¿Podemos naturalizar el papel de las cárceles? ¿Podemos
tener teorías que en abstracto se muestran generosas pero no mucho más?
Ciertamente que tenemos muchas versiones sobre lo qué es y no es el sistema
carcelario. También tenemos muchos debates sobre quienes deberían estar en las
cárceles. Ciertamente que algunas discusiones parecen planas y chatas porque no
tienen la promesa de una solución trascendental, no poseen un gran salto hacia
delante. Por estas razones deberíamos pensar si lo que pedimos por seguridad es
una razón general o si creemos que cierta pauta, cierto desarrollo de ciertas
conductas nos hacen sentir más seguros irracionalmente. Casos así se pueden
observar en muchas partes del mundo, la pérdida de la privacidad por ejemplo en
nombre de la seguridad es un clásico no resuelto. No es que una ciudad opta
tener cámaras en todas partes y hace un auditoría cierta sobre su utilidad.
Tampoco es cierto que los datos que ellas extraen sean sólo para tener una
noción concreta y real de los hechos delictivitos pueden seguir a cualquier
persona bajo cualquier razón. Sin embargo hay que recordar que ciertos grupos
económicos pueden lucrar con ciertas formas de seguridad y no otras.
Por estas razones por ejemplo no se puede entender como
siempre tiene que haber valores tan irracionales como la xenofobia en relación
con la delincuencia. Pareciera pensar que hay o tiene que haber una conexión,
esta manipulación hace que muchas veces se diga que se atrapa a un extranjero
responsable de un crimen que luego es liberado y el delito como tal jamás se
resuelve. Con esto podemos decir que la policía puede deliberadamente llenar
las cárceles, tomar y desarrollar grandes y caros presupuestos y que el
conocimiento que tienen la sociedad sobre el crimen sea aún más bajo que en los
momentos donde el periodismo relata todo lo que ocurre en una zona. Ciertamente
que esto tiene que ser analizado. Justamente por estas razones por el hecho de
que la policía muchas veces vende parte de su tiempo para cuidar zonas en
particular y no otras, como tantas otras actividades que están en la frontera
de la arbitrariedad no podemos estar seguros que las soluciones vengan todas
por el mismo carril.
Estas son las razones sobre las cuales debemos repasar. Gran
parte de la opinión pública hoy colecciones de datos. Donde la cantidad y la
densidad de la información son las claves. Justamente en el error de creer que
la ideología no existe, se obvia que cada ideología tiene una metodología para
entender muchas cosas. Por estas razones la “Crinología”, el “Derecho” e
incluso la administración de las cárceles en tanto tales, tal cual se
administran escuelas, hospitales y demás tienen que ver con una ideología. Las
ideologías no conforman una solución única dentro de un estado. Sino que cierta
ideología va impregnando a las demás y así se genera esta suerte de dependencia
entre ciertas formas de pensamiento. Con ello llegamos a conclusiones
totalmente distintas que las que podríamos llegar pensando que las personas
tienen opiniones que surgen de la nada. Contrariamente a lo que podamos pensar,
la sociedad en su mayor parte piensa que la criminalidad es un mal tan
sostenido como la pobreza con el que hay que convivir. Esta visión es la que
naturaliza una buena parte de lo que cree que es la diferencia social pero no
razona el porque de esta diferencia. Es decir, la apertura de distintas
realidades no ha dado de por sí, una igualdad.
A partir de una crisis de fines del siglo pasado se asumió
que los grandes proyectos políticos eran ante todo impracticables por buenas o
malas razones. Lo nefasto de esta transformación es que se perdió buena parte
del debate de las instituciones, lo que llevo a sus crisis, y su
desmantelamiento sucesivo. Cone esto se da por sentado que como en la mayoría
de los casos las cárceles funcionan como toda política pública, analizando su
alcance real y sus éxitos. No se puede entender porque la seguridad de por sí
tenga un valor o una característica esencialmente distinta. Pensar así sólo
quiere mantener y polarizar la sociedad en torno a la propiedad, no dice que
una sociedad sea más rica o más pobre, sino que esta dispuesta a usar la fuerza
a favor de la propiedad de manera más reiterativa y a veces sanguinaria. Solamente
cuando dejamos de lado la alienación nos podemos preguntar seriamente sobre qué
es lo que está pasando. En una sociedad donde los casos de tortura por parte de
la policía parece eventuales, cuando las zonas liberadas en la lucha de
militantes sociales es algo que se hace y se hace con consentimiento de jueces,
sólo una pequeña parte de la aplicación de la violencia salvaje tiene cierto
resultado disuasorio. Curiosamente no fue un progresista tampoco el que vio
este punto ya estaba en Santo Tomás de
Aquino cuando este, expresó que la pena de muerte no era la mejor manera de
limitar los robos sino que por el contrario generaba el desprecio por la propia
vida y la ajena. Sin tener la cita exacta podemos decir sin tener demasiadas
fuentes lo que sirve para este panfleto. Lo que tiene es que lo que se ha
descubierto como valor fundamental, ciertamente que las penas están en relación
con la privación de la libertad que estas son efectivas siempre y cuando los
ilícitos no se vuelvan a repetir por lo que vale la pena es la permanencia en
el conjunto penitenciario no un sistema deficiente donde el preso pase un
infierno pero que pueda escapar fácilmente esta es la conducta que genera lo
contrario. Nadie que puede saber que puede escapar de una mala situación y que
además es su única salida. Este es sistema que demuestra la ineficiencia misma
de la cárcel. Es la ineficiencia la que se revela como parte de una política
que quiere la auto-anulación del Estado. Con esto implica que la pérdida,
conforma parte de una situación general donde el Estado es presa de su propia
no realización. Ya no se trata de ver cuánto ha de gastar el Estado, cuestión
administrativa e impositiva, sino en qué forma el gasto del Estado puede
representar un beneficio social. Ser enemigo de la idea de que el Estado pueda
producir un beneficio social puede implicar dos posturas, la primera la
eliminación del Estado por parte de otra forma de organización social, la
segunda el mínimo Estado en contradicción con el capital privado, en este
sentido el Estado como tal en cuanto a ser una herramienta para la organización
de los territorios y de poblaciones en la piedra angular del debate. Las
cárceles son sólo una de las formas más representativas. Esto es que sólo
conforman una parte de lo que es el sistema de seguridad. La seguridad a la vez
tiene que ver con la economía, no tiene que ver con ningún valor abstracto,
todos los crímenes giran en torno a la propiedad o destrucción de la propiedad
siendo el cuerpo el sinónimo a la vida. Justamente por esto es terrible que un
Estado que quiera tener políticas de seguridad transparentes tenga
desaparecidos, ya que estos secuestros hechos por parte del Estado dejan por
entredicho la propia capacidad de este último para poder hacerse de una justa
indemnización a la sociedad. Sino sólo queda un Estado que es políticamente
oligárquico por lo restringido y plutocrático ya que no importa, cómo se hace
el dinero sino que una vez que este es generado, da a su vez fundamento de los
privilegios. En el siglo XXI, esto quiere decir que las tecnologías privadas y
públicas abarcan de sobre manera a los ricos, los cuales son parte de una
inseguridad distinta especializada, generan su respuesta por parte del crimen
semi-organizado, asociaciones ilícitas que muchas veces son irregulares y que
se conforman en las cárceles realmente existentes. Todo esto genera una extraña
relación entre la realidad de las cárceles su supuesta impermeabilidad y la
realidad de los reclusos.
Un sistema que desee la democracia debería tener mejores
controles, y esto en primera instancia son internos. El panóptico como tal es
bastardeado por la sociedad burguesa, el preso sabe que vive en una
inferioridad de fuerzas aparente. A su vez entiende que en esa lógica vale poco
él sólo como tal. Las técnicas más abusivas por eso usan la tortura para hacer
de los presos políticos o no, presa de su debilidad de conciencia. Así por
medio de las vejaciones la superioridad del número se vuelve inferioridad.
¿Acaso tiene sentido un sistema donde el “botón” por no usar una palabra peor
tenga privilegios que el resto de los presos no tienen? Si estas cosas que
ocurren con la muerte de los internos que se consideran peleas entre los
internos a nadie le importan, o por lo menos ocupan poco espacio en la opinión
pública porque parecieran que sólo conforman una imagen menor de un subsistema
aislado de la sociedad, cómo no pensar en las consecuencias para la propia
salud mental de los reclusos. Es muy pobre pensar que si vejamos durante años
la salud mental de los presos: A) que estos busquen mejoría de cualquier
manera, siempre tenemos el caso no muy feliz pero que pasa como si fuera nada
del preso que se suicida. B) La idea de que el privilegio no tiene sentido
cuando no hay mínimo de sentido. ¿Quién va a garantizar que las condiciones de
encierro de ese preso sean iguales durante todo el periodo de su condena?
¿Quién lo determina y por qué? (No quisiera imaginar en el sistema tal cual lo
conocemos de un “Defensor del Pueblo” por parte de los presos. ¿Cuánto es el
celo por la salud de la gente que está en los pabellones?
Tenemos como fuente de extraña consecuencia que cada
revisión general por parte de las fuerzas políticas sean del signo que sean a
los penales demuestran según ellos que no hay las mejores condiciones para los
reclusos. ¿Cómo puede ser que este no sea un tema entonces de común acuerdo?
Curiosamente obviar el problema y ver si es parte de que una autoridad de
aplicación haga cumplir la condena de esos presos es más factible que la
condena misma de los presos. Extrañamente esto no se transparente, si una pena
es rebajada por buena conducta, o por asuntos administrativa también se la
considera nociva. Curiosamente los dardos que se usan para los sistemas
previsional y tantos otros no se aplican para los sistemas carcelarios. Para
peor como siempre, se busca desprestigiar el debate mismo. Jugando con las
palabras, parece que todo aquel que quisiera defender la calidad de vida de una
institución quiere aumentar la delincuencia, eso tiene tan poco sentido como
decir que cualquiera que quiere aumentar la calidad de la educación tiene
voluntad de ampliar la delincuencia. O por lo menos es suponer que la educación
tuviera que llevar necesariamente a la consecución de más delitos.
Curiosamente, así, Argentina invierte gran parte de sus polos. Promete lo que no
puede cumplir. Si la mayoría de la gente no puede tener un acuerdo mínimo sobre
las condiciones de vida de los presos, poco sentido tiene que siquiera se pueda
implementar un plan a largo plazo. Un periodismo inerte no será la manera de
resolverlo. La pregunta es si estará a disposición del público si lo desea, la
información necesaria para entender estas políticas y si una vez que esto fuera
posible esto despertase un gran interés. Ciertamente que el re-pensar una buena
parte de la institución carcelaria nos da una mejor oportunidad de progreso que
ir de caso puntual en caso puntual para tener como única garantía el papel de
fiscal parcial de cierto medio periodístico. ¿Cuánto tiempo puede durar el
interés por las cárceles, o por los grandes accidentes, o por los servicios
públicos? Esto es lo que nos llama la atención. Curiosamente las noticias
muchas veces dependen más de las declaraciones de los funcionarios, a veces que
no tienen idoneidad alguna que la realidad. Curiosamente esto permite que las
opiniones sean discrecionales. Serían los medios más persuasivos si buscasen
como en tantos otros casos, las formas de lograr cámaras ocultas dentro de los
sistemas penales defectuosos.
La impotencia generalizada ante algunos temas es parte de
una sociedad. Parte de esa sociedad tiene por objetivo generar una intolerancia
que le parece una salida más fácil, parece que se dice que no se “convive con
el delito” cuando a fuerza de vivir en sociedad se va a convivir siempre con el
delito. Más cuando las condiciones urbanas y de vida muestran contradicciones
tan grandes. Esto es parte de una situación general. Temas como este y el de la
defensa nacional pueden llenar bibliotecas enteras pero no son tan accesibles.
Las campañas de miedo y de estafa sobre las cuestiones de seguridad pueden
ocurrir con la misma facilidad que las ocurre en el plano económico. Aceptarlo
es parte de poder fiscalizar la democracia. Tanta pasión ejercida sobre el
castigo del criminal moderno tiene algo de parecido al castigo al hereje. Primero
porque se busca castigar fuertemente a castigar bien, esto es busca
extrañamente armar un circo, en el cual pareciera que ciertas formas de
procesar son mejores que otras.
Quizá este sea un buen momento para tener en cuenta alguna
de estos temas. Gracias a ellos podremos acceder a una nueva realidad. La
incapacidad que tenemos frente a ciertas formas de las fuerzas de seguridad es
parte del problema. Toda pena tiene que ver con una ideología y esta a su vez
tiene que ver con cierta concesión a la sociedad. La pregunta es si esta es
valida, pregunta al fin y justa es tener en cuenta como si en cierta época
grandes filósofos abogaban por la erradicación de la pena de muerte, como
supuestamente las formas de violencia política deben desaparecer y no perpetuarse,
si intente por otra parte mantener ciertas formas de castigo con perfiles
claramente definidos. Así por ejemplo funciona la defensa propia, el asesinato
por defensa propia es parte de una dimensión extrema que incluye lo peor que le
puede pasar a un ser humano, es decir ser amenazado de tal manera que tenga que
matar, no un plan de acción. La defensa propia no se extiende por ente a la
sociedad entera. No tiene sentido que en forma general lleguemos a la idea de
lo que nos pasa radica allí.
Terriblemente porque el miedo es parte de la situación y de
la percepción sobre temas como este, influye mucho el tener o no tener
distracciones. Invirtiendo la situación, ¿Cuán difícil sería una situación
donde la inseguridad no quedase registrada en ninguna parte? Es obvio que negar
todo ese acceso a esa información sería un crimen tan grande como usarla mal.
Ciertamente que tenemos que aceptar que si el autoritarismo se afianza, es más
difícil poder decir ciertamente luego si un periodista puede o no puede entrar
a un penal. Generar análisis sobre las soluciones y tratar de especular desde
puntos de vista constructivos sería una solución realista, pero eso dejaría
menos opciones para la acción de los medios de cualquier gobierno. ¿No será por
eso que ciertas formas de acción de la policía no tratan de ser contrastadas
con su efectividad? Jamás podremos decir que la voluntad de saber de un pueblo
por su bienestar es una forma de apología del delito, jamás podremos decir
tampoco que estas pautas no son las que deseamos para vivir en una mejor
sociedad. Estas reflexiones son las que debemos tener cuenta. Tal vez si el
activismo crece en forma exponencial, tal vez de esa manera se pueda tener una
forma mejor de contención, aunque sabemos como ha ocurrido con la ONG : “La Alameda ”
(se encarga de buscar casos de tráfico de personas y denunciarlos) que su
capacidad de acción para poder cambiar algunas decisiones generales de los
poderes ejecutivos es escasa.
La sociedad argentina tiene que ser muy prudente con las
políticas carcelarias que tiene. Ya que por el contrario podría convivir con
dos horrores simultáneos, el primero la incapacidad para resolver el problema
de la inseguridad, el segundo el no poder hacer que sus propias fuerzas de
seguridad no aumenten esa criminalidad. Ahí es donde parece que el sistema
cruje. Ya que no tiene solución alternativa, la pregunta termina por ser obvia.
¿Acaso estas “reflexiones” son suficientes? ¿Acaso no son meras imágenes que en
abstracto no van a ninguna parte? Esta es una buena pregunta, pero esto nos
lleva a pensar lo que es la sociedad democrática real y concreta. La capacidad
para tener un debate amplio en la sociedad sobre estos temas es pertinente
siempre y cuando uno trate de tener los mejores criterios para juzgar con la poca
información que puede disponer lo mejor posible, si hace otra cosa simplemente
creerá que avanzado demasiado en direcciones que parecen prometedoras y son
parciales. ¿Acaso no será hora de interpretar esto de justa manera? No tiene
sentido seguir embarrando el código penal con miles de enmiendas, no tiene
sentido que las campañas políticas sigan creando una Hidra que sólo pueda ser
interpretada por burocracias cada vez más complejas. Esto sólo hace a la
arbitrariedad, y vuelve a las medidas inservibles.
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