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Un ángel pizzero:

Contar una historia bizarra. Cuando un hombre nace con alas que lo hacen parecer medio pollo al spiedo cuando no vale la pena. Claro que tiene que ser así, cuando los periodistas en balde o en tribuna dirían que es parte de una mentira nacional. No es así, tiene que ser de otra manera. Es el angel pizzero. Le dicen el angel porque es un engendro que le salen dos alas y por eso no tiene remedio. Dos alas que le bastan para levantarse un poco de suelo pero no para mucho más o al menos eso siempre creyó. Tiene que ser así, como digo tiene que ser, el muchacho tiene todo para que le vaya mal en la vida. Sino ¿qué estamos esperando? ¿Acaso amputar sus alas? Si amputamos sus alas destrozaremos su vida, lo poco que tiene por ser distinto. Eso es ser uno solo en el universo, tal vez dos o tres en la historia de los monstruos. Pero bueno hay cosas peores. Eso lo sabe él y cualquiera. No quiso terminar atendiendo teléfonos, no quiso perder sus alas. No quiso morir como “hombre”, es un “ángel”. Un ángel que tiene sexo con mujeres que compra. Lo cual está mal, espera a esa novia que lo redima, tal vez una mujer rana, o una mujer normal, o una fetichista obsesionada por alas. Yo no lo sé. Entiendo que muchos dirán, peor hubiese sido que le hubiese salido un grano en la cara que hablase. Cierto lo sé y lo entiendo. Peor es que hubiese formado parte de algún programa de televisión. Pero por suerte, el Angel pizzero recorre los barrios, un día esta en Almagro, otros días en Villa del Parque, otros días en Once. Viaja en colectivo con un poncho roñoso y oscuro que tapa sus alas. Pero bueno, ¿qué pedir? Sus alas crecieron después de todo en una forma extraña, surgieron de su cuerpo sin más y sin menos. Sus alas eran toda una molestia, eran como un tumor. Pero mientras crecían él no quiso que se las quitasen por miedo al quirófano. Por este terror pudieron crecer esos apéndices que primero mostraron dientes y ahora plumas. Con esto estaba todo dicho no eran grandes cosas eran como brazos emplumados. Era algo horrible y peor que convertirse en un monstruo, era medio monstruo y por vagancia no dejaba de serlo. Nada peor que ser un ser mitológico; hoy en día, si tan sólo fueran de plástico, implantes solamente, la gente creería que es un excéntrico, una moda “extrema” pero no son naturales. Como todas las cosas naturales causan veneración o pánico. Eso es lo que pasa.


Tal vez su vida es parte de un descarte mayor. ¿Habrá asistencialismo para ángeles? Su familia no quería que fuera un vago más. Ya tenía un hermano normal que nada hacía tampoco, ni freak era. Todo era cuestión de inventar. Todo era cuestión de esperar pero mientras tanto el queso estaba allí. El queso es la madre de la vida, la madre de todas las vidas posibles. Bah, eso es una vil mentira, pero hay que creer. Enamorado de comer pizza gratis, empezó a ser el angel pizzero, en una pizzería que se llama el Angelito. La gente pensaba efectivamente que el bizarro efecto de llevar alas en las espaldas era algo de la estúpida publicidad de una pizzería reventada en medio de un universo de pizzerías en competencia. Estas son cosas que deleitan como en un circo romano, lo que no es menor. No puede ser menor. No tiene por qué serlo. Al tiempo que su fama crecía, si es que fama puede ser la suma de las habladurías de la gente que se aburre y que califica a los otros de pobres hijos de puta. Pero eso no fue todo, porque la gente era morbosa, lloviese, hubiese viento o estuviésemos en estado de sitio había gente que pedía su pizza para que viniese volando. El joven angel desarrollaba alas cada vez más grandes. Un marxista amigo le dijo que era la plusvalía lo que hacía crecer sus alas y su habilidad para garpar pizzas napolitanas. No era menor, no era menor lo que hacía. En lo de menos que menos, las cosas se depuraban. Bellos seres, perdedores hermosos. Una pecosa quería encamarse con el angel. No por nada, hacían la estúpida especulación que con unas alas tan grandes, todo lo demás debería ser grande. Así fue la idea de “Leda y el Cisne”, con una pelirroja aceitada y llena de orégano. Una especie de Belle Epoque pero con billetera reducida. Claro que esto es delirante, pero bueno basta que la gente vea pasar al 24, ver pasar casi planeando al ángel pizzero. Si no por nada, va de corrientes a Warnes o a donde sea a toda velocidad. Con esto debe ser suficiente para demostrar su existencia. Claro que un día empezó a volar, llegando a los cuatro pisos. Repartiendo pizzas por el balcón. Con gracia y desenvuelto, algunas amas de casa querían ser infieles con el pizzero volador. Una se desnudo en una terraza. Pero además de generar separaciones a raudales, la banalidad de la vida hacia que el ser mitológico llevase pizzas. Ellas iban volando del piolín a medianoche, iban volando al atardecer. Iban perdiéndose, una se calló y fue responsable de un infarto de una vieja que la vio aparecerse de la nada. Con el tiempo, el volar y hacerlo rápido le dejo ir hasta puerto madero. No tocaba timbre, desafiaba a la gendarmería. Eso es un ángel pizzero, es aparte un monstruo odiado también visto en youtube, la gente no creía en él. Pero bueno, el no quería ser dios, no quería que le creyesen. A él le gustaba volar, seguir el fútbol. Pasar la vida, sin sobresaltos, ir a la terraza de la esposa fogosa. Todo un placer. Nada se puede decir, no se trataba más que de volar y ahora dormir a veces parado en un taque de agua como una paloma gigante. Una vieja le daba un pan lactal entero sin abrir convencida de que al fin las palomas hablaban. En realidad, la vieja sabía que ninguna paloma hablaba estaba convencida de que era dios, y que los domingos Dios hacía y demostraba que el estaba en lo cierto. Los ángeles existen y hay tantos ¡hasta reparten pizzas! Sus nietos y familia la tomaban para la chacota. Pero se extrañaban la cantidad de pan que gastaba la vieja.

Lamento decirles que la gente, la envidia, el dolor, las ganas de afanar pizzas, pero sobre todo el exnovio de una pelirroja; pueden hacer la vida imposible a un ser mitológico. Cuando la vida de la nobleza del cielo, del paladín casi una insignia de lo que podría ser la línea de bandera. Al fin se vio el mismo ante el cielo y en el infinito como Ícaro desafiando la gravedad. Enfriando la pizza con sólo pensarlo, así estaba él en su eternidad. Sin pausas y sin prisas. Este es el juego predilecto ser tan poca cosa, una mosca en una pantalla de televisión. Por eso lo esperaron y lo emboscaron. Conspiraron contra él, lo vieron como lo imposible, como el hecho maldito del país burgués. Como algo loco, como algo que no podría pasar en la capital en la C.A.B.A. Por eso su muerte fue parte de la  fue la pérdida de lo diferente en Buenos Aires tal un libro de aventuras muy mal contado. Su muerte fue parte de aquello, la caída final de un pobre hombre. El fin de una sustancia de una manera de sentir el mundo. Lo mataron desde un balcón y por la espalda. Luego que la pecosa le dejase una marca bucal borroneada de “rouge”. Así iba a morir, se moría como emperador traicionado por cortesanos de alturas que no podrían volar. Sus últimos momentos fueron caer como Superman. Pero claro del subdesarrollo.

La chiquita pecosa gritaba y gritaba de desesperación, ¿podría ser posible? ¿Tan terrible tragedia? ¿Tenía sentido? Su fin fue contra el pavimento, y con una pizza aplastada que le sirvió de colchón. Las plumas ahora quedaban volando desprendidas. Era la caída final, la sangre que brotaba. La pelirroja que bajaba a toda velocidad, no había amado lo suficiente. Esta ciudad no dejaba amar lo suficiente, era demasiado cruel conocer el mundo así. Era demasiado desgraciado, era ser parte de una creación de dioses hijos de puta. Era como ir en contra de García Márquez, tal vez como temiendo ser demasiado amarillista derramar petróleo sobre Macondo. Era todo parte de una escena sin sentido. La ambulancia no llegaba y la muerte del ángel pizzero. Sin luces, sin dioses, si una caravana que con sus trompetas lo viese irse. No eran los santos los que marcharían con él sino los gusanos. La decadencia de la violencia de la casa se cobraba un ser volador. Ella lo besaba con  desesperación mientras aún estuviese tibio. Era parte de la estupidez humana, parte de pasar la hoja. Parte de vivir en contra de la gente. Tenía aquello de lo trágico. Como se dijo se podría haber arrancado sus alas. Podría haber perdido su distancia con la humanidad pero era al pedo. Ahora en medio de un falso popurrí tele novelero cubierto de grasa y sangre, ahora bañado con lágrimas como parte de un bautismo. Un simple ser humano jugaba a ser un dios piadoso. En ese momento empezó a hacer frío en Buenos Aires, algo había pasado. Seguro era el cambio de estación, para los curiosos, para la vieja creyente, para el cielo donde caían aceitunas. Para todos ellos era cabalmente distinto. Tal vez tenía ese sentido fundamental de lo desgraciado. Era parte de una fatalidad. Pero no era tragedia, él quiso vivir así. No era un héroe, era como un curioso ser, un poeta decadente, lástima que jamás cruzó el cielo con éter. Ahora la eternidad, y un ex novio vengativo. Un Dios y otros seres más lo esperarían en ninguna parte.        

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