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Lentitud:

Barcos que cruzan un mar casi planchado, sin vida y transparente. Un sol potente en un espacio sin nubes, calor y un viento aún más cálido que como si se tratase de un desierto recorre la escotilla de los barcos haciendo imposible permanecer afuera.

Una cárcel tentadora de agua salada, una justa invitación al suicidio, ahogándose ante la indiferencia de la comunidad, al menos, así ha sido en los pocos casos que desde la proa se aventuran al fin a llegar al mar. Viajes largos y necesarios, travesías descabelladas y regulares, la justa indiferencia del universo, noches cortas, el día en un espejo infernal. La visión de un “cielo” por encima y uno por debajo en un terrible y monótono celeste. En este transe mirar nubes pasar, cuando pasan es un regalo casi celestial. La joya de la corona la única cosa que en el hastío se puede hacer con una cámara de fotos. El óxido de las sillas que nadie usa por el calor, la televisión que sólo puede pasar videos viejos, y la gente alienada, que camina por los mismos barcos sin saber cuando al fin volverán a bajar por un par de días, para luego ir y venir por la superficie de agua, en la mayor parte del tiempo, sólo agua, ni costas, ni islas, agua. Agua que es hostil, agua que no se le ve pez alguno, agua que en suma es un desierto blando, donde las olas apenas chocan, cuando lo hacen. Barcos con energía casi ilimitada se animan a ir y venir, sus gentes, cada tanto si es posible pasan de barco, no teniendo otra cosa que ver, cambian de amigos, cambian de compañeros de vida, en existencias que se dan en enromes “ciudades” que flotan. ¿Qué hay en las costas? Nada, adversidad, muerte, enfermedades que dejan la carne viva. Y para peor, la ausencia de descomposición, siendo los cadáveres salados una pobre imagen. Todo disecado en un perfecto sol. La gente que jamás ha visto llover se pregunta que pasará. Las moscas son una reliquia, y en aparadores son recordadas como parte de los tiempos húmedos, las abejas son tratadas por leyendas. Y los monstruos del mar, la ilusión de los fracasados melancólicos en la vida de los buques.

Estos amantes de la nada misma saben que todo es más o menos salado, que las caras de ellos están marcadas por la sal. Saben que los cadáveres que echan al agua al final flotarán sin ser devorados. Y todo se ve mientras que supone que el inmenso azul pierde a los que mueren sin darles más destino. La gente imagina gaviotas, albatros, imagina cosas que no existen. La gente suena como un mar lleno de movimiento, pero es negado, sólo paz, paz de cementerio mientras su propia dieta es una pasta salada de la reconstitución de un alga. Nada más, y eso será desde el primer día al último. Siendo casi una religión, contar lo que fue el pasado, y lo que podría ser el futuro ilusiona. Pero no hace más, da apenas un aire de lo imposible, lo imposible en suma es la vida, vida que todos buscan al menos una vez por día en la superficie del agua. Sangre al menos, pero el azul plano, el viento cálido, hace suponer que no se trata más que nada de una sopa, arreglar y cuidar los barcos, única meta. Pocas islas con piedras, allí pueden parar los barcos cuando tienen oportunidad para poder tratar de arreglar sus defectos. Algunos de ellos se han hundido ante la indiferencia de los demás.

El 31 de Julio de cada año, la noche más larga se presenta con la luna partida en dos, objetos informes y sin sentido orbitan en el único momento donde hay dos puntos blancos, y todo lo demás se hace negro haciendo de la angustia algo más opresivo, aunque incluso sin sol, el calor se mantiene, y la idea de una corriente fresca se vuelve casi inimaginable. Allí con todo, sale la gente a ver como es ese horrible olor a mar, que todo lo conmueve del cual nada pueden tapar, allí se ve la diferencia, la única cosa que hace pensar que hubo otro mundo, pero que cada vez se hace más imposible.

Siendo entonces divertido y fortuito en una de esas noches, barcos que fallan, en parte por el tiempo generan la alarma y el terror, ¿habrá llegado el fin? Sería esa la no profetizada etapa final de esos desgraciados hombres, si era así sin dudas que era cruel, si era así sin dudas que se habrían vuelto todos, parte de una absurda comedia. Y lo era en efecto, tanto que al final del camino se había pavimentado el camino al cadalso en el mundo de la indiferencia, tanto que llegaba a pensar si esta muerte no era más absurda que todas las demás, la mayoría pudo entrar en los botes, y en tiempo, los barcos estaban en el fondo del mar, la noche extensa, la ausencia de comunicaciones y la muerte, ¿habría otro barco más? Tendría que haberlo, ¿los encontraría? ¿Se devorarían los unos a los otros? Tendrían que hacerlo, quienes estarían al final flotando. Desde arriba un dios podría reír, muy bajo presupuesto para ir consumiendo a la humanidad como una vela. Absurdo y divertido, y el viento que es cálido, y sudan, mientras más sudan más cerca de la muerte están pero aún tienen agua pero será por un tiempo, ya hay quienes quieren ir matando a los viejos, y estos miran a todos con mayor desconfianza algunos aún queriendo la vida y pensando que si todos iban a morir, ¿para qué ese moralismo absurdo?

La mañana despunta salvaje, el sol, agrandado, soberbio como un dios, como un solo ojo mira impaciente, fríe todo, muchos nunca ven la salida del sol, es terrible, es un astro terrible, todo en él es brillo y no hay sombra alguna para hacer la vida siquiera variada, y no hay costas, y todo es plácido en medio de un primero de agosto, con un lujo, se juega la capacidad de morir sin desesperarse. Al menos eso suponen, y algunos vomitan y otros cagan, y todos están juntos como un gran cardumen que flota, como una gran farsa, pueden nadar de un bote a otro, pueden hacer lo que quieran, algunos gritan pero saben que no tiene sentido. En eso, nadie puede siquiera filosofar, nadie puede escribir, nadie puede siquiera abrazar demasiado a los otros. Siendo como la única cosa que podrían percibir un evento extraordinario, una nube avanza  sin prisa y sin pausa por sobre el cielo, generando una corta sombra. Hay gente que jamás había nadado, gente que podría fácilmente morir. Ante esta halagüeña perspectiva, el mar era el dueño de todo, con eso, el llanto y la desesperación a raudales y la violencia. Así fue hasta que el mediodía aplasto a todos, apenas si podían cubrir del sol.

Siendo ese día extraordinario, y hasta divertido, una persona entró en pánico cuando una mosca, una sola mosca, la cual no podían matar, iba por las caras de las personas de bote en bote, y al final de cuentas un brazo a medio pudrir hinchado flotaba, y eso fue parte del pánico de algunos pensaban que otros en alguna parte cerca de allí habían empezado a devorarse. La imaginación y la desesperación son armas interesantes, y con todo era la guerra por la muerte digna, qué sería de ellos en medio del pánico qué desastres harían. Siendo la diversión incompleta, el pedazo de carne siguió flotando hacia la nada, en el brillo agresivo de esa agua tan pacífica, tan ausente, tan cuidada, una enorme pileta.

Hubo quien intento rezar, porque la magia nunca está de más pero este mundo ya había tenido fecha de vencimiento. Entre tanto la mosca, como imagen del milagro y la gente que deliraba. Tanto que todos se fijaban qué pasaba el agua, y unos cuantos se cayeron exhaustos y ya estaban muertos, pero las personas eran cientos, algunos tuvieron la estupidez del sincericidio y contaron todo lo que no debían esos botes eran un gran confesionario, allí se conocieron muchos, otros no sabían que hacer, una madre ahorco a sus hijos, uno por uno, y fue ahorcada por otras mujeres que la vieron como inhumana. Todos los tullidos, las embarazadas y los ciegos, también se veían amenazados si el hambre cundía entre esa gente. Después de todo incluso aunque aún hubiese otro barco más, este no podría contenerlos a todos. A la hora de las 3 de la tarde, la tan curiosa y mentada hora de la muerte, algún personaje también desesperado en el desierto, siendo que los templos se habían hundido y que los holocaustos se estaban haciendo y que las heces, las tripas, la saliva, y hasta el coito estaba ocurriendo en esos botes mientras la sociedad se iba deshaciendo. Como si fuera un caldo.

Moscas de las más preciosas apareciendo de nuevo, una persona de gran peso, llena de gas, con los dientes a la vista con los ojos disueltos estaba flotando, parecía que iban a ver como era eso de disolverse en la eternidad, hasta ahora todo era clama, una calma que no podría detener aquellos que se injuriaban por la desgracia sufrida y anhelaban la vida insípida que recientemente habían perdido. Algunos soñaban que por milagro podrían vivir en ese mar, que serían parte de ese mar, pero eran una simple especie y las especies sin duda, si algo les pasa es extinguirse. Allí estaba la comunidad perfecta donde los sensatos se irían destrozando los nervios, donde el orden sería divertido, y allí añorarían los tiempos de la salvajada y la mezcolanza, pero incluso allí donde ni las manchas de aceite se presentaban a las tres de la tarde, como quien pudiera ver desde arriba, una gran mancha negra empezó a emerger, y hasta el agua empezó a burbujear, tal cual si fuera una especie de burla o condena, las burbujas sonaban reventando por sobre la superficie del agua.

Siendo entonces, difícil al fin veían la vida, eran peces, ¿eran peces? ¿Cuándo habían visto un pez en su vida? Eran peces, cientos de peces, tantos que podrían ser una hilera de ellos, peces que podrían ser toda la vida del mar, y entre ellos se mordían, allí se veía el hombre que antes flotaba ahora siendo presas de poderosos maxilares que dieron rápidamente y aunque la sangre era poca, donde no había olas, ahora el agua se movía, y era un espectáculo. Y el ruido el tenue, y los botes se movían, pero ellos ante todo estaban en un combate sin fin, devorándose sin fin parecía que en el agua y en los botes pasaría lo mismo. Pero eso fue al principio, peces más grandes y más chicos, tiburones, en todas sus formas y colores, se mordían y se devoraban, siendo casi ciegos y torpes, pero lo eran peces, horribles peces, tanto que eran caras deformes y mordisqueadas. Cuando al fin los botes en medio de este combate apenas eran notados pero se movían, los que cayeron primero, impregnaron de sangre la fauces de los peces que más envalentonados tragaban a fuerza de no saber que humanos, y así las tiras de las personas, cada una de sus partes parecía carne picada. Y la gente pudo sentir el horror, y el pánico, en poco tiempo ellas estarían todas muertas, los botes eran golpeados por furia por estas bestias que jamás habían sido vistas. ¿Habrían estado todas sus vidas equivocados? Eso parecía, la muerte sería más brutal, ya volaban por el aire pedazos de tripas, gritos y llanos, sangre, y más sangre, sangre que en el agua salada parecía un caldo, y el pelo, y todo lo que iba llenando los botes de sangre, maxilares contra maxilares, y allí, una bestia sin sentido ni forma, mordiendo peces y personas, con gracia con horror, subiendo y bajando del agua, con los salpicados de restos de seres ya sin forma, todo eso era ahora el horizonte movimiento y seres apretados esperando a que se caigan.

El martirio sería lento y despiadado, sería como quien dice, una lenta y pavorosa agonía sin sentido como una guerra empatada, las víctimas no podrían huir, pero sus victimarios no sabían donde estaban, ante todo, era todo carne, y las bestias seguían impasibles dándose muertes unas a otras, en eso estaban a conciencia como quien pudiera decir que se trataba de un guión. Así fue como la perspectiva se volvió terrible y nadie podría no mirar, el movimiento era inconmensurable, lomos grises, en una superficie sin fin, así fueron cayendo, y siendo arrastradas, personas y botes, los cuales muchos de ellos dejaron de tocar el agua, estaban encima de esos peces horrendos, jamás sintieron tanto pánico ante esos seres, hartos y exhaustos, vencidos, sin poder hacer otra cosa que atarse a los botes, sin poder hacer otra cosa que esperar de la manera más terrible sin paz, y sin descanso, morir. 

Frente a una muerte impersonal, frente al fin del mundo, esto era estúpido, eran comida para peces, tanto que al final de cuentas todo sería idéntico, estas bestias serían lo único que sobreviviría de la vida, seres que somos se comen a perpetuidad, siendo una vil muestra de glotonería sin fin, al menos eso daba la imagen, y el sol que sólo irían cambiando el grado de luz que tendría esta carnicería. En medio de esto, sin tener mucho donde apoyarse, fueron cayendo uno a uno los conocidos, los familiares y todos aquellos que tenían un parentesco esto era verlos morir a todos en formas más ridículas e indecentes,  cuando los pedazos de cadáveres se iban saliendo de las fauces de estos peces torpes era casi impensable que hubiese un milagro. Algunos se abrazaban, y cuando cedían por completo se caían de los botes, porque sin poder dormir, desesperados, sentían golpes, y golpes, y golpes, sin fin de los cuerpos de esas bestias que parecían que reptaban el mar, y el viento cálido, las excitaba y más corrían unas contra otras volando pedazos de peces, siendo este ritual ver variedades de lo inclasificable ganar espacio, en el final, con suerte, llegaba la tarde y la sangre seca en los botes, la idea de que al final se irían y los dejarían morir en paz.

Mal presagio lo único que hizo la menor cantidad de luz ante tal grotesco espectáculo fue dar incertidumbre de cual sería el próximo en caer, siendo esa la única forma de morir, todo eran agitación y corazones que latían, era parte del absurdo, los seres humanos eran utilería, en un mundo humano que ya no existía, y en el fondo, ¿quién los iba a llorar? Sordos ruidos de mandibulazas que eran ya un murmullo, nadie quería hablar que se podría decir, iban cayendo, iban siendo vencidos, y en el fondo, qué era eso, cuando al final, siendo casi una maldición, al final mas violentos se ponían esos seres más chicos eran ahora comidos por otros más grandes, y los dientes podrían darse contra cualquier cosa, y en medio de ello estaba cerrando el día apenas si eran decenas, y parecía que había esperanza, ¿era humor negro? Lo era y del mejor, era una comedia negra, uno de los últimos personajes en ser devorado se había cagado encima, ¿acaso eso le quitaría su sabor? Pieles más oscuras y gruesas iban empujando y separando los botes, nada pararía su hambre, era justo, y los botes empezaban a ser frágiles, la muerte ya se veían dentro de esas agallas, y eso era terrorífico, ellos que jamás pez alguno habrían podido comer, iban a ser desaparecidos en medio de ese salir y entrar de agua, absurdo, de movimiento absurdo y así fueron devorados uno a uno, y no se podría saber si tiene sentido darles nombres y apellidos, esto jamás fue deseado del todo, y esa era la gracia.

Al final sólo quedaban pedazos de material llenos de sangre, y esta gracia era el único regalo de la indeferencia universal por medio de indiferencia y la decrepitud de ciegos constantes en un brillante paisaje indiferente. ¿Tiene sentido decir que esos peces jamás se rindieron y que nadie puede decir que tuvieran el “mal” en ellos?   


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