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Another “paseo” por Buenos Aires:

El espacio y las ideas se habitan. El mundo se hace mundo y memoria pasando por él. Hasta aquí casi una serie de estupideces concatenadas. En síntesis algo más y algo menos de lo que puede creer cualquiera. ¿Qué es recorrer? Sin hacer ninguna genealogía es en parte pasar por lo mismo lugares ya conocidos por fuerza de algún destino que nos parece extraño y que nos mueve de manera extraña tal cual si fuese una película de terror. En fin una serie de ideas entre deprimentes y el clásico aburrimiento. Entonces sí como algo largo como un helado que se derrite, como una constatación de la existencia al sol. Tal vez se pueda decir más pero no es el caso ni hay necesidad. En todo caso se trata de otra cosa. Pasado un buen tiempo podemos decir hasta por buena voluntad cómo se dan las cosas. Un parte de Buenos Aires es un cartón recortado sobre la idea de la ciudad tal cual lo que se muestra al turista o lo que se dice o se pretende que es. La otra es la idea de lo vivo. Entre grises, crisis y escupitajos llenos de sangre la idea sobre qué es buenos aires se torna complicada. Pero no hay que temer demasiado. Lo que pasa es que un hablar atolondrado tornaría las cosas incomprensibles. Sin ello debemos partir entonces con los talones invertidos. Ver por ejemplo la diligente cucaracha que con el calor cruza la vereda en medio de la noche, o la rata que siempre sabe a donde va. Tal vez el que recoge la basura y la tira mal. Estos son los personajes, más propios por impropiedad de la ciudad. La copia de lo francés y de lo inglés se suma.

El calor es algo local como el río, o el pasto que va creciendo en cualquier parte. Los comentarios sobre la policía corrupta sí son parte de la estirpe universal pero además son parte de lo local como un bello parche que se agrega. Los turistas muertos, la histeria mediática y la apoplejía de la funcionalidad también se suman. No obstante Buenos Aires puede enamorar a fuerza de su posibilidad de su promesa y de su injusticia que no diviniza sino que tiraniza por medio de la fortuna. No creo que me valga de una idea terrible para decir que vivimos en el peor de los mundos. La Buenos Aires del Apocalipsis sería un chiste cruel. Debe ser que nos cae la manteca derrita del techo. Desde un puerto inútil que hoy tiene bellas residencias, nada se deja al azar. El caminar por Buenos Aires es un ejercicio de memoria y de imaginación. Tan así que podemos decir que el mundo tendría que pensar que hemos fundado una Roma. Que es amor. Un amor que es parte como dije de una falta de respeto para nosotros mismos con una cabeza gigante que todo lo escupe para bendecirlo que dice que todo va mal pero que puede mofarse. La capital ha sobrevivido mofándose, y esto tiene que ser orgullo para sus habitantes. Después si existe la gente que quiere o no quiere crucificar a Fito Páez pero eso es otro cantar. Por esto debemos ser cuidadosos de no mostrarnos como “porteños”. La maldita suerte ha hecho de nosotros un estereotipo. Lamentamos que la gente no sepa que tenemos barrios como Parque Chacabuco. Lamentamos que la gente no coma comida barata por la calle. En síntesis lamentamos que el turista no pueda huir del Bus que lo lleva a lo mejor de la ciudad. Por estas razones deshacer la cartografía con las manos como si fuera un romance que termina muy mal es un lujo. Hay que hacerlo de la manera correcta, hay que vencer las resistencias. Las ciudades en parte son todas iguales y distintas de todo su exotismo. Entonces, en el medio de una tarde luego de pasar por calles y calles, todo lo que hacemos tiene un sentido. ¿Quién desperdicia más Buenos Aires? Tal vez el que sólo quiera estar a salvo de ver lo bueno que ella tiene. Por lo cual tenemos que decir que las cosas se nos presentan como en medio de un mareo, la bondiola es existencial. Claro que no todos entenderían lo que es la bondiola, porque no todos los humanos creen haber nacido para saberlo. He aquí el menester de recorrer la pretendida guerra civil humana entre la civilización, la “rejarización” (vocablo para hacer entender que a todo le ponemos rejas) y la barbarie. Ejemplo uno caminando en ojotas medio rotas, o chivando sin pausa bajo el sol en medio de un colectivo. Cosa que no siempre forma parte del turista, viajar a las seis de la tarde con el montón de gente eso es más Buenos Aires que el obelisco. Aunque es claro que también eso lo pueden tener en cualquier ciudad. Aunque también hemos decirlo entender dónde vivimos y como nos desplazamos en el espacio sería la carta de la victoria para cualquiera que quisiera pasar por aquí. Ahora bien si se trata Buenos Aires o no del pancho que se puede desmenuzar con la mano aquí ha de estar nuestra interrogante. Nos hemos de disponer de tal manera que habiendo comido de todas las clases de comidas, no creamos que hemos sido elegidos por el contrario debemos ir rondando con el hocico las veredas entre aromas tratando de evitar la mierda. Siendo así tan natural que tengamos que recorrer siempre con muchas precauciones. Aún así tratándonos con desprecio  jugando a la Buenos Aires del siglo XXI, viendo el tren General San Martín como un glaciar que se muere. Aún así como Cristos sin fusibles y al gas con coronas que no pinchan pero sí con ampollas grandes en los pies. Tanta dilación entre cruzar calles, así es Buenos Aires. Sí, recargadamente devorada por lo colores. Tal cual si fuera una imagen que se pierde en la neblina desde publicad hasta política, hasta la paja. ¿Por qué no? Tiene algo de impertinente un punto en el mundo que se olvida a sí mismo. Tiene algo de morfina en bajas dosis, tiene algo de gagá. No por nada, la gente que se ha quedado aquí disfruta de esta suerte de lotofagia. Ahora bien quien sabe de nosotros sabe que somos monstruos devoradores de la narración. Hoy día en la propia idea de memoria y de relato en la paranoia de las letras. Hemos hecho de nosotros, los paladines de la ficción. Borges vive pero vive en Buenos Aires y así hemos llevado su peso a todas partes. En todas partes gravita la idea de infinito. La idea de lo que debería haber pasado. La idea del mito, la idea del tiempo. ¿Quién se devora a sus hijos? ¿Quién les pone aceite en sus corazones? El sol termina por ser un foco inútil. Cargando y descargando basura, Buenos Aires puede decir que tiene mucho de capitalismo. Sí esperando, por ejemplo viendo comer a unos y revolver a otros. Escuchando Jazz en algunos casos de fondo. Entendiendo mucho de lo que pasa. Viendo los muros como distintas formas de discursos sobre la devastación. No por eso debemos entender que la vida y la muerte es poca cosa. Entender Buenos Aires, poder hablar fácilmente de Bolivia, poder contar recorridos tal cual si fuésemos la bella Constantinopla. ¡Bello Amanecer! Somos un chorreo, un justo chorreo. Y a la vez un “choreo”, pero nuestro léxico partido tiene mucho más que ofrecer. Cada sector de la ciudad ofrece una línea de horizonte distinta. Cada lugar trata de vender las cosas a distinto valor. Tomar cerveza barata anticiparse al más allá. Todo esto tiene un sentido de lo épico con fuerza particular. Tengo que decir que los errantes de la ciudad son los mejores. Tengo que decir que nuestra sensación de la poesía como lo crípticos aunque a veces nos hace eco en los palurdos oído conlleva carga.

Pero bueno debemos inventar el mito de la ciudad cueste lo que cueste, debemos mentir con entereza. Así sólo así podremos ser nosotros. Podremos serlo de verdad y no de broma. Entre tanto nos secarán como lombrices. ¿Sonríe sin duda el creador? ¿Cómo no habría si fueron miles de ellos? ¡Ay! Que bello es sentir el espectro por todas partes. Bello sentir criminal. Bello sentir que no sabe acordarse de que esta es la ciudad que supo elegirse verdugos a medida para destrozar la Plaza de Mayo. Ciudad compleja. Ciudad extremadamente compleja. Ciudad donde la parrillita con al hamburguesa puede surgir en cualquier parte. Ahora bien, esta ciudad que tiene su río donde los muertos no gritan. Que tiene su estancia desaparecida, la del “terrible Rosas” seguido por el terrible “Sarmiento” (qué apellido justo para corregirnos.) Este mundo lleno de historia, donde recorrer al azar es divertido. Entre los muertos ilustres de la Recoleta. Ha saber el mundo tiene demasiados problemas para seguir huyendo. Ahora bien podríamos decir demasiadas cosas de este lugar. Creo que seguir este estilo es ser fiel a Buenos Aires. Es fiel a poder encontrar una revista Humor sin tener que pararse a mirar demasiado. Es fiel a la guerra es fiel a los chamanes de televisión. Es fiel a la gastronomía, es fiel a sus periodistas erráticos. Tiene que serlo.

Ante todo es fiel a las contradicciones. Ante todo recuerda que siempre hay posibilidades de toda clase. Es fiel a las caras de todo tipo, es fiel tiene que serlo a la angustia de olor por la falta de marihuana. Es fiel al odio que está representa y que comprime tanta gente. Es fiel a la contradicción de la Iglesia y el estado, es fiel al color de sus pieles. Es fiel a su terrible historia que continúa, es fiel al escozor del glifosato. Es fiel al avisón, presto a abandonar el destino. Podemos rendir pleitesía entupida a esta ciudad. Podemos decirle al mundo que en nuestras paredes se alternas los términos, puto y capo. Una y otra por vez que se tacha. Podemos decirle que la imprenta de los pueblos son las paredes y a veces hay aburrimiento entre nosotros. Podemos decirle también cuánto hemos de disfrutar de la irrelevancia. Podemos decirle también que alguna gente cree que estamos mejor que en otros lugares. Tal vez no seamos un lugar. No temeos porque serlo, tenemos si que saber que el desprecio es parte de esos que creen que viven en algo tan rígido como el acero y que termina por ser una galletita de agua. Cuando se rompen la cabeza, las ninfas capitalinas, rezan, lloran, mean o tiran flores según el grado de soberbia del sujeto. Bello reloj que se devora así mismo en ausencia de cultura.

Queridos comensales deben saber que eso se trata después de todo esto es ver posarse a unos ojos pálidos, de azul mortecino en medio de la ciudad en vida y en vilo de un eterno romance. En esta idea de un estomago que se comprime. Es un gritito anatómico perfecto. Sí es esto que tiene ese gusto a queso con salame. Es esto que algunos quieren convertir por la metafísica, ¿Qué significa caminar Buenos Aires? ¿Hacia donde hay que ir precisamente para tropezarse con ella? Buenos Aires supo tener prostíbulos para marineros, Buenos Aires supo y sabe traficar mujeres para nuestra deshonra como una bella cicatriz. No mucho podemos pedir a todos estos percances que antes o después generan estas cosas. Todo es como la cerveza. Como la cultura del bar. Todo es como después de todo la indeferencia ante la muerte. Estas son las historias que más o menos van condensando el panorama. Tenemos la bella ciudad, la concentrada metrópoli que se desgasta sin cesar. No podemos huir entonces de su sentido, ni de las malas letras, ni de las amenazas de muerte. Ni de las promesas de violación, ni del destino trágico y violento. No podemos huir del sentido de las cosas, no podemos huir, no deberíamos poder huir. Aunque tengamos siempre más perfectos seres que todo lo saben o todo lo ignoran y dan igual. Pero no interesa, porque esta ciudad debe ser inventada por todos. Hasta debe ser inventada por aquellos que deben hacer la redención de asesinarnos. Debe ser en realidad un espacio para que un entre inventado decida por nosotros. Muertos en vida, y al fin y al cabo nada mejor. Así como se come tal o cual bondiola, porque comer bondiola sí comer bondiola es un milagro. Milagro que no es poco, pero a veces se acaba con la propia ingesta de la bondiola. Se acaba con los compromisos, se acaba con el entusiasmo. Se acaba con la idea directa de buscar la manera de zafar tal cual si fuera, caer por la ventan y aprender a volar. Debe ser parte de la vida futura, en la Buenos Aires inexistente, donde los amores y amigos duran para siempre. Donde la gente no se caga cuando las cosas van mal, un lugar donde los insultos no existen, donde no hay gente que sueña con cagarte a trompadas. Un lugar en suma donde escribir cualquier cosa es criminal. Este es el paraíso, pero ahora en el corazón de un poco de petróleo y piedra. ¿Qué hacer? ¿Qué más hacer? Balbuceando como un impulso hipócrita y asqueroso. Viviendo del derrame, aunque la muerte y la mierda se mezclen la con la savia y la saliva. No pidamos un pesimismo de lúcidos, la muerte como un petardo podría llegar a nuestros oídos. Sí al fin y ponernos en sobresalto. Nosotros chivados, nosotros sin sentido de la responsabilidad. Nosotros los que creemos que somos tan libres que pensamos que las villas no son campos de concentración. ¿Quién mierda le da poesía a nuestro destino? Un día tenemos el beso del poder, y ese día estamos muriendo. Ese mismo día en que aceptamos que nuestra es nuestra vida, sentimos una especie de espectro que es delicado como un mosquito. Lo mejor de Buenos Aires en parte son los muertos y no los zombies. Los esclavos no son zombies son esclavos y para peor la mitología prefiere soñar con que no piensan. Pero viven, todos viven aquí, los duros y los blandos, los que saben sangrar, los que saben escupir, los que saben hacer poesía, los que pueden saltar el molinete ¿por qué no? Dicen que hay un cuadro que reza, ¡Hoy Jesús se presenta en el Luna Park! Nada más y nada menos. Mientras tanto el rezo es al poder de turno, ¡San poder, san poder! ¿Llegaría el día en que deje de temer? Un abrazo con aroma a sarcófago a veces nos distrae. Si el verdadero Buenos Aires como la mujer infiel, con poderes extraordinarios, y si, cada cual hace lo que quiere, algunos la arruinan, intentan sin duda asesinarla. Otros sin duda la lloran la recuerdan tal cual cuando las quería. Ahora bien si lo pensamos el ser humano no puede escribir en completa seriedad lo que sus propios excrementos le dejan. Ni la pulcritud de la tinta lo deja, ni el sufrir por sufrir, ni el gozar por gozar. Buenos Aires es como el ruido de las monedas en el tarro de un ciego que lo motiva a pensar cuánto ha ganado. La cuestión siempre es como una música “maravillosa” y sí hay mitos aquí de todos los que creen que tienen razón para poder vivir con ganas.

Dorando la píldora vamos a llegar al mundo donde todo lo que se piensa tiene sentido. Ahí esta su profundidad. Mejor sería vivir hasta el último día ebrio. Y medio muertos tal cual estamos ahora. Nadie puede hacerse con la ciudad porque nadie puede hacer con la multitud con las creencias de la multitud. Un gran Otelo, un dios, un dios medio estúpido, un dios medio estúpido y además hipercrítico. Un dios además de cabeza dura, soberbio y estúpido debe haber soñado con tal destino. Ese de crear Buenos Aires. El que la odie, o la ame, el que odie al autor. Resaltar como infeliz, como una cosa embadurnada de manteca. Como una especie de sexo salvaje, como la peor escena de sexo jamás descripta cual si fuera el éxtasis. Sí destino de poetas, cuna de las imbecilidades almibaradas. Maneras de pensar la miseria, maneras de poner los propios cachetes contra las nalgas. La suma de la paranoia, la manera de ser turista y mesías, hasta de ser revolucionario desarmado. De ser un completo estúpido e incosencuente que cree que se compromete con un pasado que siempre cambia. Por esta razón es que debemos tratar de morir jugando a las cartas, siempre tenemos un ganador de ganadores, un varadero chanta con las llaves del cielo. Aquí no se trata de creer o reventar sino de ir reventando para dejar el torpe oficio de creer. La gente fascinada por pensar, que al fin si el calor no la mata otra cosa podría hacerlo lo haría hasta estimulante. Esas miradas de odio o perdidas, eso también súmenlo. Otros podrían decir que el confort donde la muerte conspira como un susurro con líneas y geometrías blancas con luz que no parte la cara. Así debe ser el cielo, el cielo del consumo. Por eso Buenos Aires tiene gritos y partos, todo el día. Ahora bien si el destino nos lleva como una gran patada en el culo a Miami, si el destino hacen decir que somos los “cristianos” del nuevo siglo, los despreciados por toda constitución fuerte. Los que tenemos el deber de olvidar, los que tenemos que pensar la historia de manera burda y hasta ridícula, los que debemos ser caretas de sol a sol. Los que debemos pensar que los otros si se creen en lo que andan pensando. Debemos pensar que no estamos solos dando vueltas como idiotas en círculos, que los círculos, las vueltas, los fariseísmos morales valen para algo. Debemos pensarlo, debemos persignarnos como si fuéramos santos padres. Tenemos que dar aire, tenemos que poderlo tomar. Entonces sí habremos paseado por Buenos Aires aunque sea en la imaginación más estúpida y esbirra que se puedan imaginar.  

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