Se puede a veces uno preguntar sobre la naturaleza de este mundo ya gastado que sigue girando sobre sus goznes. La buena manera, la manera perdida. Es lo que ya no tiene sentido, cada era tuvo su mito. El nuestro, el mito burgués esta desgastado pero no hay quien salga a defenderlo. La miseria hoy toma la forma más excelsa, es el sentido de lo grotesco. Muchas veces hay una forma inconsistente de vivir el materialismo, con ello no pretendemos detener los sucesos. Pero el arte se estrangula, se va ahogando. Es decir que con el tiempo sólo aprendemos a ver el reflejo de un mundo sin sentido, por lo menos para la burguesía. En ese plan las cosas ya quedaron decididas. La mente de quien tiene que ponerse a mirar se acerca al circo y a la crueldad, el artista es un ser alucinado de realidad. Se pone a absorber todo lo que puede, ser hace presa de la contradicción. Esto ocurre una vez que ha terminado de ascender y entiende que su irrelevancia es inútil. El arte esta en la mirada, es ver con un pensamiento. Un intento de un “yo” por decir la realidad es….
La invasión y la superposición van tomando el cuerpo y la mente. La exposición parte de un mundo publicitario, quita al arte el sentido de lo novedoso. No existe ya un gusto definido ya que todo se ha sacrificado al negocio. En esta quimera del comercio no podemos los artistas pensar en acciones plenamente separadas. A menos que entremos en la política. Más no es el caso de esta redención poética, en parte ya enferma de la pose de no pertenecer. La decadencia, muchas veces ausente de dinero, es la que permite ver las cosas sin caer en la fantasía de una mente idealista y libresca. No se trata de pensar los otros mundos a partir de este sino ver y seguir mirando nuestro escenario. Verdadero lugar de lo increíble. La realidad de este arte, es la simple idea del contraste. Barroco como parte de ese desprecio material eterno, consecuencia de una vida inconducente. La gente no teme morir pero si esperar, la actividad que nos emparenta a las langostas es llamativa. El consumo es la manera en que vamos entendiendo la vida.
Primero se vio con la intención plena de la libertad, cosa que hoy se cumple aunque llena de negatividad. El arte rompe, su estela es lo que nos dice lo que paso. La historia, la tendencia, la historicidad hace un nombre del artista. Con ello, el mundo de hoy necesita que el arte viole todas las conformidades que pueda. No hay mito para que el artista no intente conquistar. Así va rebajando segundo a segundo, quitando peso a todo lo que tenía por sagrado. ¿Puede haber un punto cero? ¿El suicidio es posible?
En realidad no, el arte se nutre de la negación de lo que pueda estar pasando. La poesía es la mentira, mentira de la mentira. Su manera de cruzar el mundo es la conmoción. Todo el arte hace presión, todo el arte reclama para sí el mundo, todo arte quiere quitarle espacio a lo que no tenga capricho, dejando en cada paso una marca. El arte es en ese sentido una enfermedad de hipertrofiada humanidad, una declaración de principios. El humano hace arte para ser humano, la poesía es ser humano de una manera de cualquiera que pueda probarse como tal. La idea de la naturaleza reemplazada, la ciencia del sentimiento, la gran fuerza. El icono que reemplaza en cada uno de los espacio a la mirada pura. El arte va forjando las mentes, el hombre que busca a la felicidad esta condicionado por el arte de su tiempo. La tonelada de irrelevancia que busca tenerlo atado no es nada a la hora de vivir, irresistiblemente el hombre se pierde en el mundo del capricho y eso tiene arte.
Ese horror sobre lo humano, ese eterno sacrificio de desperdicio lleva a poner al arte como un oficio que tiene que ser supersticioso. Se está creando la magia de la ficción. Una magia que es capaz de modificarnos para poder ir a buscar eso que necesitamos. Un movimiento que esta por encima del mercado; lo que esta por nuestra nariz, nuestro criterio en los olores… eso es arte. Nuestro gusto, nuestra manera de estar. La realidad de la vida sin este principio irracional y miserable, no vale la pena ser vivida. ¿Cómo podríamos negarnos?
O acaso existe alguien que sacrifique el placer en el dolor, ¿quién podría destruir el deseo? El verdadero artista esta signado de una manera profunda por ese mal sentido del gusto, por un gusto lleno de extrañeza, una genuina perversión. La cual busca pegotearse por lo que encuentre. Ese gusto alterado es lo que obliga a vomitarse una y otra vez para explicarse. La extravagancia llena de lo peor de sí, su miseria su necesidad de gusto. Es algo así como una pretensión hacia el disfrute extraordinario, una genuina insatisfacción. Un tiempo, la redención poética en el momento en que el artista decide hacer, para intentar poner un punto intermedio entre el pensar y el acontecer.
Es decir aquello que lo hace realmente insoportable para tantos. Eso que es sumamente molesto en su biografía es el verdadero acento de su obra. Esta suerte de abortos de la naturaleza, totalmente intratables pueden ser sólo unidos a una realidad por medio de una expresión. Esto es lo qué intentarán en la mayor parte de su vida aunque suelan conocer el fracaso. Viendo todo lo que se tiene que ver, llenándose de lo que se crea superfluo. Sólo con ese sentido se logra tener la percepción correcta. Un mundo terminal donde la gente es plantada en el cemento engendra por error, violentos seres, voluntades con imaginación molesta. Aquí ya no se puede dar paso atrás no se trata de ser o no artista es un peso complicado, es un padecer. Ya se hizo demasiado.
La única voluntad que puede quedar es la redención poética, intentar sacar todo aquello que nos hace parte del infierno. Hacer “obras” poder poner en el mundo aquello que pretende corroernos una y otra vez.
La contemplación final, la verdadera contemplación final, es el silencio y la muerte, el verdadero lugar del arte una vez hecho es el pasado, el museo. ¡El fin!, la memoria.
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