Ciertamente digamos que llegado a cierto punto, hay una
cierta pauta, cierta puntuación. Cierta no publicación, cierta no fama. Cierto
no estilo, cierto, “etc.”.
Como muestra del campo santo, como presencia de la
filarmónica sonando. Como una mezcla interminables de pastiches, como quien
pensará que la escritura automática casi que se “toyotiza”, acto de vencer el
bestialismo de una reproducción de vencer el novelo círculo de las novelistas
lúmpenes. Mientras menos se tiene, menos se piensa, pareciera que hay algo de
originalidad pero ante todo es falta de oxígeno. Estas son las pobres guerras
que han quedado como si tratara en suma de un chicle que se pega en el teléfono
sin decir nada. En el país…. “Donde la serenata para presos asusta a los
periodistas”, en el país
donde la “entradera” es resumida por Barcelona en nalgas turgentes, en
nalgas apetitosas, y un coro de pistolas. Todo pasa allí, donde los romances
crecen en ranas que deberían tener cuerdas vocales. Donde ingleses disfrutan de
tradicionales guisos argentinos sin saber que son argentinos. Metamorfosis de
gusto culinario, y armas nucleares en el atlántico sur. República de la soja,
manada de cosechadoras trilladoras. Mundo de la recolección de basura, de la
lucha entre la recuperación que nunca cesa como si fuera la segunda naturaleza.
Entonces sí, entre los escritores del veneno propio, y aquellos que escriben
por la experiencia del veneno recibido.
Ciertamente que por, por estas venganzas por estas pasiones
de jardín de infantes en suma, por estas formas de la escrituras, por estas
mierdas, por estas no ganas de vivir. Por estas maneras en que se dice que se
escribe desesperadamente cuando los huevos reposan en tranquilidad sin
alteración alguna. Por todas estas causas con su profundidad del delirio, por
estas personas siguen buscando el “branding” Borges, esta especie de franquicia
de lo que no son muchos escritores. En fin el mundo bajo, el gusto por las
letras. En todo esto hay cierto latido en decadencia. Una suerte de mala
consecuencia, como siempre inevitable y parte de eso que genera el odio. El
rechazo, la flacidez, en el peor de los sentidos. La distancia, la separación y
la intensidad en la manera de tocar un piano.
Ante esto lo que queda es la carne, casi como empanada o
como coger, sin sentido aparente como ese pudor versus el amarillismo, como la
guerra entre amarillos como Van Gogh con sangre es decir genuinamente
esquizofrénico. Con frescos de colores entre holandeses y españoles, como santos,
y putas ya yéndonos para el lado francés, abandonando la imbecilidad, es decir
abandonar la religión por lo menos en su manera para jardín de infantes y pasar
a la gastronomía incluso para el ecumenismo. Ahí están las vísceras del amor,
de la vida, de la mujer perfecta. A la distancia en el más perfecto mármol la
manada de modelos a la cual el seminarista y estrabismo jamás puede llegar. En
estas condiciones escribir es contra indicado, porque escribir puede ser el
arte de o denigratorio y suelen ser muchos simios genuinos ausente de buen
gusto los que escriben. Pero nadie se pregunta por la dieta, por la dieta del
lector. Esta obsesión por el olor, que va desde la profundidad del olor a
mierda, que puede surgir de la cloaca al inodoro donde “inocentemente” alguien
deja el recuerdo de que algo había comido. Por todo esto, como el frío que
puede calar los huesos ante mujeres que no se abrigan las formas del escribir
son complicados. Como son las formas del amor. Algún día vamos a inventar una
palabra mejor, menos posesiva, menos religiosa, menos histórica hasta tanto
habrá solo equivalencias. Nadie puede dormir sobre pilas de huesos, reales o
artificiales, o al menos eso se dice aún. ¿Será que la memoria es devorada por
la novedad como los gusanos crecen con fuerza y deliciosa expresión para la
mirada?
Hay que pensar que sí, el enamorado del amor, el adicto a
las adicciones y esta farsa de chamanes del siglo XXI. Podría ser mejor,
entonces a micrófono abierto, aparece el villero, aparece el “luchador digital”,
termina surgiendo el revolucionario que no tiene para la mecha de la bomba. Sin
atormentarse sin tener que andar con un sorete que no se termina de caer por la
media. Sin eso, sin esa voluntad sin matarse por resaltar. ¿Será que eso es lo
que pasa? Desayunos vacíos sin respuesta, loritos que se perfeccionan, casi
como grabadoras, expresan que saben la historia oficial, provenga de donde
provenga. Tantos loros, tanto olor, ¡como cagan las aves! Pero no pueden cagar,
porque no desayunan, ahí están sus patitas alineado, débiles, no pueden dar con
un churrasco nuevo. Repiten débilmente una serie de pautas. Sus cazadores, los
que piensan que son parte más o menos repetida de la farsa familiar los esperan
para hacerlos al spiedo o para ponerlos en jaulas. ¿Quién llora por los loros
humanos?
Digamos que la gente sabe criticar mejor que lo que las
personas, los seres humanos hayan escrito jamás y esto exponencialmente vive en
las críticas escritas, todo lo escrito parecer tener menos pasión que el alarido
reciente y ardido. Ciertamente este es el universo circular en el que vivimos.
Entonces sí, un placer y un dolor. Cualquier cosa, de malos escritores, de
escritores de mierda. Ya no solo el bastardear el papel sino hacerlo para
siempre. Un chanta, un tiro al aire, un mal parido. Pero sin frío, calor de
cucarachita. Sudor, y si fuera algo cándido diría “sudorcito” pero clero que
los diminutivos van desde la ternura hasta el terrorismo sentimental, el cual
como todo terrorismo busca movilizar por medios poco claros. Claro que el
mundo, en su mezcla como un chicle donde se pueden ir sumando cigarrillos y
clavos; termina por ser parte de una confusión. Enamoramiento de lo que
decepciona. La cara semi-masacrada. Confort versus colonial presión por la vida
“buena”, no poder quitarse el oliva de la ensalada. Esas distintas, ¿acaso no
podemos consumir mejor? Casi no se puede pensar, entonces se traga cerveza. En
medio de la pluralidad, los cuerpos siempre son novedad, ¿Es cierta esa
angustia? Hay veces que sólo parece un mero entretenimiento frente al gran
enemigo el aburrimiento. Como su guadaña el no tener qué, el no saber qué, no
deja como ovejas lobotomizadas, si sabemos que entre lectores puede haber
desprecios infinitos y que no hay gusto ni oficio para hacer una no-ficción
desgarradora, especiada y de calidad. Entonces la interioridad y todos los que
la repudian.
Filosofía de recuerdo de sabana, la vida pequeña, la épica
que se bastardea con la “fuerza” de los “idiotas”, y la épica, donde siempre
existe el que se funde bajo el sol para hacer algo que la historia, llama
historia. Ese sesgo, ese observar el culo entre la aglomeración y la cámara que
sigue el rebaño que sólo vale la pena por su perro pastor. Este es el cenit de la Democracia , donde
toda manifestación es filmada pero no el culo que vale la pena en medio de
ella, donde los ojos, las caras, las expresiones, los bailes, el alcohol, las
peleas, los puteríos en la multitud, quedan disueltos en su manifestación. Ahora
bien por esto y para esto, hay popes de todas las clases, como la indigestión y
los gases cubren como cortinas de humo todo lo que existe. “¿Qué haría nuestro pobre
corazón?”
Tal cual si esto fuese poco, tenemos la bella idea de la
profunda contradicción. Huesos rebanados y picados sin problema. Sin pensar que
el mundo tiene que ser antipático, y además con paz y tranquilidad. El
torbellino es excesivamente romántico, tal cual si la poesía fuese un dios.
Pero este dios, inexistente su apátrida y errante sentido de la apatía, la
ridiculez de un historicismo redentor. Las colillas de pequeños burgueses que
se entierran en los ojos de vivos y de muertos. El paseo dominical, la
experiencia de creer que el vida, monocromática y monogámica lleva alguna
parte. Así en los perfiles más obvios de la ciclotimia, Cronos goza devorando a
sus hijos, usa su piel de forro de muebles. Pequeñas caras son testigos de la
experiencia universal de la superficie irrelevante. Fotografía al fin que
permite deleitarse, que permite bucear donde la contingencia no puede. Es una
flor de acero que corta, es una flor que una terraza ayudará a un suicidio. Es
una perfecta inutilidad, un desafío al contexto. Eso es la fascinación criminal
sin fin. Es la filosofía del convaleciente que tiene algo de enamorado de la
libertad descabellada de imposible. En todo enfermo contra hecho, la imagen se
hace mejor, el sentido tarado acierta al blanco sin duda. El testículo de toro
en la mano como el versículo, el incienso de la autoestimulación perpetua.
Imágenes que niegan la muerte por su propia fugacidad, la mugre de las uñas con
mayonesa.
Esta es la mezcla de la idea del “amor” con lo mortecino que
no es suicida. El que sabe ya ahorcar al pollo, el pollo que sigue sin saber
que puede ser ahorcado. El que fabrica el pateé destrozando al ganso, el que
sabe que el pateé no debe tener venas ni grasas que simplemente debe ser este
pato sobre torturado, este pato santo, este pato mesiánico. Toda esta en la
mesa, como en la cama, la sábana y el mantel sólo alteran una parte del plano
de la intervención. No se puede entregar nadie a la muerte si hay apetito
incluso si hay apetito de miseria pero si hay apetito, todos los desafíos son
posibles. Cada joven esperanza diluida en azúcar chocolate, confite, familia,
recuerdo, hilachas de desesperación de la envidia, dolores corporales extremos
o escasos, salud y enfermedad, disfrute conmocionado de la primera experiencia
de la muerte. Ombligo celestial, con bellas torres y a alabardas,
neo-modernismo. Discurso para cobardes que mandan a matar con robots o pobres. Gigantes
que usan misiles de mondadientes, trovas populares que dicen verdades que los
ecos de los cañones no pueden escuchar.
Pandas que se enfiestan para el porno, candidez. Deseos de
delirio, necesidad de dulce de leche. Mezclas infames y claras, cancerosos
abundantes por pesticidas. Moscas que se muestran bellas porque su naturaleza
es más apta que la nuestra. Imaginería monstruosa que se hace estúpida película
de terror. Imbecilidad hecha musiquita para niños y no tan niños. Violaciones
de ocasión a los domicilios. Es decir terrorismo literario, Robespierre
mezclado con Disney. La guadaña que baja una y otra vez, la pasión de que cada
guerra deshonra a los anteriores “caballeros”, el oficio de matar, de pintar,
de escribir, de hacer un diamante. El oficio de explotar a un menor,
monstruosidades que escalan y se vuelven rancias como la crema, la leche y la
manteca, que pasan de saladas a avinagradas, que se vuelven contra todo sentido
del gusto. Que no forman parte de la tortura por desinterés. El submarino seco
para los libres pensadores para los naif, para los que no pueden pagar el vicio
del alcohol, para los que se quedan cortos de merca. Para los que alternan su
relato varias veces, para los que siguen a Keats, para los que siguen contraindicadamente
a Byron.
Estas cosas del oficio de churrasquear de manejarse en el
puro estilo bíblico, el que no sigue la novela negra donde el burgués piensa
desde la comodidad lo peor de la sociedad que no quiere pertenecer, el justo
arbitro debería llegarle la ola de mierda. es más en ciertos casos, la misma
idea de la tortura hecha carne en la conciencia termina por hacer creer que el
padecimiento no es tan malo. Mientras más esfuerzo por tener lucidez, menos
sentido de pensar, y propiamente un gusto por comer la mierda, “Lluvia Roja, Dorada y Negra” ¡Pobres de
los metafísicos que sueñan con simbolismos!
Los regentes de la
paciencia inmaculada, traen barbudos que hablan de paz cuando la psiquiatría
podría compensar el no poder renovar el auto. Empestillados con pastillas para
los que tienen paz, y paqueados para los que no tienen nada que perder. El uso
de la gillette abajo del párpado, hiperrealismo drogado, de difícil lectura,
principios de un escritor gris.
Bella utopía de la mascarada, en un mundo de pura imagen y
de pornografía. Si alguien piensa en sentido del que duerme en la calle y que
de frío puede morir su anonimato importa, ahora bien el que resiste en cierta
manifestación si su cadáver se tirase al río su familia buscaría dos veces. La
pobreza extrema en su candor, en su extrema inmisecordia, va borrando humanidad
todos los días, y nos dicen que es negocio hablar de eso. Como si fuera negocio
pensar en el chino que quisiera hacer otra cosa que ensamblar consoladores
todos los días.
Se llega entonces a un punto irreversible entrevistos
personajes; el amor, la gente, la birra, los barrios, las decepciones. Se llega
y no se quiere volver, sin ganas ya de inventar nada queda creer que hay cosas
por hacer de acuerdo a ciertas pautas o la plancha… (Flotar entre cloro y el
meo si es afortunado) , un poco útil lista tengo yo de un pasado incierto, de
una fe medio ramera, medio traidora de sí misma. Por esto que queda como
sustrato y como descontento. Sí es así, y para peor, el mundo seguirá en su
delirio, rococó y burgués. Mal escritor eres y mal escritor quedarás. El
liviano sentido de las cosas, el no tener qué pensar. No hay obra, si hay cosas
escritas. Si hay divertidas instancias. Es cierto que todo humano se puede
odiar. Así qué más da. Si las personas terminan hablando de mujeres, o de
perros, de hot cakes por algo debe ser. Hay cierta ternura demodé en ver
Cosmos, Carl Sagan, ciertas ganas de ser pendejo otra vez, ciertas ganas de
pensar que las tardes van matando algo que se puede desperdiciar. Todo eso me
hace pensar en el tiempo que ya he gastado en escribir en vano. He escrito
mucho y mal, un error que se nota es parte de un heroísmo difícil de entender.
Yo lo sé, mis enemigos lo saben. Incluso los que deben ser
“buenos”, o “mejores” pero me libre hasta de la patética a impulsiva manera de
aferrarme a muchas cosas ni por buenas ni por malas. Es el mundo, el tiempo, la
disolución como pisar chicle. Como tratar de despegarse de la rutina, un acto
inútil que apenas compensa un exiliado que odiando a Castro se pajea murando
una nube que se pierde en una cierra un día que no sabemos si tenía novio o
novia. Casi para todos asesinatos hay varias hipótesis de accidente.
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