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67- Ice-cream.


Una dama de porcelana espera en un andén. Pura y extraña, una forma imposible en una estación de tren. Porque esta es una estación de tren donde todo esta arruinado. Todo tiene esa serie de vejaciones que hacen posible esa suerte de mundo mágico tercermundista. Ahoguemos un poco más, era la única cosa que se podría rescatar de todo ese contexto de basura y falta de amor por algún ser como dios. ¿Dios? Rían porque este es el tiempo donde la gente si no  es cruel no vive.

¿Podremos ser más injustos? Tendremos otras cosas. La dama de porcelana es imposible en la sociedad; es una creación que hace el juego es la antitesis. La llave, no voy a hacer una cosa por encima. No voy a dar crédito al éxito tal cual es. Ya es lo que sirve para atragantarse, yo tengo la forma extraña para poder lograrlo. Por algo hemos dado ese paso. El surrealismo no solucionó nada, gruñe un viejo socialista que no vio pisar un sólo revolucionario. Llaman al fusil, nosotros, los extrañados solo vemos un helado que se derrite. ¿Esto es arte? Claro que lo es. Les hablo de la muerte por la muerte, el helado; eso que es parte de la intelectualidad y no es muy burgués. Contemplar la basura y el desperdicio. Graciosa manera de pensar. No por nada la condena del verano, miles de personas se han dado cita en otro lugar. Estamos donde nadie quiere, la molestia, el sendero de la resequedad. Lo no deseable, claro ahí, surge el delirio. La mujer de porcelana, fría helada, imposible. Increíble. Parte de la vida, recoveco por el cual se lograr ignorar un rato las cosas.

Lo imposible nos signa en la forma cotidiana, claro parece raro, hay que vivirlo; dejar de perseguir la propia mugre de la uña. Suponer que algo tiene que pasar, claro, cuando la novedad no llega. Las cadenas de novedades se debilitan. Entonces vuelve la estática inicial. Por algo esta mujer de porcelana que espera es eso, banalidad, una suerte de garso que se seca. Podríamos dejar un poco más, claro que sí. Mientras algunas formas de vida parecen crecer, la falta de poesía en otros lugares es terminal. Se desgarra el propio intestino y la mierda invade superficialmente. Somos blandos, diversión. No esperamos que se venda o que se compre somos una arista más, la pija rota. La mala pata, no ponemos lo feliz como un regalo. ¿No tiene esto el aire de mar? No, sólo smog. Sí la literatura negra evoluciona hacia la desgracia de lo patético sin tocar lo “propiamente terrible” estaremos hechos. Construye la suerte máldita, no seremos Paul Auster. Carecemos de todo lo bueno, quizás escribir sea un gran esfuerzo para consagrarse en la mierda. La cosa gratuita; la compasión del lector ocasional. No hay otra venda. Tal vez la cercanía moleste, como el helado que continúa derritiéndose en forma irrefrenable y que continuara así.

La risa pelotuda, la mierda de los que creen que superar la vida porque han puesto la fotito absurda en la pared sólo hace el juego a lo que digo. Bueno esa mierda, todo esa mierda, sólo suma a la idea de lo imposible. Cadenas de miserias, gente busca olerse el culo mutuamente. La sonrisa de una perra conquista el contrapunto, el mandril que la acarrea se puede como propia irrealidad; ir diluyendo.

Divertido es suponer, es tanto que ese es el juego de seres felices, viva el entorno de los evadidos. Pero ellos no ganan porque como la porcelana es vencida por la mugre, así es el destino de esta gente. No hay buena diversión que no merezca todo aquello, hay que seguir. Si se ve un muerto hay que seguir, la suerte de lo relativo es esa verdad. Esa es la manera en como la porcelana, el helado y todo aquello va desaparecer. En verdad, si no es  de esa manera como la propia infección ha crecido y benditos seamos; genera otro ser. Un cuerpo corrupto y nuevo; una suerte de poema que se mueve siempre blanco y brillante.

No hay pecado que nos elimine. Nuestro acto creativo es la abstención del pecado frente a la inercia. Ponemos a la gente a estrangular y no logran su cometido. Esta clase películas tipo b llega a la realidad última. Nuestro esplendor es la manera de escalar en la necesidad mientras el coro de millones de opiniones irrelevantes se agolpa por ser algo. Esta es la era donde escribir es muy inútil claro difícil de entender cuando la literatura masiva hace millones. En esto no nos vale la crítica, perder es ganar desencadenándose. El destino de aquello tiene por objetivo trama terrible, todo lo que se inventó condena a los extraños que pretenden inventar y que añoran el lubricante. Los nuevos cieguitos, los que no pueden alucinar porque ven demasiado claro. Justamente a estos, llamo a que busquen a la dama de porcelana. A todos nos espera, un error de edición, una falta, pecado original redentor. Esto para quienes se les este haciendo difícil pasar el rato. La necesidad se incrementa y el ritmo también, este es un camino corto, una trama particular.

Puede que siga perdiendo la cordura y que la miseria me haga decir peores cosas. No será en vano, su lugar, el espacio donde digo encontrar las cosas será el mismo. Si el desencanto no hace vivir ¿por qué se sigue arrastrando la bolsa? Sí la cobardía es justificar, también la idiotez no es pretender ir más lejos. Esos que llegan bien a casa son otra pila de mierda con distinta configuración. Miseria, más de la misma miseria que cansará cuando repita.            

Porque nosotros, ustedes y yo, buscaremos en la risa y en el engaño final de todas las filas, sirviendo a todos los creyentes; las mejores mentiras. Todos estos seres malcriados e increíbles son fijados por asalto. La dama de porcelana tendrá motivos, será una sirena hija de la misma muerte. Jugará con el azar de toda esa gente que este como los delirados, y los idos presos de las alucinaciones. Ya sabemos que ese lugar no esta en otra parte que en las mentes. Sí la visión de lo imposible como llave entre las llaves, lo inhumano desde el deseo de lo humano de pertenecer, lo inútil. Arte para las masas, arte para el individuo no, arte para la conciencia. Cosa que arruina. Última de las pastillas aliados de la religión.

La palabra que se usa de arma contra las palabras frente a los códigos muertos. Nuestra manera mecanicista es un regalo para pocos. Podemos sentirnos por encima de nosotros, miremos. Las cosas se nos hacen un poco extrañas, el eco. Si todo eso, el calor, las moscas que te rodean, la forma en que el agua te falta. El cansancio que lleva a un sueño que tiene que ser profundo así evitando el sueño y la pregunta ajena, si su opinión y sin condena. Hundida irás. Orgullo en la libertad de quien no sabe otra cosa que tener secretos, sí secretos, formas de no ser entendido cual si eso no fuera más que la meta. Segundo a segundo, prometiendo una invasión futura, la mente torcida se va por los caños, por allá en los límites. Desechos todos, los que antes se decían presentes se van. Los que antes decían decir se atragantan, y se ven así mismos en la misma porcelana. Una suerte de idea, una suerte de pretensión. El engaño, el engaño; una suerte de conquista inhumana. Un forma más de huir, una manera más.

Es entonces cuando todos los otros relatos te parecen ajenos, y el propio cuento se va destripando con el fin de tener idea de porque las cosas son. El propio narrador anda encerrado, parece que el mundo rechaza y eso es lo que menos importa. Porque como verán esa suerte de apariencias derretidas, de arte negado, de aborto. Una declaración de olvido aún puede servir. No será en el humor y en el humor propio en sorprenderse de lo que ocurre donde el sujeto se verá de nuevo. Sino por el contario la mente que se hace ágil en la edición lo tendrá por siempre repetido. Esta es la manera en que se siente quieto, libre de conquistar cualquier altura, este mundo es permeable para él.

Por aquello que le parece repetido, en su forma de egoísmo pegado al fondo de ese lodo. El recluso que ama la cárcel, el mono de la convicción. La convicción de no estar convencido, el escepticismo lleno de militancia. El ruido, el ruido de la interferencia entre los principios y los fines, un mundo de miles de causas. Una forma en que el insulto refuerza lo dicho, pero ya nadie se ofende de más. Así llegan después de todo a morderse las propias caras, ¿esa es una clase de histeria? Claro que lo es. Siempre hay espacio para la histeria en esas formas. Es la idea de la pena por un helado que se derrite, si se entiende la forma. Es la pena de los miles que se mueren pero que pensamos con “gran  muerte”. Es esa manera de pretendernos humanitarios, esa es la manera. Las cúpulas, las divinas cúpulas no entienden que hacen lo que hacen sólo porque quieren. Los demás, la línea de trastornados sólo reproducen una y otra vez. Pareciera que tienen horror de ver sus propios pies, y por ello no habrían de envidiar a los insectos pero lo hacen. Las hormigas se trepan al helado, ellas caminan sobre él. Nadie va limpiar ese helado, esa cosa ira pasando las horas allí, cual la dama de porcelana sólo poblando la imaginación de algún idiota con malas intenciones.
Este el siglo que ama irse, ese el siglo que haría pedazos el cuerpo por darle a la mente otro soporte, el pecado es hoy ocupar espacio, no ser información pese a que cada día lo intentemos con más fuerza. Aún no podemos, la pesadez de la materia nos frena, así se vence al tiempo y al espacio, siendo relato, siendo una cosa que no tiene sentido de ser más que en las mentes de los otros. La inmortalidad de lo inexistente, ninguna creación teme desaparecer, este es el pánico del hombre frente a Dios, cuando nosotros no estemos. Él ¿seguirá? No hay otra pretensión que supere en paranoia tal hecho. Tener que ser dichos es cuestión de vida o muerte, sino no existimos. La existencia para nosotros implica la idea de hacernos de objetos, fagocitando, es el reino de la necesidad de un dicho de un impulso, incluso cuando este sea el cántico de las mil desgracias.

Ver no es nada sin decir. Digan y esperen. Verán sólo habrá más dichos, no hay respuestas, no hay cosas que no podamos decirnos sin que no sepamos cual es su fin. Nosotros, el cerco no es tan fuerte, la realidad se deshace cada vez que dudamos de lo que decimos y entonces los demás parecen ser demasiado. La suerte del misterio es el silencio, donde puebla el propio relato, donde el no ser vive. La dama de porcelana en medio de una estación tercermundista en pleno verano, mirando un helado repleto de hormigas, es decir la mirada de quien no mira. La manera de pensar que otro mira lo que se ya se ha mirado, poner un objeto a una idea, darle un sentido. Tarea inconducente, discurso de discurso. Un anzuelo, eso es escribir, o decir, esperando que nada pase como debería. Esa manera de pensar que el interés es la propia multiplicación en los miles de casos posibles.

La cosecha es la realidad, los discursos que se muelen y se comen por otros. Otros que los utilizan, otros que quieren ver, pero dicen, “Así es”. Parece que el discurso lo escriben los que pierden, no se puede estar en todos los lugares. Nuestras pretensiones divinas se van secando con el tiempo. El objeto del objeto, eso que usaremos para alabar, no es más que una manera de agitar el avispero. Sí, es la manera, una manera quizá pobre. Aunque funciona, es parte de una forma de entender todo. Incluso la mujer de porcelana del principio. Sólo se sabe de una fuente interminable, las propias ideas, las ideas que no mueren en nadie que no son de nadie. Ellas pueblan en soportes orgánicos, ellas viajan entre los cerebros. La mujer de porcelana al igual que dios, al igual que todo relato es una manera más de ir atando cabos. Mientras más complicados estos parezcan más cerca estamos de ver lo relativo de todo aquel pensar. Justamente allí nos ponemos al filo de la violencia. Nuestro ego se ve tan ficticio que se pregunta por su fin, no lo encuentra, entonces se pregunta si tiene sentido saber que pase lo que pase, sabrá de ideas. Empieza a sospechar, se hace de neurosis irrelevantes que sólo traban esa fuente que sólo da novedades, eternas novedades, las cuales incluso en medio de la reflexión asaltan la mente.

Esta es la mente que pone fin al hombre, esta es la mente que no sabe porque vive, esa es la mente que se pregunta por el placer constante, esa correntada que premie al cerebro. Esa es la razón por la cual había que vivir para el cuerpo, el que no entienda que empiece a entender, no se habla de otra cosa que limitar. El filosofo tiene que ser su mente atada a un pensar que parece conquistar, y así va destripando cosa que se le aparezca. Nuestras historias más geniales entonces se hacen de la propia manera de dudar de la propia mente que las dice. Cuan preciosa es la convención, cuán útil es la histeria sobre ella. El que quiera salir de sí verá la cara de locura, el que quiera saber porque las cosas pasan, encontrará la locura. ¡Incluso entre ilustrados!

Da lo mismo la suerte de escepticismo que dice llamar fortaleza, o la clase de cinismo que proponga una suerte de sistemática venganza. Todo esta atado. Es el sujeto que quiere pensar, es el sujeto que quiere decir algo que no se pueda decir. No es acaso, esa cosa que se premia cuando se pretende ser sublime. ¿Bendición? Bueno véanlo, es la misma dama de porcelana. Esa misma cosa que damos por valor pero que en el fondo sigue siendo soportada, que sigue siendo recordada.

Relato del relato, sí actualización de la religión. Esa manera de estar ocupados hasta el final, se entonces que el litúrgico no era tan imbécil. La condena de estos creativos es no poder parar, incluso en los momentos de miseria. Por eso no pueden ya con la eternidad. No existe tal cosa, si parece que cuando se la piensa se antoja contraria a quien la dice. Bien, entonces, hemos dado con la idea. El que sufre es que el se sabe que ha dicho pero que no ha dicho cosa que le cambie ese que esta sólo y que no puede engañarse. Bajo esa forma no es el solipsismo ideal pero si uno muy mecánico el que nos pone casi en el borde nuestros propios pies. Claro esta manera de pensar es desarrollada por un ser amateur. No se trata de una suerte de complicadas elaboraciones lógicas. Porque estas que dicen conducir al pensamiento “bueno” no son más que esas liturgias sobre las cuales no podemos escapar. Haciendo de la propia manera de leer una forma de escribir, no se sorprendan. El accidente es común, es como el helado. Una cosa que esta ahí, la mente es la que genera, sorpresa, no previsto. Bueno, una suerte de colocación desafiante. Todos los elementos se pierden.

Si entonces nos ponemos con todas nuestras malas voluntades a ver al que mira nuevamente hacemos el juego. Nuevamente imaginamos, nuevamente hacemos un objeto que podemos tener a nuestro alcance. Hemos premiado a la mente con un fin, una forma de poder poseer algo, una cosa que no puede tener excusas. Su liberación implica, su paso al discurso de los otros, a la tendenciosa transformación. Podemos pensar en todos, pero todos no pueden pensar en nosotros, aquello es la manera en que constatamos el propio límite. Nuestra falsa filantropía helaría la sangre si fuera autentica, el refugio por el todos, es la manera en aún defendemos nuestro capricho. La manera en que la dama de porcelana puede ser imposible. La manera en que se puede tener “fe” en lo que sea. En las personas, en los árboles, en el espacio.

Nuestro momento enigmático llega luego, ¿dónde esta el peso de lo que vivimos? Allá afuera, si allá afuera, en nuestra mente. La realidad es la que importa un comino, la propia miseria hace que se haga un espacio de una idea azucarada. Las únicas causas que nos importan son las nuestras, y nuestra forma de ver ha llegado al punto de hacer la causa algo más que un dios. La causa es la posibilidad de que pueda haber algo.

¿Por qué la dama espera? Porque esa forma de exasperación. Simple la dama es algo así como nuestro propio testigo esa manera de intuir el afuera. Una manera de lo más radical de jugar a decir la verdad, eso que esta existe porque yo lo he dicho. Lo contado es lo que se pone para que contar sea posible. Pero sabemos que vamos a matar a nuestra dama y a nuestro dios eso es lo elemental fatalmente cambiaremos de opinión. Nuestras cosas no pueden ser más profanas, la moral esa manera tediosa de busca un filtro. ¿Esta bien esto? ¿Puede existir? Por eso la moral era pura ontología.

La sentencia que debería divertirnos, “el mal no puede existir sin el bien”, condenadamente absurdo. Por tanto si esto es así, no es que la moral hace al dios, y este no es más que ese observador que debe existir para que eso que no deberíamos criticar exista. Dios es asistido por su moral. Todo humano es moral, lo que no todo humano llega a ser es moralista. Cuando quisimos hacer de nuestra mente un terreno fértil, empezamos a matar a los fantasmas. Pero claro, nada aparecía eso era obvio. Dijimos hagamos el discurso de la “nada”. Un discurso el cual no se puede sostener. Lo no pensable nos refrena.

Inmediatamente surgió la idea de que el mundo se podría modificar, pese a las dudas que habían tenido con el gran espíritu, ese que decían haber matado. Allí los otros, se hicieron una imagen más fuerte. La posibilidad de no ser nada esta en los otros, esos que pueden distraerte, esos que puedan quitarte de allí. Los que te roban la utopía.

 Ser libre es poder estar en parte en plena búsqueda. Pero el contexto empezó a pesar, nuevamente el hombre que le quito el poder a dios, le hizo lo mismo al mundo, era la hora del hombre sobre su propio ombligo. Hasta ahí la dama como tal no era necesaria, hasta ese momento uno se vestía en una suerte de promesa. Sí la promesa de ser sí mismo. Ese fue el momento donde pecamos peor. Dejamos de pensar en la posibilidad de pensar las cosas moralmente, dejamos ya de pensar en un querer. Pensamos en un supuesto querer, ¿éramos capaces de arruinar al querer? Por supuesto, ahí vimos que estábamos llenos de ideas prestadas, supusimos que hasta la más propio venía de otra parte. ¿La libertad? Muerta, el querer mata a la libertad. Ahora el hombre es como tal espectáculo de otros hombres, es una cosa que acontece.

Era el tiempo de la ficción, la divina edad de los terceros. Esa manera de ver, esa manera donde la obra es más que el autor, la obra, la idea soporta si es posible más. Porque ella no tiene otra cosa que hacer. Esta. Es. Muerte. El horror del arte se volvió pasar de moda, pasar y pasar, morir en cada segundo, morir en cada volver la mirada. El delirio se apiado de las personas. Por eso se acepta con tan facilidad un discurso que llega a todos. ¿Dónde esta el poder? En ese que sostiene a la estación frente a la dama, ese que dice que las cosas sean, frente al que pretende el ser de las cosas.

¿Buscan piedad? Bueno vean, antes sólo bastaba con cagarse en la moral, era la manera de hacer que las cosas siempre fueran ciertas, era la forma en que la realidad podría ser. Hoy no, hay que negarse a ser pensados, hay que negarse a pensarse como pensados, hay que verse como esa cosa que es nueva en cuanto es imposible. Hay que verse como la ficción, es decir un todo por hacer, una cosa que en sus reglas se hace a sí misma. La propia moral es la manera en que el mundo se te aparece, son tus nuevas gafas. Hoy tenes que poner límites. La dama de porcelana es tu propio límite ¿Hasta dónde iras por lo real?, ¿Hasta dónde dirás que eso es imposible para hacerlo realidad?

La promesa de cambiar el mundo es la promesa de hacer un mundo, es la manera en que la verdad se dice no ser. La verdad hecha realidad, la verdad que ya no es ficción. Esa es una voluntad ciega de tratar de dominar a los otros, todos los otros que quieren ser, que hacen que el mundo sea imposible. La guerra de las versiones termina por asfixiar, la trivialidad invade. Es el tiempo de los que escriben es el tiempo de los que dicen es el tiempo de los que se hacen parte de algo que no va tener fin.

¿Serás tu propio testigo? Serás el testigo que no se arrepiente de serlo. Sólo ahí, estarás más cerca. Un día dirás quise poner una dama de porcelana en medio de una estación aunque fuese imposible, quise amar a un mundo aunque fuera imposible. La suerte de idiotez, es parte del primer momento. La comedia nada, la tragedia se destroza, ¿No ves? ¿El merito se escapa? No te necesitamos, no te necesitas. Haz y solo verás que en eso, en esa suerte de risa sobre la vida misma irás en medio de creyentes. En medio de pretensiones, pero serás un comediante, un ser que hacer de actor. Un testigo, porque estarás viendo a tu publico. Tratando de confundirlo para que te den eso que quieres, tú verdad.

Estás hecho. Has sido el primero que ha sabido decir, “es imposible pero eso pasó”. Lo mejor no tuviste nada que ver. Porque sos un comediante, una persona que tiene por lo gratuito, lo sentido. Verás que tu risa es migratoria. Verás que tu mente es migratoria. Verás que eso que nadie quiere es tu espacio. Irás de una punta a la otra, cargando sin tener peso. Así cuando empieces a escribirte poco sabrás del valor de lo que escribe, ni el sentido de lo que vives. Será todo una suerte. Será un imposible, puede entonces que en una estación puedas poner una mujer de porcelana en medio de un andén. Esperando a un tren para que la destroce.

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