días. La verdad siempre me cuesta cara. La verdad siempre me tiene que costar algo. Por eso cuento que las dos mujeres tienen vidas intrépidas. Eso es lo que se supone como les digo es un relato de la distancia. Una buena distancia. Se que sus años están más llenos de cosas que los años de los otros. Sin embargo no hay que conmoverse demasiado. Lo que se puede comprender es que al final, los ojos de los escriben pueden estar muy vacíos. Porque estando en pedo las cosas se ven claramente. Espero que esta muerte a que todos nos llega me encuentre en el estado de clarividencia del borracho, ese buen sentimiento de lo fundamental. Ese instante en el cual las cosas son lentas y poco sustanciosas. Ese momento sublime. Supongo que elogiar el estar en pedo no hace a la historia. Hay una parte sí, sólo estando en pedo un hombre cuerdo puede seguir pensando en esta clase de mujeres ficcionales. Mujeres que no existen más que entre sus dos hemisferios. Sólo por medio de esos motivos se tiene una referencia hacia donde apuntar. ¿Tienen miedo? Cómanselo.

Propongo que seamos un poco desmedidos. Claro que intelectualmente ser desmedido es un ejercicio que ya peca de idiotez. Me llevo tiempo darme cuenta que ser un librepensador no es tan importante, es casi mejor ser un delincuente. Aunque no podría decir otra propuesta que esa. Una M y otra M, esta fijación con la letra, la cual podría ir con mierda o maravilloso no es despreciable. Tenemos que tenerlo en cuenta, la vida tiene esos impulsos que cunden entre lo ordinario y lo despreciable. Sino vean la bolsa de plástico volar y crean que son profundos,  o entiendan por otra parte que les gusta ver basura en la calle.

Hay que tener un cierto sentido de la limpieza. Así se podrá ver lo siniestro. Estas historias urbanas son a medias. No se puede dormir del todo sin intentar sintonizar la radio. Esperando que llegue eso que nos quite el aliento, la noticia fresca.

Me gustaría pensar que una radio, alguien conspirase para perseguir a quien se nos antojara y que este relator nos dijese todo lo que hace. Tal cual si fuese un gran hermano verborragico. De alguna manera se entiende que la crónica de estas dos mujeres tiene un cierto acento. Un acento marcado y diletante. Este es el acento que se nuclear en esa mala manera de pensar que uno puede tener. La gente tiene siempre fantasías a medias, mejor dicho alguna gente las tiene y no son tan pocas. Por eso en nuestra cabeza además de esos seres que nos significan, hay muchos juguetes de toda índole y color que les gusta meterse en nuestras cabezas. De esta manera somos infieles a la realidad. Lo cual es bueno porque en la mayoría de los casos, la realidad apesta. De alguna manera las dos M están prohibidas, prohibidas por la ley que no garantiza una persecución continua sin consecuencias. Prohibidas por el criterio que dice que ellas digan a algunos si y a otros no. Prohibidas en fin por un tiempo y un espacio.

Pero nosotros, queremos seguir sus pasos. Aunque son dos, deberemos quitarnos un ojo y que este siga a una de ellas, de la otra nos ocuparemos nosotros. Muchas veces por estas cosas la gente se queda mal y con culpa. No se puede dudar, muchas veces existe el poema torpe que dice: “Con esa cara y ese culo no se tiene que perder de vista nunca” y eso es algo que a la gente le suena mal. Pero es cierto, tan cierto,  que caminando por la calle, podríamos seguir multiplicando las variables M hasta el infinito. Pero con eso no haríamos nada, absolutamente nada. Quedaríamos vacíos y de hecho sólo hacemos el guió para confirmarlo. Nuestra cultura es hedonista, un culo y el billete aparece. De esto nadie tiene la culpa completamente pero si podemos decir que al final nos queda esa extraña necesidad de no tener necesidad alguna.

Las dos locas, o cuerdas. Andan por allí implorando cráneos desprevenidos. Porque como digo, son como misiles, dos misiles divertidos. Siempre el que escribe, trata de usar imágenes amables como sensaciones asociadas pero eso justamente lo que hoy es imperioso evitar. No podemos pavimentar el camino para la facilidad del sentimiento. Porque si les dejo hacer esto, ustedes llenarían ese espacio con cualquiera. No es justamente el caso. Tenemos que esforzarnos para inventar algo nuevo, una sensación que no sea moda. La moda ya sería una urticaria en la literatura, aunque claro, sabemos que esto será la clave. Hay mucho consumo concupiscente en estas materias. No se puede evitar pensar que todo se perderá en esta suerte de olvido o que será leído con la indiferencia de lo que ya se ha superado.

Ante estas tribulaciones hay que tomar recaudos. Hay que tener el suficiente buen apetito para poder seguir consumiendo pese a todo. Sin duda es el instinto lo que nos hace crueles, en esta crueldad nuestro gusto renace a medida que el estomago se abre como implorando le den bola. Idea cuasi perdida, es la anécdota.

Se supone que al final, ponemos los acentos en los mejores lugares. Las M juegan como dos ninfas, pero son dos ninfas urbanas es decir que salen del agua con gasoil. Porque nada es más bello cromáticamente que el agua con gasoil pese a que es tan contaminante. Toda la cultura del petróleo, la cual nos provee de látex es capaz de suplir esa necesidad que tenemos. Esa manera tan difícil de disfrutar cada instante. Las crónicas de estas mujeres son lo que resulta imposible contar. Allí se clarifica la idea, como si quemásemos la cera que recubre algo. Ambas han dejado, de estar entre nosotros. Porque ya no tienen nada que ver, viven lejos, muy lejos de aquí pero habría que dejar entredicho el punto. La crónicas de ambas.     

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