La muerte, el Polaco y el reloj:

Ya relate en el capítulo anterior la relación entre Rogelio y Julieta, lo cual no me excedí demasiado en el tiempo por que no parecía justo. En fin sin titubeos de ninguna especie, me dije: “ Estas escribiendo esta historia por algo”, la resolución de esto fue que la crónica cambiará ligeramente como una veleta según los caprichos de los diferentes relatos que había oído todos dispares e indiferentes entre sí. Una relación meramente carnal se había establecido entre estos dos, las descripciones varían mucho estas las notas de Julieta documento que encontré después de su muerte y algunos relatos de Rogelio, como alguna acotación a pasar de Miguel. En quizás la desesperación de la mujer haya sido posible  la relación pero también es igual de responsable la ingenuidad constante de Rogelio que pese a haber vivido cosas variadas en este último tiempo no se acostumbrara. El hecho es que el estafador era casi feliz lo único que le inquietaba es que esta nueva mujer siempre vivía con una angustia constante contenida en su cabeza que manchaba de negro espeso, esos ojos que le apasionaban.

A Julieta se le acercaba el momento final de la resignación sabía que ya no podía huir que todos los que conocía no la ayudarían después de la serie de asesinatos acontecidos y que nadie le daría refugio. La INTERPOL no tenía intenciones de volver a meterse con Fish, por lo que su muerte era un hecho tangible y bien real. Quizás afrontaba una resignación trascendental a tal punto de no querer nada más que paz o algo de ternura en estos momentos cosas que le serían escasas pero sin lugar a dudas este tiempo con Rogelio al menos era desdichado pero no era la presencia de este sujeto simple la inconformidad. Era la pena que le pesaba sobre ella lo que haría que en el fondo que todo perdiera su sentido que se desdibujara. No obstante al no ser la historia de Julieta sino la de Rogelio no debo internarme más en esa mente.

Cercana se encontraba la fecha que esos catorce días que le habían sido revelados en aquel bar, donde la vida se le había truncado definitivamente.

Rogelio se dedicaba finalmente sin fuerza como un tipo común o sea como era antes a desempeñara su trabajo pero en definitiva no le representaba nada de lo que no pudiera haber imaginado con anterioridad, no obstante las comodidades ahora eran mayores pero quizás se hartaría en un momento de esa vida como Ramírez. Ese momento aún no ha llegado, tal vez por desgracia este día tan rutinario sería cruzado por la estela de la muerte que en su vacío regala a todos la oscuridad persistente y un odio constante.

El motín de la cárcel había sido una masacre total con centenares de muertos, las autoridades por fin se sacaban de encima ese pequeño roce que se habían encontrado por pelear con Fish.

Rogelio quizás seguía pensando que su vida no sería alterada por los sucesos próximos pero ya estaban engrandándose como tales, es sin lugar a dudas un momento común en la vida de los hombres cuando aquello que algunos llaman destino se empieza trazar con más fuerza que antes sin duda. Su día en la oficina era totalmente aburrido ni llamados recibió no llegó nada, pero en fin eso no le ponían ninguna clase de preocupación pero le dio tiempo para pensar en que pasaría con él en su futuro próximo, estas teorías fueron infructuosas hasta el punto de que no había duda de que todo sería transformado en él.

Las preguntas filosóficas en la gente común son causa de dos cosas acontecimientos trascendentales o delirios colectivos, o tal vez haya lugar para algo más. No es de preguntarse acaso por la naturaleza de las cosas. Peor en fin, las acciones pesan más que las palabras que en si siendo acción su repercusión es menor.

Nadie es fanático de la tragedia, o de la tragedia inesperada quizás si de una buscada un sueño terrorista pero no es el caso. Rogelio es un hombre común o tal no tanto pero su mentalidad es común así que las horas se le pasaron en ideas que no sabría describirlas en su totalidad. Peor se fue de la oficina al bar de Miguel su día plagado de aburrimiento, necesitaba de algo conque entretenerse. Llega al lugar el que sin duda lo ve como un extraño pero él no es más que un extranjero que un viajante que vuelve a su tierra. Miguel de blanco impecable le recibe y le cuenta cosas diversas. Los dos hablan de un número ilimitado de estupideces que se desataba a carcajadas tal vez el aburrimiento se había apoderado de ellos como un dios malvado. Las risas por lo menos habían hecho sentirlos vivos por unos instantes, terminado una picada; Rogelio le cuestiona al reloj. Para su sorpresa el infame ya había dictado sentencia era tarde no era otra cosa que irse. Por lo menos esta retrotracción forzada a al infancia es sin duda buena para su espíritu.

Rogelio llega el día trece a su casa de humor agradable y bien consigo mismo, pero  por esto se percate de la realidad circundante, la amante actual que tenían estaba demasiado deprimida, lo cual en el fondo le provocaba una serie de preguntas de todo tipo, sin mencionar fisiológicas. Pero sin dudas Rogelio quería resolver el problema, por lo que le empieza a preguntar a ella, que era lo que le ocurría. La mujer en si misma quizás estaba sufriendo un padecimiento extremo que no le permitía demasiado la expresión. No obstante al percibir que aún un ser en la tierra se preocupa por lo menos superficialmente por ella, ella rompe a llorar. Copiosas lágrimas caen de su rostro y la hace ver cada más frágil como un vidrio extremadamente delgado que la mínima presión lo hace estallar en mil pedazos. Si esa mujer, sentía que su alma quería fugarse de allí, pero nada de esto estaba al fin resuelto.

Su padecimiento, conmovía a Rogelio que seguían sin entenderlo, hasta que al fin la mujer le cuenta su triste realidad. El estafador siempre al poder del límite de sus capacidades se le hace increíble la situación pero no vacila en contenerla. Mas cuando la historia avanza la nota como demasiado creíble. Toda su atención se ha desviado de él y se concentra en ella. Por fin Rogelio idea una forma de sacarla de allí, desesperado, va en busca de Miguel quizás podría refugiarse por un tiempo antes de irse de Argentina en la  estancia que había heredado Miguel en medio de la selva.

La mujer que tiene pocas esperanzas le mira y le sonríe, sabe que lo más probable es que no logré pero al fin le podía decir que ella lo amaba a él. Rogelio, sabía que si quedaba más tiempo quizás sería demasiado tarde y sale con su auto desencajado hacia lo de miguel y quiere que el reloj se quede por misericordia clavado en un mismo lugar. Que las agujas no jueguen con su vida.

Esta por llegara  a lo de Miguel cuando vuelve sobre sus pasos y se da cuenta que su reloj le decía algo peor aún, ya no era trece días sino catorce. Si la mujer que lo amaba estaba sola en su casa y ese momento podía ser fatal.        

Estos sucesos se daban cuando el Polaco llega a la casa de Rogelio, si una nueva casa en Pilar, no importa la descripción. Fuerza la puerta e ingresa por lo que nada de este le parecía nuevo era un trabajo fácil.

Entra y fácilmente identifica el recorrido de la casa, desenfunda el arma y empieza a mirar ansiosamente por cada rincón. Sin embargo los segundos que restan, tal vez no lo inquietan sino la manera en que asesinaría esa era su intriga, sin duda vacila si solo dispararle o simplemente hacer otra cosa.

Oye un ruido en el segundo piso, sin duda es su victima en fin, tiene que morir así que sube sin hacer demasiado ruido, después de todo si no quiere morir que se arroje por la ventana y listo:- Pensó, el Polaco. Cuando llego arriba vio a Julieta que le apuntaba con el arma. El asesino que sabía lo que hacía, ni dudó río de una manera animal, parpadeo y le dio un tiro en la mano. La mujer incapaz de responderle empezó a correr pro la segunda planta, con la mano sangrante. El hombre estaba pensando como rematar su obra, ya que era una especie de artista de la muerte o algo así. En su mente cada asesinato era diferente y todos los recordaba con lujo de detalles. No es trivial para él, este asesinato, así que contó hasta diez y empezó una especie de escondida siniestra en la cual, el asesino tenía plena confianza que iba a ganar. Con estos aires de superioridad, lo único que hizo fue seguir el rastro de sangre por le piso. Llego hasta un armario donde podía oír la respiración agitada de la mujer. Miró detenidamente el armario y le dio un puñetazo, se pudo ver allí el rostro aterrorizado de la mujer que sin duda ahora sabía que estaba muerta. Un profesional como el polaco atravesó con su brazo el armario y su mano tomó el cuello. La nuca de la mujer dio contra el fondo del armario, por lo que se quedó atontada por unos instantes, el Polaco procedió a sacarla de ahí.                                                                                      

 “En la mente asesina el asesinato en sí es como la música”

Nota: Fragmento que encontró  la policía entre unos supuestos escritos del polaco que se duda su autenticidad. Aunque por lo menos se dedujo que poseía una severa enfermedad mental.

Este músico de la muerte, arrastró a la mujer que gritó espantosamente por el piso, en fin sus guantes negros teñidos de sangre, el Polaco parpadeo extrañamente porque era muy lento casi como lo haría un reptil. Los gritos que se impregnaban en las paredes enseñando las peores condiciones del alma sufriente. Todo parecía negro en la mente de la víctima y lo era lo único que estaba distinguiendo fue el asesino. El Polaco, se dijo: primero que sufra. Por lo que pensó como podría ejemplificar: su punto de vista. Solo segundos después su mente criminal parió la idea, incrustó el rostro de la mujer contra el espejo desfigurándolo pero antes de dejarlo irreconocible se mantuvo. Esta cara de Julieta martirizada parecía ser lo sufriente, pero no morirían golpes sería muy fácil.

Abrió la canilla, de la pileta en fin la iba ahogar,  el llanto era ahora el canto y no el gritó que se había apagado en el sufrimiento sordo que ahora padecía.

Segundos pasaron, en la mente del Polaco ya se veía frente al cadáver y eso es lo que le causaba la verdadera satisfacción no era otro que eso.  Ahora sus manos sosteniendo la cabeza,  la ahogaba en sucesivas etapas, ya en este punto no se podía reconocer en que punto la victima era una persona, ya estaba cerca del averno. La luz se había fugado de los ojos para siempre, toda sus ropa impregnada de la sangré y la pileta que despedía sangre que se desparramaba por el baño.

Este juego a ser dios o algo así jugando sin piedad con las vidas ajenas era cosa común en la mentalidad del Polaco, por lo que finalmente se decidió con una navaja hizo un corte vertical. Desde la pera hasta la conjunción de las clavículas, la sangre surgió al fin y los gritos cesaron. La mujer había abandonado la tierra así que con un anzuelo el asesino remataba la obra y con él hilo de pescar la unía a la llovía del baño.

Todos los mosaicos impregnados de es sangre de rojos parecidos  se impregnaban la habitación. Él tenía la obligación moral de escribir y así lo hizo. Se veían en los mosaicos, este mensaje: “ Catorce días pasaron, no es la culpa de nadie sino del reloj”.

El Polaco se retiró con una paz de espíritu incompresible para cualquier otro ser humano pero él nunca veía el sol, nunca veían nada mas que manchas.

La cara de la mujer era algo así, fíjense que los ojos se encontraban desorbitados y miraban a quien entrará a la habitación y de alguna manera le recibían en ese punto podemos decir. Que miserias humanas ascendían y si esta escena era una acaba encarnación del infierno del que mucha gente en Buenos Aires solía convivir.

La garganta se abría mostrando con la versatilidad del artista en los cortes solo quedan algunos músculos y la columna uniendo el cuerpo inerte de la cabeza destrozada.

Las manos que cuelgan como péndulos cobre las magulladas rodillas y los pies doblados inhumanamente. Y una mosca ahora se posa sobre aquella boca destrozada y empieza vivir del nuevo cadáver.

El Polaco huyendo seguían riendo de manera animal, pero vio como siempre al lado suyo el nuevo cadáver, así estaba en su locura la había anexionado a su mente enferma llena de espectros. Allí se reflejaba en el vidrio, el mismo cadáver que dejo minutos antes cuando poseía algo de temperatura.                                           

El cielo se cerró con unas nubes la luna se escondió, pero el Polaco en su delirio veía la luna sangrante y riendo solo riendo podía escapar a esa convivencia cotidiana con el infierno, y en esos instantes donde parecían que vicien dos en él dos sujetos hasta uno que pensaba en matarle y en unirle a sus fantasmas que se apoderarían de él, lo harían pagar. El polaco cerró los ojos y pudo ver de nuevo a la mujer, pero ahora desde una pena como si alguien le informará que fue inútil matarla pero se recordaba que eso era necesario pero sin asimilarlo. No era culpa sino un delirio cada vez más retorcido este era un enamorado de la muerte, en su mente se habían cerrado las puertas del paraíso.              

 Común era en su mente concebir así todo tipo de miserias humanas de las más ínfimas hasta las más elaboradas. Al fin de que estaba hecho sino era de toda esas clase de cosas que solo le aportaban más que un respiro fugaz.

Lo que es cierto, fue que muchas veces el arma se acercó de una manera tentadora la sien, y por unos instantes quiso liberarse de la carga pero no podría ni darse ese lujo. Los delirios lo había arrastrado quedándose perdido por horas hasta la mañana siguiente.

Fish entendió que aunque debía matarla no merecía al Polaco. Otro más sensato podría haberla hecho sufrir menos, pero ahora todo estaba hecho, y este tipo de vida no concedía algún tipo de piedad o derroche de esta para con la gente.

El reloj signó la tres de la madrugada y el mal estaba hecho.