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Una conclusión que podemos sacar de leer a dos periodistas
que suelen escribir en Pagina 12 es que hay consecuencias bien distintas en la
interpretación dentro del mismo kirchernismo. Estas tienen que ver justamente
con la evolución del mismo, y a la vez tienen que ver con el papel del resto de
los actores del kirchnerismo y la oposición.
Es complicado pensar que se puede escribir estando alejado
de la antinomia, kirchernismo anti-kirchernerismo, lo que sí se puede hacer es
hablar de interpretaciones muy diversas en torno a qué es y que no es. Estas
nos dicen más de quienes las dicen que del kirchernerismo en sí pero a la vez
nos dicen qué ocurre dentro del kirchnernismo. Curiosamente esto se dio en
forma paralela en una forma curiosa pero no paradójica entre lo que fue una
conversación en radio entre Fonteveccia y Lanata, sobre lo que era el final del
año pasado. ¿Qué fue lo ocurrió? Ciertamente podemos interpretar que el binario
sistema implantado por los medios achata una buena parte de lo que es ciertamente
una discusión bien distinta.
Podemos decir que en realidad hay cuestiones que van dentro
de las ideas de lo que el kirchernismo supo o no supo ser, además claro esta de
las consecuencias de ello. Esto es, sin duda una consecuencia directa del
resultado actual. En este caso, la conclusión de la ruptura entre lo que fue el
kirchnerismo y lo que no fue, entonces se entiende que e cierto punto hay una
imposibilidad de volver atrás.
¿Qué quiere decir esto? Bueno como en el caso del peronismo
histórico, la propia existencia del kirchnerismo crea a su vez consecuencias
permanentes sobre la sociedad argentina. La pregunta es entonces qué
consecuencias fueron. En este sentido, hay quienes creen que no hubo
consecuencia alguna, un ejemplo de ello sería Lanata, hay quienes como
Fonteveccia cree que hubo consecuencias pero que estas no son suficientes para
imprimir un cambio total en el país. De alguna manera también dentro del
kirchnernismo Aliverti da a la propia secuencia del kirchernismo dentro de su
gestión de gobierno un papel distinto, donde el opositor como tal es un
obstáculo porque el opositor como tal no está en ningún partido. Pero que no
haya ningún partido justamente da un problema a la política esto quiere decir,
que la transformación tiene que ser institucional y de las relaciones de
fuerzas dentro de sectores que no tienen una clara representación electoral,
leáse Iglesia o Poder Judicial, por no decir, diarios o la SRA. Aliverti entonces se
pregunta por la posibilidad de conciliación no entre la sociedad argentina como
tal, sino entre el gobierno y las corporaciones. Es decir que dice que mientras
el kirchernismo exista, esta tensión va a existir y lo que hace insoluble su
resolución en términos de oposición en partidos. Porque no se está de acuerdo
en el mismo régimen político no se llega a un acuerdo de cómo este debe ser. A
la vez gran parte de los opositores piensan lo mismo, no concuerdan en la
manera de gobernar del kirchnerismo ni la creen perfectible por lo que llegado
el caso, creen que el sistema en sí totalmente debe ser otro. Esta es una de
las razones en que el termino dictadura es usado de forma completamente
distinta por los distintos factores del poder. La relación se hace tensa. A la
vez por ejemplo que la Nación
y Clarín, quieren olvidar o hacer “desaparecer” (con todo lo que ello implica
las consecuencias del golpe del 76´) a menos que les de un rédito político han
instrumentalizado un relato. Este relato entiende que la democracia de baja
intensidad es una meta deseable. En este sentido, curiosamente, solamente
cuando Clarín choca contra la restricción piensa en términos más duros y más
concretos, qué es una dictadura. Por eso, ahora la similitud, la idea y la
propagación de la noción de autoritarismo, lo “inédito” en la democracia argentina,
vendría de la mano de esta crítica. ¿Qué pasa si el sistema cambia?
Como nos damos cuenta no elegí estos cuatro columnistas
porque sí, tienen que ver con cuatro posiciones bien diferentes. En este caso,
Lanata ha llegado al punto de poder ir contradictoriamente a contra pelo de sus
propias declaraciones. No por eso saldría de sí su papel de opositor sólo que
con el tiempo, su propia necesidad de mantenerse el aire lo hace más
reconcentrado en su objetivo, cosa que en el caso de Fonteveccia al ser dueño
de Perfil, no lo hace necesario. ¿Qué quiere decir esto? Bueno en primer lugar
qué poco tiene que ver la ruptura del kirchnerismo y en anti-kirchnerismo en
cuanto a la idea de la democracia como sistema. Hoy en día en el fondo, el
desgaste, y el manejo de la información y la justificación de cómo se dan los
conflictos tienen ciertas cosas que no entran en los esquemas institucionales
idealizados. Un poder judicial que podría haber fallado a favor de Clarín de
forma clara y a la vez resolver la cuestión de fondo, creando un conflicto de
poderes muy distinto, siendo este, “El
poder legislativo como representación democrática versus la capacidad de
revisión de la Corte Suprema
de Justicia sobre la constitucionalidad” se convirtió en: “Un poder judicial que es dilatorio a la vez
de una cámara legislativa donde el conflicto entre partidos sigue una lógica
que no tiene que ver con la judicialización de las leyes”. Justamente fue
esto en 2009 cuando la oposición era mayoría parlamentaria lo que no cristalizó,
es decir la oposición parlamentaria versus el poder ejecutivo sin la
intervención judicial. Si en realidad como tal la ley de servicios
audiovisuales necesitó buena parte de la oposición, ¿cómo se puede decir que en
realidad esta no es producto de un consenso? Lo que ocurre es que no toda la
oposición voto igual, lo que demuestra que en el fondo, existe un sustrato de
diferencias, políticas, donde el centro no era justamente de la oposición y que
incluso con un poder judicial que se sumaría a esta lucha no hace que la
oposición tenga un programa. ¿Qué facción de la oposición es la que va a
triunfar? Esta es la pregunta que no se quieren hacer ya los periodistas que
luego de 2011 no pudieron creer la diferencia de votos en Cristina Kirchner y
el resto de los candidatos. Esto fue en parte una “abdicación”, como tal no es
raro, que hoy todo ronde en torno a qué tiene que pasar para que estas cifras
cambien más que quienes son capaces de alterar estas cifras.
Esto realmente no habla de una mejor o peor división de
poderes, lo que nos da entender es que la oposición y el ocupar el Estado en
forma concreta termina siendo un tarea muy compleja.
¿Cómo podemos entender el papel de los poderes del Estado
cuando en realidad en la práctica si estos no chocan, y no se comportan de una
forma que no se superponen son los propios medios de comunicación los que creen
que se habla de un totalitarismo?
¿Qué clase de totalitarismo como tal tiene que lidiar con la
división de poderes como la conocemos hoy? Y para peor, como la conocemos hoy
con sus grises y sus contradicciones. ¿Realmente esto es un síntoma de una
lucha en términos convencionales? Claramente no, el hecho del daño
institucional que parece ser un dato pero a la vez abstracto no tiene tanto que
ver con quién lo hace sino desde dónde y cómo. Lo que cuesta saber hoy es, si
uno se sitúa desde afuera, o finge hacerlo, quién hace que la ley sea injusta,
el ejecutivo, o el judicial. No es una respuesta inocente, cuando se dice el
ejecutivo con las consecuencias prácticas de ley de medios audiovisuales se
asume que el Grupo Clarín es una consecuencia no deseada de muchas malas “decisiones
de la democracia”, ahora cuando se piensa en el poder judicial uno
llega a la conclusión que el propio poder judicial si quisiera, y estuviera en
condiciones con una ley que perfectamente no considera anti-constitucional,
mantiene una posición de impotencia. La irresolución del poder judicial es un
daño a la institucionalidad. Si la ley de medios como tal es y como se presenta
constitucional, no se entiende como se puede pretender que el poder judicial no
impulse su aplicación. No se puede entender como la Corte Suprema no asuma su poder
y decida si entrar en conflicto con el poder ejecutivo o entrar en conflicto
con las apelaciones a otros tribunales internacionales, u otros medios
políticos, mediáticos y etcétera que juzguen su desempeño.
Justamente es por esto, que ningún poder del Estado es
“omnipotente” si otros no son impotentes. En este sentido, el periodismo no
intenta mediar palabra entre estas dimensiones. Por este medio además cuesta
más defender al poder judicial como tal, el cual debería haber resuelto ya su
posición y no extender más cautelares, tenga el costo que tenga esto, eso
quiere decir, juicio político a los jueves que fallasen de forma que pueda
poner en duda su desempeño antes que la dilación que en realidad como en otros
casos de “injusticia” se muestra complaciente con no poder hallar las pruebas
de delito o de negligencia por parte de diversos actores de la sociedad.
Es justamente entonces cuando entendemos que, Aliverti no
puede asumir que en realidad cuando el poder mismo del estado no está en forma
alguna como un arbitro sino que esta partidizado porque en última instancia no
se esperan a las elecciones para tratar de alterar las relaciones de fuerzas
sino que estas ocurren dentro de lo que es una forma extraña de hacer
oposición, “extra-parlamentaria”, la
gente del 8N, diciendo que la oposición no existe, la oposición del grupo
Clarín, la SRA y La Nación teniendo éxitos que
son imposibles de adjudicar a ningún funcionario opositor, ni a ningún diputado
opositor. ¿Con quienes deberían reconciliarse los argentinos? En este caso como
a lo largo de toda la historia argentina termina de ser una cosa bastante
relacionada con la tan conocida frase de: “Ni vencedores ni vencidos” que no
suele tener en la realidad un correlato del todo equitativo a la hora de ver
las consecuencias en las transformaciones.
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