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TOD: (La muerte)

I-


Mirar el reloj no es algo que se pueda convertir en complicado, a veces es un poco menos de lo útil y de lo necesario. Sin duda que en ese momento era algo más bien común.

Se estaba peinando, acción mecánica y segura, a la vez útil. Y miraba el espejo con la risa de los cruces de las miradas, va su risa. Si era su risa y las uñas llenas de esa costra tan necesaria. Bella costra, muy ilustre.

Sin temer demasiado ahora miraba el afilado instrumento. Esas cosas que te pueden dejar tranquilo. No hay que temer. Todo esta justamente relacionado. Lo que era vivir mal y contar también mal las cosas. La cartera es negra. Pero era necesario llevársela. Nada es necesario hacer pero la cartera era linda.

Ella con sus pelos, recién teñidos. Demasiado negros como si fueran alquitrán. Imaginar que se fue por ahí a la mañana. Y todo salió bien. Es lo lindo de cuando las cosas salen bien, se rasco la entrepierna. Extraña picazón le había agarrado. Todo a raíz como siempre de las molestias que a cualquiera le puede agarrar. ¿Matar puede ser tan malo?

Tiene que serlo. Es obvio que es así. Pero ahora mismo se podría ver las uñas naranjas, otras veces fueron verdes, otras veces al natural pero esculpidas. Que detalles siempre hay que recordar su éxito para resultar inofensiva era que justamente la gente pensara que efectivamente ella misma era capaz de estar tan al pedo mirando su propia imagen que jamás perdería el tiempo matando a alguien o en todo caso que sería incapaz de tal cosa.

Cerró la canilla, miro a lo alto. Trascendencia tal que solo vio hongos en el techo. Un milagro podría haber dado la cara de Maradona en el techo pero no era así.

Su cabeza decía- “Hay que trabajar”. Su cuerpo decía: ¡Azúcar! ¡Azúcar! ¡Azúcar!

Por lo demás, no estaba complicado. Ella se la pasaba bien. Tenía un taco medio roto. Era una mierda y ¿la plata? Esa misma plata para los zapatos de ella. Bueno esa era la plata para la otra. Pero a esa yegua la había matado. Ella no quería que su hombre siguiera por esos caminos va no le importaba pero un día vio el extracto de la tarjeta. Y era insufrible. Jamás una amante puede tener tanta guita sobre la mujer oficial, cornuda podría ser boluda jamás. Que el dijese que tenía una vida ocupada, tal vez creíble. Pero pensar que después de tanta mentira torpe. La había descuidado y ella no lo había dejado. Estaba un poco molesta pero entonces vio el resumen. Y la mierda, había que matarla.

Puso el despertador a las 4 de la madrugada. Ella sabía que la amante no tenía de ella, así que iba a decir que era la hermana. Claro, ella la pobre hermana y él iba a tener un accidente. Que en realidad no era otra cosa que apagarle el celular antes de salir de su propia casa. Mientras el gigante, el dueño de la “hacienda”, ella se sentía como hacienda, comparada comprada y vendida, por peso y edad.

Salió de su casa con un no muy discreto saco verde brillante. Un bisturí, filoso, filoso. De los tiempos de medicina. De los tiempos de su padre, ella jamás había estudiado. Pero estaba filoso, ella había atacado a una boluda antes con eso, porque la idiota le quería pegar con un pisa papeles. Y lo peor, le pegó. Pero no interesa demasiado.

Cuando el taxista quería solo mirarle la entrepierna, ella pensaba que era un pobre infeliz. Pero a la vez pensaba en que ella iba a matar por primera vez, tal vez no era como el primer beso o cosas así pero tenía algo de cursi andar fantaseando como era eso del asesinato. Si después de todo no importa tanto como se mata, lo importante sin duda es matar.

Se bajo del taxi. Pago al taxista pero le metió un billete de diez trucho así que por lo menos se había salvado de tener que soportar a un degenerado sin siquiera haberlo cagado. Porque no le salía llorar de una, se pegó la mano contra una pared, hasta que le salió sangre. Eso le ayudó a llorar. Pero tenía la mano llena de sangre. Pero era poca, y se cerró. Ahora para peor, no podía llorar y le dolía la mano.

Todo para matar a una yagua, pero esta puta era cosa jodida. Había que matarla. Y la iba a matar. De una puta vez, de una puta vez. Si por puta, va por competencia. Había que vivir, esto de gastar plata. ¿Sabe alguien lo que es vestirse hoy bien?

Nadie tiene idea, la moda cuesta sangre. La moda es difícil de seguir. Toco timbre, y nada, y volvió a tocar y nada. Quizás la loca, estaba con otro. Incluso si eso era así la iba a matar. No era cosa de andar perdonando. Porque ese día había elegido un corpiño negro. Y ella elegía el negro cuando estaba contenta. Así que era una asesina que estaba feliz. Pero no lo iba a twittear. La cosa era matarla.

Al fin contesto una voz, así como mogólica. Era claro estaba durmiendo. Pero la asesina, la fría asesina, la mujer aburrida, aullaba: “Juan, chocó…. Ahora podrías abrirme tengo que hablarte soy su hermana”. La otra confundida: “¿Qué? No puede ser, si hasta hoy a la tarda. Pero qué cagada, la puta madre. No puede ser.” Juan jamás hablo de una hermana, ella pensó que era una estafa, por eso cazo el celular y llamo. Nada de nada, estaba muerto. ¿Qué hacer? Bueno tal vez era cierto. ¿Qué clase de estafadora lo haría un martes a las 4 a.m?

Pero claro que matar un martes a las 4 a.m es de lo mejor para las 6 a.m se puede tomar un café con medialunas. Para las 7:30 am se puede haber bañado, y hasta perfumado. Se puede elegir un lindo pañuelito finito celeste. E irse a la mismísima mierda. Puerta que abre, mujeres que se ven. Mínimo le llevaba 5 o 6 años. Juancito tenía ese amor perdido por las rubias, pero a ella le decía que no se podía teñirse. Manga de forro.

Ahora mismo. Entraron y subieron en el ascensor. Era todo claro, una yegua. Linda, le veían los pezones. ¿Qué importaba eso? Total se iba a morir pero las tenía más chica que ella. ¿Qué importaba eso? Nada de nada. Se tenía que morir.

La cosa era que una vez que la pudiese matar todo sería más fácil. Aparte iban a ser las 5 a.m. ¿Cómo iba a matar a la boluda esta? No sabía. Tenía que desayunar a las 6 a.m en Coronel Díaz y Santa Fe. La víctima dejo las llaves sobre la mesada de la cocina. Sería una de las últimas cosas que haría. Al tiempo, ella se pudo a hacer una escena típica de víctima que todo era terrible. Y todo era terrible, la otra escuchaba medio incrédula. Pero después parecía que conocía demasiado a Juan para no ser la hermana. Y eso pasa a veces con las hermanas. Y era justo que estuviese en el hospital pero que ahora no fuera a verlo en ese momento. Que la escuchará, ella tenía que estar mejor. Todos tenían que estar tranquilos. Es más le pidió un abrazo, la otra quiso darle un genuino gesto de afecto y la abrazo. La otra la encerró entre sus brazos. Pero la empujo con brusquedad contra la pared. Y como no se le ocurrió nada, quiso apartarse rápidamente. Pero no pudo la otra le torció el brazo. Y sin molestia le quito la gana. Inmovilizada contra la pared. La asesina tenía el poder. Entonces subió la mano y la ahorcó, aunque la otra le metió un codazo que la dejó sin aire. Entonces, la agarro del pelo y le dio un topetazo violento contra la misma pared. Y quedo medio idiota, mientras trataba de ver, con el bisturí que busco frenéticamente en la cartera. Lo agarro sin problema y se lo clavó en el cuello. Ahí estaba. La otra, si se moría nomás. Sin chistar, se estaba muriendo. Y con eso llegaba todo a su fin. Bah, no era el fin. Eran las 5:30 am. Ella sabía su víctima no trabajaba ni nada similar. Así que bien muerta y desangrada la desvistió parcialmente y la metió en la cama. A todo esto eran las 5:50 am. Así que se sacó toda la ropa y se llevó ropa nueva.

Fue sencillo, su víctima apenas grito. Ella le metió el puño en la boca, la otra la mordió pero se murió rápidamente había dejados unos dientitos en la mano. Cosas que pasan. Pero ya estaba cambiada, agarro vio que había una colonia se la puso. Se miró guió el ojo, estaba hecha una diosa.

Llegó al bar, comió dos medialunas, la tercera prefirió no comerla sería demasiado la dieta, era asesina pero nunca iba ser gorda. Jamás. Jamás, por lo menos por un tiempo eso le molestaba ¿sería vieja? ¿Sería la futura Yiya Murano?

Con suerte, ahora mismo, ese café, lo rico del café bueno. El olorcito a café. Se fue pago con la plata que encontró en lo de su victima en los bolsillos del pantalón que se puso. Pero madrugar para matar a alguien por lo menos en alguna parte del mundo debería tener recompensa.

Pero cuando se veía ahora en el espejo. Pensaba que la vida no era tan mala. La otra estaba como “muerta”. Y ella estaba bien, Juan la abrazó como intuyendo sin saber que ahora estaría más solo. Tal vez ella estaba un poco estresada, se iba a ir a colonia. A las 7: 05 P.m., iba destrozar el cadáver lo iba a sacar. Y además era justo pensar que su víctima bueno había desaparecido. Era una chica con una familia que estaba muy enemistada, por unos padres que no la querían ver. Y le había dejado de hablar. Todo cerraría cuando se supusiera que se había ido nuevamente como la primera vez del lugar para no dejar rastro.

Ella era inteligente. Y además diseñaba tostadores, si de metal y eran lindos. Ahora mismo pensaba en la cara de la otra. Medio muerta, medio extraña en su cama inerte. Y a la vez pensaba en que el mundo no valoraba a los que diseñaban tostadoras, ni a las mujeres asesinas con gusto por la ropa y los pañuelitos.

II-


Era el turno de Juan se puede sospechar; ella se había encargado al fin de Juan, va se iba a encargar. Matar, matar es lindo. Sin embargo todos estarían contra ella. Pero era cuestión de pensarlo. ¿Quién no estaría en contra de una asesina?

Ella tenía un buen novio era un boludo. Es decir era bueno pero justamente ¿cómo podría haber sido tan boludo? Y después lo conoció a Juan. ¿Quién era ese Juan? Un pálido, medio pelado, oficinista, gerente y también garca. Se estaba aburriendo de solo pensarlo.  ¿Podría salir a matar gente por la calle? Era una salida. Matar gente por la calle era como irse de putas, va era una extraña ocurrencia que se le pasaba por la mente. Si después de todo no iba andar matando conocidos. ¿Por qué no matar desconocidos? Con la chiquita anterior se salió con la suya sin problemas. 

Las uñas hoy eran naranjas. Tenía una amiga anteojuda, medio necia, pero no la iba a matar. Era la única que le pintaba las uñas cuando nadie más querría hacerlo y la escuchaba quejarse. Tendría que comprar cera para depilarse, y luego sin duda, tendría que matar. Había que matar era su destino matar.

La cosa era que matar no podría ser una cuestión de tiempo completo, muchas otras cosas se podrían hacer en el día. Ejemplo; ir a comprar cereales de avena y leche descremada. Por lo demás tendría que organizar bien el día. Iba a salir del trabajo a las 4 de la tarde. Tendría que matar antes de las once. Si no lo lograba la gente sospecharía que estaba por allí, ¿Haciendo que cosas raras? Seria jodido.

La cosa era un saco beige, una cartera negra. Se iba a encontrar con una amiga suya que ella sabía que se iba a vestir con algo gris. Y que además le iba a contar de un pesado que no hacia que hablarle. La otra pensaba que era simpático pero que en este momento de la vida como mujer madura que era sólo quería coger y a la mierda.

Los jodidos escritorios de madera. Una calamidad. Una voz monocorde explica una manera más de vender latas de cerveza en un mercado sobre saturado. Ella se aburre, un día piensa. Va recuerda sus vacaciones en Pinamar por los noventa y tantos mejor no decir que edad tenía ella. Mejor, mucho mejor. La cosa era, ¿tendría que hacer salido con esa chica? Hay veces que la gente se queda con la duda.

¿Qué son las dudas de la gente? Bueno son cosas que pasan. Pero era ella una asesina. Va tenía a la mujer esta muerta e iba por más. Ella se veía como mala. Sí era temible por lo menos, ella quería pensar eso. ¿Porqué no creerlo?

Su amiga, le decía que necesitaba un celular nuevo. Ella pensaba que ella también necesitaba un celular nuevo y que nadie se iba a sentir mejor al final del día si las dos pensaban que con celulares nuevos serían más felices. Pero por alguna extraña razón no quería contrariar a su amiga. El boludo llegó, saludó. Su amiga ponía cara de: “Viste que es un tremendo pelotudo pero es lindo”, esto era de lo mejor que había pasado. Y era cierto era lindo pero era boludo. Demasiado boludo, era justamente una erupción de la boludez en la sociedad postmoderna y desencantada como un Da Vinci con un moco. Ella había estudiado arte, historia del arte, envidaba a Da Vinci y le daban asco los mocos. Porque este pibe era una mezcla de envidia y asco la formula funcionaba.

Ahora bien, la amiga le decía que ella quería matar a una conchuda que le limpiaba la casa. La cual aparentemente se había robado una remerita que le trajo una prima de Nueva York. Ella estaba a punto de darle la razón, una cosa es que la televisión diga lo que dice, y otra es que cualquiera haga cualquier cosa. Si tan solo pudiera decirle a su amiga que era ella también una asesina como los peligrosos hombres de la tele. Los encapuchados.

Su amiga no iba a entender, su amiga era una conchuda. Si era una conchuda que si podría coger un sábado y ella estaba mal iba a decir que justo tenía que ver a su vieja pero al cabo de dos semanas le iba a contar la aventura sexual del día no recordando que ella, la cual estaba trabajando en otro tostador, tenía excelente memoria. ¡Inepta!

Hay cosas cursis. Se miraba las uñas, si eran lo peor. Si las jodidas uñas eran una mierda. Y ella las cuidaba pero el mundo estaba hecho para hombre sin uñas. O con uñas de mierda. ¡Machistas de mierda! va estúpidos, los hombres estúpidos que no podrían hacer otra cosa. Igual ella misma no estaba preocupada por las uñas en sí, sino por lo que las uñas descuidadas detonarían. Claro, dirían; ¿Qué paso con sus uñas? Era obvio que sospecharían que ella estaba asesinando gente si dejaba de cuidar sus uñas. Por lo que tendría que verlas constantemente hasta podría ponerle brillitos. La cosa era que la gente pensará que ella pensaba que efectivamente su mundo eran esas putas uñas.

Como cosa al pasar, le dijo a su amiga que: “Que tal si la mataras a tu empleada con un palo de golf. ¿No sería humano? Yo sé que sí. Peor sabemos que vos sos medio torpe a ver si rompes algo de la casa.” El sentido común diría que había que matarla en el jardín. Si en el jardín y si se la pudiera enterrar en el jardín mejor. ¡Cuanta maldad hay en la gente para poder llevarse una remerita! Es cosa de no creer. Pero qué más da, ella no se iba a consumir la vida pensando en los vicios ajenos. Acaba de heredar un guarda ropas. Aunque su amiga decía que fuera de lo beige que estaba usando hoy, el resto de la ropa le quedaba literalmente como el orto. Estuvo a punto de querer matar a su amiga. ¿Qué sería ella? Reina de sus amigas sin sus amigas. Una idota como una bombacha que le quedaba incomoda en ese momento y no sabía por qué. Solo eso.

Si ella mataba. Si todos mataban ¿Quién no mató a una mosca? ¿Quién no mataría a su empleada? ¿Quién no mataría a un jefe por no entender el arte de diseñar un tostador de metal pese a que no funcione tan bien? Si los tribunales no fueran solamente gente sedienta de poder e hipócrita ella por lo menos podría matar, a la mosca y al jefe, la empleada sería discutible. Pero… ¿el jefe? Lo del jefe era imperdonable.

Su amiga seguía con lo del boludo. Hasta contaba que otro día, se estaba bañando en el gimnasio. Y la vio, ¿a quien vio? A nada más y nada menos que a la reina de la reina de las conchudas. Si la arquitecta, esa era una forra. Las dos la odiaban. Eso si iba al gimnasio poco y se mantenía como una yegua. Trataba a todos como el culo, como mierda para tirar a una hoguera peor nadie la jodía. Se la puso a mirar claro esta. Ahí bajo la ducha. La otra que era tan egocéntrica ni corría la cortina. Quería que la vieran. Al menos ellas dos estaban seguras. El hombre estaba molesto porque ellas interferían con la clase. Les dijo que se fueran callaron entonces, y bueno.

“Matar, la vida es matar. Y tener esa cartera verde que vi en un lugar cerca de Serrano pero antes que nada matar.” Eso es la mente de una asesina serial que esta a punto de perder el sueldo con una tarjeta de crédito. Nadie puede creer que sea tan malo. Pero claro, una cartera, un monedero. Porque si se renueva la cartera, y el monedero se queda igual. A ver ¿en qué puta cabeza cabe? ¡Hay que cambiar el monedero. Y… ¿los zapatos? ¿Alguna vez alguna de estas yeguas que va al gimnasio se paso más de quince días sin comprar zapatos? La respuesta es NO. Ella y su amiga lo sabían.

La cuestión era que para matar gente hay que ser una persona temible. Ella sería la excepción. Ella es buena, esta aún recordando como rompió huesos. Luego de lo los hirviera y que después se los diera a los perros. Si dos perros grandotes que en el jardín ladran como locos. Y ellos trituran huesos, de vaca o de mujer. Seguramente en la mente de los canes da igual. ¿Serían sus perros caníbales? Uno de sus perros era de libra y el otro de cáncer. ¿Tendría algo que ver?

Cuando llego el almuerzo. Dos tomates lavados. Una delicia. Sal, y aceite. La hereje de su amiga le ponía Ketchup al tomate lavado. Para ella, una asesina una mujer del siglo XXI, que espera tener una VAIO para septiembre era inaceptable. A lo que preguntó: Si vos hipotéticamente fueras así muy jodida y estuvieses en la calle aburrida, vos, ¿A quien matarías?  Su amiga se quedó pensando. Mientras le ponía más Ketchup a los tomates. ¡Qué rico debería pensar! Pero era una tarada. Pero tenía remera medio escotada y le quedaba bien. Ahora, volvía la idea de los Pinamar. ¿Esa nenita? ¿Esa mujercita? Tan amiga que no era esta. La otra no comería jamás tomate con Ketchup por lo menos usaría mayonesa. Esa mujer ¿a donde habría ido?

Si habrá llorado como una alta boluda. ¿Tan boluda se puede ser? La verdad es que no. Una cosa es que la gente llore y otra es que sea boluda. Boludas sobran, gente sensible falta. Y ella sensible porque pese a que alguna que otra vez haya llorado por alguna boludez otra cosa es llorar por algo serio. Ella la extrañaba. Tendría que ir a un diván, peor el diván es dinero y el dinero es definitivamente menos ropa. Si ella tenía menos ropa, la gente pensaría que ella pensaba en otras cosas. Llegarían a la conclusión de que se volvió loca. Pensarían que es, definitivamente una asesina.

¿Era mala? No. Nadie podría decir que era mala. Ella solo una ariana que no soporta a la gente idiota. Eso no es delito. ¿Dónde esta el respeto a la vida humana?

Cuando ella se dio cuenta que los tomates con o sin Ketchup jamás llevarían a una vida excitante. Pensó que todo se había arruinado. Tenía ganas de masturbarse bajo una ducha de agua caliente. ¿Acaso alguien puede dejar el trabajo o lo que sea para masturbarse bajo una ducha? La respuesta es no. Ese mismo sistema que nos promete cosas que jamás vamos a tener. La idea de la cartera verde era terrible. La imagen de Juan, si de Juan siendo alguien capaz de no entender lo que importa la cartera. Capaz de decir que se puede dejar una cartera que una mujer como ella se puede olvidar. Eso es crueldad y ella no lo acepta.

Su amiga sigue y el día sigue. Se acercan las cuatro de la tarde. Nadie quiere decirle a quién más matar. Eso es muy terrible. En todo caso debe ser parte de una manera de vivir. No más que eso. Ella se va a poner a buscar un par de libros, alguna asesina mujer antes que ella tuvo que haber. Ergo, alguna mujer que haya escrito algo solapadamente instructivo sobre el arte del asesinato tiene que haber.

Esa asesina primigenia; ¿sería peluquera? Las peluqueras muchas son malas. Son malas bichas, pero para ser asesinas seriales eso es un salto.

III-


Su segundo asesinato fue un éxito pero contémoslo retrospectivamente. Ella estaba aburrida, y entonces, muy linda hasta se podría decir pituca se puso a esperar. Rara creación que es ponerse a esperar, esperó y quiso esperar, fingir esperar.

Había choripanes y ese olor a grasa. Y a ella le gustaba el olor a grasa pero a nadie le había dicho. Era cosa de mal gusto. ¿Tan malo era? ¿Tan malo sería? Si tan solo pudiera matar a palazos al parrillero y quemarle la cara con las brazas. ¿Tan difícil sería? Tan malo ¿podría ser tan malo? El parrillero tenía ganas de montársela y con gusto quizás hubiese impedido que lo mate. Si ella le hubiese mostrado una teta, o alguna cosa. ¿Quién sabe? Tan mal escribimos y decimos pensar que apenas podríamos dar con la respuesta.

¿Qué hubiese sido de su vida si la hubiese arrojado a la vía para que la asesinase un subte por simple inercia? La verdad que tendría que haber dado igual. Tan vulgares son las historias. Ella veía a un par de inadaptados sociales de poca monta esperando en el subte, si en el subte de línea A. Allí estaban parloteando, usaban palabras raras, jodían hacían chanzas. Y ambos tenían las uñas distintas del resto de la gente y se subieron a esa maquina de sardinas. Ella los veía en su mente, los imaginaba. Los hacía bellos y eternos, pero si uno de ellos tropezará y el subte lo hiciera bien mierda, ¿sería todo en vano?

Complicado es pensarlo. No hay que temer, la vida tiene intensidad. La vida dicen que tiene que tener intensidad. Al fin mientras estaba en esa parilla entra un hombre de camisa bastante corpulento de aparente gran seriedad. El cual mandaba toneladas de mensajes de texto y hablaba, hablaba, seguía hablando uno creía que iba a parar pero seguía. Era un expresado kilométrico de gritos y discusiones. Nada más. Y la miraba de reojo a ella, la cual sabiendo esto se hacía la tarada y lo miraba como si fuera un pobre angelito desamparado. ¿Sería necesario? Tendría que serlo, había que matarlo. Ella ahora mismo pensaba que el resultado sería mejor con un veneno. La cosa era saber si ella tenía realmente arsénico en la cartera. Y ella creía que lo tenía. La cosa era simple, era boludearlo y matarlo. ¿Tan simple? Sí, era demasiado grande para carnearlo. Y ella no se iba a dejar golpear así como así. Lo mejor sería el veneno.

El tipo después de rugir vía teléfono cuelga. Finge que finge no mirar y le sale mal. Ella quería hacer algo tan bizarro como mostrarle una teta. Demasiado bizarro y sin sentido pero quería escapar a la vida aburrida. Quería matar sin otra chance.

Ella lo lograría sin pensar demasiado en lo que estaba haciendo la cosa era sencilla. Tendría que hablar con él. Cuando estaba en plena conversación momentos después, pensó que era hasta más inteligente que Juan y más lindo. Pero Juan es Juan y este va ser un fiambre. Tiene que morir es bueno que así sea. Tan solo si pudiera pensar en términos románticos. Tan solo podría morirse con que alguien le metiese un tiro por la espalda. ¿Sería justo? Ella era una asesina pero, ¿qué hacer? ¿Qué tal llevarlo a la casa de la primera víctima? Sin pelo al huevo, ella le dijo que porque justamente no iban para otro lado. El tipo que no era de tener miedo a casi nada, excepto a la estupidez, cosa que le mostraría como sus miedos se harían realidad. Podría seguir un par de nalgas hasta ese justo departamento.

Saltemos un poco en la cinta. El tipo termina tomando tinto, con arsénico y este lo mata peor para distraerlo ve un mal improvisado streaptease improvisado por nuestra amiga.
Cuando está por morirse, cuando él se siente retorcido y fatigado; ella creyendo que se podría reponer le clava inútilmente un bisturí en el ojo. Pero la intoxicación es tal que sus gritos se ahogan sordamente. 

Al tiempo anda desnuda por la casa pensando que las cosas salieron bien. Era todo un gran éxito y esas cosas tienen sentido para ella y para todos los demás. Pero tenía que seguir pensando que todo eso era anti-romántico por excelencia. La pregunta no era tanto porque mataba con tanta suerte sino ¿qué haría en un rato? Ella pensaba irse a tomar un cafecito. Comprar sahumerios, hasta ir a una librería que un libro sobre diseño de interiores. ¿Qué hacer con el muerto? Era una cosa menor. Lo llevó hasta la bañera, y lo dejó allí sacó el bisturí, lo lavó. Lo vió y dijo: “Mi querido hijo de toda mi predilección y lo dejó allí.” Todo sería mejor al final, la cosa era ir huyendo día a día. Minuto a minuto. Se preguntó que cosas había en la casa, encontró un par de anillos y se los puso. Tendría que estar en un rato dando vueltas por la calle, Juan querría comer pizza ese día. Era cuestión de tiempo para que llegase un burdo “SMS” con una dirección. Esperaba que no fuera con algún pesado amigo cara de verga e idiota.

Pensar que la humanidad tenía gente importante o con onda. Pero había cada imbécil que bien podría ser usado en experimentos de medicina. Ahora bien, cuando se tomaba el café. Pensaba, si tan solo fuera como una novela que terminase bien. Ella quería ser feliz y vivir para siempre pero a la vez quería andar matando gente. Una chica así no le iba a durar el novio. Los hijos de puta como este tipo que le iba invitar a comer pizza siempre a la misma hora, eso si le podría durar. No le dudaría un romántico. Un personaje de esos idiotas que todo quiere que sea anécdota. Esas cosas son demasiado trilladas. Además ella fumaba Camel, y no por cualquier cosa. Los Camel por lo menos te matan con un diseño muy particular en sus cajas. Eso era sin duda una manera de compensar el vender balas que se fuman. Pero ¿quién mierda es la gente para prohibir que una fume? No eran nadie pero decían que nos cuidaban ¿Quién sabe para qué? ¿Para jubilarnos? Ella quería ser una caudilla amazona, con un chucillo en la cartera y andar desafiando a cualquiera. Pero a la vez se veía un poco flaca y escueta. Débil pero inteligente. Ya se había sumado dos víctimas, no era ambiciosa no sería una mujer desesperada. Lo que tendría que venir ahora. Sí su deseo pleno irse a Colonia al fin.

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