Para no perder el tiempo en tipificaciones extremas, y no
negar el valor “procedimental” de la democracia, la base del sistema y de la
participación de los partidos podemos tomar dos asuntos de gravedad.
Primero el de la corrupción en el Estado, este el partido
que este, por lo que al final de cuentas los partidos que sobreviven a
costillas del Estado se manejan dentro
de las bandas de la corrupción, esta no es sólo por el retorno en la obra pública.
Pero sin caer en términos de qué grupo empresario de los dominantes debe predominar
queda algo interesante, posar la mirada sobre quienes manejan las mafias.
Policías bravas, corruptas, y asesinas se ensañan con la desaparición
de mujeres en Argentina, a esto se suma, sin duda el papel de las mismas en la persecución
de trabajadores golondrina y el cumplimiento dudoso de la “Ley del Peón” e incluso
la desaparición de personas como Gabriel Solano. A todo esto cabe pensar que si
estos casos no forman parte central de las agendas políticas son porque a nivel
subnacional y nacional dan beneficios, a todos por igual.
Hay desaparecidos en democracia, Tucumán, Río Negro, Córdoba
y Santa Fe son algunos de los puntos clave para la mafia y la continuidad de la
represión de Estado, si a esto le sumamos que estas provincias tienen de por sí,
una cuota de alianzas sobre el armado que se hará con la provincia de Buenos Aires
y Nación, los desaparecidos en democracia como Jorge Julio López quedan por fuera
del sistema político.
La “guita negra” de las campañas políticas de 1983 en adelante
se ha hecho a base de estas redes, narcotráfico y represión en el combate contra
la inseguridad, un poco de maquillaje que poco varía con quién gobierna deja poco
espacio para dudar. Llegado cierto punto, ni los propios medios contribuyen a la
solución del problema. En este sentido, los partidos se muestran alejados de la
sociedad en este punto, los muertos por gatillo fácil son jóvenes, los trabajadores
golondrina también, y las mujeres secuestradas lo mismo, todos forman parte del
aire enrarecido de la democracia “pactada de los partidos”, queda sólo indagar cuál
es el papel de cierta vanguardia capilar ante esos temas. En todas las tendencias
saben que estos crímenes se hacen más patentes cuando más cerca se está de la cima
partidaria, porque combatir estos temas cuesta para hacer ganar elecciones, la reforma
de la policía es una zona gris. Este es el talón de Aquiles de los populismos contemporáneos,
el control desde arriba de las organizaciones sociales, partidos, y tendencias más
duras contra el flagelo de estos problemas quedan procesadas por institucionalismo
que sabe contener y reparar en parte pero no quiere combatir el brazo duro de las
derechas latinoamericanas, los aparatos de represión.
Si a esto se sumamos los casos de Carlos Olivera y de Mariano
Ferreyra, termina cerrado que cuando la policía no mata, deja matar, el no control
de las patotas sindicales como su efectividad en el control de las obras de construcción
y sus comisiones internas generan más asesinatos y muertes no claras en dos grandes
negocios, las privatizadas y el negocio inmobiliario en dólares. Con esto se cierra,
que todos los que mueren en causas dudosas terminan por ser desaparecidos en democracia,
y los partidos poco y nada harán por ellos.
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