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Saber apreciar justas diferencias Rinesi y Feinmann:


            I-

En todo proceso hay personas que destacan sobre otras. La brillantez o no de las argumentaciones tiene que ver en parte con la concepción que se tenga del destinatario.
Lo peor que nos puede pasar hoy es caer en las canalizaciones más recurrentes. Ciertamente que se puede tener una actividad intelectual lejos de las “Academias” pero eso en todo caso hace más difícil esta actividad y no más fácil, ser Jauretche, Gramsci o Walter Benjamin (mezcla rara si propuse) no es sencillo.

Tampoco es sencillo tener que definir si un intelectual es ante todo alguien que explica algo que pasa porque lo entiende como su papel de divulgador o de difusor o si su papel en todo caso es el de aquel que tiene que inventar o descubrir algo que se halla más allá. Si es el segundo se trata de una actividad de cierta matriz solitaria que siempre está en medio de la perplejidad, si es el primero no se debe abusar de ciertas fórmulas que quedan bien pero no son el papel más valioso de un intelectual.

Por esta razón muchas veces el papel de un intelectual es tratar de encontrar nuevas motivaciones. En este sentido Rinesi tiene una cierta perspectiva que forma parte de su postura teórica sobre el “Kirchnerismo”. Otros dirán que esto no tiene un valor necesario pero hay que por lo menos reconocer, que a diferencia de Laclau o Feinmann, Rinesi para bien o para mal trata de esbozar una idea conceptual del kirchnernismo y no lo evade. Laclau lo pone de la mano del populismo y José Pablo hace de péndulo desde un entusiasta desenfocado a un personaje crítico y sin sentido.

Bien la pregunta sería entonces saber si tal o cual postura llevan a alguna parte y segundo saber si tiene o no sentido pensar alguna que otra versión del intelectual necesario. ¿Cómo le sacamos el jugo al pensamiento nacional? Esto no es menor. Porque sacarle el juego al pensamiento nacional es honrar a nuestra cultura, lo que nos gusta y lo que no nos gusta, si entrar en la dicotomía cipayo o no cipayo.

Ahora bien, ¿no es este un momento necesario para un florecimiento intelectual de proporciones? Debería serlo si se aspira a superar algunas de las grandes preguntas parecerían no tener respuesta. La televisión no puede hacer esta tarea histórica no es su fin ni su objetivo. Es decir, son los que producen más allá de la prensa muchas veces los que van pergeñando estas respuestas. ¿Sirve alabar o despreciar a la figura presidencial como la punta de lanza de la especulación de los factores de poder?

Se puede decir que puede tener un valor sí por un tiempo. Hemos aprendido que justamente en procesos políticos como estos que no siempre funcionan igualmente la polarización no es sinónimo de desaparición de ciertos fenómenos. Tal vez la idea de la concertación del poder se hace tautológica.

¿Podríamos decir que esto ha mostrado hasta qué punto la intelectualidad argentina depende de medios, editoriales y cátedras? ¿Acaso no es obvio? Debería serlo hoy en día, desde hace mucho tiempo Clarín como grupo hegemónico se ha ido desvirtuando en parte a favor de Clarín mismo. La estrategia es obvia, tanto la sobreestimación o la subestimación llevan a crear un dramatismo que no tiene nada que ver con la realidad.

Rinesi tiene un concepto importante para entender la historia del kirchernismo que es, entenderlo como una suma de tradiciones, hay personas que piensan que Clarín tiene que cambiar como grupo por la propia libertad de expresión aunque eso no solucione todo el problema, hay gente que entiende que el fin de Clarín como grupo quitaría presiones a muchos actores sociales. Muchas veces leyes como “La ley de medios” son mucho más complejas que las agendas de periodistas que cuidan más sus trabajos que la claridad de las ideas. Ahora bien eso no quita el papel de la relación de los medios con la sociedad. Desde el momento en que un poder como tal se muestra como una alternativa a cierta forma de conducir el estado, nos estamos saliendo de la idea de una convivencia pacífica de dos esferas diferenciadas.

Endiosar a los periodistas y a los políticos, a los “intelectuales” en el sentido amplio quita el papel a otros actores. No son sólo ellos los que presionan por un cambio, hay gente de los lados movilizándose, desde carcelorelos hasta organizaciones de todos los partidos que desean movilizar gente, que después de todo no son todos hay partidos que no creen en la movilización. Se han forzado tanto las ideas y los espacios que llegado cierto punto la idea de un problema de sucesión, la idea de una reforma constitucional, se mezclan con la idea de un medio que se propone a sí mismo guardián de la constitución como en otro momento fueron las Fuerzas Armadas. No hemos avanzado demasiado en la idea de quién tiene el poder real cuando pensamos en los buenos y en los malos. Hay un corrimiento generalizado del espectro. Muchas veces se ponen en  peligro conquistas formales. Ciertamente ejemplo de ello es el papel del feminismo en un proceso político que le dio espacio, y también lo es las propias contradicciones dentro y fuera del kirchnerismo. ¿El femicidio tiene que esperar a que Lanata y Clarín lo consideren importante?

En este estado de cosas se puede decir que podemos interpretar correctamente una consecuencia. Si los partidos de oposición esperan una serie de errores para surgir, podríamos decir que la prensa sólo puede atacar a cierta forma de gobernar. ¿Acaso no es esto lo que se ha hecho? El fiscal de la nación tácito aplica esta formula pero lo hace de manera monolítica y pobre, Swampa con sus críticas a la represión institucional no ocupa tanto espacio como el cepo al dólar, un secuestrado no ocupa tanto espacio como la detención de Lanata en Venezuela. Mientras más fuerza se hace por presionar con medios que se puedan “mantener” poco se puede decir que hace para evitar el amarillismo, poco tiene que ver la libertad de expresión con la ausencia de amarillismo. El amarillismo es un condicionante para la libertad de expresión.

Por eso aunque es cierto que hay que tener cierto aprecio por la capacidad de ciertos agentes para tomar decisiones hay que tener cuidado con un aspecto peligroso de la época que es un cinismo pudoroso y mal entendido. Como si el “mal comportamiento” en la expresión trajera consecuencias reales. Ciertamente que las corporaciones económicas son las que menos necesitan de leer diarios y si de escribirlos. Grupos económicos poco interesados estar en andar preguntando. Clarín en este sentido tiene con todas sus presiones y su torpe manejo de la institucionalidad todos los rasgos de aquello que dicen aborrecer. Busca cooptar, comprar, amedrentar a todos aquellos que pretendan hacerle frente. Clarín tiene sus aliados inexplicables como Perfil, un mercado como el de los medios si fuera libre deberían tender a la competencia. Barcelona (revista independiente) dedica una buena parte de un recuadro a explicar esta triste situación. Es decir que mientras algunos medios pueden mantenerse en posiciones dominante en cuanto a la oferta y la demanda otros se extinguen. Esa lógica del mercado es lo peor que le pasa los propios periodistas, ¿acaso alguien gasta tiempo en pensar en el desastroso empresario Lanata? Porque podría ser un periodista brillante y no así un gran empresario, en cambio Magnetto es incapaz de salir al aire todos los domingos, sus apariciones poco felices lo muestran como alguien no muy carismático con un alto aprecio de sí mismo. ¿Sería alguien que la gente miraría por TV? Parece una estupidez pero no es tanto. La prensa pedía que Néstor Kirchner diera a conocer su gobierno, ese hombre que no hablaba con nadie era un horror tan grande como la cadena nacional de CFK. Tal vez esto forma parte que ambas posturas se saltean a la prensa, o por lo menos no dejan que las preguntas sean siempre las mismas. El debate sería si un presidente tiene que estar eternamente en un estado de preguntas como el de Harvard, donde se cree que una respuesta que cualquier respuesta es mala. ¿Por qué no se aplica este método tan persuasivo en: Scioli, Macri, Binner, De la Sota? Estas son las preguntas de las cuales los medios no quieren hablar porque molestan a su sentido de la moralidad. Por esto buscan saltearse los cercos. Pedir calidad a los medios de comunicación implica que medios como Clarín cambien, si no cambian por las buenas. Si sólo llaman a los críticos para lo que les conviene, si siempre son las mismas preguntas. Si la otra prensa es propaganda, ¿cómo no podríamos sospechar de una voluntad hegemónica? Si las licencias tienen que ser eternas, porque sospechan tanto de la gente que dicen “eternizarse en el poder”. ¿Qué diferencia hay entre un dirigente de un canal de televisión y un burócrata sindical? ¿La violencia específica? ¿Estamos seguros?                
       

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