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El último de los hijos de la generación basura:

Revista dos pies izquierdos, 30 de Julio de 2063.

Hoy tomamos, el más joven y aún el más activista miembro de eso que la crítica llamo la “generación basura”, la cual fue un movimiento artístico que se dio a principios del siglo XXI. Ellos surgieron de lugares poco convencionales y tuvieron por función ser críticos singulares de su tiempo. Ellos no se pensaban como parte de una década sino como el descarte de un mundo que estaba cambiando. Un mundo que no tuvo lugar para esta forma de narrar la cual fue vista como un rechazo de plano al nuevo optimismo que se vivía. Tal vez, una desconfianza en general sobre lo que pasaba por las cabezas de esas personas en esos momentos. Pero sin embargo su mirada no fue otra que la de alteración por no verse unidos al sistema. La película que desarrollaba Pablo Pommeranio se llamaría “la Cena de los Cerdos”. Este será el autor más social de los tres y su visión era claramente de izquierdas, la cena de los cerdos, habla de esa tan conocida unión que Marx expresaba entre: empresarios y políticos, y en la famosa idea que todos estaban en la misma situación. El error de no participar en la vida activa de las sociedades dejaba que los políticos y empresarios hicieran de las suyas. De corte surrealista, la Cena de los Cerdos se encuentra en un país inventado y de lo que menos se habla allí es de política. Pommeranio, da entender muchas cosas con su particular estilo obviando siempre lo más simple. En esta cena, se puede ver tanto a mandatarios y empresarios que supuestamente discuten sobre qué debería pasar con un país, el cual de hecho nunca se nombra. Después de ir y venir, abundantes comidas llegan,  cada cual va comiendo y bebiendo. Entonces se puede ver un poco como todos van participando de la misma cosa, como se reparten una vaca exageradamente grande. La analogía entre la riqueza y la ganadería es obvia, la vaca, venía recubierta en un bizarro papel dorado. Todo indica que la golosina inicial es la riqueza o su alusión a ella.

No obstante Pommeranio, no tuvo este film como una obra desligada de otros proyectos. La Cena de Cerdos, es parte de una visión más ambiciosa, la cual esta conformada por películas como: “La Harina de tus huesos”, esta película es mucho más hermética, en ella se trata la idea de que el hombre es útil, siempre y cuando encaje en la tarea que tiene que hacer. En ella se hace un recorrido por varias fábricas en la primera, los niños hacen juguetes que usarán ellos mismos en los momentos de ocio, luego cuando son adultos, todos realizan objetos simples o elementos de consumo y al final sin otra cosa, cuando son más viejos, van a una extraña fabrica de harina donde los viejos trituran a sus antecesores directos con los cuales se hace una droga para que la gente que pueda comprarla sea joven eternamente. La idea era sencilla, buscaba retratar la idea de que le proletario vive en función de una burguesía que posee tantas vidas como esfuerzos humanos son puestos en la maquina. Mientras que el proletario produce siempre sus propios bienes y deja excedente, la burguesía literalmente se alimenta de ellos para alcanza la inmortalidad. Gran parte de la obra de Pommeranio, es trágica y solemne en ese sentido, esta en contra de la percepción de su contemporáneo, Robertito Buñuelo y del enajenado Carlos Geniol.

La Cena de los Cerdos, muestra las conveniencias de las clases dominantes. El corte marxista y surrealista de la cinta lo pone en un lugar poco común es un ideólogo bastante poco propagandista. Su labor es mostrar la tragedia del mundo del consumo. De alguna manera, los hombres se vuelven más cerdos a medida que más consumen, esto se ve en la manera en esta gente va comiendo a medida que más comida llega. Su intención no es otra seguir comiendo hasta reventar. Algunos de hecho lo hacen y quedan en sus sillas con las bocas abiertas. Los que sobreviven van perdiendo la forma humana para terminar siendo algo raro una mezcla entre seres humanos y cerdos voraces. Salvajes e impúdicos, un grupo de hombres debe ir sacando sus heces, pero la secuencia sigue en crecimiento. Hasta que un momento en una escena un poco extraña, un flaco y engominado mozo, dice que se acabado toda la comida; no hay más. Los hombres, ya cerdos, apenas hablan pero reclaman que les traigan lo que sea. Poco importa, pero que hay que seguir comiendo. Incluso uno de los cerdos, hace el ademán de comerse al mozo. Este huye aterrorizado y por ello, al final, diez mozos traen pedazos de carne, poco visibles, y algunas cosas poco comunes. Pero la ingesta no para, en este sentido la música en un giro genial. Pommeranio, siempre cree que la música tiene que mostrar esa atmosfera de encierro y se ensaña por poner sonidos repetitivos y monótonos que se repiten a lo largo de la comida.

Hasta que al final. Del fondo de una olla sacan a un bebe entero que es lo último que queda, ellos lo terminan despezando, ya montados en la mesa. Gruñen sin sentido, la escena muestra como todo el ámbito donde estaban se ve completamente arruinado. La idea simple y llana, Pommeranio, cree que el capitalismo avanza sin que nada lo pueda detener. Pero llega a decir más, no se va detener hasta que consuma al final a la especie humana. La alienación por consumir lleva a una especie de canibalismo, un triste y afanoso canibalismo que traga enormes cantidades de fetos despezados. Los cerdos al final, irreconocibles entre ellos, caen de la mesa y salen corriendo hacia la calle. Pero ya no hay nadie. La película termina luego de mostrar que la noche y el frío han condenado a los cerdos, los cuales mueren por la mañana.

En resumidas cuentas, el argumento siempre es simple. No hay otra cosa que empeore el capitalismo que ese consumo asqueroso que no distingue ni nombres ni motes sino que esta enquistado en el poder. La relación de estas personas con un apetito cada vez más desbordado relaciona a la prohibición con el lujo, lo que no se puede conseguir por buenos medios se consume por malos y siempre es para pocos. Una moralidad bastante dura y poco accesible para ocasionales habitúes al cine de entretenimiento más comercial. Pommeranio ataca al poder con una suerte de desencanto y gran osadía imaginativa. Su postura política lleva a pensar en que nada bueno se puede tener por esta idea de consecución hedonista de placeres porque al final, ya nada quedará por consumir.

De la generación basura, poco se ha rescatado durante el tiempo de su producción, la crítica los obvió por esa manera tan poco convencional de narrar. Sobre en el caso de Pommeranio y Geniol. Buñuelo cobró más suerte por un absurdismo más familiar a la comedia o a lo que se vio en ese momento como comedia. Pommeranio fue un personaje decadente, un heredero. Una persona que luego de una vida de muchos excesos  y más cosas de ese tipo de actividades, decidió gastar todo lo que lo quedaba de su dinero en la creencia de que ese mundo debía desaparecer. Su intento reformador, su lenguaje artístico eran poco usuales en el Buenos Aires de esa época que mantenía algunas divisiones claras entre la difusión y contenido no tomó las películas como algo que fuese real y fueron consideradas como joyas excéntricas. Parte de su vida, su segunda vida,  termina de forma abrupta cuando un colectivo lo pisa. Una muerte muy corriente, tal cual mostraba su cambio respecto a la existencia. Su éxodo tal vez culposo de un mundo selecto con el sólo fin de llevar la antorcha a otro lugar.

Hay que tener en cuenta que este movimiento, el de los hijos basura. Tiene hoy un gran impacto incluso en nuestras publicidades, nuestra idea de lo siniestro fue refrescada por Pommeranio y sus concepciones de que aleación de lo bueno y lo malo van unidas. Todo exceso lleva a la destrucción. Esa fue la idea de las dos películas que realizo en vida, aunque hoy se puede conocer que tuvo otros proyectos. Uno de ellos se llamaba “Oxigenada hasta la médula”, otro tal vez uno de los más frontales hubiese sido “El sabor de la mierda”, guión que quiere ser hoy adaptado para el cine contemporáneo. Tal vez en este trabajo se pudiese ver una continuidad con “la Cena de los Cerdos”. En ella un hombre abandona su país de origen en el cual todo va mal, según sus ideas,  y llega a otro donde todo parece mejor. Allí el se supone que esta donde merece, no obstante, en su locura o en su viaje por el beneficio se encuentra como inadaptado. Todo esta demasiado resuelto, su sustento, su queja eso que amaba hacer, ha perdido el sentido. En su desesperación termina comiendo mierda hasta que muere intoxicado pensando que esa mierda con la cual se encuentra es mejor que cualquier cosa que la de su patria a la cual no puede volver porque cada vez le parece más horrible y la inexorable división con este mundo perfecto no puede ser sostenida por más tiempo.

La generación basura, fue en parte una vanguardia bastante fatalista. Una parte de su ideal por lo menos según la visión de la crítica era: “La vida pasa, incluso de cualquier manera”. Un joven dramaturgo hoy se ha inspirado en la obras de Pommeranio para llevarnos una obra bastante exitosa: “Nunca dan las seis”. La cual remite en muchos puntos a esta generación basura. El último de los hijos de la generación basura fue sin duda el más poético, las grandes escenas muestran un gran relato de terror sobre la existencia humana de un grupo de personas que siempre están entre el consumo y la mezquindad. No obstante la idea de una revolución parece muy lejana las obras pommerianas no gozan de un final feliz. Ni siquiera prometen que el final tenga sentido. Una parte de lo que se denigra es la historia del hombre mismo al intentar construir un mundo en el cual los otros no existen.

Pommeranio dejó a modo de testamento una serie de fotografías que enmarcan su paso por todos los lugares que lo marcaron, hasta una foto final en la cual se lo ve en una vulgar reposera, frente al río de la plata. Esta fue la última foto que dejó, una muestra de su desprecio al glamour. Una sincera muestra del desprecio al mundo de las cosas, una mirada que no podemos entender pero que se ha perdido en el río. Por expresa voluntad de él no fue enterrado en un cementerio privado, siendo cremado y su urna se hundió en el Río de la Plata en el día primero de febrero de 2050. Su frase a modo de epitafio fue: “Puede que seamos todos una molestia pero por lo menos somos reciclables. No se ha perdido tanto.”

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