La histeria sobre
Laclau alcanza niveles históricamente risueños.
Es algo raro que se tomen algunos temas como reales
revelaciones. Primero de todo hay que separar la paja del trigo. Desde que
Laclau salió a la prensa a hablar de algo que no tiene que ver con su último
libro: “La Razón Populista ” este ya
fue demonizado como si se tratase del “Libro
Rojo” de Mao, “Estado y la
revolución” de Lenin, o si siquiera el
Príncipe de Maquiavelo. Lo que sabemos es que en realidad, hay demasiado
tinta sobre temas menores. No es justamente Laclau alguien que se queme las
pestañas por la política local, sus comentarios cuando los hace sobre teoría
política y son bastante vagos. ¿Podría creerse que un libro como la Razón Populista es una carta
abierta el totalitarismo? Sinceramente creer esto puede pasar por dos razones,
no leer Laclau, creerlo alguien importante en las gestiones de los gobiernos
que analiza (lo cual es falso) pensar que está detrás de la organización de los
partido realmente existente (lo cual también es falso), sería como decir que
Mariano Grondona cumplía el papel de Martínez de Hoz, o de Bussi, este ejemplo
grotesco es importante. Hay hombres que se crean excusas para lo que hacen
Cavallo es ejemplo de ello. Laclau en este momento al menos no forma parte de
ese sistema. Es atacado sin duda por proponer algo que no tiene que ver con la
democracia liberal convencional. Llevarlo más lejos es por lo menos no saber de
qué se está hablando.
Exagerar las ideas sobre qué es y qué no es la constitución
y no sobre cómo se ha negociado sobre ella es parte de un entretenimiento de
intelectuales que siempre van a escribir post facto, y nunca van a tratar de
preveer nada. Si Laclau es una fuerza invencible la victimización podría ser
clave para mostrar lo que se consideraría la mediocridad de una cámara que se
debería oponer a una reforma constitucional. ¿Por qué no hablar de ello? La
respuesta es simple, una cámara donde la corrupción puede comprar a los
legisladores para cualquier cosa, léase “Banelco”,
que sirva para permitir todo tipo de atropellos y que al final de cuentas no la
respeten ni los “ejecutivos terribles”
ni los grandes grupos económicos. Estas son las cosas que por ejemplo nada
tienen que ver con Laclau, hay una “Ley de Medios” fue votada y se habla de
poder judicial y del poder ejecutivo y se obvia al legislativo donde de hecho
están los opositores. ¿Qué esperanza hay en 2013 en estas profecías
autocumplidas si toda actividad legislativa es inútil? Gracias a esto la
histeria que cree que la política debería ser una teoría divina se mofa de sus
autores y consagra victoriosos a los que hacen el arte de lo posible, sea lo
que tenga que ser.
Volviendo a Laclau, para terror de esta gente las modas
académicas parecen que son una cosa terrible sólo cuando van en contra de
ciertas preferencias, muchas veces intelectuales, doctores e incluso muchos
otros han estado en contra de las academias eso es común. ¿Cuánto vamos a
esperar para darnos cuenta que las academias son espacios políticos que se
ocupan? Es contradictorio defender el mérito de los que forman los gobiernos de
las facultades para mostrar el “genuino saber” que estos tienen y luego creer
que son presas de lo que debería ser un contra poder sobre el Estado. Aunque
este Estado no se defina ciertamente en muchos casos por clases, o ideología,
por lo que una Universidad para ricos, debería estar en contra de un estado, de
un grupo político o de cualquier que atente contra el status quo. ¿Una
universidad de pobres debería estar a favor del status quo? Claramente la Universidad Pública
sobre todo es poli-clasista, para bien o para mal, parte de un equilibrio
deseado o no. Cierto es en suma que su labor es ante todo mostrar y producir
profesionales para cierto periodo histórico, esto no ocurre en abstracto y
muchas veces falla. Eso no quita su valor pero si muestra sus agujeros, que no
se aseguran, ni privatizando, ni empobreciendo más y más las carreras.
Si una universidad premia a Laclau, como premió a O´Donell,
como puede premiar a cualquiera no habría que creer que sistemáticamente genere
una reacción en cadena sobre la sociedad que haga que la palabra de un autor
sea sacrosanta. Nuevamente Laclau es el monstruo para una clase media que lee
un par de noticias de un profesor que dice que la “re-re-relección (indefinida)
es necesaria como en el caso de Chávez” y aquellos que creen que esto es un
horror. Lo cual tiene sentido pero no tiene sentido pensar que eso homologa
todas las opiniones, no pasa ni con las alianzas políticas oficialistas ni
opositoras. ¿Por qué debería pasar en la realidad de un cambio que necesita una
cantidad excesiva de apoyos de todas las clases?
La “política ficción” que no es el relato sino otra cosa
peor, que ya no es de qué te quiero convencer o no, sino qué problema te
inventaré para que los cucos sean aquellos que no muestren los medios
necesarios para las transformaciones sean cuales sean. La política ficción es
aquella donde Binner es un héroe, un día y luego es un villano, donde la
historia de un comisario cuando aparece en la prensa hace que la opinión
pública patéticamente cambie de idea. Pobres de aquellos que creen que el
periodismo es perfecto, entonces, sí columnistas y periodistas pecan de
cientificismo. Cientificismo que no cita siquiera a Laclau, que piensa que todo
es lo mismo. Ciertamente que esto puede ser por opiniones sobre sus teorías, su
persona o lo que sea. Lo que no es cierto es que todas las cosas se traduzcan
mecánicamente. La reciente Ley de ART, los conflictos con Moyano, la inflación
y otros no se pueden explicar por la Razón Populista. Si se
pueden explicar los cacerolazos, si se pueden explicar los apoyos cambiantes de
los movimientos sociales, es decir de aquellas cosas que no están comprendidas
en la democracia liberal.
El papel de los intelectuales no forma parte de la obra de
Laclau. Podría ser la de Gramsci, Trotsky, Jauretche, Weber y otros, por
ejemplo Dewey. Todo esto genera parte de la idea de lo que hoy configura una
realidad concreta. Demonizar a los que integran el actual Estado. No importa si
dentro de ella, hay centros de estudiantes que no opinan como Laclau, no
importan las diversidades de cátedras, es
decir no importa demasiado ya qué hace a las universidades públicas ser lo que
son. Si una universidad se opone a los agro-negocios es enemiga, si una
universidad se opone a que la sociedad se “reconcilie” a la manera que quiere
editorial Perfil es enemiga, ahora si una Universidad en cierta forma política
elige a Ernesto Laclau, las alarmas del “librepensamiento” se encienden. Todo
eso forma parte de una ridiculez. No porque uno sea brillante con el tiempo uno
se sorprende lo corto que es. Pero se sorprende más que nos vendan que estas
cosas son importantes.
“Salvo el poder todo
es ilusión” Lenin.
Entender estas sencillas ideas no son cosas que nos revelen
nada. Pero nos dicen mucho, pocas veces se dedica tiempo a entender que pasa en
la universidad. Más cuando la única universidad que siempre se cuestiona por
deporte es la pública, no se meten las narices en las usinas privadas a menos
que sea necesario. Por esto la realidad, el totalitarismo, y la idea de lo
republicano parecen no tener un correlato con la ficción porque una cosa es
dudar de lo que dice el gobierno y otra cosa es creer que hay enemigos tan
buenos, tan puros y tan santos que esperan sólo dar la libertad. Patéticamente,
llegamos a conclusiones como esta, se persiguen intelectuales de unos a otros,
algunos no forman parte de la feria del libro porque algún personaje quiere
resaltar y otros no quieren que se premie a Laclau. Todo esto no forma parte de
lo más grueso ante la realidad de la libertad de expresión ni de los debates
fundamentales. Si lo forman sería sólo cuando se piensa que es una conspiración
perfecta orwelliana y sin defectos. Subestima también a la historia política de
argentina, o los grandes grupos económicos ya cambiaron completamente entonces
el autoritarismo es inevitable, cosa que paso en varias dictaduras pero se va
haciendo cada vez más claro hacia el final del siglo XX. También se puede
pensar otra cosa, negociaciones cerradas por el poder en la sociedad.
“No banderas
políticas” versus “Totalitarismo”, no puede una sociedad que espera ser
republicana incluso en las ficciones más esforzadas de un liberalismo que
cuando no está en el poder recrea para sí un infierno dantesco que no toma como
síntoma cuando la regulación económica es inexistente. Nadie pide que se crea
que esto es necesario, si se pide repasar estos puntos. La universidad no tiene
que enemistarse con el estado porque sí. En todo caso lo hará por sus propios
intereses de grupos, típicas luchas denostadas por la educación o lo hará a
favor de algún sector. “Si la universidad caceroleará en Callao y Santa Fe”
todo sería más cómodo. Ciertamente que eso choca con las ideologías menos
combativas que sólo creen en la eficiencia de la Universidad.
Ante esto la histeria, los premios y los nombramientos,
podrían ante todo demostrar que estos no son tan importantes. Los estudiantes
que son la gran parte de la universidad y los profesores no siempre comparten
las decisiones de la gestión. La chatura nos ocurre cuando queremos hacer la universidad
de una sucursal más del “sentido común” (ideología dominante).
Por estas razones se debe entender antes que nada que lo
primero que se debe separar hoy en día es el papel de un intelectual, de un
grupo de intelectuales y de un medio de comunicación. La ideología, o está o no
está derrotada, o es un mero oportunismo o es un plan maestro. Si la prensa no
se pone de acuerdo, si los columnistas no se ponen de acuerdo pasará lo que
suele ocurrir con estas cosas, escepticismo. Este escepticismo es tan bueno o
tan malo como lo que suelen llamar “El
Relato”. Cuando esto ocurre se pervierten las ideas, entonces si la lógica
de amigo enemigo no es por algo sino porque no se sabe cuales son los
objetivos. Se sospecha que los otros están en nuestra contra pero cuesta decir
por qué, el sindicalismo es mucho más realista que los medios a la hora de
mostrar intereses. Los burócratas van por un lado, las comisiones de base por
otro, y las centrales obreras se van dividiendo. Para peor sólo el ombliguismo
de Clarín, el miedo de algunos puede pensar que la reforma constitucional va
ser negociada en términos de lo que dice Ernesto Laclau. Este sería un bolazo
demasiado grande, no tiene sentido la comparación y además en cierto sentido no
tiene nada que ver con las reformas del 1949, 1860 y 1994, las cuales fueron
exitosas porque cumplieron su objetivo. El poder legislativo como farsa o no,
fue parte de eso, y si fue parte no tiene nada que ver con el populismo como
identidades. Un líder puede ser popular y puede fracasar grandemente en obtener
cargos legislativos el caso de Yrigoyen y sus intervenciones provinciales es
paradigmático. Solamente quienes gustan comparar algunas cosas y otras no,
creen que: “La causa contra el régimen”
es una consigna más republicana que: “Vamos
por todo, nunca menos”. La historia de los movimientos políticos no es
exactamente la historia de los partidos, ni acá ni en toda América, porque se
puede incluir tranquilamente a Estados Unidos y sus presidencialismos. A saber,
los partidos demócrata y republicano, tuvieron poderosas hegemonías. Hegemonías
que terminan siendo parte de los grandes procesos, cosa que con los
conservadores británicos fue visto con normalidad. La oposición a un régimen
parlamentario incluso como experimento creativo lleva a estos debates de la
“Re-re”. Una teoría sobre un parlamentarismo sería tan buena y útil, hasta
institucional sobre la continuidad de un partido mayoritario que la del
populismo, la mala voluntad, la comodidad, el tener que mantener el status quo,
el poder de condicional a presidentes débiles, los ciclos, el escarnio de
Clarín a: “De la Rua y Alfonsín” forma
parte de aquellos que no supieron negociar con el multimedio, el idealismo
llevó a lo patético, de la Rua
consultaba al diario para saber quién tenía que ser ministro. La SRA y la CGT , al no ser alteradas por
la ley de medios y tener con dictaduras y democracias gravitación propia pueden
hacerse sentir siempre pero en formas muy distintas a los medios. La ley de
medios afecta a medios amigos y enemigos de Clarín, Laclau no habla de esto. De
cara al 7 de diciembre, la idea será si los partidos políticos serán
inteligentes y podrán sobreponerse a los medios de Cristóbal López, Pierri,
Hadad, Manzano, Fonteveccia y Magnetto, sólo que Magnetto tiene los negocios
más rentables. Tal vez sean los que mejor saben del negocio pero eso no quita
que sea un negocio y que todos deben desinvertir.
Laclau y las universidades poco afectan hoy las editoriales
que la semana pasada, sólo pudieron comparar a Néstor con Cristina Kirchner sin
ninguna originalidad. No le echemos la culpa ni a la Universidad de
Córdoba, ni a la Católica
de Córdoba por dar un premio que no tiene que ver con la puja con el dólar, la
evasión impositiva, los problemas de la
UCR versus el PRO, la inflación, la fragata libertad o lo que
sea.
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