El autorretrato del teatro. El materialismo en su cara más
absurda tal cual si las fotos congelaran lo real. El sentimiento es difícil
sobre lo alto, mejor es plantar los pies en la tierra sus pies en la tierra.
Esta es la esencia que se remite a ella misma desde su sencillez y
espontaneidad.
Entonces del fondo de la tierra sacaría ese grafito con el
cual se dibujaría de una y otra manera, y se haría un rasgos con gracia y
acentuados, y estos parecerían una suerte de dibujo no hecho por un
principiante. Una consideración entre delicada y salvaje con vistas a tener por
referencia, lo mejor de lo mejor, toda la expresión resumida por líneas anchas
y delimitadas por escasas líneas finas. Esta sería la manera en que se contaría
su relato para ser simple y económica. Con esta suerte de predilección por no
dar vueltas que no podremos evitar al final.
Ella quiere un hombre, un hombre que no peque por los libros
ni por la estupidez, un valiente que no sea un zapato, un tipo con una suerte
dosis de poesía sin que lo sepa. Pero eso no es todo, quiere sumarse ropa,
quiere tener trabajo para tener dinero, quiere en suma hacer muchas cosas,
multiplicar las variables, disfrutarse de sobremanera.
Aunque entonces irrumpe la fantasía como esa manera de la
evasión feliz y gratuita y es el hada la que regala diez deseos para pedir a
prestamos, todas las posibilidades que la mediocre rutina nos devora. Será esa
la manera, así podría evadir el dibujo y llevarse escrita en vez de dibujada,
en vez de tatuada en un papel.
Pero eso no es suficiente, necesita aspirarse el aire de
medio Buenos Aires para poder seguir deseando. Eso hace, lo hace con gusto y
con fuerza, con decisión se anima dejar de lado, lo necesario. Quiere dos
carreras, quiere que le pavimenten un poco todas las cosas para desplazarse a
velocidad. Quiere el gimnasio para sostener el narcisismo. Necesita deshacer
las barreras de sus deseos, quiere que no le cuestionen ni los puntos ni las
comas. Así quiere a lo ancho a lo largo gritar sus deseos y que se los cumplan.
El tiempo se le agota entre las manos entre las tareas, las
obligaciones, los horarios lo compromisos que reales o imaginarios, la van
cargando sucesivamente. Por eso ya pospone y ya piensa que lo pospuesto en
cuanto a potencial quedará incompleto como si a un sueño le faltasen los
colores. Como si a la música, la cortarán, y dejarán solo pedazos inaudibles,
por eso raciona sus imágenes, seleccionando por su peso. Dejando que escape, lo
fácil y barato.
Es obvio que ya compone sinfonía con los metales, no importa
sin cortan o suenan, y espera que las edades de los hombres la sigan y que
ellas sean útiles como siempre es útil, el veneno cuando se tiene en justa
medida. Estos hombres que han de estorbase porque han de divertirla, y no deben
esperar a más porque ella no se los va a dar. Será esta la manera en que
perderá trabajos para recuperar otros, porque el tiempo, hará que la despidan
para volver inexorablemente a contratarla.
Entonces decreta también que la vida pasa por el cine,
porque en el cine se llora y por eso de alguna manera se vive. Vivir así, hasta
el límite de lo que permite el celuloide a través de los delirios creativos,
las historias imposibles, y ese brillo de una realidad que no existe pero que
ilusiona. Por eso no quiere la soledad, del absurdo de ver caer imágenes por
cascadas, no quiere esperar que esta viendo por ver, sino que ve para cumplir.
Tal cual si fuera un hechizo aquello de la imagen en movimiento y que no dejará
ni intervalos para respirar. Así llora como si tuviera al atlántico como rival,
porque llorar no vale la pena si no se lo hace bien. Esta es la materia de la
que los sueños crecerán como enredaderas por detrás de la columna vertebral.
Más eso no es todo, hay que tirar la radio al horno para
sentir que el plástico se derrite. Hay que ver para oír, entonces calzan Yes y
Vangelis. Para ir haciendo trasfusiones sucesivas de sangre para tener una
suerte de sales, en los pies, los mismos pies que rechazan el espíritu pero que
se encariñan con los nervios. Entonces contó, me contó que se puso un ojo de
vidrio, y no quiso que este fuera frío, producto de un snob, un ser incapaz de
hacer otra cosa que sacar fotos a los linyeras, sino que quiso que se
encuadrarán y que su historia quedara en su memoria, condenados, están estas
clases de ojos a hacer lo mismo. Todo depende, del enfoque, del tiempo es decir
de la dedicación.
Entonces el ojo se ajusta con la pasión de esa alma
inexistente, entonces las palabras se quedan escasas. Ella llama a eso arte, y
dice que el arte es la gracia en cualquier cosa, como en los chistes. El engaño
que porta magia, la irreductible magia de la confusión que se impacta en los
cerebros desprevenidos.
Por eso de alguna manera busca escapar de las rutinas, pese
a que llora, quiere la sequía y que se le cuarten las mejillas. Así podría
reír, reír como nadie suele reír tal cual si sus dientes fueran teclas y se
cayeran o les fueran arrancadas con los días. Esta será la manera que evadiría
al taxista a través de la conversación imaginaria creando un espacio donde la
nada dice, ¡viva la imaginación! Pese a que el mundo la conozca, el tiempo
parece tirano, y el teléfono no suena, esta soledad es cruel y demasiado
mezquina. Por eso, es tristeza con melancolía, cosa justa para el vació. Cosa,
corta y atada al vacío.
Esa es la manera que las voces se le multiplican como hidras
y después de todo son sus amigas. Hay que evadir las rondas que parecen tribus,
ya que atontan con el humo es mejor cuidar la voz para otras cosas. Al final
busca tener la dolencia, justa para que la crean humana y tranquila, esperando
que su padre se separe un rato de los talones, y que no persiga fantasmas de lo
absurdo y lo banal que existen todos los días.
Parece que el autorretrato en el teatro la hace más libre.
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