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La eterna incontinencia de la Ira: (III)

-Las conferencias y el humo-

De los deleites que apenas nos permiten en la vida. Para decirlo mejor en la actividad que suponemos que ha de liberarnos. Para decirlo aún mejor para que sea un ejercicio de erudición inútil. Tanta observación social nos deja cada tanto con una impresión sobre la miopía que nos molesta. Pero eso no es lo peor, lo peor es que de esto se desprenden categorías maravillosas como la del intelectual. Lo cual tiene por suerte que según el momento la especialidad va cambiando al gusto de quien la puede pagar o que generosamente hace la labor del mecenazgo. Por eso debemos tener una cierta sospecha por sobre todo acerca de la labor bienhechora que tiene en la sociedad el intelectual. No podemos más que por violencia que por deporte o por espíritu cooperativo pensando que las cosas son así. Nuestra idea parece ser algo cada vez más complejo con un mundo intelectual que se va pudriendo y donde se observa que la impotencia sobre la organización de la mayoría de las ideas está en estado crítico. Para nuestra diversión general no tenemos otra cosa que la sobreproducción de versiones distintas para tratar de ver la verdad o la mentira de maneras puritanas. La cosa para ser coloquiales es que el tiempo pasa, las ciencias se especializan incluso algunas mueren como la “frenología” al descubrirse que no eran una serie más que de prejuicios y sin embargo los que desarrollan el pensamiento se encuentran ante todo muy tranquilos. Tenemos que decir por el contrario que esa actividad intelectual se vuelve por lo menos paradójica. Ante eso quedan muchas cosas por resolverse, ¿qué ha pasado con todos aquellos que no han sido fotocopiados hasta la estupidez en las universidades? ¿Cuántas cosmovisiones y conclusiones del mundo duermen bajo siete llaves? La ciencia como el incienso del siglo XXI ha demostrado que ha dejado bastante bacante la cuestión por el poder y que su corrupción tiene miras. Lástima que en estos tiempos de la pasión por el lenguaje no se rescate a Artaud y a sus cartas sobre los tres poderes. ¿No es extraño acaso que un mundo que aún dispone de religión se acepte cualquier cosa que venga de un poder? ¿Por qué los mitos viejos tienen alguna santidad sobre los nuevos? ¿Por qué se piensa que un presidente está más a salvo de las críticas que un Papa? ¿Estamos tan a salvo? Tal vez no, solamente hacemos un esfuerzo por sacarnos todo aquello que nos molesta. Hay ciertos hábitos que son un poco perniciosos, sobre la cuestión de qué es producir algo inútil y algo útil. Tal vez por eso se dice que la filosofía sin balas es la que tiene derecho a sobrevivir. El intelectual sin partido que escribe en el diario que dice no pertenecer es de la raza de los olímpicos que pueden servir a la sociedad de una forma muy poco útil. Por eso la guerras de los pelos de las peladas de la intelectualidad se pueden poner muy pesadas hasta el punto lo haría ver Erasmo de Rotterdam o Voltaire de dudar de la presencia de personas pensantes en este mundo. ¿Tan terrible es ver la rapiña y la falta de la sinceridad que solemos tener todos para escribir? ¿Para qué darles tanto aire y mala prensa a una maldad metafísica? Esta es una duda que suele llegar cuando uno se pone a pensar las relaciones con el poder, son su saber contra lo que dice y lo que pretende manifestar. Por eso el poder de un intelectual frente a un mandatario o un dignatario, o un notario o un “secretario” (triste fama tienen ahora los de Transporte) no es menor. La cuestión sería saber si esta manera de producir textos sobre la realidad debe ser imperturbable o si la gente, el público o cómo quieran llamarle las tendrá por buenos o malos juicios. Ahora bien puede que esto nos deje bien o mal parados. Pero no se trata de aquello sino del bodrio de tener que reconocer que en la mayoría de las cosas que pensamos o tratamos de pensar tenemos pésimos resultados. ¿No vemos la crueldad del mundo para con: poetas, sonetistas, pintores, intelectuales de diario, intelectuales para intelectuales, e intelectuales para universidad? Deberíamos prestarle atención a ese olor teológico, cuando los textos vuelven al fin al rebaño de las cosas buenas, bueno es el momento donde pueden ser destrazos por fotocopias. Peor bueno después ellas serán tiradas a la basura y la historia seguirá. Por eso el debate sobre qué deber ser la universidad casi sería un mundo aparte para entender ¿cuál es el papel de esta institución? La cuestión también sería saber si tiene algunas cosas tan bien pensadas tal cual se presentaba ante el ideal ilustrado sino que surgió de algo anterior. Surgió del poder que fueron obteniendo los primeros burgueses por su saber, un saber útil y para nada tan revolucionario a nuestros ojos de hoy. El conocimiento de Aristóteles, el conocimiento de la anatomía y el conocimiento del derecho romano. Piezas hoy de la manera en que terminamos por entender nuestro mundo actual, el conocimiento de Aristóteles para llegar a la idea de que la “democracia” (tergiversada en la modernidad es el mejor de los gobiernos posibles después de las experiencias totalitarias- saltando el por qué de estas experiencias claro está), el orden del derecho en sentido de la propiedad y del estado como el que debe vengar la faltas aunque en la práctica sólo lo haga caprichosamente y el hecho de la anatomía que podría representar el conocimiento del ser humano, el que podría ser entendido desde adentro. El conocimiento de las ciencias humanas que tantas maravillas han hecho por nosotros. Pero bueno debemos adaptarnos por ello, debemos entender la solución. O por lo menos debemos imaginarla.

Ciertamente por eso el cuentito debería ser un poco molesto de tener que ser dado todos los días pero el ingenio de la humanidad, la astucia de la razón puede más y aún estamos aquí. ¿Cuál es la utilidad de estas pésimas “críticas sociales”? si después de todo están mal citadas y por lo demás no tienen demasiado valor. Bueno acá es a donde quería llegar, la filosofía o pensamiento esclavizado a la política o la política esclavizado al pensamiento muchas veces parecen por lo menos falsos problemas con falsas soluciones. Pero eso no es menor, es parte porque hemos cerrado el tiempo a las experiencias que a lo largo de la historia iba mostrando el conflicto. En este sentido hoy si tenemos temas delicados incluso para la gente que no la pasa tan mal y sin embargo hay poca voluntad de cambio. Después claro está estarán los supuestos defensores de la democracia y del estado actual de cosas, sin definir qué es la democracia y qué es el estado actual de cosas. Pero bueno esto es parte de la vida misma, es parte de cómo se viaja por ejemplo en subte. Si no fuera por el sentido del humor o del entretenimiento que nos depara la telenovela el mundo sería terrible. Muchas veces cuando se hable en este tono parece un reproche amargado pero nunca menos. Hay que aceptar las cosas como son, es peor en parte cuando se desprecia y se cree no pertenecer al círculo de la gente que jamás mira televisión y que jamás viaja en subte cuando no es así. Lo importante es que para que tenga algún sentido pensar estas cosas no vale poner la ciencia por delante de la política, eso lleva siempre al pesimismo. ¿Qué pasaría si la ciencia hallará la solución indolora de las cosas? Esto es parte de una terrible utopía una nueva, una muy nutrida de tecnocracia que busca soluciones en cifras y en números pero que no tiene en cuenta las ideas y las creencias de las personas.   

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