I-
Hay ciertamente una revisión
importante que hay que hacer de la historia como tal, revisar la historia, y
revisar, el concepto de “Historia”, revisar el concepto de historia positiva,
revisar el poder de la “Historia” como discurso. ¿Por qué es complicado el
orden de la “Historia” es una pregunta que hay que hacer en el siglo XXI para
hacer revisionismo histórico? O mejor dicho hacer “Historia verdadera”, o hacer
historia alternativa, o hacer “Historia”, porque en el fondo, mientras que se
tome, la historia, siempre se trata de ir tomando la mayor cantidad de hechos
posibles y ordenarlos de la manera “correcta”, es decir, de la manera en que
fue su relevancia, más que las crónicas interesadas que hayan ocurrido.
En este sentido, valen decir una
cosas, la primera de ellas, es diferenciar, la historia como retórica, del
historicismo, de momento petrificado de la historia, el historicismo como tal
busca hallar más y más datos sobre puntos fundamentales para “resignificarlos”,
pero hay que tener cuidado, la historia como tal no hace, no reemplaza y no
puede cumplir el papel de la política, la política, el presente en el sentido
orwelliano si se quiere tiene mucho que ver con la historia, en este sentido
valen aclarar y seguir profundizando algunos conceptos. El gran problema con la
historia, y con la historia argentina en particular es que ante todo una lucha
de discursos, porque como tal, como la forma violenta de operación política que
dio su nacimiento, toda la historia argentina fue un producto “pedagógico”, en
el sentido de Sarmiento que daba al término, en este sentido, cada operación
sobre la historia hace presión en un campo con reglas, con discursividad, y con
materialidad, ¿Qué quiere decir esto? La tarea de entender las interpretaciones
con el tiempo pesa tanto como la investigación misma de los sucesos. No es lo
mismo plantear “La Historia ”
que la historia de acuerdo a un autor, a dos autores, a tres autores o a cien
autores. Tanto que vale entender que en el mismo periodo de los cortos diez
años, hay en sí mismo gracias a las políticas, dos luchas de revisionismos
históricos vigentes, los cuales muchas veces forman parte de lo desapercibido,
lo mal llamado relato.
Partiendo de este sentido, no es que en
Argentina no operan cuestiones de revisionismo histórico sino que por el
contrario, estas se han multiplicado como nunca antes, primero porque está en
crisis la historia de la academia, la cual produce documentos para ella misma,
para los historiadores, y tanto que discute su lugar con la sociología, con la
ciencia política y con la política misma, por ejemplo: No es lo mismo lo que
diga Chávez sobre Bolívar que lo que diga un historiador de cualquier parte del
mundo, no es lo mismo lo que se diga de Perón desde Chávez o Beatriz Sarlo
aunque ellos en cierto sentido no son, ni quieren ser historiadores. Hay hoy en
día revisionismos interesados, hay luchas políticas intelectuales de la
superestructura, el “Qué se dice de la historia”, hay un “progresismo”, que
viene de los años 1980, que congela la historia previa al alfonsinismo, Romero,
Sarlo y otros, los cuales operan como si se tratas de las antinomias pasadas y
las nuevas, entre ellos beneficiados son la Iglesia Católica y el Grupo
Clarín, como tantos otros elementos, ya sean las FF AA, el agro-negocio, etc.
Hay otra tendencia en la historia, que tiene que ver con los 1990, la cual es
la más liberal y dura la cual hace todo un juicio de valor sobre el papel de la
argentina en el mundo, y plantea el peso de esta, suele estar representada por
un fuerte economicismo, más de izquierda o de derecha, suele estar enfrentada a
las ideas que proliferaron en los 60´ y 70´ sobre el desarrollo independiente,
y en medio de la cual, las cuestiones económicas y las institucionales se toman
como iguales, se comparan los gobiernos de Perón, Frondizi, Yrigoyen, Illia,
Alfonsín, Videla, etc; en tanto a su capacidad de para gobernar, no se toman
las antinomias argentinas tal cual las entendían los actores en su momento, y
se busca “normalizar” los conflictos de la época, estas dos versiones tienen un
punto fundamental, se basan en cierto punto del mitrismo originario pero
realmente ya no lo necesitan, muchas veces como Sarlo y Romero, aumentan o
suman nuevas “incorporaciones inéditas” a este proceso, en el caso de La Guerra de Malvinas esto es
fundamental, mientras que el peronismo es descafeinado, es “historizado”, deja
de ser el hecho maldito del país burgués, hay ciertas tendencias a renovar y
tomar los “nuevos argumentos imperiales” británicos, tenemos también distintas
perspectivas entre ellas las de Posse, y otros interesados en mostrar la
terrible doble cara del imperialismo, “La Paz Democrática ” y además el
realismo de orden neoconservador, es decir dos opciones hechas a la medida de
los “Republicanos” y “Demócratas” estadounidenses, para quien piense estas
cuestiones se dará cuenta que Mitre, fue en su momento un personaje con
motivaciones muy distintas a las que moverían a los “liberales” de hoy, que son
neoliberales. Curiosamente, esto es dejado de lado, tanto que se abren nuevos
campos fértiles para el revisionismo histórico, no hay que necesariamente
partir de Argentina para obtener una gran radiografía general de la situación
latinoamericana, hay que en todo caso tomar algunos puntos de referencia, la
composición de los países, los roles que tuvieron en cada proceso son
importantes para entender el papel que hoy mismo juegan en la escena
internacional.
II-
Este es el momento importante
para acercar las guerras post independencia de Latinoamérica, también lo es
para entender el papel ambivalente y necesario de Gran Bretaña como una
potencia agresora y a la vez “cooptadora” de voluntades, lo cierto es que no
podemos hoy hablar de discursos omnímodos, hay que entender las políticas imperiales
inglesas, comparando y entendiendo la política británica, en este sentido, vale
entender que Ricardo, Malthus, Locke, forman parte del colonialismo del Río de la Plata , hay que osar tomar
elementos muy lejanos al tradicional revisionismo histórico, e invertir una
buena parte de las cuotas del discurso conservador, y de su popularización, la
comparación con la India ,
Canadá y Australia, mismo con Estados Unidos, son fundamentales, también lo son
con Alemania, Rusia, y Japón, todos ellos pasaron un proceso de modernización,
cada uno de ellos tuvo fenómenos nacional-populares, socialistas, o de Élites,
y de alguna manera todos ellos incluido China fueron presionados por el Imperio
Inglés, el sentido conservador y colonial, fuerza dos tesis erradas, una la del
cosmopolitismo, la más liberal, hay que buscar una historia que de alguna
manera este en sintonía con cierto sentir civilizatorio, en constante
evolución, no falta por eso, que los conceptos avancen, hay politólogos como
Natalio Botana que han forzado la interpretación de la generación de 1880, no
desde lo fáctico sino desde lo ideológico, en una forma que Mitre al menos
mientras vivió jamás habría imaginado.
En este sentido, hay que tener en
cuenta que la manera de hacer historia hoy tiene muchos elementos que a primera
vista se alejan tanto de los elementos canónicos del revisionismo como del
mitrismo. Hay que recordar que hay ciertos temas de predilección como “La Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza ” que
suelen por sí solas generar un marco discursivo mayor, en este sentido, hay que
entender que mínimamente estamos hablando de tres historias, o cuatro, la
interpretación argentina, la interpretación uruguaya, la interpretación
brasileña y la propia autopercepción paraguaya. Un discurso dominante de la
globalización nos imponen olvidar esto, Mitre, no está sólo. La geopolítica por
parte de norteamericanos e ingleses, fue parte de un gran proyecto
internacional, que regía por reglas aún hoy vigentes, vale decir, que el mismo
Lenin, u otros, tuvieron problemas muy semejantes, hay un problema general de
la evolución del capitalismo internacional, y hay un problema puntual de cada
una de las regiones periféricas, ¿Podríamos hablar necesariamente de una
historia hegeliana? Podríamos entenderla en el marco de lo que era el siglo
XIX, podemos ver que las analogías que hagamos son muy importantes en la hora
de revisar la historia.
Hay eventos que han sido
relegados del papel del revisionismo histórico, entre ellos, las pugnas que hay
entre distintas maneras de entender los fenómenos políticos, cuesta decirlo
pero una buena parte de la conformación del establishment del conocimiento
legítimo, es una historia y una política, ya estaba presente esto en:
“Alpargatas sí, libros no”. Hay que reconocer que la “cultura legítima Argentina”, tiene figuras como Borges “su
supuesta incógnita ideológica”, Lugones y su “fascismo ilustrado”, contra caras
importantes. La historia es hechos, pero además novelas, películas, folletines
como Billiken, el amor por la “literatura inglesa” de Borges, es una punta más
del fenómeno, una de sus consecuencias indeseadas. La historia en suma, tiene
una producción académica lejana al pueblo, que parte para integrarse a las
revistas internacionales de historia, que está alejada de la escuela primaria y
secundaria, que no influye en el voto, que no influye en la columna de opinión,
hay una “Vulgata” generalizada, su primer problema, la historia del panteón de
los héroes, justamente cuesta pensar que la historia para defender o criticar procesos
muchas veces recaiga en figuras como Rosas, Mitre, Perón, Yrigoyen, Roca, y no
en los procesos, como “El pacto federal”, “El partido Liberal”, “El radicalismo
yrigoyenista” o el “PAN”, tanto así que el arma más perdurable del mitrismo si
se quiere ha sido el diario La
Nación y no la historia mitrista, la historia mitrista es hoy
un objeto caduco, hay liberalismos, incluso reinterpretaciones generalizadas de
distintos historiadores extranjeros sobre las cuales se debate poco que han ido
reemplazando a Mitre. De los años 50´ en adelante el conocimiento legítimo de
la academia sobre Latinoamérica ha quedado “disputado” por las producciones de
las Universidades Europeas, las cuales han venido a “dar respuesta”, y este
cosmopolitismo no ha tenido filtro alguno, debatir sólo con Mitre no es
contemporaneo, hay que debatir con Potash, con Abraham, Romero, y muchos más.
Estas consideraciones sobre cómo
leer la historia argentina, no necesariamente dicen que el revisionismo
histórico, o la historia vista en clave nacional-popular hayan perdido valor,
pero al menos provocan que el papel de las reinterpretaciones que surjan tenga
que pasar por los debates más o menos serios que pone la súper-estructura
dominante, hay que discutir con Marcos
Novaro, con O Donell, con Kvaternic, hay que entender las discusiones en torno
al estado con Negri y Hardt, hay que tomar las ideas de Laclau, hay que
comprender, los orígenes de oriente medio, en suma, hay que buscar re
interpretar toda la historia argentina, evitando la idea de una “nacionalidad”
no cuajada, tentación por demás contradictoria, y partir de una “nacionalidad”
en disputa, pero no en el sentido de “criollo/cipayo”,
sino de la confluencia y de pasajes, cuáles son las contradicciones de eso que
se denomino lo “criollo”, y cuales
son las contradicciones de lo “cipayo”,
el mayor peligro es convertir en tradición “nacional-popular” al revisionismo
histórico, tiene que ver más bien con la necesidad de la revisión, de la
curiosidad intelectual, de entender lo que ya se pretende sabido.
Con esto se abre paso una serie
de interrogantes, el revisionismo histórico y la necesidad de lo
nacional-popular, es en sí mismo un campo de juego, tiene por lo tanto que no
ser anécdota, no puede ser posibilismo, no puede haber explicaciones del orden
de lo mejor de su tiempo, o lo peor de su tiempo, tienen que ser verdades
incómodas, si hoy hay un nuevo status quo sobre el papel de la historia viene
desde otro lugar, el primero de ellos, fue; la historia forjada por Mitre y los
liberales no se dio ni con consenso científico, ni con rigor documental pero lo
mas importante no se dio en torno a la idea de democracia que hoy se tiene,
esto quiere decir que comprender a Mitre es una cosa, explicar a Mitre es otra,
pero sobre todo la más importante, criticar a Mitre desde hoy es importante,
aprender de un enemigo o no, vale decir que es un campo dinámico es tan
importante como desmentirlo. ¿Fue la historia mitrista un proyecto de país
ficcionado o fue una operación ideológica de las más importantes de la historia
argentina? Como en el caso de la reforma del Estado, la consolidación de un
bloque histórico, requirió, distintas etapas de solidificación, en este
sentido, nuevamente revisar “Unitarios y
Federales”, vale la pena, Oslak, entre otros ha resumido esta cuestión a
una importante raíz, la del mercado nacional, ¿Podríamos pensar el problema del
mitrismo desde la estatalidad? Hoy en día, esta estatalidad mitrista se da en
el debate de la coparticipación generando una tensión inversa a la tratada por
el siglo XIX, hoy la autonomía provincial, la cual jamás se dio realmente en el
“mitrismo-roquismo”, aceptando que la creación de provincias termino con Tierra
del Fuego, generó el territorio actual, la operación por la cual, el Estado
Nacional, desde 1994 perdió la soberanía real de los recursos naturales
mineros, termina por invertir la lógica, hoy en día, el Estado Nacional, es
parte de la gran contradicción donde se fuerzan los mecanismos
democratizadores, mientras que las provincias se han mecanizado como feudos
capitalistas del coloniaje, hoy curiosamente ya no es el ferrocarril, la base
de la extracción, son las dependencias varias, de la minería, de la extracción
de petróleo con tecnología que no se dispone, el agronegocio, la perdida de las
oligarquías provinciales tradicionales para dar parte a la puja dentro del PJ,
del Estado, y de grupos económicos, la manteca al techo como reclamo de la
“prosperidad”, la actualidad de los temas, de Patria o Colonia, con la idea de
“Semi-colonia” y “Sub-imperialismos”, Oligarquías que ahora incluyen
burocracias sindicales, multimedios, multinacionales, y contradicciones más
grandes, en medio de esa pluralidad, hay que revisar punto por punto muchos
supuestos. ¿Cuál es el punto de partida de esa construcción nacional? Lo justo
es tratar de evitar las quimeras, los falsos problemas, lo cierto no es lo
mismo considerar, el papel de la
Argentina en los últimos 200 años, que la de América Latina o
Hispanoamérica en los últimos 500; porque justamente cada proceso, cada
conformación de unidades políticas genera consecuencias inéditas, hay que
valorar el papel de la política, hay consecuencias innegables de las
transformaciones fundamentales que no responderán a un hilo conductor, uno de
ellos, es el papel de hoy, Argentina desde 1980 ha comenzado un
proceso de integración con Brasil, Brasil a su vez ha resignificando su lugar
en el mundo, la región se mueve en clave distinta a la esperable. Venezuela hoy
forma parte de una unión económica muy distinta a la que podría haber llegado a
formar en el siglo XIX, estas transformaciones tienen que ver con significados
en disputa, a esto se concluye que, el pasado debe ser abordado de manera
original, en parte para entender que fue lo que generó ciertas
transformaciones, en parte para comprender la contingencia de algunos procesos,
de algunas transformaciones para poder re pensar y plantear las
transformaciones desde el ahora. No se puede partir siempre de la misma
sociedad, hay un gran diferencia entre reivindicar una tradición que en el
tratar de revisar los procesos históricos, en tanto que esto es así, el debate
mismo genera presiones inéditas, que gracias a recientes pujas dentro de la
súper-estructura como la ley de medios, dejaron la especulación de la
percepción individual para ser parte de la vida de todos los argentinos aunque
de una forma caótica y desorganizada, tal cual es la realidad.
Comentarios
Publicar un comentario